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De nuevo amaneció gris, más que mi propio uniforme.
Al menos hacia algunas horas había dejado de nevar, aunque no repercute en ninguna ventaja. Ahora se hizo todo hielo.
A mi alrededor, en la trinchera, continúan los cadáveres helados de los compañeros que cayeron anoche en el último ataque. Son mala compañía y nada habladores.
Procuro no mirarles demasiado. Ellos al menos ya no sienten frío.
Ni nada.
Yo si siento que mis manos parecen de madera, como la clara corteza de los abetos de alrededor; Duras, gélidas y blancas, dentro de unos guantes que se hicieron de hierro por el hielo. Apenas puedo doblar la punta del dedo en el gatillo de mi fusil, pero así es el trabajo del soldado. Pasar calamidades y sufrimiento es parte del contrato, aunque sea un contrato que nunca firmé.
Supongo que habrá destinos más agradecidos – si es que hay algo que agradecer en este oficio – pero en todos los frentes imagino que debe ser igual.

No hago más que pensar en Marta y en mi pequeñín, Rubén. Aún no me conoce, pero estoy seguro que oye todo lo que le digo en su pensamiento. Son lo único que me mantiene verdaderamente vivo, despierto. Luchar por ellos, por la familia, por la tierra…luchar por la patria.
Por que eso en realidad es la patria; No la política, los ideales…
Volver al calor del hogar, donde te esperan impacientes una bella mujer y un hijo, deseando abrazar a su esposo, a su padre. La familia, los amigos, trabajar, día a día por ellos. Vivir y morir por ellos.
Esa es la patria.

Un soldado de enfrente ha levantado la cabeza. Creo que va a salir. Preparo mi arma apuntando cuidadosamente al bulto. Ha sido solo un instante, pero suficiente para ubicarlo. Para apuntar con precisión con tanta nieve alrededor, con tanta claridad, no hace falta ser muy experto.
-¡Dios, que frío tengo!-.

A unos metros, el compañero de mi lado no se ha dado cuenta, no lo ha visto.
Sigue en su misma posición de vigía sin apenas moverse durante horas.
Es un buen soldado y mejor muchacho. Un buen amigo.
Ya hemos pasado muchas calamidades juntos y siempre hemos salido ilesos.
Sé que no dejaría que me pasara nada del mismo modo que yo no lo haría.
Pero en esta puta guerra nunca sabes si habrá un mañana.

De nuevo se mueve el de enfrente. ¡No nos ha visto! Creo que va levantarse…
Se levanta. Apunto y disparo.
El tiro ha sonado como un trueno y ha hecho que gran cantidad de nieve se desprenda de los abetos, cambiando inmediatamente el perfil del suelo. Debo haberlo alcanzado en el corazón y el hombre se ha desplomado como un saco lleno de piedras;
Ya no me impresiona. Es una rutina diaria.
Él o yo, por duro que suene.

Me pregunto, si para él, la patria sería lo mismo que para mí.
Prefiero pensar que no; que sería un fanático de esos que luchan por obtener honores, por idealismos. No quiero quedarme solo con el pensamiento de haber propiciado otra viuda, otro huérfano.

El ayudante de cocina llega puntualmente a mi puesto con el desayuno y una carta..
Trae un café horroroso y trozos de pan incomibles pero menos es nada.
Con este frío, sin alimentarse al menos de esto, no duraríamos nada en las trincheras.
Perro trabajo el suyo.
Arriesga la vida tanto como nosotros pero la diferencia consiste en que si alguno de nosotros tiene la desgracia de caer, lo hace en combate, como un hombre. Con honor.
Él en cambio, si cae, habrá muerto por arrastrar un termo grande de café y chuscos duros.
Y sin embargo, si no fuera por él no podríamos sobrevivir aquí.

Empiezo a sorber ávidamente la infusión caliente y aprovecho para leer la carta que me ha traído al mismo tiempo. ¡Menos mal!
¡Sin noticias de casa, me volvería loco!
...Mi Marta y mi Rubén…

Antes de abrir el sobre observo que el ayudante esta agarrando el arma de mi amigo, que continua inmóvil en su puesto. Con gestos impacientes, sin usar la voz, le pregunto que pasa. Me dice que está muerto.
Se ha congelado esta noche.

Intento recuperarme y pasar pagina. Era un buen amigo, pero así es la guerra.
Pronto vendrá alguien a sustituirlo y en unos días su rostro, sus acciones, se difuminaran en mi memoria. Solo cuenta que nadie traspase este puente que defendemos.

Procuro distraer mi pensamiento y comienzo a leer la carta de apenas medio folio.
Que extraño…El remite es de un vecino...

“Estimado Carlos:

Siento mucho tener que dirigirme a ti en estas circunstancias, pero soy el único que ahora mismo puede hacerlo. En la madrugada de hace un par de días se produjo un terrible bombardeo sobre nuestro pueblo en el que desgraciadamente fallecieron Marta y Rubén. Sabemos que será una noticia demoledora para ti, pero solo has de pensar en procurar volver porque somos muchos los que te esperamos…. “

La luz se ha convertido en húmeda niebla delante de mis ojos.
- ¡Marta!...mi niño!

Implacable, el enemigo ha comenzado a avanzar.
Casi puedo distinguir las facciones de cada individuo, pero ya no me importa.
He dejado mi arma apoyada en la trinchera y me he tumbado encima de los cadáveres congelados. Me siento destruido.
Me acurruco lo mas al fondo que me permite el hueco de tierra donde estoy, que ya no me parece tan frío. Es más, por primera vez en todos estos meses me parece que la tierra esta caliente, a pesar del hielo y la nieve. Me llama, me acuna…

Los soldados enemigos invaden la trinchera sin reparar en mí, que sigo inmóvil al fondo del agujero. Piensan que estoy muerto, como los demás.
Desabrocho de mi cinturón dos granadas de mano y agarro los seguros.
Dejo que los soldados se aproximen hasta que los tengo a menos de un metro.

La granada que sujeto en mi mano derecha será por Marta.
La de mi izquierda, apretujada fuertemente junto a mi pecho, pegada a mi corazón,
por mi pequeño Rubén.
Suelto los seguros con los dientes y cierro los ojos.

¡Si no hay patria, no hay guerra!

Cuando me estallaron, en realidad, yo ya estaba muerto por dentro.



Texto agregado el 29-08-2014, y leído por 251 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
31-08-2014 Realmente dolorosas las guerras... !!muy bueno tu cuento !!! Mis ***** alasblancas
29-08-2014 impresionante el realismo que le has dado cierto, eres un gran escritor yosoyasi2
29-08-2014 Los relatos de guerra,son los relatos de la inconsciencia humana.Excelente relato cargado de crudeza y realismo.UN ABRAZO. GAFER
29-08-2014 1. Te lo dije en una oportunidad en tu maravillosa novela que acabas de publicar “La Muerte Azul”, eres un escritor competente porque eres capaz de manifestar lo que los ojos del mundo ven a través de tus palabras bien esbozadas. SOFIAMA
29-08-2014 2. El tema que tocas, nos atañe a todos, y lo has sabido estampar con con recursos literarios y retóricos que destacan la elegancia del estilo que te caracteriza. Con cada detalle que cristalizas, logras emocionar al lector y lo haces hasta llorar porque nadie puede ser indiferente ante un tema tan desgarrador como el que presentas. SOFIAMA
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