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Hoy decido intentarlo.
Hoy que desperté en más de 9 (nueve) camas (y/o hamacas).
Hoy, sí,
hoy, donde al fondo del cuaderno se oye un disco de Redolés que no conocía. ¿Debiera seguir un orden? ¿Tener un foco? ¿Tender un puente?
Creo que el orden será esta vez de los recuerdos que emerjan.
Y el foco… no sé, quizás ya finalizado el experintento me dé cuenta de si hubo una luz específica con que iluminé mis telarañas.

Pequeño, de unos seis años, caminaba diariamente junto a mi vieja desde su trabajo (una lavandería, propiedad de mi abuelo –o Propiedad Privada Prepaterna Por Parte (de) Paola) hasta nuestra casa. Las cuatro existencias (lavandería, madre, dami, hogar) éramos en Maipú.
Supongo que caminábamos por economía.
Deduzco que demorábamos una hora.
Era el año ‘91 ó ‘92. Había menos negocios… y diferentes a los de ahora.
Recuerdo que la Pao (mi vieja) se las maquineaba para evitar mi llanto. No me chocolateaba ni heladeaba. Inventaba juegos (o los record y aplic).
Y así, mientras atravesábamos la plaza y pasoteábamos la calle Tristán Valdés nos íbamos diciendo “…rat.rep..sed”, y contestando, una cuadra más tarde: “despertar!”.
Y así, mi lenguaje se fue enrevesando.
Así descubrí que Roma y amor son opuestos.
Así un día entré al espejo y mi reflejo conoció un mundo sin mí.
Así nos olvidamos… pero eso es historia que aún no voy a recordar.

Bili (O Will, que me gusta menos) SIEMPRE me ha ganado en ajedrez. “Me parece mucho que…” por ése y otros siempre, siempre lo he querido con admiración y cariño. Y quizás por ése y ésos siempre nunca se lo he dicho. Porque ¿Quién puede hablar del asombro mientras está asombrándose? Asombro… o pérdida de la autoconciencia, mi tío. El mayor número de partidas con él fue en mi niñez. De adulto sólo recuerdo una. Así fue que aprendí que los movimientos son mejores si se componen de razón e intuición. ¿Mejores? Quise decir sublimes y cargados de atónitos damianes adorando a su tío.

Franco llegó a mi vida como una orquesta gitana con acento argentino. Su mochila traía su carpa; sus viajes de paisajes y paisanajes y psicodelias salían de “ella”, ella mochila y ella su boca, cargada de decires “lógicos y coherentes”, de fotografías tomadas con su malojo
Así reveló lo cierto de lo innecesario de la imagen para graficar la experiencia.
Así ya ningún “¡Ho-lÁ!” es sólo cortesía (o rareza o locura), si no posibilidad de encuentros insospechados.

Manresa es un lugar de España. También una comunidad terapéutica chilensis para encararse con las obras mágicas del teatro absurdo de las drogas todas, nada más que recordadas.
Ahí aprendí que no era distinto a ninguno.
Ahí entendí por qué nunca me enojó ser asaltado y/o amenazado por pistolitas y/o muertes verbales… porque los que me robaron lloraron ahí. Y yo no.
Así supe que mis errores menos tenían que ver con lo que quería y creía que con lo que hice… el desarrollo de mis movimientos era mágico, asombroso, lógico y coherente, jugado e inventado. Sometido, sin embargo, a un sistemático moralismo del actuar establecido por narcos y narcodependientes.

La María José más importante de mi vida.
No me buscó.
No me encontró. Yo la
busqué, Yo la
encontré, sin saber que
la buscaba, ni que habría de encontrarla. Uno ve en la portada de su libro el título psicóloga, mas el significado del poema escrito en su alma sigue siendo un acertijo que intuyo e intento seducir y deducir. Sólo un posible acercamiento me alegra los futuros… reales o irreales.
Gracias a ella aprendo que el aprendizaje es constante.

Hay tres Paolas en mi vida.

La última es la sonrisa de carácter más fuerte que he conocido.
A la que no temo decirle nada, y sin embargo todo aquello que le digo lo digo temblando. Un temblor no de temor.
Un temblor de necesidad de decirlo todo y decirlo igual, temblando y todo.
(¡qué juego más feliz!).

El cariño es un sentimiento que se vive con otros. Así, con él, aprendí que no soy innecesario… que todos somos un pedazo de conocimiento que se transmite a través del sentimiento.

Roco era un alma enferma que no vi mejorar, pero de la que sí vi el resultado de su mejoría. Con él viví la tristeza, el odio y la soledad acompañado. En pañales, ambas dos nuestras conciencias estallaron en el autoflagelo por separado… por la misma mujer y por el mismo sentimiento. Esa mujer fue mi segunda Paola, de quien no diré nada ahora.

Raúl, padre y padreastral, baúl de cosquillas indeseadas, de hombría impuesta y de sensibilidad de artista pobladora incansable de cada bigote de su revolucionaria vellosidad. Portador de toda la sabiduría racional, me enseñó que toda aporía tiene mil desenlaces… y que el amor no se construyó en un día, ni en una noche de sermones… si no en la eternidad de las ideas, en la inagotabilidad de los sonidos, en la acción incansable de la grandeza de nuestras diminutas vidas.
La novedad de los libros viejos. Olor y visión. Sonido de lectura en voz alta… este abrazo atrapado en la felicidad de mis entrañas. Franco, Raúl, Paola, Paola, Paola, Coté, Roco, Billy… son sólo un pedazo de mi viaje. Y sin embargo son todo mi viaje junto a otros que ya iré nombrando.

Fabiola Jaramillo Castell. Mi primer amor clínico. La psiquiatra más demandada por un no acosador. Los mejores tres meses de abstinencia. La privación más dichosa. Los vómitos y temblores más alegres. Los sudores de manos más transmitidos. El viaje más estático de mi vida.
He muerto tantas veces como he despertado. Y cada vida tiene un sabor distinto. Entonces ¿Debiera no morir más? ¿Morir sólo una última vez? ¿O acariciar todo fenecer con la esperanza de una vida nueva?
Las jorobas y tumores que he ido acumulando han desembocado todas en columnas y operaciones que me tienen aquí, disfrutando renacimientos que remorirán hasta que el precipicio tenga un suelo poblado por estalactitas que me atraviesen el alma por última vez.
No hay pérdida más tenebrosa que la del sentido (Al menos de las que he vivido, y ya la viví).
Y me sigue gustando la vida. Hay harto que cantarle, que decirle… tantos gritos, tantos ruidos.

Moisés. Amigo primero, padre después. Sólo pude comprenderlo cuando se acabaron los discursos, cuando entendí que los compromisos no son exigencias, cuando el abrazo borracho se despojó del enojo en el ojo y del alcohol en los poros y me acaloró el sentimiento de una sangre incomprendida.

Contigo Coté, colorido significado indescifrado tengo hora mañana. Qué ganas de contarte todo esto que he contado. Y de seguir contando otros días para seguirte contando.

Contigo, Franco, he de desayunar mañana. Qué ganas de leerte lo escribido y de seguir escribiendo otras gentes para seguirte leyendo.

LLRreleo. Y veo. Que lo dicho. Empezó con los recuerdos. O las memorias. Pero ahora. Sentimientos por personas evocados por recuerdos. Eso cuento. No está mal. Ni completo. Ni TO COM PLÉ.
Se trata de hablar de mí. Y mi di cuenta. Que las cuentas. Son la suma del interminable compartir. Pero eso ya lo dije ¿No?

Sin fecha, otro día
Desde que empecé a fumar, fumé mucho. El cigarro pobló mis primeros escritos como una necesidad. Un día, en una volada, pensé que los humanos somos monos imitadores de cualquier acto sin necesidad de comprenderlo. Para comprobarlo comencé a tirar las cenizas en mi pantalón si no había cenicero y guardar las colillas en los bolsillos. Lo comprobé y dejé de hacerlo.
Volví a los bolsillos cierto momento en que un lugar me pareció lo suficientemente sagrado como para no ensuciarlo con mis vestigios inhumanos. Hoy lo hago en casi todos lados… ¿Me volveré un colillero al pensar todo tiempo y todo espacio como sagrado? Por ahí va la cosa.
8.1.14
Por alguna caprichosa ocurrencia que hoy no recuerdo me puse a caminar descalzo por cada superficie citadina con la que me cruzaba. Seguramente tenía que ver con mi “máxima” , y con que quería despojarme de toda pertenencia para vagar y beber y pildorear. Así me asaltaban y lo que me quitaban no era mío (si con la mirada social individualista, pues aquella plata la tenía yo, o aquella cartuchera de discos o aquella mochila), pero no sentidos con mi sentimiento asocial.


La cobardía y bajeza más profundas las he sentido viniendo de mí. Bajo un creciente régimen coctelero de drogas diversas me aparecía en raras ocasiones en mi casa de mis viejos (P y R) y engullía.
Raúl un par de veces me preguntó "D. ¿Tú comiste los yogures que habían en el refri?" Sí lo había hecho. Lo negaba. No sé por qué me creía. De modo que le preguntaba a Gabriela (mi hermaniuschka) si ella… y ella que no (lo que era cierto) y R. que sí, ella que no (ella pequeña, unos 10 ó 12 años) y él que sí mierda. La cosa seguía un buen rato; yo veía a mi hermana llorar. La veía doblegar su verdad, admitir que sí, que ella se los había comido. Y yo… qué, yo vil creía en la victoria. Ahora que lo escribo veo deshecho que sólo enseñé a mentir. Que ejercí un sufrimiento gratuito. Que nunca me podría justificar. Por lo menos es un precio justo, ése de sentir ganas de llorar cada vez que la veo y veo ese amor que me tiene. Cabra chica linda… fui malo, y ella sigue en la inocencia y sigue siendo buena.
9.1.14
Tengo un abuelo que no es padre ni de Moisés ni de Paola. Sí del Rulo. Hoy lo vi y recordé un tiempo remoto. Tiempo Maipú, en el lugar cumpleaños mío. Me llevó un ajedrez hecho por él. El tablero de cholguan. Las piezas de corcho. Pintado por él, hoy me pintó el alma. Sólo pude invitarlo a mi casa, allá en la actualidad Pucón. Es un viejo de 88 hoy. Y sigue bien vivo y muy poco gruñón (de hecho no lo oí gruñir, aunque estuve poco con él). Lo visualicé allá en el sur, en mi casa. Le falta (a mi casa) alguien alegre de vivir habiendo vivido tanto. Aunque ya no tengo ese ajedrez, mi corazón está tallado como un corcho por el filo de un cuchillo cariñoso manipulado por unas manos que sin deberme nada llenaron las mías con un obsequio.


El reconocimiento
A Paula la he visto en contadísimas ocasiones. Sin embargo, un intenso lazo salido quizás de su voz o de mi silencio nos unió sin importar ni tiempos ni distancias. De noche la vi solamente una vez. Siempre hace cosas ¡Cuánto me gusta que haga cosas! Un día me preguntó si tenía pareja. Luego de oír mi contestación me dijo, bromeando: “no has encontrado a nadie que merezca tu corazón”. Pero creo que la verdad es que no he encontrado a nadie que mereciera soportarlo. A ella se lo hubiese dado mil veces, mas mi niñez inducida químicamente me impidió por años manifestarme. Sólo fui efectos secundarios: mareos, náusea, visión borrosa. Hoy, más pobre (no por tener menos cosas, si no por inmiscuirme en la dinámica asalariada) y más feliz (no por ser asalariado, si no por experimentar cosas nuevas en la vida) la veo más linda y con más vida. Dar vida le da vida. La quiero más y puedo hablarle distinto. Fue un encuentro de tomar once.
Otro día (¿O fue el mismo?) me preguntó si me gustaría quedarme en Pucón. Le dije la verdad: “no. Pero tampoco volvería a Santiago. Quiero viajar, conocer, moverme para conocer”. Como acabo de afirmar, fue la verdad. Pero omití un rayo variante de aquella certeza. Si hubiese estado ella en Pucón, a mi lado, sí me gustaría quedarme. Pero ¿Cómo y para qué decir esas cosas, tan de soñador? Recorrí su cuerpo con la mirada. “Yo estoy más flaca”. Está hermosa, no sé si flaca, no sé si gorda. Es madre ahora. Y, por lo que me dice la experiencia de ver madres, lo será por el resto de sus días.
17.1.14
Con Nicossesnitejes todo fue distinto. Recuerdo que lo conocí por comenzar yo una relación con Tania, su expoló. Por tanto lo conocí deprimido. No obstante, siempre irradió en mi espíritu su fuerte alegría… mi torito de Cajón.

20.1.14
Con Franco bebimos tanto vino como estrellas se veían en el cielo de Pucón. Le leí lo que escribí esas noches. Le pedí un abrazo eterno, pero ya me lo había dado mucho antes. Le conté mis secretos jeringas a su ojo inorbitado. Me contestó en caídas inexplicables. Le contesté con la cuchara deshecha en la esquina de mi pieza.
21.1.14
Con algo en los ojos y diez sentimientos distintos (nuevos) relampagueaba el flash de la cámara y tronaban de risas nuestros estómagos. La Montse era otro rostro, el Franco otra voz y el Alfredo otros dedos. No sé qué otra cosa era yo. Bebiendo vino y cubriéndonos de la lluvia de cigarros apagados alareábamos bersuitadas que salían a buen volumen por la radio que me dio la Pachi.
Además de ser mexicanos, argentinos y chilenos éramos cuatro extraterrestres comprendiendo la vida sin códigos ni barras.

Había mano y yo no tenía plata, como la mayoría de las veces. Mi casa estaba en el mismo sitio que la de mi tía (La Mirty). No había nadie, ninguna billetera descuidada en mi casa de mis viejos. Entré a la de mi tía por la ventana y me puse a revisar por los recovecos cliché del dinero guardado por los que no tienen cuentas bancarias. En uno de los cajones de ropa de la pieza encontré un sobre con cien lucas, sellado (adiviné su contenido mirándolo a través de la luz). La Mirty ya me había hablado de ese dinero: era el primer depósito para comprar una casita en otro lado (esos sueños locos e imposibles de la gente pobre fiel a sí misma). 27.1.14 Pero eso a mí no iba a importarme. No así, con bajón (síndrome de privación superior a doce horas), medio llorando y temblando entero. No recuerdo qué hice con el sobre vacío. Tampoco cuántas ampollas de morfina ni papelinas de PBC compré (y consumí, por supuesto). Creo que me duró un día y medio. Recibí en la noche una llamada desde el celular de la Pao (mi vieja) y contesté (no sé si a la primera). Recuerdo la voz de Raúl constatándome el robo. Que fuera a devolver lo que quedara. Yo iba camino a la pega actual de ese tiempo, una discotec de mierda (como todas) donde era copero. Sin embargo le hice caso al Rulo y hablé con el jefe de aquel momento y le dije que no iba más. Y más no se me viene a la memoria, excepto que varios días después, entre trepadas de rejas de mi casa (para salir a comprar quizás con qué plata) y sollozos y sudores y mocos y malestares indescriptibles, un día me encontré con la Mirty en mi pieza. Sólo pude balbucear que me disculpara. Y de su boca de boca vivida, de su piel encogida y de su actitud humana manó el perdón, que me inundó de tanta agua que por fin salió un llanto real de mis ojos rojos y secos de aquella agonía eterna instantánea.

Sólo me pegó una vez. Me pegó con la violencia del amor. Yo era hermético al amor, pese a que creía que todo lo que hacía era por ser sentimiento (amor incluido). Mi hermana (la Gaby) lloraba. Mi madre también. Y Raúl intentaba doblegar mi estoicismo a coscorrones en la cúspide de mi ser:
-¡¿Quién manda weón?!
-Tú no.
(Paf)
-¡¡QUIÉN MANDA WEÓN!!
-Tú no
(Paf)
Otro día sin fecha
Hoy creo notar algo. La Coté me dijo que tiendo a idealizar a las personas. No sé si se refería a todas las personas que quiero o sólo a algunas. Creo que está en lo cierto si habla de todas las personas que quiero.
No a todos les hablo de Franco como a Coté o a Paola les hablo de franco. Mucho menos a Franco. A mi madre nunca le han llegado esas palabras enaltecedoras que a Coté le llegaron sobre Paola madre. No a todos les hablo de Coté como le hablaba a Franco de Coté. Menos a ella. Y así: Paola (la tercera, la González) no ha oído cuán bello hablo ella. Ni Juan Carlos lo supo, ni Moisés, ni Raúl, ni mis hermanos y hermanas, ni el Eme.
Quizás dibujarlos ante otros oídos y otras conciencias es mi manera de decir que los quiero, aunque los acariciados no se enteren. Quizá sea un intento ridículo de juntar aquellos mundos que no se topan… de hacer que se estrellen los universos que ejercen su gravedad sobre mi órbita. De algún modo es una tierna inocencia que puede malinterpretarse en sublevación del otro y negación de sí.
Se trata un poco de recordar futuros y vivir algunos en presente.

8.2.14
Me doy cuenta de que juzgo. No quiero; sin embargo, parece inevitable. No son juicios determinantes. Son más bien rechazos o aceptaciones. 12.2.14
Me percato de que más que juzgo quiero. Quiero y amo rápidamente. Arma de doble filo. Me deshago en los abrazos de un pueblo que te piensa y que te quiere y quiere tus palabras y tus gestos. No hay más alegría que haber dormido en mi casa con más de treinta personas. Sólo puedo agradecer la belleza de lo humano. Sólo puedo despedirme de este tiempo esperando otro tiempo donde la valentía será buscar y no recibir. Hacer que me reciban. Me voy con la experiencia de la alegría y la desdicha de lo injusto. Me voy con besos que valieron penas y sonrisas. Con mil vinos en la sangre. Sin morfina en las venas. Sin coca en la ñata. Me voy con ganas de llorar, pero agradecido de esta necesidad de llanto.
Me voy habiendo mirado la luna por trescientas primeras veces y con más caminatas con sentido que en todo mi pasado. Me voy con lo intenso taquicardiando mis pulsos y con la conciencia tranquila… por primera vez, tranquila.
19.2.14
Un trozo de voz disminuido por la conciencia de lo próximo de la muerte ajena preguntó si quería (la otra voz, la otra conciencia) que hiciera algo cuando la muerte la callara.
Un hilo de voz punzante y doloroso contesta que quiere que (la otra voz, la otra conciencia) siga siendo como es.
Cuando llegó la muerte somnolienta y somnífera el trozo de voz se silenció de sonidos y siguió siendo lo que era: perras negras (o azules), pájaros mudos poblando, en un tiempo único, las planicies nevadas, creando bosques, escribiendo nubes, saboreando el viento.
Porque toda palabra debía dedicarse a la muerte, se puso a escribir vida. Porque eso eran las vidas: movimiento dedicado a la muerte. Ríos de ruidos que desembocan en el silencio. Y era cálido el gran abrazo y hermoso el abrazo eterno. Eran nítidas las caras de las nubes, lumínica la luna, interminables las miradas de los árboles que no distinguían nuestra presencia, pues ellos miran los tiempos, no el espacio; observan a mi abuelo, no me ven a mí.
Ya es tiempo de dormir, dijo una voz. Y las otras dos callaron y cayeron en un sueño sin imagen, sin sonido, sin vuelos ni olfatos, sin sentidos ni sinsentidos. Pletórica de nada, su alma estalló en un pensamiento absoluto que en nuestro cerebro se bifurcó tan insaciable que no fue necesario ordenar los senderos para conducir a un camino.
25.2.14
Van a pasar muchas cosas. Mañana tengo mis últimas horas contigo Coté, contigo Paola. Creo que son las últimas. Entre mañana y pasado me haré una radiografía pélvica anterior y posterior con medición de grados para ver si necesito plantillas para salvar mi cadera. El viernes tengo supuestamente el alta en el CTA. Yo creía que significaba Centro de Tratamiento Ambulatorio. Pero no, no es ambulatorio sino de Adicciones (lo supe por un letrerito nuevo que colocaron y que en relidá no me gusta, mas es un asunto sin importancia). El domingo vuelve a Stgo. Mi hermana. Uno de estos días venderé mis muebles. Durante estos días seguiré regalando libros. El jueves se va la Karla (la del gran abrazo). El próximo viernes, sábado o domingo me iré a Stgo… o para ser más preciso, me iré de mi casa. La más casa más mía. Durante aquella semana (la de Stgo.) iré al consulado argentino para ver si puedo sacar algún papel rápidamente para estudiar allá, por si me dieran ganas. También diré nos vemos a mucha gente querida desde hoy hasta el 15 de Marzo… ese día partiré a Baires. Ahí pretendo estar un par de meses, ir de oyente a la UBA, conocer gente y ciudad. Posteriormente pretendo partir a Córdoba y hacer lo mismo que en Baires (Con menos gente conocida, probablemente sin gente conocida; y con un paisaje diferente y personas de otra onda). Finalmente conocer Uruguay, particularmente Montevideo. Ver a Leo Maslíah, a Vigglietti, saber de Lazaroff y Zitarrosa en su país, en su gente. Estar en murgas y cafés. Conversar, conversar mucho. Escribir. Y decidir qué hacer después. Es extraño estar consciente de que vienen cosas nuevas y no tener miedo. Lo más nuevo que he hecho fue venir a vivir aquí. Me vine con miedo y lo seguí teniendo por un tiempo que imaginé infinito. Pero no lo era, porque mi universo no iba a acabar con la contracción absoluta, si no que volvería a estallar dando origen a un universo más grande y menos químico, más conversado y acompañado, con decisiones (buenas y malas, pero decisiones). No obstante, el universo se expande cada vez menos y sigo en el mismo lugar. Por eso es hora de caminar otros rumbos, nutrirme de lo que me ofrezca el cambio, filosofar con el mundo y no sobre yo. Conocer puntos de vista y construir verdades frágiles, pero reales. Quiero volver a Chile aún sin haberme ido, porque faltan muchos que conocer, con quien dialogar, a quien ayudar y de quien recibir ayuda. Sin embargo, todo eso quiero hacerlo al volver, siendo otro más lindo y más útil (espero). Es raro, yo odiaba al mundo, pero fue un autodesengaño lo que me hizo notar que no conocía nada de él. Me quedé detenido en el punk y, pese a que escuché muchas más músicas, acabo de recorrer toda mi adolescencia (o casi toda, me quedé detenido en los 14, hasta los ¡26!), para vislumbrar a lo lejos las puertas de una primera madurez, que es apenas el verdadero asesinato del ego y la preparación para acceder a la realidad, o por lo menos a una realidá más tangible. Que mi viaje no sea sólo recuerdos. Ni sólo pensamientos. Que sea también construcción. Aunque no tengo miedo sí siento un ligero remordimiento por dejarlo todo así no más, concluido lo concluido e inconcluso lo inconcluso. Sobre todo por anular un compromiso que era interesante, nacido del cariño y la creencia de otros en mí. A estos queridos otros sólo puedo mirarlos a las caras y con los ojos pedirles perdón (Perdón, sí, perdón, y no me digan que ese sentimiento es sólo para dios… y si fuese así se volverías, estos otros, dioses. Y habría una diosa más poderosa y luminosa en esta jerarquía del perdón). Pedirles perdón y darles un abrazo. 26.2.14
La Anita me dijo que parecía un pendejo de 14 cuando llegué. Y así cada vez que la veía me daba unos años más. No la veo hace meses. Espero no decepcionar a su cariño de madre o hermana mayor. A su humanidad sonriente, a sus abrazos estranguladores. Espero parecer más grande. En realidad, espero haber crecido, no parecer.

Se me acaba el espacio en blanco de esta libreta y necesito decir tantas cosas que no sé cuál decir.

6.2.14
Esta debe ser la última vez que vengo acá, si no en la vida, sí por mucho tiempo. Todos los que han ido a mi casa han venido conmigo. Menos diez, es decir, veintinueve han venido (conmigo). Me gusta oír el agua y mirar cómo cae. Imagino un presente interminable cayendo en un movimiento constante. Verde y húmedo mi corazón echó raíces en otras almas y en este río y en esta tierra que sólo espero que no se seque nunca. Sólo me bañé una vez (y me cagué de frío). Y sólo escribo hoy.
9.3.14
Y ya nunca más detenerme. Ni en tiempo ni en espacio, ni en las cosas ni en la acción. Sobre todo actuar más, aceptar la locura que nos permite ser distintos, que nos permite cambiar unas cosas y crear otras. Solo si nuestras ideas salen de nuestras mentes pueden materializarse en nuevos mundos.

Texto agregado el 25-03-2014, y leído por 227 visitantes. (0 votos)


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