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Inicio / Cuenteros Locales / miguelmarchan / Hay razones más extrañas para ir a un parque de diversiones CAPITULO 3

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- ¿Es necesario que nos sentemos en primera fila?

- No hay de otra.- le contesté a mi sudorosa hermana.
El miedo y las glándulas sudoríparas no deberían mezclarse.

- Puedo ver las vías. Esto no me gusta nada.- el bicho de la seriedad la picó-. Podríamos morir.

Levanté las cejas en señal de burla. No puedo creer que tenga una hermana tan miedosa.

- Por favor Sofía. Destino Final 3 es solo una película. Una muy buena si me preguntaran mi opinión.- Así es, ese fue mi intento de consuelo. Déjenme intentarlo otra vez-.
Tranquila no te pasará nada.

Solo faltaba que le acariciara la cabeza y le diera un beso en la frente para convertirme en la viva imagen de mamá.

Sofía estaba abrigada, aun así podía verla temblar de pánico como un pollo en un KFC. Cuando salgamos comeremos un balde familiar de pollo frito.

El encargado nos avisó que estaba listo para iniciar el viaje. Omití “El viaje al infierno” porque sonaba muy tétrico.

Los vagones tenían el rostro del diablo o de la imagen que todos tenemos del diablo en nuestras cabezas. Unos ojos rojos, con unas venas muy detalladas, a mí me daba la impresión de que tenía conjuntivitis.

Una sonrisa de Guasón que se salía de su cara. Toda la cara estaba pintada de un rojo más oscuro, para diferenciarlo de los ojos. A nadie le asustaba un demonio ciego. El encargado de diseñarlo se esmeró en la nariz y lo convirtió en un diablillo mentiroso.

Los vagones comenzaron a moverse lentamente hasta un camino empinado.

Estábamos subiendo.

Parecía que íbamos a hacer la primera parada en el cielo, cosa irónica debido al tema del juego.

Sofía me dio un abrazo rápido. Lo comprendo, debe ser incomodo abrazar a la persona de al lado cuando tus piernas están aprisionadas por el soporte de seguridad.
Las dos vimos la curva entre la subida y la bajada. Nos pusimos nerviosas. Sin embargo yo tenía que mantener la calma porque era la mayor.

Bajamos a la velocidad del sonido elevado al cuadrado. Y grité como si tuviera pulmones de hierro. Sofía también gritaba pero no era competencia.

Ni para mí.

Ni para los otros pasajeros que también gritaban emocionados.

Al bajar los vagones van por un camino circular, de los tres que tiene el juego. Los gritos no cesaron. Al pasar por los tres círculos, que dejaron mi cabello hecho un desastre y mis nervios en constante alerta. Había un camino que parecía un cerro pequeño. De lejos la parte más “relajante” de todo el juego. Luego dábamos una vuelta a la izquierda por un camino nada uniforme que nos regresaba al punto de partida.

Son tres vueltas.

Cuando terminamos la primera vuelta vi la puerta, que tenía enormes colmillos de plástico. El vagón descendió la velocidad pero apenas cruzamos dicha puerta la velocidad aumentó considerablemente.

Sentí nauseas al ver que todo volvía a empezar.

En la segunda fue más difícil mantener el contenido de mi estómago dentro.

Me tragué el vómito.

Para la tercera vuelta fue imposible. Mi playera estaba manchada de saliva.

Maldición.

Mi última cena estaba a punto de salir.

¿Alguien quiere un poco de pan con mermelada recién procesado?

Los corazones de los encargados del juego crecieron tres veces su tamaño normal (ojalá sea terminal). Nos detuvimos al finalizar la tercera vuelta.

Dieron el anuncio.

Todos aplaudieron, bañados en alegría. Nos pusimos en movimiento.

De tres pasamos a cinco.

Sofía tuvo que ayudarme a bajar. Ya no estaba pálida. Alguien estuvo añadiendo filtros en mi cara coloreándola de un azul mutante.

- Baño.- dije

No podía creer lo débil que sonaba. Aun así un par de personas se acercaron y nos preguntaron si estábamos bien.

- Yo estoy bien pero mi hermana…

Mis movimientos también eran débiles pero me enteré de que debía vomitar. Y cuando una tiene que vomitar es preferible hacerlo en el baño. Si el cuerpo jode y una termina haciéndolo en el suelo le provocaría problemas al conserje, que ya quería acabar su turno e irse a ver el nuevo capítulo de su telenovela favorita.

El mismo baño, el mismo retrete, vomité hasta la leche materna.

No necesito hacer más descripciones.

No quiero hacer más descripciones.

Para quitarme el mal sabor de boca me habré bebido de tres a cuatro galones de agua. Salí mareada del baño.
Ver a Sofía saltar me provocaba nausea.

Me recordaba a mí misma cuando tenía cinco años. Cuando había probado el café por primera vez.

- Fue increíble.

Toda la experiencia resumida en una sola palabra.

¡Esperen!, Sofía todavía tiene más que decir.

- Fue increíble, grandioso, maravilloso, excepciona,…-

Y así veinte sinónimos de todas las formas y tamaños.
Yo asentí desganada. Estaba feliz por mi hermana, en serio lo estaba.

Me alegra. Conmueve mi corazón. Pero también estoy tan mareada.

- Quiero subirme a otro juego.- me dijo sin dejar de saltar.

- ¿Otro juego?

Esos “sis”, sumados con sus saltos interactivos hicieron que se me helara la sangre.

- A ese.

Sofía señaló una atracción que parecían los restos de una nave espacial.

Eran cuatro círculos de color rojo unidos a un armazón.
Parecía el caparazón de una tortuga. Estaba lleno de foquitos, de luces intermitentes de varios colores que llamaban, hipnotizantes, a varias personas hambrientas de emociones fuertes.

Entre ella Sofía y yo.

- Es un juego que gira, gira, gira y gira y sigue girando por diez minutos.

Demasiados giros no le harían ningún favor a mi salud física y mental.

Puse una cara de abogado tramposo. Esto confundió a Sofía pero mantuvo su atención hacia mí.

- Hagamos un trato. Tú escoges un juego, luego yo escojo uno. Y así hasta que se nos acabe el dinero.

Sofía aceptó y nos dimos la mano.

- Me toca.- dijo ella.

- No, me toca a mí.- le respondí con toda la confianza de este y otros mundos.

- La montaña rusa la escogiste tú.

Mierda.

- Pero, pero,…-el terror había invadido mis entrañas.

La mitad de mi peso debió haberse ido por el desagüe.
Esa es la única explicación que pude conseguir. Cuando Sofía agarró mi muñeca me arrastró con suma facilidad. Como si fuera un espantapájaros al que no le llenó de suficiente paja.

Comenzamos con un movimiento lento. Esto no me llenó de ninguna esperanza. Esto no sería una experiencia calmada. Sé que el juego irá más rápido, tan rápido que mandará mi cuerpo volando para hacerme una con la poca naturaleza que hay.

O sea que me convertiré en comida para pájaros.

Sofía estaba emocionada.

El juego giró más rápido.

Muy rápido.

Demasiad rápido.

A mí alrededor el parque se había convertido en un collage de pinturas abstractas que solo un experto en arte podría entender.

Los colores olían raro. Podía ver el sabor de las palomitas que se vendían cerca del este instrumento de tortura medieval al que llamaban atracción.

Los colores se mezclaban pero sin llegar a ponerse de acuerdo en que color querían convertirse. Las figuras perdían su consistencia. No sabía dónde comenzaba una persona y terminaba un puesto de manzanas acarameladas.

Sofía y los otros pasajeros gritaron con emoción y pasión.

Con el torrente sanguíneo lleno de adrenalina. Mis odios no deben estar funcionando del todo bien porque los escuchaba como si fueran robots provenientes de un futuro cercano.

Digo “cercano” porque hace unos días vi en las noticias que unos japoneses habían inventado un robot con los pezones sensibles.

El juego terminó. Gracias a Dios que terminó.
Sofía me ayudó a quitarme el cinturón. Estaba tan apretado que me oprimía el estómago. Cuando se seguro se dio cuenta que queríamos irnos funcionó.

El cinturón regresó a su lugar de origen.

Levanté mi playera con algo de vergüenza y disimulo. Una marca en diagonal, roja como una manzana, resaltaba en mi barriga.

- ¡Fue divertido!

No dije nada.

Al salir del juego mis pies se enredaron y caí de cara al suelo. No puedo creer que haya gente que coma tierra si sabe tan horrible.

- Debería tener más cuidado.- me aconsejó Sofía.

Mi forma de agradecerle por el consejo fue agarrándola de su polo deportivo y acercando su cara a la mía. Parecía que estábamos a punto de darnos un besito esquimal.

Mi cuerpo débil y mareado no me facilitaba una tarea que en otros tiempos era sencilla.

Ahora mismo solo tengo la excusa de: “Estoy haciendo lo que puedo”.

Nuestros ojos (del mismo color) se juntaron. Mi repentina actitud no provocó nada en Sofía, sin embargo mis ojos desorbitados llegaron a sorprenderla. Es como si cada uno quisiera ir por su lado y vivir sus propias aventuras.
Fui directa para evitar este incomodo momento.
Solo dos palabras.

- Mi turno.

Texto agregado el 13-06-2018, y leído por 61 visitantes. (1 voto)


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