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UN DIA DE CLASE INOLVIDABLE


Nada más entrar fijé mi mirada en aquel niño...,situado en un lateral del aula y casi apartado del grupo clase, sentí como su mirada se apagaba poco a poco.

Fui observando cada rincón de ese aula, pero lo que más me llamó la atención fue que ese niño no apartaba su mirada de mí.

Conforme pasaban los minutos, fui acercándome a cada alumno, y llegó el momento de acercarme a él, rápidamente noté su nerviosismo en sus manos al acercarme.
- ¡Hola!- le dije. ¿Cómo te llamas?.Rubén.

Desde aquel día nunca olvidaré ese nombre...

Día a día fui notando como Rubén era el típico niño al que etiquetaban sin darle la oportunidad de mostrarse como es.

- Rubén¡qué torpe eres!,nunca sabes responder bien- decía uno de sus compañeros de clase.

- Jajajaja como siempre Rubén equivocándose- decía otro de sus compañeros.

Miré a Rubén, él sólo miraba para el libro sin levantar la cabeza.

Intenté hacer ver a sus compañeros que porque Rubén no hubiera dado la respuestas que todos queríamos oír, no significaba que estuviera mal.

Sabía que aquella explicación que di no era la suficiente para callarles y evitar una vez más comentarios descalificando a Rubén.

-Recorten pequeños trozos de cartulinas de colores- les dije. Ahora debéis colocar en la cartulina un adjetivo que descalifique a vuestro compañero que tenéis sentado junto a vosotros, cuando terminéis, os intercambiáis las cartulinas y os la colgáis en la espalda.

-Miguel, dime que adjetivo tienes colgado. Egoísta - dijo Miguel.
-¿ Y tú, Ángel?. Torpe- dijo Ángel.
-¿Torpe?,entonces Ángel tu compañero te ha calificado con el mismo adjetivo que diariamente todos soléis calificar a Rubén,¿cierto?. Sí, señorita- respondieron todos.
-¿ Y cuál es la diferencia que hay entre Rubén y tú ,para que a él lo llaméis torpe y a ti no te lo digan?

-Señorita, de siempre la anterior profesora repetía una y otra vez que Rubén era el más torpe de la clase, que nunca sabía hacer nada, entonces si la señorita lo dice...¿debemos creerla no?.Estáis muy equivocado. Sólo debéis creer lo que queráis creer.

-¿Le habéis dado la oportunidad a Rubén de mostrarse como es?,no, señorita-respondieron todos.

Os voy a contar un cuento...

En un castillo, situado en un pequeño pueblecito, vivía un rey con su familia, su hijo con apenas 13 años estaba siendo preparado para gobernar el castillo en un futuro. Desde pequeño su padre le dijo que él sería el mejor de los economistas de todo el mundo.

Y así fue pasando los años y fue educado para ser el mejor economista.

Un día se le rompió su mesita donde él solía hacer los deberes, y como era tan tarde y su carpintero debía estar dormido, por no molestarlo, bajó y cogió una pequeño maletín que había en un cuartito en el sótano, con varias herramientas.

Poco a poco fue arreglando la mesa hasta dejarla mejor que como solía estar. Fue corriendo para decirle a su padre que lo había hecho él solito.

El padre se enfadó con él, decía que eso no era trabajo de un príncipe sino de un carpintero. El niño salió corriendo y se encerró en su cuarto, pensó que aunque el padre no quisiera él seguiría construyendo piezas de maderas, así que por las noches cuando todos se habían dormido él bajaba y en un pequeño cuartito donde el carpintero solía dejar sus herramientas de trabajo, solía crear sus piezas.

Día a día soñaba con que llegara la noche para poder entrar en ese cuartito y hacer lo que él quería.

Un buen día se armó de valor y habló con su padre, le dijo que él no quería ser economista, que desde pequeño lo único que creía poder hacer y ser era eso, economista, pero ahora sabía que podía hacer más cosas y sabía que quería dedicarse a la carpintería. El padre casi se desmaya de pensar que el futuro rey sería carpintero. Y le dijo que no, que jamás sería carpintero.

Pasaron los años y el joven príncipe enfermó, lo visitaron todos los médicos del mundo y nadie sabía que le pasaba, un día lo visitó el carpintero de la corte y ese día el joven príncipe volvió a sonreír.

El rey pudo ver cuál era la enfermedad de su hijo, desde ese día el rey anunció en la corte que el futuro rey sería carpintero, que no sabía si el mejor del mundo pero sí el carpintero más feliz del mundo.

Con este cuento lo que os quería decir es que a veces no nos dan la oportunidad de mostrarnos tal como somos, crean una imagen equivocada de nosotros y lo peor es que el resto también, aunque no lo vea, se lo cree.

Los profesores debemos evitar etiquetar porque esa etiqueta la puede cargar el niño toda su vida hasta el punto de ser siempre una arquitecto, como en el cuento, y no ser un carpintero, porque nunca supo que podía llegar a serlo.

Muchas veces los profesores desde pequeño colocamos un nivel, por ejemplo, imaginaos que yo mañana vengo y digo, Ángel, tú de mayor serás fontanero, tu nunca llegarás a ser ingeniero, y tú pues te lo crees y creces pensando que como no serás nunca ingeniero para que forzarte y creces y eres fontanero, sin saber que tal vez tu querías ser ingeniero y que lo habrías conseguido.

Todo el mundo puede llegar a ser todo lo que desee, nadie debe pensar que es más inteligente o menos inteligente, el barómetro de la vida no es la inteligencia, sino la constancia y el deseo que tengamos por conseguir aquello que soñamos.

Texto agregado el 08-12-2004, y leído por 1195 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-11-2005 Aprendemos todos de esta leccion magistral que nos das al escribir este magnifico cuento. Mis felicitaciones.*****. kasiquenoquiero
 
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