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El día que conoció a Brenda en una fiesta, “El Tano” ideó su plan. La chica no le gustaba demasiado, aunque tampoco le era indiferente. Si no fuera por Marga, el gran amor de su vida, se habría enamorado de esa mujer intrigante, algo entrada en años y perteneciente a una familia adinerada, que lo había invitado aquella noche, como otras tantas, a comer a la casa de sus padres.

Pensó en Marga, y recordó la última conversación sobre el “trabajito” que había aceptado. Lo habían decidido juntos y era parte del plan.
-¡Por favor, cuídate mucho! -le había dicho Marga aquella tarde -Ya sabes cuánto te quiero. ¡No te arriesgues demasiado!
Esa noche, después del amor, proyectaron el viaje al exterior.

Un poco por lo que Brenda le había contado, y otro poco por los hilos que fue atando al conversar con personas allegadas a la familia, había recogido la información suficiente como para entregar días atrás al periódico local “La lupa”, un informe bastante preciso sobre los negocios del padre de su “novia”, apodado “El cocinero”. Nunca supo si le decían así por el hecho de “cocinar” la droga, cosa que había podido comprobar, o por las exquisitas comidas que preparaba, sobre todo un delicioso pollo con champiñones a la crema, que era su especialidad.

Había recibido una parte de lo convenido el mismo día, con la promesa que, de conseguir unos documentos que atestiguaran aquellos datos, recibiría el resto del dinero pactado.

Esa noche llegó un poco más temprano de lo acostumbrado. Brenda se estaba arreglando para la velada y el padre había ido a comprar unas bebidas.
-No tardará –le había informado Gino, el fiel sirviente de “El cocinero”. -Salió hace un momento. En quince minutos estará de regreso. Si quiere puede ir picando algo.
Dicho esto el hombre se fue a la cocina a ultimar algunos detalles.

Tenía el tiempo suficiente. El tano se dirigió al escritorio y comenzó a hurgar entre los papeles confiando hallar cuanto antes la documentación que buscaba. Transpiraba. Mientras tanto miraba con recelo hacia la puerta de la cocina. Algo se cayó, provocando un ruido seco contra el piso. Era un arma de grueso calibre.
-¿Qué anda buscando? – La voz de “El cocinero” le hizo helar la sangre.
- Buscaba un escarbadientes... ¡Me he tentado con esos champiñones!
Su presunto futuro suegro le dirigió una mirada helada antes de dirigirse al comedor. El Tano se sintió perdido y se preparó para morir. Sentía que estaba clavado al suelo, y no se podía mover. Deseó estar lejos de allí. Muy lejos, con Marga.

Contrario a lo que podría suponerse, el hombre reapareció a los pocos minutos con un escarbadientes.
-No se quede con el antojo. Pruebe mis champiñones a la crema.

No tuvo más remedio que comer algún bocado, pero manteniéndose alerta, y cuando “El cocinero” se ausentó para terminar de servir el menú, el Tano salió sigilosamente por la puerta trasera y puso en marcha su viejo Ford modelo 1951, que por suerte le respondió. Hubiera sido catastrófico que no arrancara, como sucedía bastante a menudo.
Tanto Marga como Brenda adoraban esa reliquia, aunque el auto no desarrollaba gran velocidad. Él lo sabía. Fue el precio por tener esa joyita de colección que ahora corcoveaba cuando le apretaba el acelerador.

Miró para atrás y se calmó un poco al descubrir que nadie lo perseguía. “El cocinero”, contrario a lo que suponía, no se había dado cuenta de nada. - ¿El revólver aún seguiría en el suelo? -pensó.
Trató de relajarse. Ese pollito con champiñones a la crema estaba delicioso, pero en este momento hubiera deseado no probarlo. No le había caído bien y parecía que mil alfileres le atravesaban el cuerpo.

Trató de sobreponerse, pero el dolor se agudizaba más y más. Pensó en ir a recoger a Marga y huir sin cobrar la segunda entrega que, por cierto, hubiera sido más jugosa que la primera. Pero nada era más importante en ese momento que huir lo más rápido posible. Conocía el lenguaje de la mafia.

Todavía conservaba en la boca el escarbadientes que había utilizado para comer los champiñones, cuando las náuseas se hicieron insoportables, y derivaron en violentas convulsiones. Los champiñones a la crema eran una piedra ardiente dentro de su estómago. El vómito se hizo inevitable. Pocos segundos después perdió el control del auto, que derrapó y volcó.

Esa noche , en la morgue, después de la autopsia y de los análisis preliminares, los profesionales llevaron el caso a la justicia.
-Murió por comer champiñones envenenados. -había informado el médico forense- Habrá que investigar este caso.

Texto agregado el 11-05-2018, y leído por 142 visitantes. (21 votos)


Lectores Opinan
21-05-2018 Excelente cuento. glori
16-05-2018 Muy bien pensada la historia, amiga Clorinda. Ese detalle de los champiñones como distracción para al final darle un Jaque Mate al lector, te quedó de perlas. Super genial. La narrativa? Fluida como agua sin tropiezos. Bechis, hermosa amiga. SOFIAMA
12-05-2018 Muy buena historia, atrapante... aunque indigesta de ser vivida. Felicitaciones, Carlos. carlitoscap
11-05-2018 Rico, rico...****** grilo
11-05-2018 Muy buena historia, saludos. ome
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