Partida de dominó

Mi carro llegó hasta un lugar donde no podía continuar entre aquella maraña de calles estrechas rodeadas de casas multicolores, transitadas por gente que caminaba presurosa.
-Déjame aquí. Yo sigo a pie. Espérame en aquella sombrita, debajo del árbol. –me ordenó el anciano al desmontarse.
Sería el primero de muchos sábados haría lo mismo. Siempre me estacionaba en el lugar indicado y esperaba hasta que regresara mi cliente y amigo.
En las siguientes viajes una gran curiosidad crecía en mí, pues me preguntaba a quién visitaba don Puro y qué hacía en esas ausencias que le provocaba tanta satisfacción, porque siempre retornaba muy feliz con esos encuentros.
Por eso, una de esas tardes decidí seguirlo discretamente, tratando de descubrir a quién visitada y qué hacía, pues nunca me había hecho ningún comentario. Entonces vi que luego de caminar algunas cuadras, entraba a una modesta casa rosada, que tenía en su patio -desde fuera lo pude apreciar- un árbol de frondoso follaje. Posteriormente no supe nada más.
El pasado sábado eran las ocho de la noche y don Puro no regresaba.
Cansado por tan larga espera, decidí llegar hasta la casa para indagar qué ocurría. Aunque con cierta dificultad pude encontrarla y toqué la puerta, y me recibió un señor de una edad similar a la de mi cliente.
Fui al grano:
-¿Conoce usted a don Puro?
-Don Puro...¿Puro Guzmán? ¡Claro! Era como mi hermano. ¿Qué quiere con él? -y sin esperar mi respuesta, continuó:

-Venía todos los sábados a jugar dominó y pasábamos unas horas estupendas bajo la sombra del limoncillo del patio. Aunque murió hace años, conservamos su silla junto a nosotros y estoy seguro que siempre nos acompaña. ¡Lo conocí tan bien que sé que sería incapaz de perderse una partida! Mire la hora que es y aún jugamos. Puro debe estar feliz con las partidas de hoy…¿Y usted, quién es? ¿Qué relación tuvo con él? ¿Era su amigo?

Lo miré sin saber por dónde empezar y como lo convenzo de que me permita sentarme junto don Puro para también disfrutar de las partidas mientras espero al difundo para luego llevarlo al lugar convenido.

Alberto Vásquez.