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Dormía plácidamente en mi puesto como de costumbre, donde había habitado hace ya unos cuantos años, cuando de repente me agarraron bruscamente y me envolvieron en una manta de seda… Solo se percibía oscuridad y a lo lejos unas voces.

-¿Cuánto me da por él?- dijo una voz
-¡Hombre! ¿A cuánto me lo deja? Que no es de muy buena calidad.- dijo la otra voz.
Fue lo único que escuché.

Sabía que mi amo, dueño, padre como quieran llamarlo necesitaba dinero pero nunca creí que fuera capaz de venderme ¡Cuántas veces no me había dicho que era su preferido! Pero supongo que el humano es capaz de hacer cualquier cosa por algo de dinero.

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Acababa de llegar a La Gran Casa donde me ubicaron en un punto fijo donde todos los días se podía observar los mismos objetos y las mismas personas pasando una y otra vez. Como era de espera me sentía abrumado y solitario por ser el “nuevo”, no conocía a nadie y tampoco hacía mucho esfuerzo por hacer amigos. Me pasaba los días viendo el reloj hacer tic tac.
Pero claro con el tiempo aprendí a ver más allá de las cosas que permanecían ahí permanentemente y empecé a apreciar los detalles y a cuestionarme cada cosa que pasaba. Me hacía preguntas como ¿Por qué todas las personas llevan distintas vestimentas? O ¿Por qué ese niño está llorando? Y también como ¿Por qué hay tantas personas reunidas en un solo punto? Y claro así como me hacia tantas preguntas también trataba de responderlas; “se visten distinto por el puesto en que están, unas son mucamas, este otro es el chofer y nunca falta el chef que siempre hace unos platillos exquisitos” “Esta llorando porque su juguete favorito se acaba de romper” Y también entendí que cuando había una fiesta o un banquete llegaban muchas personas a conversar y a bailar al son de la música.
Estas ocasiones me gustaban, especialmente, las fiestas, son de los momentos que mas aprecio de mi estadía en la casa con toda la música, los bailes, las conversaciones, la comida que claro nunca la probé pero se miraba deliciosa, también los gestos, los vestidos y los trajes que llevaban los invitados; se ven tan elegantes.
Mi parte favorita es escuchar las conversaciones, me entero de cosas que jamás me hubiera imaginado.
-Querida, ¿ya te enteraste de la boda de Marcelo y Alicia?
-Oh no! Pobre chiquilla, casándose con un hombre ¡20 años mayor que ella!
-Estoy de acuerdo contigo, pero mira el lado bueno ¡va a ser una ceremonia espectacular!

A veces escucho más de una a la vez.
-Oye! ¿Me trajiste la mercancía?
-Sí, es 1 onza, ¿verdad?
-Sí, aquí tienes el dinero, fue un gusto negociar contigo.
No entendí de qué hablaban, supongo que era de azúcar, escuche que había escasez… Sí, eso debe de ser. Porque si no, ¿De qué mas estarían hablando?

Así me pase los días, memorizando la información que escuchaba e inventándome nuevas actividades para llenar el tiempo en que la casa estaba vacía o las labores de la casa llegaban a su fin. Hubo varias semanas en las que no paso absolutamente nada interesante, hasta que un día en el que ya estaba resignándome al aburrimiento, se escucharon unos gritos que se empezaban a intensificarse minuto a minuto. Era el hijo del dueño que le estaba hablando, en un tono visiblemente alterado, a unos señores vestidos de blanco que iban y venían de la puerta principal a la habitación de su padre.

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Todo el ambiente de La Gran Casa había cambiado drásticamente, desde que se supo que el dueño de la casa estaba enfermo y que en cualquier momento podía morir. La servidumbre disminuyo visiblemente, ya no hubieron fiestas ni ningún tipo de actividad social, los hijos y familiares del dueño se fueron poco a poco quedando solo la enfermera y un par de mucamas que cocinaban y “limpiaban” pero en realidad se pasaban el día oyendo la radio.
Yo seguía ahí, fiel a la casa, fiel a los recuerdos, aferrándome a lo único que me quedaba, mis memorias, ¿Que mas podía hacer? No me quedaban muchas opciones aparte de ver como el polvo y la suciedad se acumulaba a mí alrededor y en toda la casa, ver como las ratas y demás animales llegaban a invadir La Gran Casa que ahora parecía más El Gran Basurero.
Pasaron los días y las semanas hasta que un día oí una de las últimas conversaciones entre humanos que volvería a escuchar en mi larga vida,
-¿Ya murió?- Pregunto una de las mucamas.
-Si- Respondió la enfermera,- hace ya más de una hora-.
Las mucamas, con evidente alegría, salieron rápidamente de la casa, ansiosas por vivir su propia vida y no a través de la de alguien más.
Las comprendía, he vivido así toda mi existencia; desde que aquel extraño pintor me hizo y me ilusiono con falsas palabras.
-Amor mío, ¡he trabajado tanto en ti! Vamos a ser un éxito, serás mi primera y única obra maestra- dijo el Pintor y claro yo estaba dispuesto a lograrlo, quería enorgullecerlo, quería demostrarle que no fui una pérdida de tiempo.
Pero al parecer en ningún lugar fui lo “suficientemente bueno” como para encajar junto con las demás “obras maestras”, en todos los museos, exposiciones de arte, galerías, etc. Nos decían lo mismo “Este no es lugar para amateurs” “Es muy bella su pintura, pero no lo suficientemente buena” el Pintor, frustrado y enojado fue y me vendió en la primera tienda de 3ra que encontró por un pago mínimo que al menos le pagaría la cena de esa noche.

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En la casa ya no habitaba ni un alma, solo la de los bichos y animales, ahora ellos eran mis amigos especialmente dos arañitas de distintas madres, las vi nacer y crecer, también vi como su amor entre ambas crecía con el tiempo. Un día les pregunte;
-Arañitas, díganme ¿cómo se siente amar y ser amado?-dije con algo de pena.
-Oh! Amigo el cuadro déjanos decirte que no se puede explicar si nunca lo has sentido, pero te podemos asegurar que no hay nada igual- dijeron al unisonó.

Siempre en mis años de vida me he preguntado eso ¿Cómo se sentirá estar enamorado? Una vez casi lo estuve de una hermosa escultura, una bella mujer que se encontraba justo al otro lado de la habitación donde he habitado desde el día que me trajeron a La Gran Casa, pero nunca puede preguntarle su edad ni su nombre porque un día un niño tiro con perfecta puntería, en dirección de la bella mujer que en el acto se rompió en 101 pedazos. Si, los conté. En fin, esa es solo una historia más sin importancia.


Al mismo tiempo que la casa se iba deteriorando las pinturas también, incluyéndome. En mis momentos de lucidez recuerdo que las dos arañitas iban creando su nido de amor, decidieron hacerlo justo en la pared donde pase aquellos días, juntas trabajaban armoniosamente, como una danza, como un baile coreografiado a la perfección, iban uniendo y entrelazando las telarañas ¡era un tejido impecable! Hasta me atrevo a decir que es la mejor obra de arte que jamás vi y la que yo nunca pude ser. Ni siquiera en los mejores museos de arte que visite con el Pintor pude ver algo semejante.

Es increíble ver como ellos que son solo dos insignificantes arácnidos pueden estar juntos y al mismo tiempo en armonía. En los años que viví con personas de distintas edades, tamaños y colores; jamás vi que ninguno de ellos estuviera completamente en armonía.

Los años pasaron junto con el polvo que se iba acumulando cada vez mas hasta que un día llegaron unos restauradores de arte que me dejaron como nuevo, me llevaron a una subasta donde alguien me compraría por quien sabe cuánto dinero y me llevaría a un nuevo hogar.

Texto agregado el 23-06-2015, y leído por 104 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
23-06-2015 Muy bueno. emiliosol
 
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