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Todo parecía indicar que el destino le tenía algo especialmente preparado para esa noche, lo sentía en la piel, pero no podía explicar cómo era que tenía esa sensación. Había recibido una invitación para asistir al lanzamiento del nuevo producto de la destilería local y según su costumbre llegó puntualmente a la hora que indicaba la invitación e ingresó al hotel junto con otras muchas personas que elegantemente vestidas, se preparaban para conocer el secreto mejor guardado del último tiempo: el nuevo producto llamado Reflejos del Sol.
En la entrada del gran salón de recepciones estaban los ejecutivos de la destilería recibiendo y saludando uno a uno a los invitados; los conocía a todos, salvo al último de la fila protocolar. Los saludó e intercambió alguna que otra frase de buena crianza con cada uno de ellos y cuando enfrentó al desconocido, extendió su mano y dijo:
- Buenas noches.
Él la miró fijamente a los ojos, esbozó una sonrisa y le apretó la mano en forma prolongada, como no queriendo dejarla ir. Le extrañó el saludo y después de unos segundos liberó su mano e ingresó al salón, sintiendo en su espalda la mirada penetrante de ese hombre. A poco caminar se encontró con un par de amigas, profesionales ambas, que alegremente le dieron una festiva bienvenida y con la conversación olvidó el incidente de la llegada.
Los últimos chismes, la última novedad en el mercado de valores y el último escándalo financiero la mantuvieron entretenida y olvidada de la sensación de esa mirada en su espalda. El cóctel se había iniciado y un equipo de mozos recorría el salón con bandejas llenas de copas y pequeños bocados. Las conversaciones se habían generalizado, los amigos se habían encontrado, los colegas y competidores libaban por igual y un discreto movimiento de la gente de relaciones públicas de la destilería, le advirtió que la ceremonia de lanzamiento del nuevo producto estaba por comenzar. Efectivamente, sin alardes ni cambios bruscos de lugar, los ejecutivos de la empresa presentadora fueron tomando lugar en la testera y un locutor de voz baja y profunda, dio comienzo a la ceremonia.
Mientras el presidente de la compañía leía su largo discurso, ella paseo la mirada por la testera. No necesitó observar mucho para darse cuenta que, el gerente general, amigo suyo desde hacía mucho tiempo, estaba molesto por los tropiezos de la lectura que hacía el mandamás del directorio. En realidad, el orgulloso Fermín de la Huerta podría tener muchas habilidades en el campo de la economía, pero ninguna para hablar en público. Junto a su amigo Juan Pablo estaba el subgerente, también viejo conocido, llevaban años como dupla en la destilería, eran casi como hermanos con Gonzalo, y luego estaban los restantes en la testera, pero, curiosamente aquél del apretón de mano no estaba. Se quedó pensando qué habría ocurrido o sí no sería tan importante que no había sido incluido...
Una voz le susurró al oído:
- Me libré de estar allá arriba!
Se tuvo que dar vuelta para reconocer a quién le hablaba, era el del saludo, el del apretón largo y fuerte... Le quedó mirando sin saber qué responder, sorprendida de la confianza conque la hablaba
- Nada peor que los discursos, verdad?
Ella intentó decir algo, pero le pareció que sería impropio comentar algo de sus anfitriones, menos aún mencionar que Fermín de la Huerta leía pésimo.
De pronto sintió que le tomaban una mano y que virtualmente la jalaban en dirección al final del salón. No queriendo hacerse notar lo siguió y una vez fuera él dijo:
- Qué alivio, vamos a tomarnos un trago y aprovechamos de conocernos mejor, me llamo Gaspar...
Aún sorprendida ella dijo:
- Es un placer, me llamo Mónica...
Caminaron en dirección al bar y se sentaron en una mesa. Un mozo de chaqueta blanca y corbata humita se acercó a tomar el pedido y Gaspar le preguntó qué prefería: el nuevo producto o algo tradicional. Educamente ella señaló el nuevo producto, mal que mal él pertenecía - aparentemente - a la empresa que la había invitado a conocer su nuevo proyecto.
El rió abiertamente y le dijo:
- Qué ocurre si no te gusta...? ¿Me lo dirías?
Lo miró seriamente y descubrió que tenía unos lindos y oscuros ojos., que su sonrisa mostraba unos dientes blancos y parejos., que se le hacían dos hoyuelos en ambas mejillas, que su mentón indicaba una fuerte personalidad, que su cabello tenía algunas canas y que llevaba una corbata gris, muy elegante.
Nunca supo porqué se echó a reír, pero lo hizo con toda el alma y dijo:
- Si no me gusta, te lo tomas tú...!
- Mal que mal eres parte de quienes lo están promoviendo en estos momentos…
Y así, entre risas y comentarios de todo tipo, se fue dando cuenta que su presentimiento era cierto: el destino le había preparado una cita en el bar del hotel más elegante de la ciudad, con un desconocido que irrespetuosamente se reía de la forma en cómo leía su padre un discurso inaugural, mientras tranquila y relajadamente intentaba conquistarla…



Texto agregado el 04-03-2017, y leído por 141 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-03-2017 Muy bien escrito. Me ha gustado la historia. elpinero
 
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