Sucede que de vez en vez, un día cualquiera similar a tantos otros la rutina se resquebraja como un fino cristal. Tu acompasado corazón se agita, sentis la revolución interna: una nueva emoción que mueve tus hilos invisibles a su antojo. Y es entonces cuando notas que ya no podes evitar lo inevitable: el amor te atraviesa como un rayo y atónito sucumbis ante él.
El tiempo se detiene y el espacio se condensa en esos ojos que despiertan tantas sensaciones en vos: una incipiente primavera florece en tu pecho. Lo imposible se vuelve posibilidad, y creemos que no existe batalla que no pueda ser vencencida... ¡si hasta pareciese que acariciaramos la utopía con nuestras manos!
Hasta que un día, semejante a cualquier otro, un adiós de un cachetazo te saca de tu ensueño. Ya no dormís ni comes pensando en los motivos que pudieron haber destruido tu efímero paraíso. Pasan los días y los estertores de tu amor desaparecen, todo recupera su calma, los días se suceden con la tranquilidad del estanque y tu pulso recupera su ritmo habitual. Gracias a dios, no para siempre solo hasta que un día semejante a cualquier otro, otra vez, la Magia sucede.