Embriagado de dolores de cabeza y licores amargos, pienso en llantos desnudos de amores insentimentales y escucho el antisonido del silencio más profundo por los hemisferios celestes del firmamento cerebral.

Es entonces, cuando sobre las rodillas de la incapacidad intelectual, escudriño en el fondo de esa oscuridad y no veo más que palabras sin sentido ni memoria genética.

No existo si no veo ni siento el despertar de horas y eras desnudas de culturas, y vestidas de sueños del más allá. No es más que nada y menos que todo. Simplemente es algo. Algo que sé que jamás se controlará. La inspiración, venida de la lejanía espacial después de una gran explosión, en forma de partículas atómicas, que aterriza en los lugares más insospechados, al azar.

Por todo esto, ni puedo ni quiero pensar. No siento… me dejo llevar.