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Inicio / Cuenteros Locales / miguelmarchan / Cuento para dormir (corregido)

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Amanda estaba echada en su cama esperando pacientemente a que su madre le traiga su vaso de leche tibia y le lea su cuento antes de dormir.

Susana entró al cuarto de Amanda con una taza de leche tibia, que tenía una cucharadita de chocolate en polvo.

Amanda lo bebió de un trago dejando un bigote de leche en sus labios.

- Ve a lavarte los dientes.

- Pero ya me los lavé.

- La leche...- se limitó a decir Susana.

Amanda, con mucha pesadez, salió de su cama y fue al baño a lavarse los dientes durante dos minutos. Cuando regresó su madre le dijo:

- Una buena sonrisa es la mejor carta de presentación.

Amanda no entendió lo que le quiso decir, tampoco es que le importara mucho. Solo quería su cuento. Susana ya conocía la rutina así que fue al estante lleno de libros de colores. Revisó los libros con nulo interés.

- El cerdito feliz de felicilandia ¿Que es esta mierda?

- ¿Que?

-¿Que te parece si te cuento una historia inventada por mamá?

Amanda aceptó. No le importaba mucho la fuente oficial, solo quería su relato. Susana se aclaró la garganta, aclarándose algunas flemas, y comenzó con el cuento:
En un pequeño pueblo sin nombre las enfermedades, el hambre y la sequia asechaban de manera despiadada.

Todos los adultos murieron, dejando solo a un grupo de niños hambrientos como habitantes.

Susana se frotó la barriga en señal de hambre.

Jeremías, el mayor del grupo, convocó a una reunión.

- Antes de morir mi padre me entregó este mapa, que nos guiará hasta un paraíso llamado "El valle precioso". Un lugar donde la tierra es fértil, el cielo azul y el agua cristalina.

Todos los niños se quedaron asombrados ante las palabras de Jeremías.

- Dejemos este pueblo de muerte y formemos nuestro propio destino ¿Quien está conmigo?

Todos los niños estuvieron de acuerdo. Empacaron las pocas provisiones que tenían y emprendieron el viaje de sus vidas.

Amanda estaba contenta con el relato. La historia la había cautivado y quería saber cómo terminaba. Para eso estaba su mamá.

Primero tuvieron que cruzar el desierto húmedo. Un nombre irónico porque la única humedad que había provenía del sudor de los niños ante el infernal calor.

Varios niños se cocinaban vivos pero eran las plantas de los pies los que sufrían el peor castigo del sol y la arena caliente. Algunos no pudieron más y se desmayaron.
Susana se secó un poco de sudor imaginario mientras caminaba arrastrando los pies, con la espalda curva y el puño semi cerrado, como si sostuviera una cuerda gruesa.

Amanda también sudaba, solo que ese sí era de verdad.
Uno de los niños gritó con voz raspada.

- ¡Agua!- señalando un mar azul (Susana se lastimó la garganta al tratar de imitar la voz del niño)
Después de toser continuó. Amanda suspiró aliviada.

Todos corrieron a bañarse. El agua pudo refrescarlos del sol pero no podían beberla. Era agua salada. Estaban en el mar de peces rayados, iban por buen camino.

- Tenemos que cruzar el mar.

- No tenemos un bote- resaltó uno de los niños.

- Nadaremos- dijo Jeremías decidido. (Susana dijo "nadaremos" como si fuera una generala a punto de enviar a sus soldados a una muerte segura).

Los niños comenzaron a nadar. Durante los primeros tres días comieron los pescados que pudieron atrapar. En el cuarto día las cosas se complicaron un poquito. (Susana separó tres centímetros sus dedos pulgar e índice). Una fuerte tormenta apareció. Las olas eran gigantescas y ahogaban a los niños.

Un par de peces rayados vieron los cuerpos hundiéndose.
Una palabra y solo una pasaba por sus mentes: comida.
Amanda se estremeció. No podía creer lo que estaba escuchando ¿De verdad esos peces se iban a comer a los niños? La inexpresividad de su madre no le decía nada.

Si había algo que los peces rayados amaban más que las algas eran los ojos humanos. Frente a ellos había un buffet de todo lo que pueda comer. Se hicieron un
banquete arrancando los ojos de sus orbitas.

Susana hizo dos binoculares con sus manos. Los puso en sus ojos y luego los movió bruscamente haciendo la ilusión de que se arrancaba los ojos. Amanda temblaba.

La tormenta había pasado y los niños se alegraron de ver tierra firme. Caminaron un par de kilómetros hasta llegar a un pueblo vacío. Ellos esperaban conseguir un poco de comida de algún amable pueblerino. (Amanda era la única esperanzada). Sus esperanzas fueron aplastadas al ver una pequeña montaña conformada por hombres, mujeres, niños y ancianos, casi todos estaban muertos, excepto por una mano que se movía débilmente. Dejó de moverse.

- Ahora sí todos estaban muertos.

Alrededor de la montaña varios hombres enormes, en armaduras oxidadas, veían contentos el resultado de su obra. Uno de ellos, usando una antorcha, encendió la montaña humana. (Susana formó un triangulo con sus brazos) El cielo se llenó de humo que ennegreció los pulmones de uno de los niños. Este tosió.

Los hombres de metal los vieron y fueron en su búsqueda.

Los niños intentaron huir pero estaban tan débiles que ni un par de pasos pudieron dar. Las sonrisas de los hombres
de metal se tornaban más diabólicas con cada golpe.

Disfrutaban de un perverso placer como los mazos, con púas, aplastaban las cabezas de los niños.

Los nuevos cadáveres pasaron a formar parte de la montaña ardiente.

- ¿Que te pasa Amanda? Estas pálida.

- Dime que los niños llegaran al valle precioso ¿Lo harán?

-Si, si van a llegar- dijo Susana acariciando el cabello largo de su hija- Llegaran así sea vivos o muertos.

- ¡Mamá!- gritó Amanda asustada.

- Este bien. Vivos.- El rostro de Susana tenía un letrero
con luces de neón que decía: "Que aguafiestas".

Los niños restantes escaparon del ese pueblo. Cruzaron el bosque maldito, donde murieron diez niños más. (No había ninguna diferencia entre Amanda y un fantasma).

Consiguieron llegar al valle precioso.

Amanda lanzó un grito al cielo. Después de tantas penurias por fin consiguieron llegar.

Era cierto todo lo que dijo Jeremías. El agua era tan clara y limpia que podía servir como un espejo. Las frutas eran jugosas y el cielo estaba lleno de paz. Comieron y bebieron hasta llenarse, todo había valido la pena.

El sonido de las herraduras de los caballos de los hombres de metal alertaron a los niños. Dejaron corazones de manzanas y tazas de agua desesperados, becando un lugar donde esconderse.

Fue inútil los hombres de metal los encontraron.

- Dime que no les va a pasar nada.

- No. Al final terminaron trabajando como esclavos para los hombres de metal.

Susana se percató de la cara, invadida por el terror, de Amanda. Mejor terminar con un final feliz.

- Y vivieron felices para siempre. FIN.

Susana besó en la frente a su hija. Le dio las buenas noches y salió de la habitación.

Amanda no pudo dormir en toda la noche.

Texto agregado el 09-02-2017, y leído por 109 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-02-2017 Acontecimientos que te llevan de la mano hacia el terror o el misterio elpinero
 
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