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Inicio / Cuenteros Locales / VIGIA / LA MUERTE AZUL-CAP.3-AGUJERO

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3
-Agujero-




Escuchó durante unos segundos y el sonido se volvió a repetir.
Parecía un lamento ahogado y esto le hizo quitar el seguro a su arma.
Subió despacio hasta el primer rellano sin encontrar nada sospechoso. Únicamente los destrozos típicos de un lugar que estuvo en guerra. Cascotes, hierros y restos de hogueras era lo único visible a la luz de su linterna. Continuó hasta la altura del segundo piso y tuvo que pararse repentinamente. En el rellano siguiente divisó un gran socavón practicado en el suelo, seguramente producido por la acción de algún explosivo. Enfocó la luz hacia el fondo del hueco y allí encontró la causa de aquellos sonidos; Dos llorones, uno de ellos adulto y el otro que no era más que un niño, deambulaban sin rumbo chocando contra las paredes y volviendo continuamente sobre sus pasos dentro del espacio tan reducido donde habían quedado atrapados.
Kail observó que estaban extremadamente delgados pero no mostraban signos de la cuarta fase y por tanto de haberse atacado entre ellos, ya que aún conservaban todos sus miembros. Si el canibalismo no les había surgido todavía seguramente sería porque llevaban poco tiempo allí. Después de observarles durante algunos segundos para confirmar que no podrían salir por sus propios medios, Kail se colgó el arma de nuevo asegurada a la espalda, sobre su mochila, y agarrándose cuidadosamente a los hierros que quedaban alrededor del hoyo pasó por encima de los llorones.
Estos, le miraban sin comprender y solo acertaban a gritarle desgarradamente. Para ellos, Kail no era más que un trozo de comida que se movía extraordinariamente rápido.
Cuando estuvo al otro lado del rellano, en sitio seguro, volvió a enfocarlos con la linterna. Aquellos dos seres no paraban de escandalizar, de gemir, y eso no era nada bueno para su seguridad. Se zafó de su mochila y buscó en su interior la fría y larga barra de un silenciador. Desenfundó la pistola que llevaba en el cinto y atornilló la pieza metálica a la bocacha de su Beretta. Cuando se disponía a acabar con los sufrimientos de aquellos desgraciados, un crujido a su espalda le erizó de golpe todo el vello de su cuerpo. ¡Alguien le acechaba desde la oscuridad!

Sin ejecutar ni un solo movimiento brusco depositó la pistola en el suelo y extrajo el machete de su funda. De pronto, al contrario que en todos sus movimientos anteriores, Kail rodó sobre si mismo con la rapidez y agilidad de un felino y en menos de un segundo traspasó el vano de la puerta a su espalda. Agazapada en la esquina vio la sombra de un bulto y se lanzó sobre él.
Agarró la figura por el cuello confirmando que se trataba de otro niño, por la menudencia de su cuerpo. Le aplicó velozmente la hoja acerada en el cuello y cuando se disponía a ejercer la fuerza necesaria para desgarrárselo, una sola palabra detuvo su mano en seco.
- ¡No!
Kail dedujo en un instante que si aquella criatura articulaba palabras inteligibles no debía de ser un llorón. Quedó un par de segundos en silencio, pero sin aflojar ni un milímetro la fuerza sobre su presa.
- ¿Quien eres?
- ¡No me mates, por favor…por favor…!
- ¡Quien eres! – repitió enfurecido.
- ¡Soy Shinda!¡Me llamo Shinda…por favor…! – y comenzó a gemir.
Kail soltó bruscamente a la niña y la lanzó de un manotazo en medio de la habitación. Alumbró su cara con la linterna y supuso que no tendría más de 16 años. Estaba flaca, desnutrida, casi en los huesos. Los surcos de las lágrimas le recorrían las sucias mejillas, pero no eran surcos de llorones, si no de lágrimas de verdad. Lágrimas humanas.
Estaba aterrorizada y sus manos temblaban violentamente dentro de los harapos demasiado grandes para su cuerpo y que vestía como ropa.
Kail guardó su machete y volvió sobre sus pasos a recoger la pistola. Ajustó el silenciador al arma y apuntó a los llorones, que seguían gritando desde el foso, dispuesto a acabar con ellos.
- ¡No los mates por favor, no lo hagas! – gritó la niña desde la oscuridad.
- ¡Por qué no habría de matarlos – dijo Kail sobreponiendo su voz ante los gritos desesperados de los llorones - …no son más que escoria!
- ¡No! ¡Son mi padre…y mi hermano! ¡Te pido que los dejes vivir!
Kail se giró y se acercó a la niña.
- ¿Cómo que ellos son llorones y tu no?
- Ellos ya estaban enfermos…yo no…yo los cuidaba – gimió – Cuando se empezaron a poner mal mi padre se metió junto con mi hermano allí a propósito, para protegerme. Yo les he estado dando de comer, por eso aún no se han mordido…Son la única familia que me queda.
- Tu ya no tienes familia niña – dijo en voz baja – Yo soy la familia que te queda. ¿Cuánto tiempo lleváis aquí?
- Creo que unos seis o siete días, no sé exactamente. Esto siempre está muy oscuro…Entramos por una ventana del piso de arriba y luego la volvimos a sellar... -Shinda observó detenidamente a Kail - ... No sabía que aún quedaran soldados.
- Y no quedan. Yo soy el último de mi escuadrón. Además, ya no soy soldado. No queda patria ni nada que defender en esta tierra. Levántate niña. Debemos buscar un sitio donde pasar la noche con seguridad. Este piso no es más que una ratonera. Con esos…con tus familiares gritando pronto acudirán más llorones y entonces tendremos verdaderos problemas.
- De acuerdo – dijo la pequeña -…Y no me llames niña. Me llamo Shinda, soldado. ¿Tú tienes nombre?
- Y tú no me llames soldado. Kail. Así me llamo. Shinda, curioso nombre… ¿es Debrariano?
- Si. Mi madre era muy partidaria de ellos antes de la guerra. Luego ella murió por su culpa. Ahora este nombre me da asco.
- Te entiendo. A todos nos da asco lo que tenga que ver con los Debrarianos. Pero dejemos la charla para después. Hemos de encontrar un sitio seguro para poder descansar y comer algo. Vamos a los pisos de arriba. ¿Has estado más arriba?
- Solo en este y en el tercero. Allí tengo un pequeño campamento. No quería estar aquí junto a ellos. Sus gritos me asustan. Más arriba no he subido. Me da miedo. No sé lo que hay, pero no se oyen ruidos. Parece que todo está vacío.
- Está bien. Ya los exploraremos para estar seguros. Ahora marchémonos de aquí.
- Kail…Si nos vamos, prométeme algo.
- Te acabo de conocer. No se si eres merecedora de promesas.
- En serio...Prométeme que serás bueno con mi familia.
- Lo seré.- respondió sin dudar- Te prometo que deseo lo mejor para ellos.
- Gracias.
- Ahora comienza a subir. Yo recojo mis cosas y te sigo.
- Está bien…- Shinda se levantó y, con la destreza que le otorgaba el conocimiento, subió en plena oscuridad hacia el siguiente nivel.

Kail agarró su mochila y el fusil. Vio a la niña desaparecer por las escaleras y empuñó nuevamente su pistola. Miró a los llorones, que seguían gimiendo en el fondo de su trampa.
- Le he prometido a tu hija y a tu hermana lo mejor para vosotros y yo soy un hombre de palabra.
Esto, es lo mejor que os puedo dar. – susurró.

Cuatro disparos, que apenas sonaron en la estancia debido al silenciador, acabaron certeramente con las miserables vidas del padre y del hermano de Shinda.

Un agujero en la cabeza y otro en el corazón, tal y como siempre le enseñaron.





Texto agregado el 11-08-2014, y leído por 219 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
27-08-2014 Auuuu !!! Este es el mejor capítulo que he leido hasta ahora. Pleno de acción y el que "entrara" otro personaje me gusto mucho. ¿Qué les depara el futuro...? veremos. Cinco aullidos vigilantes yar
18-08-2014 Desgarrador y necesario final. En hora buena. lapizqueescribe
12-08-2014 wow, qué final, yo pensaba que los dejaría ahí vivos, pobre niña, dentro de todo era un tipo de honor al ser consecuente con los disparos, en el corazón y en la cabeza como le enseñaron, muy bueno. nonon
11-08-2014 1. Esos agujeros en la cabeza y en el corazón son los elementos lingüísticos más impactantes que has usado en este capítulo para señalar que no siempre el bien equivale a la vida, sino al descanso eterno. Te juro que es probable que yo hubiese hecho lo mismo que Kail. SOFIAMA
11-08-2014 2. Noto que estás reforzando la trama con personajes nuevos y “humanos”, por decirlo de alguna forma, y eso le da un toque muy agradable a la intriga porque siendo una obra de ciencia-ficción, al introducir esos elementos , impregnas más de misterio y suspenso a la obra. SOFIAMA
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