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El dolor había regresado, esta vez fue mucho más intenso y doloroso, sentía como si me estuvieran apuñalando en la espalda varias veces seguidas en el mismo lugar. Tal vez estoy exagerando, quizá sea porque siempre duermo encorvado, o quizá porque no tomo demasiada agua. Tal vez un vaso de agua tibia me calme un poco este dolor. Cuando puse el primer pie en el suelo solo pude sentir mucho más dolor. ¡Ese chinche!, ese maldito chinche que se incrustó en mi pie, cuando di otro paso solo sentí mucho más dolor mientras el chinche se incrustaba más y más en mi pie dejando un rastro de sangre que no pude ver porque todo estaba muy oscuro. El siguiente paso fue el peor porque solo pude sentir un fuerte dolor en la cabeza cuando me choqué con el ropero al tropezarme dejándome un enorme chichón en la cabeza. Estaba tumbado en el suelo, solo sentía dolor mezclado por sueño, decidí dormirme ahí nomas ya que cualquier movimiento solo sentiría mucho más dolor, cogí la frazada que estaba cerca de mi cama y me dejé llevar por el sueño que poco a poco iba ganándole al dolor.

Me levanté a penas sonó el despertador, como no pude moverme lo dejé sonar, hasta que se calló unos cinco minutos después. Tengo que ir al trabajo pero me duele la cabeza, la espalda y mi pie derecho. ¡Por cierto!. ¡Mi pie! Revisé mi pie herido y vi que caía una sustancia blanquecina que se parecía a la salsa blanca que sirven en los restaurantes italianos todo mezclado con sangre. Traté de quitar el chinche provocando mucho más dolor que se manifestó en un aullido sordo. Traté de ponerme de pie solo obteniendo caerme, en mi tercer intento pude ponerme de pie, pero lo más difícil se aproximaba. Me refiero a los pasos. Cada paso que daba era como si de atravesaran varias espadas en los pies, sobretodo en el pie herido que sufría doble ración de espadazos. A pesar de todo conseguí dar los 25 pasos necesarios para llegar a la cocina de mi casa, busqué como loco mis calmantes y cuando los encontré sentí algo parecido al júbilo porque pensaba el dolor iba a irse por fin. Me tomé dos de los calmantes y los ahogué con un vaso de agua. Cuando estuvieron dentro de mí, el dolor fue desapareciendo poco a poco.

Me senté en la silla más cercana que encontré, a pesar de que el dolor había desaparecido me sentía cansado, sucio, sudoroso y mojado. ¡Espera! ¿Por qué siento mojado el pantalón? Me toqué el pantalón y lo sentí mojado, ¡Maldita sea! Me había orinado en los pantalones, y si la cosa no fuera más jodida y humillante resulta que el color de la orina era rojo y se mostraba mucho más en mi pantalones blancos para dormir. ¡Mierda! ¡Acabo de orinar sangre! Me puse de pie rápidamente y fui directo al baño y me di una ducha rápida, después de secarme completamente me hice un improvisado vendaje a mi pie herido hecho con papel higiénico luego me fui a mi cuarto y me cambié completamente de ropa poniéndome mi mejor ropa. Salí de la casa y caminé lo más rápido al paradero de taxis. ¡Al diablo con el trabajo! Tengo que ir al hospital.

El taxi se detuvo y me llevó al hospital. Tardamos media hora más de lo acostumbrado, había un tráfico del carajo. El taxista, que se quejaba incluso más que yo, me dijo que habían cerrado algunas calles porque están haciendo reparaciones de tuberías, por eso hay tanto tráfico. Cuando llegué al hospital, como por arte de magia… negra, diría yo, el dolor había regresado. Y si la cosa no fuera peor, se había intensificado, haciéndolo mucho más fuerte en inaguantable, la presión había aumentado, parecía que hubieran crecido tres veces su tamaño original y quisieran salir de mi cuerpo a toda costa. Por suerte el dolor de mis pies si se han calmado, no puedo decir lo mismo de mi dolor de cabeza, pero al menos es un alivio. Caminé lo poco que pude hasta donde estaba la recepcionista, que me atendió, le conté mi problema y me envió hacía medicina general, pagué lo que tenía que pagar y me dijeron que esperada en la sala de espera. Pasaron dos horas y aún no me llamaban, el dolor seguía, maldecía mi mala suerte porque había olvidado mis pastillas en casa. Mientras esperaba y el dolor me atormentaba comencé a sentir ganas de vomitar, como todavía no me llamaban, fui al baño para expulsar lo poco que había comido. Mientras estaba vomitando escuché el tono de mi celular, me limpié la boca con un poco de papel higiénico y conteste. Era mi jefe:

-Oye, ¿Por qué no estás en el trabajo?- dijo mi jefe completamente enojado.

-Lo siento, pero creo que no voy a poder venir, me duelen mucho los riñones- dije yo

-No me importa si tienes una aneurisma cerebral, tienes que venir inmediatamente- dijo mi jefe gritando.

-Perdona que le contradiga, pero en este momento estoy en el hospital y no voy a poder venir- traté de decir.

-Mira, tienes que venir, es una reunión muy importante y necesito tu informe.

-¿Qué le parece si le envío el informe por correo electrónico?- le pregunté.

-¿Qué te parece si te despido?- Me pregunto de manera sarcástica.

-Después de que me atiendan vendré lo más rápido que pueda.

-Mira si no estás en la oficina en 30 minutos, mejor vete buscando otro trabajo.

-Señor, esta mañana acabo de orinar sangre- le dije en voz alta, la verdad no me importó si alguien me está escuchando.

-Si lo pones así, será mejor que te atiendas. Haré lo mejor que pueda, pero envíame el informe lo antes posible- me dijo.

-Muchas gracias señor.

-Mejórate- dijo y colgó.

Será mejor que les explique lo que acaba de pasar. Resulta que soy asistente y mano derecha de mi jefe, dueño de una empresa muy importante, y hoy tenía una reunión más que vital y necesitaba de mi ayuda porque él era muy malo, por no decir que la caga cada vez que abre la boca, a la hora de hablar con otras personas. Así que necesitaba de mi informe acerca de nuestros próximos asociados y de ni supervisión para que todo salga bien. Espero que mi, espero, corta ausencia no arruine la reunión. Solo quiero que me quiten este horrible dolor y podré trabajar tranquilo. Pasaron 15 minutos más de agonía hasta que el doctor mencionó mi nombre. Fui corriendo hasta su consultorio, lo cual fue un error.

Entré, me senté y le conté todo mi problema antes de que me preguntara algo. Me miraba con una expresión sencilla y unos ojos poco interesados en mi o en mi adoloridos riñones, pero todo cambió cuando vio la sangre salir de mi boca mientras hablaba, e inmediatamente después de desmayé, solo pude ver al doctor poniéndose de pie y acercarse a mi antes de perder el conocimiento.
Desperté tiempo después, sinceramente no sé cuánto tiempo estuve durmiendo. Estaba en la camilla de un hospital con la ropa de hospital y bastante adolorido, alguien había encendido el televisor, pasaban las noticias que, en lo personal, no estaba lo suficientemente consciente como para que me interese. Traté de volverme a dormir cuando vino el doctor, así que me mantuve despierto para escucharlo, aunque después de escuchar lo que me dijo hubiera preferido quedarme dormido y pasar de lo que quería decir.

En pocas palabras tenía un tumor alojado en el riñón derecho, por suerte pudieron extirpármelo…con todo el riñón. Así es me quitaron el riñón derecho, pero al menos me consoló diciendo que los constantes dolores desaparecerán y que después de unas cuantas terapias podré salir de este hospital.

Estuve durmiendo como un bebé, uno de los mejores descansos en mucho tiempo, cuando me desperté y para ir al baño, mee, y volví a la cama para la mejor noche de mi vida, hasta ahora.


Texto agregado el 29-05-2014, y leído por 123 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
29-05-2014 Un dolor como ese, hace que en ocasiones hablemos incoherencias, pero, corrige el diálogo, por lo demás es una buena historia con momentos de humor en medio de una angustia inmensa. Saludos. LGPEREZ
 
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