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SALOMITO


En Larache, como suele suceder en otros pueblos por el estilo, teníamos nuestra propia colección de gente extraña, inusual o extravagante, además de aves de medio pelo, rufiancillos y otros... Eran personas cuya forma de vivir se salía de lo que la sociedad consideraba normal, por lo que en cierta forma habían sido marginados o marcados de alguna manera, y eran considerados como pájaros raros por la mayoría del resto de los habitantes del pueblo.
Uno de estos personajes era Salomito Marconi. Lo de Marconi debió de ponerselo como mote algún chistoso, por aquello de que nuestro personaje se dedicaba, sin mucha suerte, a hacer algún que otro trabajillo como electricista. Según decían algunos, Salomito era un hombre bastante inteligente, pero como a veces ocurre en muchos de estos casos, al parecer tanta inteligencia había terminado por volverlo chiflado.
Si cierro los ojos es como si lo estuviera viendo en este momento: bajito, menudo, con una barba rala de dos o tres días que habría hecho pensar que se encontraba en estado de luto permanente, una nuez que parecía querer escapársele del cuello y un par de ojos extraviados a cada lado de una enorme nariz semítica que delataba a la legua su origen judío.
Vestía siempre una gabardina de color indefinido que en sus buenos tiempos debió de haber sido beige o quizás verde, pero el paso de los años y el uso, habían difuminado su tono hasta volverlo de aquella coloración tan particular. Sobre su cabeza una boina, que tal y como le ocurrió a la gabardina, fue negra alguna vez, pero ya se veía casi gris. No importaba la época del año, aunque estuviéramos en pleno de mes de agosto y el calor fuera insoportable, incluso para llevar ropas ligeras, Salomito vestía siempre lo que parecía ser su uniforme oficial: la gabardina y la boina.
Otra cosa muy característica de él, era su forma de caminar por la calle: siempre a paso ligero, como si tuviera prisa por llegar a alguna parte, sujetándose la gabardina por delante con una mano y mirando nerviosamente a un lado y otro de la calle, como si tuviera miedo a que alguien lo estuviese siguiendo o vigilándolo. Ciertamente Salomito vivía el infierno de su locura en medio de un temor constante que nunca lo abandonaba, creo que su problema era algo que los médicos llaman “manía de persecución”; aunque seguro que debe de tener un nombre mucho más complicado.
Alguien en el pueblo me contó una vez una historia sobre ciertos poderes sombríos entre los bajos fondos tangerinos, cuando la ciudad era todo un emporio de riqueza y perversión, mezclado entre internacionalismo, permisividad y convivencia pacífica. Al pobre Salomito le habían hecho un lavado de cerebro. ¿Quién sabe? A lo mejor aquella historia era cierta.
Lo que si recuerdo muy bien, es que en una ocasión nuestro personaje estaba en casa de unos amigos, haciendo una de sus chapucillas. Si no me falla la memoria, Salomito estaba en lo alto de una escalera de mano, arreglando una lámpara en medio de uno de los pasillos de la casa. De repente una patulea de chiquillos que habíamos estado jugando en la calle a "policía y ladrones", entramos en la casa armados hasta los dientes, con pistolas, escopetas y ametralladoras de juguete. El hombre desde su atalaya provisional nos vio entrar como una manada de caballos en estampida, se puso blanco como la nieve, bajó de la escalera y salió corriendo hasta la cocina de la casa como un alma que se lleva el diablo, gritándole a la madre de mi amigo que acababa de entrar en la casa una banda de forajidos de la “Banda del Morgan” y venían a matarlo. Nosotros al principio pensamos que el fulano nos estaba siguiendo el juego, pero nos equivocábamos, no hubo manera de hacerlo salir de la cocina hasta que nos marchamos todos a jugar a otra parte.
Los niños a veces inconscientemente, pueden ser unos seres terriblemente crueles. La mayoría de nosotros a partir de aquel día, cada vez que veíamos a Salomito, nos acercábamos a él y le decíamos que éramos de la “Banda del Morgan” y que íbamos a matarlo, el pobre hombre palidecía y salía corriendo como si hubiera visto un horrible fantasma. La cosa llegó a tal punto, que a veces si nos veía venir, se pasaba al otro lado de la calle o daba media vuelta y nos evitaba como a una tormenta de granizo.
Nunca supe cuál era el apellido real de Salomito, tampoco supe dónde vivía o si tenía familia, creo que en el pueblo vivían unos parientes lejanos de él, pero tal vez les daba vergüenza que lo relacionasen con ellos; las apariencias sociales en pequeñas ciudades donde todo el mundo se conoce son muy peculiares y a lo mejor nuestro amigo era un embarazo para sus familiares, por lo que no pienso que tuviera mucha relación con ellos.
Así que el hombre malvivía de las chapuzas que alguna gente en el pueblo le dejaba hacer por caridad y de la ayuda que la comunidad judía y la iglesia le proporcionaban de vez en cuando. Recuerdo haberlo visto salir más de una vez de las oficinas de la parroquia con alguna bolsa con ropa y comida, despidiéndose del párroco con una mirada de gratitud en sus ojos bizcos.
En el pueblo se contaban algunas hazañas de Salomito que parecían sacadas de una comedia de disparates. Pensando en ellas muchos años después, comencé a tener serias dudas sobre la estupidez supina de nuestro paisano. Al parecer en cierta ocasión, alguien en el pueblo le encargó a Salomito que realizara una instalación eléctrica en su vivienda y éste efectivamente hizo el trabajo, recibió su paga, pero en vez de cables eléctricos puso cuerdas entre enchufe y enchufe. Me imagino el dolor de cabeza de la gente hasta que se dieron cuenta de la pifia de nuestro hombre, después de intentar encender las luces de la casa una y mil veces.
En otra ocasión de la que fui testigo de primera mano, nos habíamos quedado sin luz en la casa y Salomito dio la casualidad de que se encontraba por la vecindad haciendo alguno de sus recados, así que le mandamos aviso al hombre para que viniera a solucionar el problema tan pronto como le fuera posible. Un par de horas más tarde apareció Salomito, preguntó dónde estaba la caja de fusibles y después de quitarlos todos, dijo que necesitaba cinta aislante o esparadrapo, se la trajeron, se echó el rollo de cinta al bolsillo, además de un par de destornilladores nuestros, dijo que iba a buscar algo que necesitaba para la reparación y todavía podríamos estar esperándolo, si no hubiera sido que ya sabíamos de que pie cojeaba el hombre.
Una faceta poco conocida de Salomito, al menos para mí, era la de exhibicionista. Según los rumores, Salomito llegaba a una determinada casa, en la que previamente se había asegurado que el personal masculino brillara por su ausencia, y después de llamar a la puerta, cuando abría la señora de la casa o alguna criada, les decía que estaba sin ropa. Las mujeres pensaban que el pobre hombre, se refería a que no tenía nada que ponerse y estaba pidiendo algo de ropa vieja. Pero no, Salomito a lo que se refería era a que no tenía encima nada más que la famosa gabardina y abriéndola de par en par, les mostraba sus vergüenzas a las sorprendidas mujeres. Pienso que la gente teniendo en consideración, la supuesta enajenación de nuestro amigo, nunca lo denunciaron. Aunque a lo mejor, hubo alguien por ahí, que agarrándolo por aquel pescuezo suyo de pavo famélico, le puso un buen susto en el cuerpo, como para no repetir su acción, al menos en su domicilio.
Muchos años después, a veces recuerdo a nuestro amigo y me pregunto ¿qué habrá sido de él?. Quizás aun siga paseando su figura menuda por las calles del pueblo, haciendo sus chapucillas. O a lo mejor también continua cambiando bombillas y reparando enchufes, pero en un sitio mejor, donde sigue vistiendo su gabardina y su boina, solo que con unas alas de ángel a su espalda.
Mi querido Salomito, toda una figura, dentro del mundo de personajes de todos los colores y sabores que poblaron los años de mi infancia y primera juventud, en mi pueblo: Larache.

Dedicado a Salomito y a la Banda del Morgan

Texto agregado el 02-02-2005, y leído por 108 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-02-2005 Me gustan mucho las historias de personajes "diferentes" y ésta me parece muy buena. El texto engancha desde el principio y se hace divertido leerlo. Mis felicitaciones. efecto_placebo
 
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