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El club de los martes.

Mi imaginación, al ver a mi hija junto a sus compañeras de clase, sentadas alrededor de la mesa del comedor, estudiando, charlando y divirtiéndose, me jugó una mala pasada, me hizo retroceder en el tiempo y verme a mi misma haciendo lo mismo que ella y no pude detener una lágrima lo que provocó que todas al unísono me preguntaran si me sentía mal.
Cuando les conté la razón de esa lágrima, se echaron a reír haciéndome ver lo anticuada que era.
No pude menos que reírme con ellas pero los recuerdos volvieron a mi mente y ya no pude apartarlos.
¡Cuántos años habían pasado! ¡Qué lejanos aquellos días de la juventud, del liceo, y hasta de la facultad!
Las volví a mirar y pensé ¿Dónde estarán aquellas muchachas de trenzas y cabello largo? Éramos alrededor de diez, las más amigas, las que compartíamos todo, pero Brenda era la más compañera, éramos inseparables, nos llamaban las BeBe, ella Brenda y yo Bella (Ese es mi nombre, aunque ya no está de moda, hubo una época en que sí lo estuvo) A algunas las he vuelto a ver, a otras no.
Era gracioso ver cómo las demás chicas nos consultaban todo y con el cariño que lo hacían a pesar de que teníamos todas más o menos la misma edad.
El club de los martes… qué lindos recuerdos aunque también hubo de los malos, de los que te marcan la vida.
Todos los martes nos reuníamos en casa alguna de nosotras, a estudiar, a contarnos nuestras cosas, a hablar de muchachos, de la moda, del cine… en fin, de todo lo que las chicas de aquella época solían hablar, por supuesto que no era lo mismo que hoy en día, nosotras no teníamos una “compu.”, ni un celular, pero no nos podíamos quejar, éramos privilegiadas, éramos amigas.
El martes era el día más esperado de la semana, Julia, Antonia, Daniela, Agustina, Carla, Brenda, Felicia, Elida, Marisol, y yo, nos juntábamos y era lo más lindo que nos podía pasar, allí me enteré que Felicia, a pesar de ser judía, había ido a la iglesia sin que sus padres supieran y le había encantado el coro de la misma, que Carla estaba enamorada pero al principio como le daba vergüenza lo ocultaba hasta que al fin nos enteramos de que era del hermano de Felicia, aunque todas sabíamos que ese era un amor imposible pero, ella no quería admitirlo, hasta que fue algo tarde.
Qué cosa extraña…tantos años y aún recuerdo cada detalle de nuestras conversaciones, hasta de algunas peleas, por supuesto que no eran muchas pero entre tantas chicas diferentes siempre surgía algo pero nunca tan grave que no tuviera solución y que el martes siguiente no estuviera olvidado.
Me acuerdo de Antonia, la italianita como le decíamos cordialmente, sus padres eran muy pobres pero muy trabajadores, habían venido de Italia cuando ella apenas tenía cinco años pero el acento jamás lo perdió.
Marisol, la más bonita de todas, alta, elegante y muy servicial, muy estudiosa, hace poco tiempo la vi, me dio mucha pena, no parecía la misma, al pasar frente a mi bajó los ojos, los años, el maltrato recibido por su marido, la pobreza y tres hijos, no le permitieron seguir su carrera, en tercer año de facultad tuvo que abandonar sus estudios y ponerse a trabajar para mantener a la familia, eso me da mucha bronca…
Recuerdo a Julia con aquellas trenzas rubias y la carita llena de pecas, era la más callada de todas, pero a ella el destino supo premiarla, pudo seguir estudiando aunque sus padres habían muerto en un accidente de auto, se recibió de médica y da clases en la facultad de medicina se casó y tiene hermosos mellizos, me alegré mucho por ella se lo merece. No la muerte de sus padres por supuesto, que cosa, se me entrelazan los pensamientos!
Me acuerdo de Daniela, una morocha alta, de pelo negro y ojos grandes y grises, que pena me da recordarla, murió hace un tiempo, me enteré por los diarios, las malas compañías la llevaron a las drogas y de ahí a robar sólo fue un paso, la policía le disparó mientras trataba de asaltar una gasolinera, qué cosa más rara la vida… jamás lo hubiera imaginado de ella.
Agustina, qué ironía, Agustina la que jamás abandonaría Uruguay, se fue al terminar sus estudios, con una beca, a Estados Unidos, nunca se casó, pero supe que es muy feliz tiene a cargo una escuela para niños discapacitados donde ella es la directora.
Brenda sigue igual, siempre acompañando a sus padres que son muy viejitos, se casó pero quedó viuda a los dos años de matrimonio y con un hijo pequeño no quiso volver a casarse, nos vemos muy seguido.
Pero no todo son recuerdos agradables, la última reunión del club de los martes fue trágica, había tratado de borrarla de mi mente pero al volver a mi tantos recuerdos no pude pasarla por alto, estábamos todas las antes mencionadas cuando mi madre entró corriendo a decirnos que por nada del mundo abriéramos la puerta, fue un verdadero alboroto, pero hicimos caso y cuando el padre de Carla con un revolver en la mano nos exigía que abriéramos la puerta, no sabíamos qué hacer, a todo esto mi madre había llamado a la policía pero no pudo evitar que el hombre, enajenado totalmente le disparara en el vientre a su hija, se había enterado de que su hija estaba embarazada y que el padre era un muchacho judío y esto lo descontroló por completo, cuando Carla llorando quiso abrazar a su padre y pedirle perdón, abrió la puerta y éste le disparó.
Carla pudo salvarse pero perdió al bebé que estaba esperando y del cual nunca nos habló.
Es cierto que la veíamos muy distinta pero creíamos que era porque estaba enamorada, en aquella época algunas éramos muy infantiles pero otras no, igual que ahora, imagino que todos los tiempos fueron, son y serás iguales, que la gente es la misma, buena o mala y que las emociones y los deseos también son, fueron y serán los mismos.
Cómo pasó ese tiempo sin que me diera cuenta? Cuántas ilusiones rotas!
Hoy al ver a mi hija, tan igual a mi, no pude menos que recordar y volver a vivir ese pasado que creía olvidado pero que al ser parte de mi, jamás lo olvidaré.
El tiempo, ese amigo de la infancia y enemigo de los años maduros, nos abandona sin que nos demos cuenta, va pasando y pasando y llega el día en que la vida también se va y sólo quedan los recuerdos, dispersos por los aires ya que nosotros no estaremos pero como nada se pierde en esta vida, sospecho que ni los recuerdos se van a perder sólo se van a transformar y quizá sea por eso que muchas veces vemos algo que nunca antes habíamos visto y decimos: Qué raro, esto me parece conocido o esto ya lo he visto u oído antes.
Qué rara me siento! Por supuesto que mis pensamientos no salieron de mi mente, jamás les diría a las chicas que la vida no siempre es lo que queremos que sea, que la mayoría de las veces, suele ser todo lo contrario pero que a pesar de todo debemos seguir adelante.
Hoy he vuelto a mi juventud y a revivir lejanos sueños, los cuales no siempre se cumplieron pero que a pesar de eso doy gracias a Dios, mi vida pasada y presente no ha sido mala, todo lo contrario, no todos tienen una hija que nos haga recordar lo que fuimos, ni un marido que a pesar de los años aún sigue queriéndonos y tantas otras cosas de las cuales tengo que estar agradecida…pero debo volver a la realidad, ¡!!La merienda de las muchachas !!!

Omenia. 28/7/2014








Texto agregado el 08-01-2016, y leído por 331 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
08-01-2016 Tu historia me hizo recordar que tambien en mi epoca de escuela habia un lugar de encuetro donde acudiamos varias amigas para hablar de chicos, ahi en ese lugar mi gran amor me pidio fuera su novia. Pero esa es otra historia. Me gusto muchisimo el relato. bishujoo
08-01-2016 Hermoso texto que es un gracias a la vida que nos ha dado tanto como nos quita ...pero siempre nos queda la nostalgia que nos provocan los recuerdos. elisatab
08-01-2016 No son del tipo de historias que me gusta leer OME, pero lo que si me gusta es como me lo cuentas, y ¡sobre todo la merienda! coitus_interruptus
08-01-2016 !Hermosa historia! Los recuerdos asaltan la imaginación y brotan con facilidad reviviendo esos momentos de la infancia que no se separa de nosotros. Un texto muy fluido como siempre nos tienes acostumbrados. Saludos. NINI
08-01-2016 Esa es la vida y vale la pena vivirla, hermoso relato, llega profundo. También tenía mi club, siempre extraño a mis amigas. Un abrazo. PiaYacuna
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