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A comienzos del siglo XXI el ambiente marítimo del puerto de Valparaíso se vio conmocionado con una noticia que a la mayoría de los porteños les produjo expectación y nostalgia, pues estos vibran con las aventuras relacionadas con el mar, piratas y tesoros, particularmente si están relacionadas con las islas del archipiélago de Juan Fernández las que consideran propias.

En el suplemento de la Revista del Domingo del diario El Mercurio de Valparaíso, apareció un artículo que entre otras cosas decía: “Este mítico archipiélago, guarida en su momento de marinos y piratas, además de inspiración para la famosa novela "Robinson Crusoe", hoy es conocido por sus langostas, su fabuloso mundo acuático y un tesoro que dicen que yace en sus playas. Sabemos que ahora un empresario nacional está estudiando la posibilidad de intentar nuevamente su búsqueda”.

Efectivamente, había comenzado a circular en la prensa, radios, agencias navieras, agencias marítimas, bares y prostíbulos del puerto la información que Jorge V*, alias “El Loco”, marino retirado a quien varios conocían por sus anteriores aventuras en la pesca del pez espada o albacora había formado una empresa para buscar y desenterrar el fabuloso tesoro que todo porteño sabe desde la infancia, que se encuentra enterrado en Juan Fernández.

El loco había navegado y recalado en Bahía Cumberland, la preciosa bahía de la isla Robinson Crusoe en varias oportunidades. Contaba que la primera vez que la conoció fue por allá en 1952 como cadete en instrucción en una vieja fragata. En esa época lo que más le había impresionado de la isla habían sido las Cuevas de los Patriotas (la historia cuenta que después del desastre de Rancagua de 1814, unos trescientos patriotas chilenos fueron encarcelados en unas cavernas hechas en la roca), la Cueva y el Mirador de Robinson Crusoe y la tumba de los marineros del Dresden (crucero alemán hundido en la bahía por tres buques ingleses durante la I Guerra Mundial, los restos del buque aún se podían divisar en el fondo de la bahía). Luego estuvo en la isla en varias oportunidades, como miembro de las dotaciones de los buques de la Escuadra chilena que normalmente incluían a Juan Fernández en sus actividades. También había estado como comandante de un buque de apoyo y, finalmente, con su lancha albacorera. Había viajado varias veces por aire cuando su hija se radicó por un tiempo en la isla y comentaba que fue producto de estos viajes y las conversaciones que mantuvo con ella y algunos isleños lo que despertó su interés por encontrar el tesoro que oculta el archipiélago.

—Carlitos, tenemos que zarpar pronto, no se nos vaya adelantar alguien, supe en el Ministerio que varias personas han estado haciendo consultas sobre permisos para realizar excavaciones en la isla.

—No se preocupe comandantol, ya tenemos prácticamente todo: la nave con su dotación, los permisos del Ministerio de Bienes Nacionales, el permiso de la Gobernación Marítima; la gente para trabajar en terreno serán isleños que ya están contratados. Lo único que aún nos falta es la decisión de Yolanda, que dice que no quiere ir en el buque porque se marea y que le da miedo volar, ¿qué haremos?

—Sabes que la presencia de ella es indispensable, tenemos que idear algo para convencerla; por último, la secuestramos, la metemos arriba de un avión y listo. Mañana iré a conversar con ella por última vez.

Jorge, había reunido los siguientes antecedentes sobre las islas, los que tenía que entregar a Yolanda para su estudio:
A.- El archipiélago fue descubierto por el piloto español Juan Fernández en 1574. Conocida su existencia, las islas eran visitadas por piratas y corsarios del viejo mundo.
En 1704 un marino fue dejado en la isla sin más equipo que una Biblia, un cuchillo, un fusil, un hacha, una libra de pólvora, un poco de tabaco y una caja con ropa. Su nombre era Alejandro Selkirk y permaneció allí durante 4 años y 4 meses. Su relato, al regresar a Inglaterra, inspiró a Daniel Defoe para escribir su obra "Robinson Crusoe", mundialmente conocida.
B.- El archipiélago completo es Parque Nacional y en 1977 fue declarado Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco. Hay especies animales como el lobo fino de dos pelos o el cachudito de Juan Fernández, propio de la isla Robinson Crusoe. El 70 % de la flora es endémica, es decir, sólo se encuentra allí.
C.- Bernard Keiser, un historiador norteamericano, estuvo desde 1998 hasta fines del 2001 realizando excavaciones muy cerca de la cueva de Robinson Crusoe en busca del tesoro. Enterrado alrededor de 1715 por el navegante español Juan Esteban Ubilla y Echeverría, y luego desenterrado y vuelto a enterrar por el marino inglés Cornelius Webb.

—Carlitos, ¿te conté que lo de Yolanda resultó más fácil de lo esperado?

—No comandantol, zarpé cuando Ud. fue a Santiago a entrevistarse con ella y no hemos vuelto a hablar desde ese día.

—Verdad, la edad me hace olvidar algunas cosas. Nos reunimos en su casa e insistía en no querer viajar, cuando de repente ella misma propuso: “por qué no me adormecen y me llevan por avión hasta la isla, sin que yo sienta nada, tienen que prometerme que me traerán de regreso en la misma forma”.

— ¡Elemental Watson!, mujer tenía que ser para que se le ocurriera un medio de viajar tan ingenioso —dijo Carlitos.

—Oye, mañana a primera hora en la hostería tendremos la reunión decisiva con Yolanda para ponernos a excavar en el lugar que ella nos indique. Ese fue el error del gringo Keiser, no haber traído una adivina.

Unos días más tarde un grupo de isleños con palas, chuzos y picotas, seguían a Yolanda y a Jorge por la playa, en dirección a la cueva de Robinson Crusoe. A mitad del camino entre la cueva y el pueblo, Yolanda se detuvo y luego de varios minutos de concentración, giró a su izquierda y caminó perpendicular a la playa unos treinta metros, donde comienzan las rocas. Se detuvo y dijo con voz fuerte y clara: ¡este es el lugar!, estoy segura.

Los hombres, dirigidos por Carlitos, comenzaron a cavar. A la media hora de trabajo, uno de ellos quedó con la picota a media altura y gritó: “¡Aquí hay algo!” Se acercaron al hoyo que ya tenía unos dos metros de profundidad y notaron que se veía la tapa de un baúl, estaba negra por la humedad, un hombre la limpió con la mano y apareció una inscripción ilegible. ¡Alto! —gritó el loco Jorge y luego continuó—; todos arriba por favor y retírense hacia la playa; sólo quedaremos aquí la señora Yolanda, don Carlos y yo; cuando necesitemos algo se lo pediremos.

El loco Jorge tomó una de las palas y continuó cavando alrededor…

JORVAL (19)
220105





Texto agregado el 23-01-2005, y leído por 4420 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
25-12-2007 hijo de puta... anciano de mierda...activa mi cuenta Ciberbaco
05-07-2006 absolutamente brillante, es usted todo un señor escritor. Una admiradora para siempre. mis 5*. saludos desde españa. lolao
01-02-2006 Tiene que seguir, no me puedo quedar con esta intriga. Veamos. Un abrazo Ikalinen
15-06-2005 Bien relatada pero.. y el final? como k falta algo ahi no? KaReLI
17-04-2005 ¡Ajajá!... Vengo ahora de "Las joyas de Tampico". Y no digo más, que también "fondeen" allí los demás curiosos. vaerjuma
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