TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Lista de Foros / Literatura :: Crítica / Umbral, la tentativa infinita de Juan Emar - [F:5:5702]


Quilapan,17.03.2006
Como el espacio literario-virtual es tan grande y da para comentar todo tipo de obras, he querido una vez más ofrecer un grano de arena para difundir la obra de uno de los más importantes personajes de la cultura chilena, Juan Emar. Espero sea de interés para los que quieran conocer más sobre este escritor. En este espacio ya se han subido textos interesantes sobre Emar; el que más interesante encuentro de los que conozco es el ensayo , escrito por Pablo_Rumel. En el ciberespacio hay también suficiente información, de la que mi pequeño artículo no quiere ser sino una aproximación personal.

BREVE RESEÑA: Alvaro Yañez Bianchi nació en Santiago en 1893, el mismo año que el poeta Vicente Huidobro, quien sería su mejor amigo y, al igual que Emar, hijos ambos de familias aristocráticas. La diferencia sutil estriba en que Huidobro era de familia de título nobiliario, de la Casa del Marqués García Huidobro; Emar en cambio, era hijo de Eliodoro Yañez, un abogado que llegó a ser senador y candidato a la presidencia de Chile, además de ser el fundador del diario La Nación. El padre de Emar crió a su hijo primogénito con la intención de que siguiera sus pasos y así alcanzara el único logro que don Eliodoro no pudo obtener: ser el Presidente de Chile (ya me imagino a Juan Emar dirigiendo los destinos de Chile). Pero Alvaro, a quien le llamaban 'Pilo', descubrió de muy niño su vocación para las artes, y empezó a tomar clases de pintura. Se sabe que llegado a cierta edad juvenil, Pilo le dijo a su padre: ''Yo no he nacido para trabajar, no soy bueno para hacer negocios; y como usted tiene tanto dinero, va a tener que mantenerme... y en París''. Personalmente puedo afirmar tras algunas lecturas sobre la vida de Juan Emar, que la vida que él tuvo, junto con su aguda sensibilidad, lo llevó a desarrollar un rechazo a esa vida tan apegada a los márgenes y convenciones, sabiendo ya en la familia en que había nacido: Juan Emar era un hombre depresivo, 'neurasténico' como él mismo dijera, y esa depresión está estrechamente ligada con su percepción artística que desarrollará después y sostenidamente. Esto puede explicar su decisión de irse a París. Allá se impregnó de la cultura europea, se codeó con muchos gestores de las corrientes vanguardistas de la posguerra, con los chilenos que iban para allá también. Esto fue clave a la hora de que Emar decidiera llevar de regreso a Chile la buena nueva de las vanguardias que revolucionarían las convenciones y concepciones estéticas, que mientras en Europa estaban avanzadas, en Sudamérica y en Chile en particular, se hallaban anquilosadas en un medio tan estrecho que era dominado por el academicismo artístico defendido por las ideas conservadoras de la época, ligados sin lugar a dudas con las políticas de gobierno aristocráticas. Esto significó que Juan Emar se opuso a las escuelas que imperaban entonces, o sea, la Escuela de Bellas Artes, la Crítica Oficial encabezada por Alone -crítico literario derechista-, y al criollismo literario que hacía énfasis en la naturaleza, en la vida apacible del campesinado, en la belleza de las mujeres y del paisaje, sin hacer ninguna crítica social, sin innovar en punto alguno en las expresiones artísticas.

El único trabajo formal que tuvo Juan Emar fue el de columnista en el diario La Nación, entre 1925 y 1927, donde periódicamente escribía sobre todas las disciplinas del arte, o sea, literatura, música, pintura, escultura, arquitectura, siendo ésto un ejemplo de su amplio dominio estético, crisol de los demás ámbitos sociales e históricos de que se impregna el arte.

Juan Emar hizo varios viajes a Europa, en especial a París; para ese entonces ya había comenzado a escribir notas y pequeños textos; al tener una idea mayor de su Obra, uno se da cuenta de que practicamente escribió siempre pensando en pequeños ensayos, ejercicios de laboratorio que después resumiría en el colosal iUmbral/i que dejaría inconcluso al seguir escribiéndolo hasta el día de su muerte.

Su personalidad es algo que hay que conocer para comprender el alcance de su escritura. Al ser hijo de una familia rica, de mucha influencia, personalmente pienso que le afectó en el sentido de que Emar no era el tipo de individuos aptos para la política, para los negocios, en donde hace falta ser entrador, fuerte de carácter, etc; Emar era todo lo contrario, al final era un gran místico cuyos intereses se hallaban mucho más allá de las 'pompas vanas del mundo'. De allí su afán de desarrollar en su escritura una estética que, sin rayar en lo burdo ni menos en lo panfletario, logró cuestionar profundamente los cánones sobre los que se hacía arte; en el fondo él buscó en su escritura otra manera de vivir, otros valores, trató de resaltar las virtudes del ser humano que se hallan apresadas por culpa de la banalidad, del egoísmo con que se vive; por eso su estética desarrolla otras lógicas, le da acogida al absurdo, a lo irreal absoluto, a lo solamente posible en la imaginación y en la literatura. Pruebas magistrales de ello son los tres primeros libros que publicó en 1935: iMiltín 1934, Un año, Ayer/i, que son anti-novelas que transgreden la normativa hasta entonces entronizada en la literatura, lo que le permitió cometer la ruptura con el criollismo, ruptura nunca antes cometida en nuestro país. Estas anti-novelas no tienen comienzo ni final en el sentido que no se valen del típico argumento lineal para estructurar una historia; su único hilo conductor o espina dorsal es el Yo que cuenta la historia; se vale de recursos pitagóricos o numéricos para establecer el nuevo orden con que escribe; establece situaciones extrañas y a veces imposibles de darse en la realidad con todos sus protocolos y posibilidades, a la vez que impregna a sus personajes un marcado afán de cuestionamiento filosófico acerca de la vida, del por qué de las cosas, de las más insólitas.

Juan Emar desafió con una inteligencia única la amplia esfera de vida en la que se mueve el hombre, y lo hizo sin recurrir a la política burda, fue de más en más encriptando su postura sobre el misticismo que indaga sobre la vida, el devenir, literatura sobre la literatura, etc.

Esto le significó que la crítica no se pronunciara sobre su obra, o sea, lo relegó a su más absoluta indiferencia. Pero Juan Emar siempre siguió escribiendo. En 1937 publicó su libro de relatos 'Diez', en el que vuelve a mostrar todos los elementos que conforman su escritura, mas esta vez, en relatos fantásticos rayanos en la alucinación. Lo numérico sigue presente, en tanto ordena los diez textos en iCuatro Animales, Tres Mujeres, Dos Lugares y Un Vicio/i, lo que es igual a 'Diez'. Hay quien se refirió a este libro como 'La Máquina matemático-sensible'.

La mayoría de la crítica, después de el rescate de Juan Emar tras sucesivas y felices reediciones, conviene en que 'Diez' es el mejor libro de los que publicó en vida.

Mas mientras vivió, Juan Emar siguió escribiendo y llegó el momento en que desapareció de la escena artística, no se supo más de él. Así a mediados de la década del '50 regresa definitivamente a Chile y se radica en el Sur, en uno de los tantos fundos rodeados de naturaleza en que siempre buscó refugio. Allí se dedicó exclusivamente a la escritura de la obra más ambiciosa de que se tenga registro en la literatura chilena: iUmbral/i, texto al que cualquier denominación le queda chica: es novela, diario de vida, alucinaciones fantásticas, memorias, obras no finalizadas, piezas de teatro, cartas, autobiografía, biografía de muchos personajes que saca de sí mismo y de lo que le tocó vivir; todo esto escrito en más de 5.000 páginas mecanografiadas que al publicarse finalmente en 1996, dio como resultado 5 tomos ordenados en 4 pilares y un dintel, que confirman su orden pitagórico-místico. iUmbral/i es la escritura de todos los días, es la vida misma que va más allá a 'regiones un poco peludas' como él mismo se refiriera. Nuna quiso publicarlas en vida para que no fuese afectada por esa crítica que quiso acallarlo, sin resultado.

Juan Emar comenzó a escribir iUmbral/i en 1942, y en la medida que avanzaba fue gestando un proyecto que le permitiría habitar su propia escritura, un refugio para poder escapar del mundo donde se encontraba y que le era hostil: elaboró, con mapa y todo, una ciudad ficticia, San Agustín de Tango, donde se hallan todos los elementos de su escritura llevados a un nivel de perfección conceptual, donde resume en los nombres de las calles, de las plazas, etc, todos los símbolos de la cultura que le tocó vivir, ya que él fue un extranjero en todo lugar, tanto en Chile como en París; impregna su ciudad con símbolos religiosos, culturales, en donde al final terminó viviendo. San Agustín de Tango es una ciudad que en ese sentido es pionera del Comala de Pedro Páramo y de Macondo de 100 años de soledad, en cuanto a un espacio amplio donde poder desarrollar un mundo propio a través de la escritura.

Por eso se habla de la tentativa infinita de Juan Emar, por eso iUmbral/i es la más desmesurada y ambiciosa obra de ficción chilena que nos abre las puertas a un modo de concebir la literatura y no sólo eso, sino que 'otro modo de vivir', como su mismo autor dijera. Sin duda la obra de un escritor a la altura de 'en busca del tiempo perdido' de Marcel Proust y del 'Ulises' de James Joyce.
 
Quilapan,18.03.2006
Literatura :: Crítica/El Unicornio, de Juan Emar
 
Aspacia,18.03.2006
Muy interesante tu texto y gracias por compartirlo.
 
loretopaz,22.03.2006
Me gustó mucho esta biografía, es una reseña agradable de leer, llena de comentarios apropiados y simpáticos. Menos mal que no siguió los pasos de su padre (en realidad creo que no hubiera podido hacerlo!). Pienso que su obra va mucho más allá en profundidad, creatividad, en el tiempo, (hoy Eleodoro Yáñez es para mí sólo el nombre de una calle…), recién se está comenzando a publicar, y me imagino que pocos deben ser los que han leído Umbral completo. Yo me lo reservo para más adelante, quiero lerlo con calma, de a poco, para disfrutarlo, quizás en varios años…

Es verdad que un escritor se conoce al leerlo, pero el saber de su vida ayuda a comprender su obra desde otro enfoque. Gracias por este escrito.
 
Quilapan,31.05.2006
'En fin, volví a entrar en el gran taller de Rubén de Loa. Es un taller de primera calidad. Allí estaba Rubén, sentado, fumando pipa, una tela frente a él por tierra. Lo acompañaba Vitelio Doñihue, paseándose de un lado a otro. Nos saludamos. Luego la conversación siguió el rumbo que, al parecer, nuestra llegada había interrumpido. Decía Rubén:
- Hay dos bellezas, Vitelio, no lo olvides: dos bellezas. Una de ellas es la estática; la otra, la dinámica. Recuerdo siempre mi llegada, en barco, a Santos y Río de Janeiro. ¡Qué belleza, qué belleza estática! Contemplándola la descubrí, la formulé, mejor dicho, en Santos; luego la verifiqué en Río. es una belleza asentada, permanente sobre la Tierra. Allí está. Es el fruto de esos sitios. ¿Que lo es de muchos más? Por cierto. Esta belleza tiene mil puntos de asidero sobre el planeta. En cambio la belleza dinámica... ¡ah!, es otra cosa. No es ésta el fruto de ningún sitio, es una belleza que pasa y pasa, corre, vuela desaforada tocando puntos y más puntos terrestres, estando en todas partes sin estar en ninguna. ¡Felices quienes la ven! Envidio a quienes la divisan siquiera. Me envidio a mí mismo porque la he divisado a veces. He divisado lo que está ien todo lugar/i. Al encontrarme con ella he tenido una reconciliación con el mundo entero. Es la belleza de las lindas mujeres, de Perpetua Mamoeiro y... ¡de Lucila! ¡Lucila Volcán! Como lo es también de un rufián cualquiera, o de una encrucijada de casas, o de un mar a mediodía.'

Umbral, Tercer Pilar: San Agustín de Tango, Tomo I.
 
loretopaz,02.06.2006

Gracias, Quilapán. No he leído nada de Umbral, y es una buenísima manera de entrar de a poco en esta gran obra que nos ofreces a quienes admiramos a Juan Emar.

El planteamiento de Rubén es realmente hermoso, me gustó de verdad. En una prosa excelenta expone cosas, sentimientos, o más bien sensaciones de momentos fugaces que a veces vivimos pero que cuesta mucho presentar a través de un razonamiento ordenado en frases como él lo hace. Se puede utilizar la poesía para expresar este tipo de impresiones, me parece que es el medio más adecuado para ello, por esto mismo, el ejercicio al que se libra Emar es tanto más admirable.
 
Quilapan,22.10.2006
Estoy transcribiendo un texto sobre Emar que acabo de concluir así que aprovecho de subir este foro para que se interiorice el que quiera. salucita!
 
Quilapan,22.10.2006
Bien, aquí está el ensayo que he escrito aprovechando que he hecho una pausa en la lectura de ese mastodonte que es Umbral; lo dejo aquí a quien le pueda interesar.

 
albertoquilapan,07.11.2006
iAlgunos accesos hacia la creación en el Umbral de Juan Emar/i

Presentación

No por nada Pablo Neruda escribió en el prólogo a la edición de ‘Diez’, en 1970, que estábamos ad portas de la obra de ‘este antecesor de todos’. Pero la soberbia que le podríamos objetar a su afirmación tiene su justa compensación en el hecho que tamaño título se lo forjó a sí mismo el autor de iUmbral/i no para ornar su memoria con cualquier laurel, menos con el que la crítica oficial de Alone condecora en vida a sus prosélitos: el reconocimiento y la veneración de sus contemporáneos, la gloria terrenal y todas las divisas que ello comporta. Semejante acto de renunciación ha de granjearle seguros detractores a todo escritor que pretenda así hacerse un lugar en el jet set literario, donde por A B C motivos muchas veces la literatura pasa a un lugar secundario, ocupando su trono la voluptuosidad del escritor de ver ensalzado su propio ego. Es ésta la clave que nos permite acercarnos con inmejorable disposición al Umbral del que ahora vamos a tratar –y antes de seguir he de consignar que este análisis tal vez deba ser considerado sólo de manera parcial debido a que detengo mi lectura más o menos en la mitad de la obra es decir, al final del tomo III del Tercer Pilar- para referirme a algunos aspectos que se han desplegado durante la obra y que, creo, han de acompañarme en lo que sigue.

I.- iEl arte no es de este mundo./i

Juan Emar trazó su escritura de muchas maneras. Una de ellas fue la de establecer en sus personajes los reflejos de su alter ego u otro yo; así, no tenemos un solo alter ego oponiéndose al autor sino muchos otros yo que van encarnando en personajes claramente definidos, muchos de los cuales van siendo concebidos con su respectivo compañero es decir, se establece un antagonismo entre sus personajes que sirve de resorte para construir las situaciones que nos relata un alter ego que resalta sobre los demás, porque se opone al mismísimo Juan Emar. Es este personaje Onofre Borneo, quien a petición de su amigo Lorenzo Angol se resuelve a escribir su biografía, y por extensión, de todos sus amigos comunes, que sostienen la cosmogonía de Umbral con sus propias vidas. En este análisis nos concentraremos sólo en algunos personajes que nos develarán ciertos móviles importantísimos de la obra en cuestión.

Juan Emar renuncia a la vida terrenal –la de los goces mundanos- para escribir su gran libro, que entraña un magno intento por liberar o emancipar al arte de todos los prejuicios a que esta existencia nos encadena y que limitan al arte, reduciéndolo a un simple medio con el cual seguir procurándonos los placeres y satisfacciones que la vida nos exige, para lo cual se nos conmina al uso de una sola lógica, la racional, de donde surge la estética oficial de la crítica. Hay un intento desesperado a la vez que lleno de convicción por iluminar ‘esa región’ desde donde la voz del arte nos habla, una región más allá de la vida de todos los días, y que es preciso escuchar con atención para comprender que el arte no está al servicio del hombre, sino que es el hombre quien debe estar al servicio de ese arte que, por estar en las alturas, adquiere los alcances de una divinidad.

Para iluminar estos móviles, Juan Emar se vale –entre otros muchos recursos que no voy a enumerar aquí- de las premisas de las ciencias espirituales u ocultismo, ya sea incorporándolas deliberadamente como rasgos de algunos de sus personajes –Lorenzo Angol, Florencio Naltagua- ora otorgándole una profunda sensibilidad a personajes que representan el prototipo del artista, como el pintor Rubén de Loa, ora en pasajes menores a cargo de personajes sabrosos como don Artemio Yungay.

II.- iLa Matriz de una lógica distinta/i

Hay un símbolo cuya intención es establecer un paralelo con esta vida, una realidad que corra a la par con la de esta cotidianeidad: una matriz para la creación, que así como en esta vida en que nacemos, crecemos y cumplimos un ciclo, a su vez tenga que nacer y, para que nazca, experimentar su gestación. Esta gestación puede experimentarse tanto en placer como en dolor y dará a luz una lógica distinta, o en realidad abre un ámbito para que mil lógicas posibles nazcan en feliz oposición a la lógica de todos los días. Porque dicha matriz precisa nada menos que de una fecundación ial revés./i

Esto se lo explica don Artemio Yungay a Onofre Borneo en una conversación sobre un antiguo amor del primero, cuya ex compañera le escribe una carta llena de despecho al saber que ya no es la musa que alguna vez inspiró sus escritos. Porque en Umbral casi todos los personajes escriben. Veamos el primer pasaje donde don Artemio explica el proceso en que es el hombre quien es fecundado por la mujer, siendo aquél quien queda preñado en su mente con lo que será su futura idea o intención de arte. Pero antes aclaremos un punto del pasaje que nos permitirá comprender tal idea: cuenta don Artemio cómo cierta vez caminaba por el campo en un lindo día de sol, cuando se encontró frente a una casita en cuyo techo flameaba una banderita chilena. El cuadro le pareció a don Artemio tan adorable que en frente a la bandera se sentó a escribirle un poema. Pero otro día pasó por ahí mismo, un día nublado y lluvioso. Entonces la banderita ya no era linda, entonces no produjo inspiración alguna y don Artemio no pudo escribir nada. Bien:

i‘‘El fluido pasa, Rufina, mas, Rufina, el fluido es invisible, insonoro, inodoro, impalpable, insípido, pero hace de cada objeto un instrumento que tiembla con vibraciones capaces de ser cogidas por nuestros sentidos. Nosotros los artistas sólo tenemos una finalidad: buscar, coger el fluido. Nosotros consideramos objetos, personas, paisajes, ruidos, sucesos, bestias, campanas, sólo como pantallas, como barreras que al fluido atajan para revelarlo. Si por barreras, si por pantallas el fluido no pasa en un momento dado,/i ese no pasar es la única muerte que nosotros reconocemos, sobre la única que firmamos una defunción’’ (Primer Pilar, El Globo de Cristal, tomo II, página 291).

El fluido corresponde a la sustancia seminal inorgánica con que la mujer preña la mente del artista. No siempre este fluido halla el momento propicio para la fecundación; pero cuando lo halla:

i''En otros puntos se juntan y son arrastrados en vertiginosas corrientes. Y entonces, mente adecuada que encuentran, la fecundan sin siquiera gritar: ¡Agua va! Entre tantos y tantos hombres que atraviesan, ¿cómo no ha de haber más de uno que esté en estado? Tiene que haberlos, Rufina. Estos sienten, como el paseante anterior, un llamado, un tintineo pero en vez de seguir su marcha o reposo, se agitan, se sienten solicitados, necesarios, y… acometen’’/i (Primer Pilar, tomo II, página 296).

Así queda terminada la primera parte del proceso gestador de la creación del artista, experimentando el goce de la fecundación.

Lo que sigue es la consideración del alumbramiento de esta creación que, tal como cuando la mujer pare, implica dolor. Para crear pues, es necesario parir. Este siguiente aspecto lo analizaremos ahora en las palabras de un personaje cuyo rol es protagónico: Lorenzo Angol, que como alter ego de Juan Emar encarna el desarraigo del autor al ser él, Lorenzo, quien escribe sobre sus viajes y estadías en Europa, así como de su recogimiento espiritual en la Bóveda de su fundo al sur de Chile. Si bien Lorenzo Angol toca también el tema del parir para crear, lo aborda volviendo a transgredir la lógica desde el inicio, lo que nos mantendrá intrigados hasta que la explicación de este proceder se vaya aclarando. Entonces, como Lorenzo, podremos decir:

i''Abrí, pues, y ¡ahí estaba! La certeza absoluta y clara de que en este mundo de la cabeza se pare primero sin previa cópula y este parto trae luego, cerca o a distancia, pronto o más tarde, un acto de fecundación’’/i (Segundo Pilar, El canto del chiquillo. Recuerdos de viaje de Lorenzo Angol, página 1107).

Como vemos, aquí nos encontramos con el mismo símbolo alumbrador de la matriz, pero disponiendo primero del dolor de parir para entonces y sólo entonces proceder al placer de fecundar es decir, de crear. Y es este concepto uno que no está lejos de emparentarse o influenciarse con los preceptos del Creacionismo. Líneas más abajo es el propio Lorenzo Angol quien vuelve a afirmar:

i‘‘Acabo de decir: ‘Se pare primero’. Aclaremos: ¿qué es parir? Es echar al mundo a otro ser que se independiza, se individualiza y crea un nuevo destino propio sembrando por todos lados causas y efectos nuevos. Así cuando fuimos paridos, todos. (…), un ser nacido que se desprende de nosotros y que zarpa a vivir su vida con esas causas y efectos nuevos desparramándolos a diestra y siniestra’’/i (Segundo Pilar, página 1107).

En estas ideas parece que estuviéramos viendo el mismo manifiesto de independencia de la madre naturaleza que Huidobro se despacha en ‘Non Serviam’; mas no nos engañemos, pues cuando penetramos a fondo la matriz creadora de Juan Emar admitimos que, si bien ésta se vale del creacionismo, está lejos de rechazar, como Huidobro, los demás postulados vanguardistas a los que el autor de Altazor se opuso: surrealismo, dadaísmo y futurismo.

Nos dice Lorenzo Angol que primero se pare y luego se fecunda. Ya lo hemos oído decirnos qué y cuándo se pare. Sigamos escuchándolo completar su idea:

i‘‘El parto es otra cosa. Pero volvamos a la cabeza encinta: ha sido perforada, ya no es sola ni errante ni menos enloquecida en busca de finalidad. Ahora, al sentirse gestadora de un nuevo ser, golpea en ella la necesidad del más profundo recogimiento. Ahora, en el fondo de sus entrañas pensantes, siente que debe aislarse para concentrarse en el fruto que, desarrollándose, lleva dentro. Ahora, por aquí y por allá, en los sitios más insospechados, se abre una nueva Bóveda para recibir un nuevo huésped y adormecerlo ante el ajetreo de la vida despertándolo ante el mundo de la meditación solitaria. A esa Bóveda ese hombre se dirige’’/i (Segundo Pilar, página 1108).

Así se cierra este nuevo círculo que, mirado con ojos terrenales, nos sabe a una suerte de involución: necesidad de recogimiento… adormecer ante el ajetreo de la vida… despertar a la meditación solitaria… Sin embargo no hay tal involución, no puede haberla cuando consideramos el proceso total que, si bien parte a la inversa al ser la mujer quien fecunda y el hombre el que pare, continúa con el sereno acto de fecundación con el cual aparece la obra de arte, esa criatura libre del atavismo de la lógica racional y, en tanto libre, susceptible de crear su propio mundo, su propia esfera de causa y efecto por donde habrá de moverse. Y esto he querido destacarlo acaso como un preámbulo a las concepciones metafísicas en que la escritura de Juan Emar se irá envolviendo, se irá mezclando en la paleta de colores del pintor Rubén de Loa, en quien se cumple un nuevo eslabón de las implicaciones ocultistas que pueblan Umbral.

III.- iLa dinámica de un arte en constante/i búsqueda.

La más clara y esencial diferencia que podemos hacer entre la ciencia y el arte es que mientras la primera está basada en la rigidez de las fórmulas, la segunda, como hemos visto anteriormente, discurre a través de una lógica que ella misma va construyendo sobre su marcha, no estando nunca sujeta a ningún concepto o prejuicio estético. Al menos, esto es lo que podemos entrever al iniciarnos en el mundo de Juan Emar. Y como este trabajo sólo quiere demostrar mediante pequeños pasajes algunas ideas sobre la creación que preocuparon al autor de Umbral, hemos de proseguir nuestra exposición valiéndonos del prototipo del artista que, sin temor a equivocarme, encarna otro importante alter ego de Juan Emar: el pintor Rubén de Loa.

Debemos recordar que la pintura fue la otra disciplina a la que el autor se dedicó con especial ímpetu, ya que formó parte del grupo pictórico Montparnasse, cuya misión fue la de asimilar las corrientes vanguardistas de la Europa después de la guerra del 14 e incorporarlas a nuestro país, donde fueron el primer foco de oposición a la Academia de Bellas Artes, que encabezaba la defensa de una estética conservadora, criollista y anquilosada en el medio nacional. Es precisamente este carácter de difusor de las innovaciones estéticas el que asume el pintor Rubén de Loa, cuya visión adelantada se impregna de la misma sensibilidad y recogimiento del ocultista Lorenzo Angol, por lo que la visión del pintor entraña también, indirectamente si se quiere, las nociones de esta ciencia espiritual.

El Tercer Pilar de Umbral presenta ya en sus páginas iniciales un espacio para el debate de las ideas sobre arte, en esa gran ciudad que es San Agustín de Tango. Dicho espacio es el taller de Rubén de Loa, al que confluyen sus amigos con quienes discutirá sus convicciones estéticas, que lo sitúan muy lejos de la aprobación de los críticos oficiales. Allí Rubén de Loa comienza haciendo una metáfora sobre las distintas maneras de concebir la belleza, las que expondrá a su amigo Vitelio Doñihue:

i‘‘Hay dos bellezas, Vitelio, no lo olvides: dos bellezas. Una de ellas es la estática; la otra, la dinámica. Recuerdo siempre mi llegada, en barco, a Santos y Río de Janeiro. ¡Qué belleza, qué belleza estática! Contemplándola la descubrí, la formulé, mejor dicho, en Santos; luego la verifiqué en Río. Es una belleza asentada, permanente sobre la Tierra. Allí está. Es el fruto de esos sitios. ¿Que lo es de muchos más? Por cierto. Esta belleza tiene mil puntos de asidero sobre el planeta. En cambio la belleza dinámica... ¡ah!, es otra cosa. No es ésta el fruto de ningún sitio, es una belleza que pasa y pasa, corre, vuela desaforada tocando puntos y más puntos terrestres, estando en todas partes sin estar en ninguna. ¡Felices quienes la ven! Envidio a quienes la divisan siquiera. Me envidio a mí mismo porque la he divisado a veces. He divisado lo que está en todo lugar. Al encontrarme con ella he tenido una reconciliación con el mundo entero’’/i (Tercer Pilar, San Agustín de Tango, tomo I, página 1242).

Este pasaje contiene ideas tan profundas como radicales en cuanto a lo que Juan Emar entiende como belleza y, por ende, como verdadero arte, el arte que ha de trascender. A diferencia de la belleza estática, cuyos ‘miles de puntos de asidero sobre el planeta’ simbolizan los distintos conceptos que quieren arrogarse la superioridad por encima de los demás, generando así la competencia que trastoca el sentido del arte, la belleza dinámica no pertenece a nada ni a nadie en particular, por eso ‘está en todas partes sin estar en ninguna’; esto quiere decir que lo verdaderamente importante es la belleza en sí, que ‘está en todo lugar’, y no el individuo que la estatiza, la entroniza y profita de ella. La belleza dinámica corta definitivamente las cadenas que restringen y limitan al arte, siendo así posible hallar belleza donde antes estaba prohibido. La belleza dinámica requiere un giro total en la actitud del ser humano, aquella carente de beligerancia donde se está dispuesto a amar todo y a experimentar esa ‘reconciliación con el mundo entero’ que nos confiesa Rubén de Loa.

i‘El arte es búsqueda y búsqueda’/i es una frase que Juan Emar pone más adelante en boca de Rubén de Loa cuando éste ya ha adoptado en sí la verdad de la belleza dinámica, lo que le permitirá extender su búsqueda hacia miles de puntos distintos.

Ahora nos queda adentrarnos en algunos puntos sobre esta búsqueda, que encarnada en Rubén de Loa discurrirá sobre varios asuntos que atañen al compromiso del hombre con aquella remota región del arte; las tentaciones de la sociedad y el capitalismo que amenazan a su obra, convirtiéndola en un mero negocio a través del cual conseguir beneficios materiales, acceder a una jerarquía social más elevada, etc. Elementos todos a los que Juan Emar opone una actitud espiritual emancipada de tales pretensiones; porque para él los artistas son médiums en los que aquella región superior del arte revela su mensaje y que necesariamente deben renunciar a todas las finalidades individualistas que nos impone la sociedad, la felicidad mundana primero que todas, porque para el hombre Juan Emar la felicidad primera es muy otra: ser un verdadero artista es decir, ese médium, un apóstol, renunciando a todo lo demás.

A continuación veremos un pasaje en que Rubén de Loa habla sobre un aspecto de la búsqueda en el arte reflejado en la actitud del ser humano que ha hecho conciente en sí mismo la voluntad de no limitarse a nada que obstruya su tarea:

i‘‘No debe el artista tener ideas preconcebidas y decirse: ‘voy a hacer gracia, voy a hacer dramatismo, voy a hacer alegoría, y otras cosas por el estilo’. Debe el artista decirse únicamente: ‘voy a hacer plástica’. ¡Nada más! Luego, esta plástica, le dirá si él es gracioso o si es dramático o si es alegórico o lo que sea. Así su obra realizará aquello de ‘conócete a ti mismo’. De igual modo debe proceder ante el natural. No debe buscar con una idea en la cabeza. Debe buscar, lo repito, plástica y tan sólo plástica’’/i (Tercer Pilar, tomo I, página 1252).

Conocerse a sí mismo. Creo ver resumida en esta frase una de las premisas de la escritura de Juan Emar, empresa que no habría sido posible de haber sabido qué iba a escribir. Y esto independientemente del género literario al que el artista se dedique, porque la narrativa al menos requiere de cierta estructura para contar la historia (aunque el mismo Juan Emar sostiene que simplemente es incapaz de escribir de la manera convencional, como quien, por ejemplo, hace descripciones sicológicas de un personaje). En el siguiente pasaje se vislumbra la misma preocupación de Rubén de Loa sobre esta actitud de búsqueda, enfatizando su crítica hacia aquellos artistas que anhelan alcanzar un estilo propio, primero porque el hallazgo de dicho estilo es el comienzo de la imposibilidad de emprender la búsqueda –puesto que con un estilo se corre el riesgo de repetir una misma fórmula-, y segundo porque al ser un artista reconocido por su estilo se expone a ser sobornado por esa sociedad que, al reconocerlo en todos sus trabajos, transformará su arte en una mercancía, con lo cual su obra no podrá realizar entonces la búsqueda que le ofrece el infinito:

i‘‘En pintura no se trata de alcanzar un estilo propio, una manera propia, sino, por el contrario, de huir de cada manera y de cada estilo que empieza a hacerse propio. ¡Cuántos tienen como ideal que una tela de ellos sea reconocida a lo lejos y al primer vistazo! Este es el mal. Hay que huir de una tela reconocible. El arte es búsqueda y búsqueda. ¿Qué podemos saber sobre lo que se va a encontrar? ¡Oh, felices tiempos los de los conquistadores! ¡Cada paso a un desconocido! ¡El misterio alrededor de uno! Entonces… caminar, caminar. Cada encrucijada es el comienzo de un infinito.

‘‘Los pintores prefieren hoy tener un estilo. Los mercaderes de la pintura así lo exigen. ¡Que se sepa, a primera vista, que aquella obra es de usted y no de otro! ¡Aprenda usted un oficio y hágalo hasta caer desfallecido! Entonces, a través de bellezas sin fin, de sorpresas que me atisban, de secretos que se me iban a conferir, entonces paso, sin verlos, sin parar mientes en ellos, paso y sigo repitiendo el estilo que he adoptado, ¡mi estilo!, para que la gente diga sin vacilar: ‘Un cuadro de Fulano, un cuadro de Zutano…’¡Horror!’’/i (Tercer Pilar, tomo I, página 1275).

Horror que no nos impedirá preguntarnos ¿es acaso tan nefasto que un artista logre su propio estilo? Sí y no. Porque unos cínicos seríamos si negásemos que el mismo Juan Emar selló su estilo propio, quizá el estilo de no tener ningún estilo definido; o tal vez sea una metáfora agresiva que se opone a ese estilo que lucra con el arte. Lo que de todos modos pienso que hay que considerar es la circunstancia en que Juan Emar forjó su escritura, pues entonces como ahora, y como siempre, el modelo nacional ejercía una violenta discriminación silenciosa sobre aquellos artistas que no se alistaban en las filas de la Academia, aquel foco artístico de la burguesía desde donde se regulaban los criterios estéticos convenientes al pensamiento conservador. Por lo que, creo, necesario es comprender cuán afectado se sintió el mismo Juan Emar al hallar ese muro infranqueable para su obra, lo que lo llevó a emprender su búsqueda dentro de una espiritualidad que lo ayudaría, como él dijera, a ‘librarme de esta maldita tierra’, derivando en ese ostracismo radical en que pasó sus últimos 30 años, sin los cuales Umbral nunca habría visto la luz.

Alberto Quilapan
Valparaíso, 21 de Octubre del 2006.
 
yihad,07.11.2006
bUmbral:/b iYo he venido aquí a hablar de mi libro!!!/i
 
albertoquilapan,07.11.2006
bueno el texto anterior lo hice con mucho cariño para quienes se interesen en esta escritura, a mi iUmbral/i me ha cambiado la vida ¡y eso que todavía no llego a la mitad! Pero allá la veo y una mezquina luz chisporroteó en mi mente...

iCrónica hecha ficción de lo vivido unos días atrás/i

Realmente nunca esperé volver a ver a mi amigo Emiliano Alcides, después de esa horrorosa noche del 8 de Agosto del 2027 en Valparaíso en que me sentí que había quedado incomunicado para siempre; yo sólo escuchaba a lo lejos los rumores de que la ciudad se había convertido en un montón de islas informes, mas ¿cómo comprobarlo con mis propios anteojos si yo había quedado encerrado en medio de los anaqueles de mi librería ‘Apoteosis’? Recuerdo que me encontraba una mañana meditando en tan terrible asunto cuando oí unos golpes, como quien llama a una puerta, venir por debajo del suelo. Me incorporé sobresaltado por entre medio de las páginas y procedí a retirar la alfombra; entonces vi la compuerta de madera que comunicaba con el sótano abandonado y pregunté:

- ¿Quién vive?

La voz del mundo entero pareció replicar:

- C’est moi, monsieur! C’est moi!

No bien abrí la compuerta con su crujido de viejos goznes cuando unos ojos sonrientes me saludaban desde la oscuridad. Pronto el humo que anegaba mi Apoteosis se asemejó a un fumadero de opio. Pronto, la amistosa voz añejada en roble francés me transportó a un rincón del bar ‘La Pupila Insomne’ junto a sus alegres y tristes comensales. Pronto, el sombrero que coronaba el cacumen de quien hacia mí su amistad profesaba me retrotrajo hacia el gris de las calles de Paris.

- ¡Buenos… días, tardes, noches? - ¿pero cómo saberlo si, ya en este encierro, perdido había toda noción de claridad y o u obscuridad? - ¡Buenas tenga usted, monsieur Gilbert Moulin!

- ¡Muy buenas, mon ami Quilapàn! ¡Sabía, yo sabía que aquí y no en otro lado se hallaría usted! – me saludó Moulin, tras lo cual se despojó de una linterna adosada a su sombrero y arrojó a un lado un set de herramientas compuestas por una pala y una picota.

- ¿Qué hace usted con esa pala y ese casco de minero? – pregunté estupefacto. Díjome:

- ¿Y cómo cree que he llegado hasta acá?

Era cierto. Nadie, desde aquella noche nefasta para Valparaíso, ni podido ni querido visitado me había en la ‘Apoteosis’. Monsieur Gilbert Moulin me explicó con suma seriedad su industria para dar con mi librería. Me reí. ¡Jajajajaja! Le pregunté enjugándome las lágrimas de hilaridad:

- ¿De Valparaíso dice que ha venido a visitarme? ¡Jijijiji! ¡pas posible mon ami! ¿o me va a decir usted que también se ha quedado encerrado en su casa sin percatarse de que Valparaíso ha meses que sucumbió víctima del más brutal y justiciero terremoto?

Pero antes de terminar yo mi pregunta, monsieur Moulin meneaba su cabeza negando, con una malévola sonrisa de niño bailándole en los labios.

- Usted parece que ha olvidado mi llegada ataviado de minero – me dijo mirándome y sacudiéndose su abrigo azul eléctrico -. Le repito y le confirmo que he llegado de Valparaíso merced a mi acabado conocimiento de los muchos y muchos túneles que sin importar tiempo ni calendario conectan la ciudad con su pasado, presente y futuro, con este punto, aquél y el de más allá.

Sentí que tras oír esto, la sangre se me helaba y a mis ojos se precipitaba la visión final de la muerte. Afortunadamente monsieur Gilbert Moulin desenfundó algo de su abrigo con lo que me abaniqué el rostro para recuperarme. Era un calendario, el calendario de una panadería de la que yo también era muy asiduo y que ofrecía sus servicios en el año de ¡¡1967!!

- Pero ¿qué hace usted con un calendario de 1967? ¡cómo tanto cachureo! – le pregunté casi gritando, ofendido en mi inteligencia.

Me contestó tranquilo, encendiendo su pipa:

- Es que de allá vengo, mon ami, del añorado Valparaíso de 1967, cuando yo cursaba entonces mis estudios de contabilidad. Allá he decidido radicarme; usted sabe, yo tampoco termino de acostumbrarme a la vida actual, en estas islas que sólo son islas y donde ya no es posible nombrar a Valparaíso.

Después recuerdo que monsieur Gilbert Moulin me contó que, para dar con mi librería, no había hecho más que recordar su antigua ubicación a una cuadra y media de la Avenida Argentina, tras lo cual se precipitó en pleno día de pleno año de 1967, a cavar un agujero más o menos en la mitad de la avenida; ubicó las cloacas anacrónicas e inmortales que enhebran el gran subterráneo hacia todos los Valparaísos, y, haciendo uso de sus antiguos conocimientos de cálculo infinitesimal, se arriesgó en cavar un nuevo atajo o conducto que traerlo pudiera hasta el abandonado presente de mi librería.

- ¡Y aquí me tiene mon ami, en el Valparaíso del 2027! ¡Voilá!

- ¡En lo que fue Valparaíso, querrá decir! –porque yo, pese a la alegría de volver a ver a mi amigo, en fin a alguien, no lo podía creer.

Más tarde nos pusimos a conversar sobre otras cosas, nos servimos un café y hablando de libros y más libros nos acercamos a mi escritorio. Moulin ponderó un tremendo libro abierto en una página designada con cuatro dígitos, contando varios más que los que se cuentan al final del Quijote. Vale.

- Sigo leyendo las biografías de mi amigo Onofre Borneo con más devoción que nunca –le dije-. Justo en esta página hay un pasaje del que me gustaría hablarle, monsieur. En este pasaje mi amigo Borneo se engolfa en una conversación sobre lo que él supone es el deber de todo artista: recogerse del mundo para escuchar la voz de aquella región del arte que nos dicta en nuestro silencio la obra en sí. Porque nosotros no debemos apoderarnos del arte
sino todo lo contrario. El pasaje trata de un recuerdo de Onofre Borneo acerca de Fra Angélico, un pintor medieval que se encontraba en plena faena creadora. Yo sólo recuerdo una frase que me ha quedado grabada a fuego en mi menguada mente, monsieur:

‘Fra Angélico pintaba en trance. No corregía nunca.’

- ¡No corregía nunca! ¿Se da usted cuenta? A veces dudo y hasta reniego con asco de lo que pienso a menudo: No corregir nunca quiere decir respetar el rito sagrado que se impone entre el artista y la obra; un significado intrínseco de la creación que debe ser espontáneo, donde el artista ha de caer en el trance a que está predestinado. Debe pintar lo que se le dicta en ese instante de delirio. Lo que viene después, las correcciones, las aspiraciones de crear un estilo propio o una perfección, ¡pas posible!, ¡caprichos que nos comen por adentro como la peor droga! Pero como le digo, a veces dudo y reniego de mí mismo.

Mi amigo no dijo nada ante la exaltación con que yo citaba las frases del libro; pero yo con todo lo que lo conozco supuse que en su silencio ponía en entredicho tales convicciones al ascender a los cielos shakespeareanos de los que él es un resuelto arcángel con trompeta y todo, y oropeles. Por mucho que niegue su purismo al calor de nuestra conversación.

- Monsieur Gilbert Moulin piensa –me dije para mi silencio- que de ser la escritura en trance y sin poscorrección la verdadera voz superior del arte, el célebre dramaturgo habría escrito tantas y tantas obras como imposible fuera leerlas todas en vida.

Y entonces se hizo entre ambos un silencio como sobre rieles, porque al adivinar yo cuáles serían los pensamientos del arcángel guardián del padre fantasma de Hamlet, que lo escribió, me puse a meditar que tal vez…; no, ¡de seguro!, eso es, de seguro que en esa época no fue ni con mucho necesaria una innovación del arte hasta llegar al extremo de una creación en trance, y que por lo mismo era desconocida y sólo vería la luz siglos más adelante, concretándose en las ideas que yo le había compartido a Moulin; pero de súbito me asaltó la idea de que Fra Angélico pudo muy bien ser anterior a Shakespeare, con lo que mi hipótesis del desarrollo del arte a través del tiempo se derrumbaba como quien sopla una velita. Entonces ante tal silencio no pude más y preferí concluir que no había forma ni motivos para superponer una concepción de arte sobre la otra.

Así y nada le dije a Gilbert Moulin que esa reflexión me había incentivado a anotar todo cuanto me pareciera relevante en el suceder cotidiano, y que lo más probable era que pronto anotaría el feliz rencuentro entre ambos, librándome después de meses de esta terrible soledad que de cuando en cuando se cierne sobre la librería.

- He decidido hacer un viaje –le dije desde el escritorio-. Afortunadamente o no ni la telefonía ni la Internet han sucumbido todavía y hace poco me llegó la invitación de Emiliano Alcides para ir a habitar por unos días la nueva apacible morada que en Coquimbo ha encontrado. Un barco fantasma.

A lo que Moulin nada contestó pues ya estaba muy de narices hojeando las páginas de ‘El Diablo’ de Giovanni Papini donde según parece espera encontrar alguna respuesta de redención a ciertos móviles que el ha sentido impulsarse en su interior por obra de Belcebú.

Entonces y sin decir nada cogí mis alforjas y partí en lancha rumbo al Norte hacia el Coquimbo de Octubre del 2006, confiado en que Moulin no tendría más que deshacer su camino hecho a picota y pala cuando regresar quisiera al Valparaíso de 1967.

------------------------------------------------------

De madrugada la lancha tocó tierra en la amplia bahía de Coquimbo. Minutos después un bostezo de orangután o de Chewbacca- cuyas repeticiones se debieron claramente a una intención de arte pro-zoomórfica- me indicaron allá en un cerro la latitud exacta en que se hallaba la nueva morada de Emiliano Alcides. Descendió éste aún bostezando con ojos entrecerrados, ejecutando por las escaleras un zigzag entre el cerro y la playa, el cerro y la playa, hasta que cerro y playa fueron un solo punto y Alcides se detuvo y con sus anteojos circulares –que encontró por cuéa a luka y vende en $50 mil- me saludó riendo sin maldad.

- Espero que el viaje no te haya agotado más de lo conveniente –me dijo- porque para llegar a la Margot hemos menester practicar el mismo zigzag entre cerro y playa que, no lo dudo, me viste hacer recién.

- ¿La Margot? –preguntéle de inmediato-. No me digas que ahora habitas ¡en el amor de una mujer!

- Nada de eso, Kilafláite- dijo riendo (o rió diciendo, da igual)-, es que así se llama la casita en que ahora vivimos con Aurora. Lleguemos arriba y verás. En efecto ascendimos con calma, tranquilidad y parsimonia y todo lo cual cabe realizar sin mayor priesa, y así el zigzag entre playa y cerro se fue dibujando tras nuestros pasos.

Fuimos dos diminutos puntos del orbe allá en la cima del cerro coquimbano, y la distancia se hizo, inequívoca, extendiéndose hacia la playa que ahora divisábamos allá lejos. Emiliano Alcides cerró un ojo para calcular algo y ayudado por la garra petrificada de su índice, que él dice usa para tocar guitarra, me indicó en la letanía. Miré:

- Allá puedes ver recalado tiempo ha el buque Margot Maria Stengel –me dijo Alcides-, que le ha dado con razón el nombre a nuestra casa. Te lo repito, no fui yo quien por capricho bauticé así a la casa sino la casa misma la que ha reclamado tal nombre para sí.

Yo miraba la fachada de la casa y, aparte de su color sandía pálida –pensé que emulaba el óxido propio de un viejo buque en altamar- no hallé más motivo para distinguirla de las demás. Y como si Alcides hubiese leído mi mente en ese instante, dijo:

- Hay que entrar.

Lo primero que llamó mi curiosidad fue la risilla de una viejecita muy pícara que supuse era la ama de llaves que acudía presta a recibirnos. No había nadie tras la puerta. Y Emiliano me dijo que era la puerta que daba un chirrido de lo vieja que estaba. (Entonces y sin saber yo por qué me acordé que la compuerta de mi librería también dio un chirrido cuando llegó monsieur Gilbert Moulin, y me pregunté qué libro estaría leyendo temblando de miseria ante los renglones amarillos, o durmiendo con la boca abierta, el libro entreabierto en sus manos)

Pero yo puedo asegurar que ese ruido se parecía más a la risa de una vieja traviesa que al quejido de una puerta que se abre.

Enseguida todo se trastocó alrededor, y los sentidos percibieron la atmósfera interior de un buque: el constante vaivén, la oscuridad de sus gabinetes conectados por estrechos pasadizos. No había duda: estábamos dentro del Margot Maria Stengel. Alcides aclaró la sala descorriendo la cortina que ocultaba una ventana ojo de buey. Por ella miramos: ante nuestra vista se ofrecía la playa de Coquimbo; me dieron ganas de saltar por esa ventana hacia la arena. Desde la playa veíamos también los cerros y pudimos distinguir la misma casa color sandía a la que habíamos ingresado. Un sobresalto me invadió: ¿Cómo era que desde el interior habitábamos un barco náufrago en la bahía y al traspasar la puerta nos hallábamos en lo alto de Coquimbo?

- Es lo mismo que me pregunto yo –dijo Alcides-. El hecho es que, desde que comenzamos a habitar esta casa me dio la impresión de haber ingresado a un buque cuyas paredes me susurran su nombre: Margot… Margot…

Le dije:

- Al menos el centro te queda a unos cuantos pasos si sales por la ventana.

- No se puede. Estas ventanas ojos de buey están selladas al buque. Además el zigzag entre playa y cerro es una práctica asaz saludable.

En eso estábamos cuando un rumor desde la cocina se dejó escuchar. Era Aurora Tulahuén que nos invitaba a la mesa con una bandeja surta de los más variados manjares a base de cannabis; había mate, ensaladas, leche y pan hechos de esa planta.

- Nada mejor para el constante mareo de a bordo en nuestra casa –dijo Aurora-. Otro mareo más alucinógeno y confortable.

Desayunamos los tres, aunque Emiliano apenas probó bocado.

- La semana pasada asistimos a un congreso internacional de gastronomía canábica –me comentó Aurora- y Emiliano abusó tanto de su estómago que no bien llegó a casa vomitó matas enteras, el budín de semillas y el canapé de cogollos.

- Ahora te enseñaré la cubierta de la Margot –me dijo Alcides-, y conocerás al pintor Zoroastro Rodríguez.

Algo increíble descubrí en el acceso a cubierta, algo así como el eslabón perdido que explicaba esa extraña sensación de estar habitando dos lugares tan distantes como una casa en un cerro y un buque varado en la playa: la popa de la Margot estaba engastada a unas rocas desnudas que la anclaban al cerro en esa parte de su estructura. Mas si uno se precipitaba a la ventana ojo de buey que filtraba la luz de esa mañana, veía uno la orilla de la playa, las olas galopando sin descanso, y el cerro más allá coronado por la Cruz del Tercer Milenio.

- Desde que miré esa Cruz he sentido resucitar en mí el más puro espíritu cristiano. ¡Ah! Pero no aquel cristianismo entronizado en los oros del Vaticano, sino aquel ferviente anhelo de paz subterránea de las catacumbas –díjome Alcides continuando nuestro camino a cubierta-. Paz, querido Kilafláite, que no puede sino ser una sola con la total y completa satisfacción de la libido indicada por Freud. Satisfacción ésta que no puede llevarse a cabo más que mediante la milenaria práctica del Kamasutra. Práctica que como auténtica ofrenda al Jesús Cristo ha de culminar en el absoluto renunciamiento a todo principio de placer mundano. Placer pues, digno de aunarse en armonía con los Diez Mandamientos. Es por eso que junto con Aurora hemos querido rendir testimonio de nuestra feliz conversión aquí en la Margot, con imágenes que den prueba de nuestra voluntad. Mi amigo Zoroastro Rodríguez se encuentra ahora en cubierta, ocupado en los primeros trazos que ilustrarán las distintas posturas de este Kamasutra Cristiano, tales como ‘No matarás – Cara a cara’; ‘No desearás a la mujer de tu prójimo – Salvaje’. En fin, para iniciarse en este apostolado menester es practicarlo al pie de la cama. ¡Ea! ¡Subamos!

Subimos. La Margot se abandonaba a su cadencia, ancladas a las rocas del cerro coquimbano. Hasta que llegamos a cubierta, que no era sino la más alta y espaciosa habitación de Alcides y Aurora. En la muralla que miraba hacia la playa se abría una ventana ornada de un cortinaje azul cobalto. Sobre el trozo de pared en que se alargaba el visillo, el pintor Zoroastro Rodríguez practicaba los trazos de una nueva postura del Kamasutra Cristiano. Al vernos, dijo el eximio pintor:

- ¡Qué dicha he hallado pintando vuestra cubierta! ¡Si me siento como el mismísimo Roberto Matta ante los muros de Algarrobito! Contemplad, Emiliano, cómo este gozoso Via Crucis de dos cuerpos desnudos cargando la cruz del placer se va haciendo a lo largo de vuestra recámara. ¡Si hasta parece que siento bajar de los cielos el orgasmo redentor! Ah, ya lo sabréis amigos, cuando dé final a estas figuras, ¡ya lo sabréis!

Así habló Zoroastro Rodríguez. Y por la ventana, poco a poco, vimos cómo la noche se remontaba hacia nosotros, sobre las olas.
---------------------------------------------------

Desperté en una recámara lateral que Alcides había dispuesto para descansar del ajetreo del viaje. Después de todo cualquiera ha de terminar exhausto si se viaja por mar desde el Valparaíso del 2027 al Coquimbo de octubre del año 2006. Nos reunimos todos a desayunar en el gabinete central de la Margot. Luego nos dispersamos. Con Emiliano Alcides franqueamos la puerta de calle y, por primera vez desde mi ingreso ayer a ese verdadero buque, nos volvimos a encontrar en lo alto del cerro.

- Vamos a la Universidad de La Sirena –me dijo Alcides-. Tengo que ver un asunto para nuestra revista de arte y luego visitaremos a la compañera Meche Recova. En la Universidad de La Sirena nos metimos a una gran sala de diseño gráfico donde mi amigo fue a buscar los afiches para la convocatoria de la revista Fe Mata que él dirige junto a la poeta Alpa China.

¡Qué afiches tan únicos, tan… rupturistas! Decenas, docenas de tazas de wáter apiladas en un cementerio cualquiera. De las bocas de los wáters emergen los bustos de Neruda, la Mistral; Bolaño, Cortázar. Sería largo enumerar aquí. Porque no sólo de extensión vive la escritura experimental, sino también de la aguda pluma ensangrentada de nuestro Señor Belcebú. Matamos el tiempo en la cafetería de la Universidad conversando un café. De pronto…

- ¡Mira! –Dice Alcides- ¡Son los Trovarios!

De verdad eran ellos, el Juan Carlos Labrín que había organizado el encuentro aquí mismo el año pasado, y el Pablo León… ¡pero qué cara la del muchacho ese! Y hay gente que es feliz con tan poco.

- Tampoco –dijo Pablito León con la mueca más natre que, usted esclarecido lector, se digne hacer ante el espejo-.

Desde nuestra mesa escuchamos a Juan Carlos que le indicaba al Pablo un perro olisqueando debajo de las mesas y le dijo:

- Ahí po, hijo, él estudia psiquiatría aquí en la Universidad.

Los Trovarios se rieron, pero no mucho. El perro se echó por allí.

- Claro que ahora no atiende. Tenís que pedir hora pa más tarde.

Yo terminé mi café y Alcides aspiró otra bocanada de aire; luego dijo vamos a ver a la Meche Recova y lo seguí. Llegamos donde una flaca muy chora metida en una cola de sirena. Claro, la Meche Recova, si me acuerdo haberla visto en el Trovarios del año pasado; se puso a conversar con nosotros, parece que salió de un ensayo porque venía dando saltitos dentro de una cola de sirena igual que los niños cuando hacen carreras de sacos, así, y dijo que iría a la noche a la Margot a visitarnos; y ¿qué hacís metida en esa cola de sirena? Le preguntó Alcides.

- Es que estamos en el taller de persuasión, tú cachái, de cómo convencer a los auditorios de lo que estái exponiendo, y estamos viendo los cantos subliminales con que las sirenas fascinaban a los navegantes, el profe dice que mientras más inconsciente más al hueso es el tarascón.

- Pero qué increíble –dijimos a coro con Alcides; conversamos algo más y luego la Meche regresó al taller dando más saltitos.

Por lo que entre tantos afiches con wáter y escritores, y tanto perro siquiatra y trovadores y sirenas, con Alcides nos encaminamos a un restorán que los yoghis tienen allá cerca de la U de la Sirena. El menú para estudiantes venía en una bandeja: ensalada de meditación aliñada con elongación del espíritu; de plato de fondo había arroz con paz salteada en aceite de renunciamiento, y además nos dieron un vasito con agüita de hierba de la planta azul de la beatitud. Una digestión digna del Cielo a sólo 6 gambitas, te paso el dato si tu película es vivir 100 años (no escribas como escribo yo).

En el fondo del restorán nos hacía señas el cantautor Amílcar Compaña y nos sentamos a su mesa. Ustedes que leyeron el menú se imaginan cuán nutritivo ha de haber estado. Tanto, que yo esa tarde hubo un momento en que dudé haber comido tanto. Después de eso nos fuimos a beber cerveza y a escuchar las canciones de Amílcar Compaña en una picá del centro, la Maruja Pécora. Compaña se entusiasmó y nos acompañó –por algo se llama así- hasta esa noche en la Margot en que también nos visitó la poeta Alpa China que, como llegó muy tarde no pude escribir más sobre ella; también apareció la Meche Recova con unos amigos que andaban con un taca-taca a cuestas, transmitiendo todo el rato, hasta que Alcides ponderó la propedéutica actual y hasta ahí no más llegó el carrete; además ya era de día nuevamente y yo regresé sin más al retiro bibliófilo de mi librería.

Dedicado a Emiliano Alcides,
Coquimbo – Valparaíso,
17 de octubre del 2006.
 
yihad,07.11.2006
 
albertoquilapan,07.11.2006
bueno el texto anterior lo hice con mucho cariño para quienes se interesen en esta escritura, a mi iUmbral/i me ha cambiado la vida ¡y eso que todavía no llego a la mitad! Pero allá la veo y una mezquina luz chisporroteó en mi mente...

iCrónica hecha ficción de lo vivido unos días atrás/i

Realmente nunca esperé volver a ver a mi amigo Emiliano Alcides, después de esa horrorosa noche del 8 de Agosto del 2027 en Valparaíso en que me sentí que había quedado incomunicado para siempre; yo sólo escuchaba a lo lejos los rumores de que la ciudad se había convertido en un montón de islas informes, mas ¿cómo comprobarlo con mis propios anteojos si yo había quedado encerrado en medio de los anaqueles de mi librería ‘Apoteosis’? Recuerdo que me encontraba una mañana meditando en tan terrible asunto cuando oí unos golpes, como quien llama a una puerta, venir por debajo del suelo. Me incorporé sobresaltado por entre medio de las páginas y procedí a retirar la alfombra; entonces vi la compuerta de madera que comunicaba con el sótano abandonado y pregunté:

- ¿Quién vive?

La voz del mundo entero pareció replicar:

- C’est moi, monsieur! C’est moi!

No bien abrí la compuerta con su crujido de viejos goznes cuando unos ojos sonrientes me saludaban desde la oscuridad. Pronto el humo que anegaba mi Apoteosis se asemejó a un fumadero de opio. Pronto, la amistosa voz añejada en roble francés me transportó a un rincón del bar ‘La Pupila Insomne’ junto a sus alegres y tristes comensales. Pronto, el sombrero que coronaba el cacumen de quien hacia mí su amistad profesaba me retrotrajo hacia el gris de las calles de Paris.

- ¡Buenos… días, tardes, noches? - ¿pero cómo saberlo si, ya en este encierro, perdido había toda noción de claridad y o u obscuridad? - ¡Buenas tenga usted, monsieur Gilbert Moulin!

- ¡Muy buenas, mon ami Quilapàn! ¡Sabía, yo sabía que aquí y no en otro lado se hallaría usted! – me saludó Moulin, tras lo cual se despojó de una linterna adosada a su sombrero y arrojó a un lado un set de herramientas compuestas por una pala y una picota.

- ¿Qué hace usted con esa pala y ese casco de minero? – pregunté estupefacto. Díjome:

- ¿Y cómo cree que he llegado hasta acá?

Era cierto. Nadie, desde aquella noche nefasta para Valparaíso, ni podido ni querido visitado me había en la ‘Apoteosis’. Monsieur Gilbert Moulin me explicó con suma seriedad su industria para dar con mi librería. Me reí. ¡Jajajajaja! Le pregunté enjugándome las lágrimas de hilaridad:

- ¿De Valparaíso dice que ha venido a visitarme? ¡Jijijiji! ¡pas posible mon ami! ¿o me va a decir usted que también se ha quedado encerrado en su casa sin percatarse de que Valparaíso ha meses que sucumbió víctima del más brutal y justiciero terremoto?

Pero antes de terminar yo mi pregunta, monsieur Moulin meneaba su cabeza negando, con una malévola sonrisa de niño bailándole en los labios.

- Usted parece que ha olvidado mi llegada ataviado de minero – me dijo mirándome y sacudiéndose su abrigo azul eléctrico -. Le repito y le confirmo que he llegado de Valparaíso merced a mi acabado conocimiento de los muchos y muchos túneles que sin importar tiempo ni calendario conectan la ciudad con su pasado, presente y futuro, con este punto, aquél y el de más allá.

Sentí que tras oír esto, la sangre se me helaba y a mis ojos se precipitaba la visión final de la muerte. Afortunadamente monsieur Gilbert Moulin desenfundó algo de su abrigo con lo que me abaniqué el rostro para recuperarme. Era un calendario, el calendario de una panadería de la que yo también era muy asiduo y que ofrecía sus servicios en el año de ¡¡1967!!

- Pero ¿qué hace usted con un calendario de 1967? ¡cómo tanto cachureo! – le pregunté casi gritando, ofendido en mi inteligencia.

Me contestó tranquilo, encendiendo su pipa:

- Es que de allá vengo, mon ami, del añorado Valparaíso de 1967, cuando yo cursaba entonces mis estudios de contabilidad. Allá he decidido radicarme; usted sabe, yo tampoco termino de acostumbrarme a la vida actual, en estas islas que sólo son islas y donde ya no es posible nombrar a Valparaíso.

Después recuerdo que monsieur Gilbert Moulin me contó que, para dar con mi librería, no había hecho más que recordar su antigua ubicación a una cuadra y media de la Avenida Argentina, tras lo cual se precipitó en pleno día de pleno año de 1967, a cavar un agujero más o menos en la mitad de la avenida; ubicó las cloacas anacrónicas e inmortales que enhebran el gran subterráneo hacia todos los Valparaísos, y, haciendo uso de sus antiguos conocimientos de cálculo infinitesimal, se arriesgó en cavar un nuevo atajo o conducto que traerlo pudiera hasta el abandonado presente de mi librería.

- ¡Y aquí me tiene mon ami, en el Valparaíso del 2027! ¡Voilá!

- ¡En lo que fue Valparaíso, querrá decir! –porque yo, pese a la alegría de volver a ver a mi amigo, en fin a alguien, no lo podía creer.

Más tarde nos pusimos a conversar sobre otras cosas, nos servimos un café y hablando de libros y más libros nos acercamos a mi escritorio. Moulin ponderó un tremendo libro abierto en una página designada con cuatro dígitos, contando varios más que los que se cuentan al final del Quijote. Vale.

- Sigo leyendo las biografías de mi amigo Onofre Borneo con más devoción que nunca –le dije-. Justo en esta página hay un pasaje del que me gustaría hablarle, monsieur. En este pasaje mi amigo Borneo se engolfa en una conversación sobre lo que él supone es el deber de todo artista: recogerse del mundo para escuchar la voz de aquella región del arte que nos dicta en nuestro silencio la obra en sí. Porque nosotros no debemos apoderarnos del arte
sino todo lo contrario. El pasaje trata de un recuerdo de Onofre Borneo acerca de Fra Angélico, un pintor medieval que se encontraba en plena faena creadora. Yo sólo recuerdo una frase que me ha quedado grabada a fuego en mi menguada mente, monsieur:

‘Fra Angélico pintaba en trance. No corregía nunca.’

- ¡No corregía nunca! ¿Se da usted cuenta? A veces dudo y hasta reniego con asco de lo que pienso a menudo: No corregir nunca quiere decir respetar el rito sagrado que se impone entre el artista y la obra; un significado intrínseco de la creación que debe ser espontáneo, donde el artista ha de caer en el trance a que está predestinado. Debe pintar lo que se le dicta en ese instante de delirio. Lo que viene después, las correcciones, las aspiraciones de crear un estilo propio o una perfección, ¡pas posible!, ¡caprichos que nos comen por adentro como la peor droga! Pero como le digo, a veces dudo y reniego de mí mismo.

Mi amigo no dijo nada ante la exaltación con que yo citaba las frases del libro; pero yo con todo lo que lo conozco supuse que en su silencio ponía en entredicho tales convicciones al ascender a los cielos shakespeareanos de los que él es un resuelto arcángel con trompeta y todo, y oropeles. Por mucho que niegue su purismo al calor de nuestra conversación.

- Monsieur Gilbert Moulin piensa –me dije para mi silencio- que de ser la escritura en trance y sin poscorrección la verdadera voz superior del arte, el célebre dramaturgo habría escrito tantas y tantas obras como imposible fuera leerlas todas en vida.

Y entonces se hizo entre ambos un silencio como sobre rieles, porque al adivinar yo cuáles serían los pensamientos del arcángel guardián del padre fantasma de Hamlet, que lo escribió, me puse a meditar que tal vez…; no, ¡de seguro!, eso es, de seguro que en esa época no fue ni con mucho necesaria una innovación del arte hasta llegar al extremo de una creación en trance, y que por lo mismo era desconocida y sólo vería la luz siglos más adelante, concretándose en las ideas que yo le había compartido a Moulin; pero de súbito me asaltó la idea de que Fra Angélico pudo muy bien ser anterior a Shakespeare, con lo que mi hipótesis del desarrollo del arte a través del tiempo se derrumbaba como quien sopla una velita. Entonces ante tal silencio no pude más y preferí concluir que no había forma ni motivos para superponer una concepción de arte sobre la otra.

Así y nada le dije a Gilbert Moulin que esa reflexión me había incentivado a anotar todo cuanto me pareciera relevante en el suceder cotidiano, y que lo más probable era que pronto anotaría el feliz rencuentro entre ambos, librándome después de meses de esta terrible soledad que de cuando en cuando se cierne sobre la librería.

- He decidido hacer un viaje –le dije desde el escritorio-. Afortunadamente o no ni la telefonía ni la Internet han sucumbido todavía y hace poco me llegó la invitación de Emiliano Alcides para ir a habitar por unos días la nueva apacible morada que en Coquimbo ha encontrado. Un barco fantasma.

A lo que Moulin nada contestó pues ya estaba muy de narices hojeando las páginas de ‘El Diablo’ de Giovanni Papini donde según parece espera encontrar alguna respuesta de redención a ciertos móviles que el ha sentido impulsarse en su interior por obra de Belcebú.

Entonces y sin decir nada cogí mis alforjas y partí en lancha rumbo al Norte hacia el Coquimbo de Octubre del 2006, confiado en que Moulin no tendría más que deshacer su camino hecho a picota y pala cuando regresar quisiera al Valparaíso de 1967.

------------------------------------------------------

De madrugada la lancha tocó tierra en la amplia bahía de Coquimbo. Minutos después un bostezo de orangután o de Chewbacca- cuyas repeticiones se debieron claramente a una intención de arte pro-zoomórfica- me indicaron allá en un cerro la latitud exacta en que se hallaba la nueva morada de Emiliano Alcides. Descendió éste aún bostezando con ojos entrecerrados, ejecutando por las escaleras un zigzag entre el cerro y la playa, el cerro y la playa, hasta que cerro y playa fueron un solo punto y Alcides se detuvo y con sus anteojos circulares –que encontró por cuéa a luka y vende en $50 mil- me saludó riendo sin maldad.

- Espero que el viaje no te haya agotado más de lo conveniente –me dijo- porque para llegar a la Margot hemos menester practicar el mismo zigzag entre cerro y playa que, no lo dudo, me viste hacer recién.

- ¿La Margot? –preguntéle de inmediato-. No me digas que ahora habitas ¡en el amor de una mujer!

- Nada de eso, Kilafláite- dijo riendo (o rió diciendo, da igual)-, es que así se llama la casita en que ahora vivimos con Aurora. Lleguemos arriba y verás. En efecto ascendimos con calma, tranquilidad y parsimonia y todo lo cual cabe realizar sin mayor priesa, y así el zigzag entre playa y cerro se fue dibujando tras nuestros pasos.

Fuimos dos diminutos puntos del orbe allá en la cima del cerro coquimbano, y la distancia se hizo, inequívoca, extendiéndose hacia la playa que ahora divisábamos allá lejos. Emiliano Alcides cerró un ojo para calcular algo y ayudado por la garra petrificada de su índice, que él dice usa para tocar guitarra, me indicó en la letanía. Miré:

- Allá puedes ver recalado tiempo ha el buque Margot Maria Stengel –me dijo Alcides-, que le ha dado con razón el nombre a nuestra casa. Te lo repito, no fui yo quien por capricho bauticé así a la casa sino la casa misma la que ha reclamado tal nombre para sí.

Yo miraba la fachada de la casa y, aparte de su color sandía pálida –pensé que emulaba el óxido propio de un viejo buque en altamar- no hallé más motivo para distinguirla de las demás. Y como si Alcides hubiese leído mi mente en ese instante, dijo:

- Hay que entrar.

Lo primero que llamó mi curiosidad fue la risilla de una viejecita muy pícara que supuse era la ama de llaves que acudía presta a recibirnos. No había nadie tras la puerta. Y Emiliano me dijo que era la puerta que daba un chirrido de lo vieja que estaba. (Entonces y sin saber yo por qué me acordé que la compuerta de mi librería también dio un chirrido cuando llegó monsieur Gilbert Moulin, y me pregunté qué libro estaría leyendo temblando de miseria ante los renglones amarillos, o durmiendo con la boca abierta, el libro entreabierto en sus manos)

Pero yo puedo asegurar que ese ruido se parecía más a la risa de una vieja traviesa que al quejido de una puerta que se abre.

Enseguida todo se trastocó alrededor, y los sentidos percibieron la atmósfera interior de un buque: el constante vaivén, la oscuridad de sus gabinetes conectados por estrechos pasadizos. No había duda: estábamos dentro del Margot Maria Stengel. Alcides aclaró la sala descorriendo la cortina que ocultaba una ventana ojo de buey. Por ella miramos: ante nuestra vista se ofrecía la playa de Coquimbo; me dieron ganas de saltar por esa ventana hacia la arena. Desde la playa veíamos también los cerros y pudimos distinguir la misma casa color sandía a la que habíamos ingresado. Un sobresalto me invadió: ¿Cómo era que desde el interior habitábamos un barco náufrago en la bahía y al traspasar la puerta nos hallábamos en lo alto de Coquimbo?

- Es lo mismo que me pregunto yo –dijo Alcides-. El hecho es que, desde que comenzamos a habitar esta casa me dio la impresión de haber ingresado a un buque cuyas paredes me susurran su nombre: Margot… Margot…

Le dije:

- Al menos el centro te queda a unos cuantos pasos si sales por la ventana.

- No se puede. Estas ventanas ojos de buey están selladas al buque. Además el zigzag entre playa y cerro es una práctica asaz saludable.

En eso estábamos cuando un rumor desde la cocina se dejó escuchar. Era Aurora Tulahuén que nos invitaba a la mesa con una bandeja surta de los más variados manjares a base de cannabis; había mate, ensaladas, leche y pan hechos de esa planta.

- Nada mejor para el constante mareo de a bordo en nuestra casa –dijo Aurora-. Otro mareo más alucinógeno y confortable.

Desayunamos los tres, aunque Emiliano apenas probó bocado.

- La semana pasada asistimos a un congreso internacional de gastronomía canábica –me comentó Aurora- y Emiliano abusó tanto de su estómago que no bien llegó a casa vomitó matas enteras, el budín de semillas y el canapé de cogollos.

- Ahora te enseñaré la cubierta de la Margot –me dijo Alcides-, y conocerás al pintor Zoroastro Rodríguez.

Algo increíble descubrí en el acceso a cubierta, algo así como el eslabón perdido que explicaba esa extraña sensación de estar habitando dos lugares tan distantes como una casa en un cerro y un buque varado en la playa: la popa de la Margot estaba engastada a unas rocas desnudas que la anclaban al cerro en esa parte de su estructura. Mas si uno se precipitaba a la ventana ojo de buey que filtraba la luz de esa mañana, veía uno la orilla de la playa, las olas galopando sin descanso, y el cerro más allá coronado por la Cruz del Tercer Milenio.

- Desde que miré esa Cruz he sentido resucitar en mí el más puro espíritu cristiano. ¡Ah! Pero no aquel cristianismo entronizado en los oros del Vaticano, sino aquel ferviente anhelo de paz subterránea de las catacumbas –díjome Alcides continuando nuestro camino a cubierta-. Paz, querido Kilafláite, que no puede sino ser una sola con la total y completa satisfacción de la libido indicada por Freud. Satisfacción ésta que no puede llevarse a cabo más que mediante la milenaria práctica del Kamasutra. Práctica que como auténtica ofrenda al Jesús Cristo ha de culminar en el absoluto renunciamiento a todo principio de placer mundano. Placer pues, digno de aunarse en armonía con los Diez Mandamientos. Es por eso que junto con Aurora hemos querido rendir testimonio de nuestra feliz conversión aquí en la Margot, con imágenes que den prueba de nuestra voluntad. Mi amigo Zoroastro Rodríguez se encuentra ahora en cubierta, ocupado en los primeros trazos que ilustrarán las distintas posturas de este Kamasutra Cristiano, tales como ‘No matarás – Cara a cara’; ‘No desearás a la mujer de tu prójimo – Salvaje’. En fin, para iniciarse en este apostolado menester es practicarlo al pie de la cama. ¡Ea! ¡Subamos!

Subimos. La Margot se abandonaba a su cadencia, ancladas a las rocas del cerro coquimbano. Hasta que llegamos a cubierta, que no era sino la más alta y espaciosa habitación de Alcides y Aurora. En la muralla que miraba hacia la playa se abría una ventana ornada de un cortinaje azul cobalto. Sobre el trozo de pared en que se alargaba el visillo, el pintor Zoroastro Rodríguez practicaba los trazos de una nueva postura del Kamasutra Cristiano. Al vernos, dijo el eximio pintor:

- ¡Qué dicha he hallado pintando vuestra cubierta! ¡Si me siento como el mismísimo Roberto Matta ante los muros de Algarrobito! Contemplad, Emiliano, cómo este gozoso Via Crucis de dos cuerpos desnudos cargando la cruz del placer se va haciendo a lo largo de vuestra recámara. ¡Si hasta parece que siento bajar de los cielos el orgasmo redentor! Ah, ya lo sabréis amigos, cuando dé final a estas figuras, ¡ya lo sabréis!

Así habló Zoroastro Rodríguez. Y por la ventana, poco a poco, vimos cómo la noche se remontaba hacia nosotros, sobre las olas.
---------------------------------------------------

Desperté en una recámara lateral que Alcides había dispuesto para descansar del ajetreo del viaje. Después de todo cualquiera ha de terminar exhausto si se viaja por mar desde el Valparaíso del 2027 al Coquimbo de octubre del año 2006. Nos reunimos todos a desayunar en el gabinete central de la Margot. Luego nos dispersamos. Con Emiliano Alcides franqueamos la puerta de calle y, por primera vez desde mi ingreso ayer a ese verdadero buque, nos volvimos a encontrar en lo alto del cerro.

- Vamos a la Universidad de La Sirena –me dijo Alcides-. Tengo que ver un asunto para nuestra revista de arte y luego visitaremos a la compañera Meche Recova. En la Universidad de La Sirena nos metimos a una gran sala de diseño gráfico donde mi amigo fue a buscar los afiches para la convocatoria de la revista Fe Mata que él dirige junto a la poeta Alpa China.

¡Qué afiches tan únicos, tan… rupturistas! Decenas, docenas de tazas de wáter apiladas en un cementerio cualquiera. De las bocas de los wáters emergen los bustos de Neruda, la Mistral; Bolaño, Cortázar. Sería largo enumerar aquí. Porque no sólo de extensión vive la escritura experimental, sino también de la aguda pluma ensangrentada de nuestro Señor Belcebú. Matamos el tiempo en la cafetería de la Universidad conversando un café. De pronto…

- ¡Mira! –Dice Alcides- ¡Son los Trovarios!

De verdad eran ellos, el Juan Carlos Labrín que había organizado el encuentro aquí mismo el año pasado, y el Pablo León… ¡pero qué cara la del muchacho ese! Y hay gente que es feliz con tan poco.

- Tampoco –dijo Pablito León con la mueca más natre que, usted esclarecido lector, se digne hacer ante el espejo-.

Desde nuestra mesa escuchamos a Juan Carlos que le indicaba al Pablo un perro olisqueando debajo de las mesas y le dijo:

- Ahí po, hijo, él estudia psiquiatría aquí en la Universidad.

Los Trovarios se rieron, pero no mucho. El perro se echó por allí.

- Claro que ahora no atiende. Tenís que pedir hora pa más tarde.

Yo terminé mi café y Alcides aspiró otra bocanada de aire; luego dijo vamos a ver a la Meche Recova y lo seguí. Llegamos donde una flaca muy chora metida en una cola de sirena. Claro, la Meche Recova, si me acuerdo haberla visto en el Trovarios del año pasado; se puso a conversar con nosotros, parece que salió de un ensayo porque venía dando saltitos dentro de una cola de sirena igual que los niños cuando hacen carreras de sacos, así, y dijo que iría a la noche a la Margot a visitarnos; y ¿qué hacís metida en esa cola de sirena? Le preguntó Alcides.

- Es que estamos en el taller de persuasión, tú cachái, de cómo convencer a los auditorios de lo que estái exponiendo, y estamos viendo los cantos subliminales con que las sirenas fascinaban a los navegantes, el profe dice que mientras más inconsciente más al hueso es el tarascón.

- Pero qué increíble –dijimos a coro con Alcides; conversamos algo más y luego la Meche regresó al taller dando más saltitos.

Por lo que entre tantos afiches con wáter y escritores, y tanto perro siquiatra y trovadores y sirenas, con Alcides nos encaminamos a un restorán que los yoghis tienen allá cerca de la U de la Sirena. El menú para estudiantes venía en una bandeja: ensalada de meditación aliñada con elongación del espíritu; de plato de fondo había arroz con paz salteada en aceite de renunciamiento, y además nos dieron un vasito con agüita de hierba de la planta azul de la beatitud. Una digestión digna del Cielo a sólo 6 gambitas, te paso el dato si tu película es vivir 100 años (no escribas como escribo yo).

En el fondo del restorán nos hacía señas el cantautor Amílcar Compaña y nos sentamos a su mesa. Ustedes que leyeron el menú se imaginan cuán nutritivo ha de haber estado. Tanto, que yo esa tarde hubo un momento en que dudé haber comido tanto. Después de eso nos fuimos a beber cerveza y a escuchar las canciones de Amílcar Compaña en una picá del centro, la Maruja Pécora. Compaña se entusiasmó y nos acompañó –por algo se llama así- hasta esa noche en la Margot en que también nos visitó la poeta Alpa China que, como llegó muy tarde no pude escribir más sobre ella; también apareció la Meche Recova con unos amigos que andaban con un taca-taca a cuestas, transmitiendo todo el rato, hasta que Alcides ponderó la propedéutica actual y hasta ahí no más llegó el carrete; además ya era de día nuevamente y yo regresé sin más al retiro bibliófilo de mi librería.

Dedicado a Emiliano Alcides,
Coquimbo – Valparaíso,
17 de octubre del 2006.
 
madrobyo,07.11.2006
¿Emar sera mejor que Cortazar y Borges?
 
albertoquilapan,12.11.2006
Sigo subiendo pasajes de Umbral que me han deslumbrado, pasajes que acabo de leer. He ido descubriendo que Juan Emar, al igual que James Joyce en su Ulises, recoge los episodios más brillantes de la tradición literaria universal para fusionarlos en un crisol que caracteriza su escritura. Por ejemplo en el siguiente pasaje retoma el tema del Infierno de la Divina Comedia de Dante, agregándole elementos de la cultura chilena, la idiosincracia local, etc:

''Lorenzo se expresó con furia:
-¡Este es el antro de la corrupción! Aquí, Lucifer, prepara usted a los que a la Tierra han de ir a corromper y a tratar de derrocar al verídico Dios. Aquí se preparan los luchadores del Mal que han de luchar en contra de los luchadores del Bien. Es aquí uno de los lados del terrible maniqueo. ¡Estamos en el reino de Manes, de Manes! ¡Estamos en el reino de Zaratustra!
Lucifer, entonces, dijo:
-Cada cual hará aquí la interpretación que mejor le parezca. ¿Seguimos nuestra visita, Marul, flor entre las flores? ¿Seguimos nuestra visita, Pradelia, futura bien aventurada? Y vosotros, caros adolescentes, ¿seguimos?
Lorenzo dijo entre dientes:
-Muéstrenos usted el Infierno y daremos por terminada esta visita.
Lucifer se inclinó y dijo:
-Bien.
Un nuevo silbido estridente y aparecieron volando y vinieron a posarse junto a nosotros cuatro arpías de bellísimos rostros de doncellas con cuerpos de grandes águilas. Nos subimos en ellas. Ambos diablos tomaron la delantera y empezó nuestro vuelo por aquellas, en realidad, interminables cavernas.
¿Cuánto rato habremos cabalgado sobre estas arpías? Pasábamos por oscuros precipicios, por hondos despeñaderos, por galerías negras y plateadas, galerías ora angostísimas ora extremadamente anchas. A veces, en medio de esas tinieblas de plata, brillaba una pequeña luz. Junto a ella y sobre una mesita de tres patas, veíamos a un viejo o a un diablo o a un ser deforme que trabajaba afanosamente. Apresuré mi arpía hasta colocarme cerca de Lucifer y, mostrándole a uno de estos seres. Le pregunté:
-¿Qué hacen estos entes solitarios sobre sus mesas? Parece que se entregaran a un rudo trabajo.
Lucifer, sin siquiera volverse hacia mí, me respondió:
-Envían a la Tierra la orden que hay que defender.
-¿Y qué dice tal orden?
-Dice: ''Todo lo que ignoro lo niego''. Tal es mi mandato. Así los aferro a sus sentidos y así hago fáciles presas contra el engañoso Dios.
Al pasar cerca de uno de ellos le preguntó:
-¿Niegan tus súbditos como se ha de negar?
-¡Oh, sí, niegan y niegan! -respondió éste-. No quieren saber más que lo que dicen sus sentidos. Para todo lo restante, ¡niegan y niegan con exaltación!''

i-Umbral, Tercer Pilar, San Agustín de Tango, tomo IV, página 2019./i

 
albertoquilapan,03.01.2007
bamigos quiero seguir subiendo algunos ipetit buchè/i que me quedan dando vuelta; son muchos y los pocos que aquí subo tienen suerte porque los he leído hace poco y han coincidido con un ánimo suficiente como para transcribirlos y compartirlos aquí. Creo sinceramente que una escritura así, innovadora y liberadora, merece ser recomendada. Servidor de usted!!/b

'Yo pensaba en otras cosas. El centro de mi mente estaba en otras cosas. Pero... ¿hay un centro en nuestras mentes? Tal vez hay uno. Es lo que Anacleto Ibacache ha de perder a menudo. De ahí sus terribles neurastenias. Hoy, creo, debe decirse 'neurosis'. ¡Son formidables los progresos de la medicina! Neurastenia-neurosis... Anacleto, según me dijo cierto día, tenía un mal. No, tenía una manía. Debe, en el fondo, ser lo mismo: mal-manía; como neurastenia y neurosis. En fin: él o ella es ponerse a pensar demasiado en el futuro. De este modo ¡olvida el presente! Pues se pone a cavilar en esto: ''Después que pase esto... ¿qué irá a sucederme...?''. Entonces construye andamiajes para protegerse en ese futuro. Llega el futuro y el futuro ¡es completamente, es totalmente diferente! ¡Ja, ja! ¡Todo un proceso mental perdido! Es algo obvio que proyectarse hacia el futuro...
Yo pensaba en otras cosas. Pues yo tuve una vez una novia. La amé como se ama a una novia. ¿Es mucho amar o es poco amar? ¡Una novia! Me decía siempre: ''Quiero que te des entero a mí, entero, enterito''. Yo le respondía: ''No puedo darme entero, pues necesito, por lo menos, una mitad para mí, para mi trabajo; esto no puedo darlo porque yo mismo ignoro lo que es''. Ella respondía entonces: ''No''. ¡Ah, sí, ahora recuerdo! Le ofrecí las 3/4 partes de mi tiempo. Me guardaba sólo 1/4 para mí. Ella dijo: ''No''. ¡Qué decir si le ofrezco los 2/3 de mi tiempo! Se los ofrecí. Me dijo: ''¡Jamás!''. Me exigió: ''¡Dámelo todo!''. Es claro, es algo obvio: ''Cuidas mi dinero y no cuidas mi tiempo''. Como aquella vez que fui a un almuerzo y me retiré a las 3 de la tarde. Les dije que me marchaba porque había encontrado, entre plato y plato, la solución de un problema literario y necesitaba anotarlo. ¡Protesta general! En otro almuerzo me retiré a las 2 de la tarde: tenía que vender una docena de cerdos. Pusieron el auto a mi disposición. ¡Y era toda ella gente adinerada!'

bUmbral, Cuarto Pilar./b
 
cramberria,28.01.2007
 
cramberria,28.01.2007
Nadie, desde aquella noche nefasta para Valparaíso, ni podido ni querido visitado me había en la ‘Apoteosis’

me ha encantado la utilización de los verbos en esa frases

!!!

 
quilapan,07.02.2007
bA continuación un capítulo del primer tomo del Cuarto Pilar. En este pasaje, se vuelven a enfrentar los dos hombres que se debaten en el espíritu de Juan Emar: el narrador y biógrafo de Umbral, Onofre Borneo por un lado; por otro, Juan Emar. Onofre es el biógrafo que registra todo lo que acontece y, además, se deja llevar por el ímpetu de la juerga, de la diversión; entonces sale a remoler con su amigo Romualdo Malvilla, con quien va a bares y antros tales como El cabaré San Lito o el bar de Las Tres Chimeneas. Onofre huye de su tarea de biógrafo cuando ésta se le torna agobiante, cuando le hastía realizarla, y en cierta forma escapa de un pacto que ha acordado con su otra parte, que es Juan Emar, aquella parte del espíritu del narrador que busca sumergirse en su escritura y así dehacerse del ruido mundanal, de todo lo terrenal que le obstaculiza su tránsito hacia una completa espiritualidad, el misticismo con qué abarcar el todo./b

16

Por ella caminé, presuroso. ¿Por qué? No lo sé pero el caso es que iba a cuantos mis trancos me daban. Pasaba bajo la luz de un farol y luego me sumergía en las nuevas tinieblas...hasta ser alcanzado por una nueva luz. Tinieblas, luz; tinieblas, luz. Así avanzaba yo por esa callejuela. Hasta que una voz se dejó escuchar a mi lado. Decía eta voz:
...... -¡U-uuuy! ¡U-uuuy!
..... Respondí sin siquiera volverme hacia ella:
..... - ¡No soy don Irineo Pidinco! ¡Las Guaxas nada pueden en contra mía! ¡Estoy en San Agustín de Tango! ¡No estoy en ese bosque de Guayacán!
...... La voz entonces repitió:
..... - ¡U-uuuy! ¡U-u-u-uuuy!
..... Me detuve y me volví. Grité con voz estentórea:
..... - ¿Quién vive?
..... Un sujeto avanzó con lentitud hasta mi lado. Se inclinó con toda cortesía y me dijo:
...... - Soy Juan Emar.
..... Todas mis ideas titilaron, todas se entremezclaron y quedé absorto. Tuve que hacer un esfuerzo para no caer. Estábamos entre dos faroles. Me protegí contra el muro bajo de una casa.
..... Juan Emar vino hasta mi lado, me tomó de un brazo y se expresó con voz suave, lenta, rítmica:
..... -Date prisa, Onofre Borneo. Tomba te espera desde hace ya rato allá en Fray Tomate. Cierto es, naturalmente, que estabas en Las Tres Chimeneas; cierto es que bebias gin y whisky. Al beber whisky y gin las horas cuentan menos, las horas pasan y pasan y no se sabe cómo. Así es que podemos marchar lentamente, podemos marchar sobre las horas o podemos dejar que se deslicen a su antojo. ¿No lo crees?
..... Respondí:
..... - No sé que creo. Habla si algo tienes que decirme.
..... - Quería hablar de ese gran hombre, de ese hombre que ya se encuentra más allá del bien y del mal, de aquel que es todo, todo serenidad. ¿Ves de quién quiero hablar?
..... Respondí:
..... - Sí; de Florencio Naltagua.
..... - Él repitió:
..... - Sí; de Florencio Naltagua. ¡Un hombre inmenso!
..... Repetí:
..... - Sí; un hombre inmenso.
..... - Un ejemplo para todos nosotros.
..... Repetí:
..... - Sí; un ejemplo para todos nosotros.
..... Entonces, acercándose más a mí, me preguntó:
..... - ¿Estaba Florencio en LasTres Chimeneas?
..... Respondí con ira aunque, tal vez, con algo de envidia:
..... - Florencio no frecuenta semejantes antros de bailes, riñas y llantos. Florencio no bebe, jamás bebe ni una copa.
..... Juan Emar, siempre solícito, agregó:
..... - Cómo tú, carísimo Onofre, como tú. Jamás bebes una copa ni jamás frecuentas semejantes antros de baile, riñas y llantos.
..... - ¡Yo no los frecuento, Juan Emar!
..... - ¿Quién, entonces, los frecuenta? ¡Ah, es verdad! Natales y Yumbel... Claro está: la concepción de una obra filosófica; el descanso después de la labor...
..... Caminamos un poco más, caminamos en silencio. Al fin me preguntó mirando las tinieblas:
..... - ¿Hacia dónde te encaminas, Onofre mío? Si sigues por este lado vas a ir a parar, vas a ir a parar...
..... Miré para un lado y otro, traté de orientarme. Al fin dije:
..... - No sé hacia dónde me encamino. Volvamos atrás, volvamos.
..... - Es decir -me susurró Juan Emar-, volvamos a ...pasar por Las Tres Chimeneas... ¿No es así?
..... - Es como tú quieras. No entraré en esas tabernas inmundas, no, no entraré en ellas. Pero tengo que volver atrás pues por esta calle... ¡el diablo sepa adónde iría a parar!
..... Dimos media vuelta y nos pusimos a tranquear, lentamente, con mucha lentitud. Cuestión de darle oportunidad por si algo especial tenía que decirme. Por fin lo hizo:
..... - Florencio Naltagua es un hombre inmenso.
..... Respondí medio fastidiado:
..... - Ya lo sé; Florencio Naltagua es un hombre inmenso.
..... Nuevo silencio. Al fin me detuvo y me recordó:
..... -¿ Te ves ahora saliendo de su casa, allá en la plaza de los lindos castaños, la plaza Dominus Vobiscum? ¿Te ves, Onofre...? ¡Oh, con qué euforia que te inunda íntegro! ¡Qué euforia, en verdad, magnífica! La vida entera toma otro aspecto para ti, toma el aspecto de...
..... - Como lo toma con algunos vasos de...
..... - ¿Crees tú? ¿Crees tú que Tomba cree? ¿Y Marul Carampangue? ¿Crees tú que creería? ¡No, mil veces no! Ellas no creen en esos vasos de gin, de whisky, de coñac, de ron, de pernod, de...
..... - Quiere, entonces, decir que son unas mujeres que...
..... - ¿Qué...?
..... - Nada, nada, Juan Emar, sigamos nuestra marcha.
..... Seguimos en silencio. De pronto me detuvo e hizo con la mano un gesto de recordación.
..... - ¿De qué te acuerdas? -pregunté.
..... - De ese hombre inmenso -respondió.
..... - Sí, inmenso pero... pero estamos de juerga. ¡de juerga y nada más que de juerga! Sin querer nos estamos acercando a este conjunto de bares, a Las Tres Chimeneas. En él ¿se insultan? ¡Quia! Y, dime Juan Emar, ¿no se insulta la gente en todas partes de este globo terráqueo? En él se lamentan y lloran los desgraciados y las pobres desgraciadas... Dime: ¿no hay lamentos y llantos en el orbe entero, enterito y más allá del orbe? ¡No, no y no! ¡No puedo pasar mi vida evitando insultos y llantos, no lo puedo y ¡no lo puedo! ¿Oíste? Además se baila, hay sandunga hasta reventar, hay de todo lo que uno quiera... Por ejemplo hay mujeres, ¡y qué mujeres! Por ejemplo: Etete y Sibilina y Bienvenida... ¡Ooooh, qué soberbias mujeres! ¿Carolina, dices tú? No la conozco pero, claro está, era una mujer estupenda. Y, por ejemplo, sí, eso es, por ejemplo..., por ejemplo... Hay gin, mucho gin, que no todas las veces cae bien. El gin es como el whisky. No, no cae bien; cae mal a menudo..., muy mal. ¡Ea! ¡Caminemos!
 
quilapan,17.05.2007
Aprovecho de rectificar una Fe de Ratas: dice al comienzo en la reseña que el Pilo Yañez escribió las Notas de Arte en La Nación entre 1925 - 1927; debe decir: entre los años 1923 - 1925. (Al fin me decidí a corregirlo, lo sabía pero de flojo... ¡viva la inacción!)
 
quilapan,17.05.2007
iIdeas

Este texto pertenece a Juan Emar y data del año 1914, cuando el autor tenía 21 años; en ese entonces llevaba diarios de vida donde anotaba sus reflexiones y 'se estudiaba a sí mismo'./i

Mientras más vivo más me convenzo de la insignificancia de todo; de todo con respecto al hombre, naturalmente, puesto que dicha convicción me ha venido al comprender que hay algo grande, mucho más grande, mucho más alto.
Pero… ¿dónde está ese algo?
Nadie podrá saberlo jamás.
Me dirán:
- ¿Cómo es posible pensar así cuando vemos diariamente un mar de hombres dedicarse, de cuerpo y alma, a estudios grandes y altos, cuando es sabido que tantas cosas son grandes y altas?
Pues, así pienso.
¡Grande, alto!
Deben convenir conmigo que eso es en relación a nuestro entendimiento, que ello es grande ‘para nosotros’, alto ‘para nosotros’. Ahora, por favor, pensad un minuto:
¿Qué somos?
Unos pobres seres, vanos microbios que hacemos prodigios dentro de lo que somos capaces de hacer, como las abejas y las hormigas. Pero quedamos atónitos, sin comprender nada, fuera del radio de acción de nuestra inteligencia y del radio de acción de nuestra conciencia. ¡Nada más!
Nace un hombre y empieza su vida. Veréis qué importancia dará a los ínfimos hechos que lo rodean como ser su casa, su comida, los chismes de la comadre, las opiniones del boticario vecino. Pero dicho hombre avanza y un nuevo horizonte se le abre.
Comprende que su casa está en su país y que hay otros países más que hay que gobernar. Dirige sus fuerzas a comprender todo eso y queda admirado al ver tantas regiones superiores donde obra el hombre, regiones que antes no había ni siquiera imaginado. Le vendrán ideas e ideales; luchará convencido de la grandeza de cuanto hace.
Sigue adelante, ya sea por ese camino o por otro, como el de las ciencias o las artes o cualquier otro; en fin, sigue penetrando, sigue investigando y buscando. Nuevos horizontes se extenderán ante él. Mas cuando ya vaya a llegar a la cúspide de sus conocimientos mirará hacia atrás y se preguntará:
-¿Qué he hecho? ¿Cuánto he abarcado con mi entendimiento?
Verá que nada. Verá que todos sus conocimientos, como todos los que pueden tener los hombres, no son más que datos insignificantes sobre lo que lo rodea, datos en relación a ellos mismos y no en relación a lo infinito.
Verá también que la evolución de un hombre es la misma que la evolución de los animales. Este perro viejo y enseñado sabe más que ese otro que acaba de nacer.
Pero ¿qué sabe?
Lo que los perros pueden saber…
El que ha recorrido eso que se puede saber, verá que es nada, nada más que la facultad que tienen los seres vivientes de:
Darse cuenta, a su modo, de las cosas que los rodean.
Me preguntaréis:
-¿Cuál es entonces el non plus ultra de la humanidad, el hombre ideal? Para mí –y no os escandalicéis, hombres de acción- es aquel que se convence de que todo cuanto hacen los hombres y todo cuanto pueden hacer, es sin objeto, es pequeño, es limitado, y que, si algo hace, debe hacerse por… por hacerlo y nada más, para obedecer a ese mandato que hay en nosotros que nos induce a ocuparnos en algo…
¿Por qué, entonces, yo que creo y pienso así, por qué pienso y estudio?
Pues, para poder darme cuenta de que todo es inútil. El ignorante no lo sabe. El que piensa y medita lo comprende. Comprende que todo es inventado por los hombres, en relación a sus limitadas facultades; lo comprende desde una gran altura.
Aquí nuevamente me pregunto:
¿Gran altura?
Es en relación a los otros, nada más; así se ve como ‘gran altura’…
El hombre de convicciones fijas es un necio. Quien crea en la grandeza de las ciencias, de las artes, de la política, etc., es uno a quien su capacidad no le ha permitido ir más lejos para ver la pequeñez de las ciencias, las artes, la política, etc.
Todo es inventado por los miserables hombres, todo es convencional, del instante. Apenas se sale del pequeño círculo en que el hombre da vueltas y se entra en el Universo, en la Naturaleza, eso se ve. Se ve que no hay nada, que uno no es nada. ¡Hacer, proceder! ¿Para qué? Bien, si es por hacer algo o para poder comer. Pero nada más. ¿Es peor? Lo siento pero es así.
Por eso me pregunto:
-¿Para qué escribo? ¡Escribir…! ¡Noble literatura! ¿Qué eres?
Luego me contesto:
-Eres como todo, una cosa inventada por los hombres para entretenerse los unos a los otros, para engañarse haciéndose creer que eso es lo grande; para distraerse y no pensar en los misterios que nos envuelven, nos oprimen y nos ciegan…
Es convencional la literatura también, es pequeña, imbécil. ¡Oh –clamarán los literatos convencidos-, fíjese usted que va tras lo bello, ¡lo bello!
- ¿Qué es eso de lo bello?
Lo que satisface a nuestros ojos, a nuestro entendimiento…
Nuestro entendimiento, ¿qué comprende?
¿Comprende lo bello o lo que a nosotros nos gusta? Acordaos quiénes somos nosotros; entonces os diré:
¡Inocente, cándida literatura!
Sin embargo yo escribo y siempre escribiré; me mortificaré por escribir…
¿No es esto otra prueba de que somos unos pobres e imbéciles microbios…? iDintel (5to tomo)/i
 
quilapan,17.05.2007
Juan Emar en Santiago de Chile

por Enrique Vila-Matas

Nacido en 1893 en Santiago de Chile, Juan Emar pronto sintió la llamada de París, adonde viajó, con el dinero de su padre, en 1912, con la idea de 'darle a mi vida un objetivo, una misión que me hará feliz y que vaya con mi temperamento'. Y añadía: 'Chile, a mi vuelta recibirás y mantendrás al nuevo y verdadero yo'.

Juan Emar es el pseudónimo de Alvaro Yañez. Se cambió el nombre en París, donde formaba parte del grupo de amigos de Vicente Huidobro. Tomó su pseudónimo de la expresión francesa ij'en ai marre/i, es decir, tengo fastidio, o como dicen los chilenos, tengo lata.

A su regreso en 1923 a Santiago de Chile, Juan Emar llegó con su nuevo y verdadero yo, pero tenía fastidio, tenía lata todo el rato, y en las tertulias dejaba caer ideas extravagantes para los santiaguinos. Sus amigos le ayudaban y protegían cada vez que decía algo raro, le excusaban ante la gente diciendo:

'Es que viene de París.

Ah! decían los santiaguinos. Si viene de París...

'El regreso de Juan Emar a Santiago significó una inyección de vitalidad y una influencia renovadora como nunca antes se había producido en el campo cultural chileno', dice Pablo Brodsky, estudioso de la obra de Emar. Ya a las pocas horas de su llegada, el escritor publicó un provocativo artículo en el diario La Nación, propiedad de Eliodoro Yañez (su padre), donde propagaba con desparpajo parisino las novedades artísticas de Europa y arremetía contra 'la santa comodidad' de los críticos literarios de Santiago.

Un escándalo. Los críticos atacaron al cubismo, al dadaísmo, al futurismo, al modernismo. Unos dijeron que el arte moderno que propagaba Juan Emar dejaba a su paso 'la terrible huella de la cocaína y de la morfina'; otros se preguntaban quién era el escritor Juan Emar y qué había escrito; otros finalmente decían que el famoso arte de vanguardia parisino consistía simplemente en el abuso del empaste.

Juan Emar respondió con brillantez a todo ese patético alarde de profunda ignorancia de los críticos, y se creó enemigos con una facilidad espléndida. Al principio, le divirtió contestarles y hasta empastarles en la cara el abuso de sus santas ideas cómodas. Pero pronto se cansó y acabó teniendo fastidio y expresando su deseo de perder de vista a Santiago cuanto antes, liberarse de la ciudad natal pequeña y ruin, 'donde sólo tienen cabida las bajezas, donde impera la injusticia y la mediocridad, donde nunca se premia al verdadero valer, donde los prejuicios, cual redes, atan todo movimiento de realidad'.

En 1925, en cuanto su padre le dio más dinero, decidió regresar a París a seguir preparándose para destruir los valores racionalistas y cristianos, y allí comenzó a escribir cuentos y novelas extrañas. Creyó que viviría siempre en París, pero en 1932 su padre le envió una carta en la que, recordándole que ya tenía cuarenta años, le conminaba a regresar, 'pues no será posible enviarte la cantidad que pides en tus cartas a mamá'.

A su regreso a Santiago, Juan Emar comenzó a publicar sus novelas raras, y los críticos no tardaron en vengarse de él diciendo que su obra estaba 'fuera de lo clásico, de lo usual, de lo normal, hasta de lo equilibrado [...], no creemos que el lector chileno haya leído ni entre lo nacional ni entre lo extranjero, nada parecido'.

En 1937 aparece Diez, un libro extraordinario, formado por igual número de relatos, a cual más arriesgado y sorprendente. La estructura de este singular artefacto literario está compuesta por cuatro animales, tres mujeres, dos sitios y un vicio, contemplando todo un orden y una distribución piramidal o triangular que, internamente, entregará las claves para su desciframiento.

'Maldito Gato', uno de los diez cuentos de Diez, es la cumbre de la literatura rara, tanto chilena como mundial. En este relato el narrador entra en una cueva en cuyo interior hay un gato sentado y, sobre su cabeza, entre ambas orejas, una pulga. Al sentarse frente a ellos, gato, pulga y hombre forman 'un largo, fino y agudísimo triángulo'. Me han dicho que de este cuento César Aira, el más raro de los escritores argentinos de ahora, es un gran admirador. No me extraña nada esto, pues Aira me parece un discípulo involuntario del autor chileno.

Al unirse gato, pulga y hombre 'esas tres fuerzas diferentes, las que hasta ese momento habían estado trotando desorientadas por el mundo: tres fuerzas incoherentes en el caos de la vida que, por su misma incoherencia, por su mismo desequilibrio, al hallarse errantes, contribuían todavía más a intensificar ese caos', forman de pronto una imagen estable, en perfecto equilibrio, es decir que, al cerrarse la nueva figura geométrica con la presencia del hombre, se produce un circuito y la energía circula formándose un nuevo todo, paralelo al todo macrocósmico, con una vida y un tiempo propios.

Lo mismo puede decirse de la obra entera de Juan Emar, tiene una vida y un tiempo propios, muy suyos. En ella destacan, entre otros, títulos como Ayer, Un año y Umbral, que tiene más de cinco mil páginas. Una obra asombrosa y rara. El triángulo de 'Maldito Gato' es el ojo por el cual el narrador se despide de la realidad cotidiana para alcanzar un estado de conocimien-to inédito y absoluto. La obra entera de Juan Emar es lo mismo, hay en ella un rechazo de lo cotidiano y una búsqueda de una sabiduría inédita que habría de situarnos en las puertas del Más Allá.

Juan Emar murió con su gato y su pulga en Santiago en 1964, y El Mercurio dijo: 'Una extraña personalidad que pasó por la vida como un inadaptado y un rebelde. Acaso logrará su arte imponerse algún día'.

Ya se está imponiendo, se está redescubriendo en su ciudad natal la escritura rara de este 'Kafka chileno' (así le llamó Neruda), al que yo leo con estupor pero también con una gratísima sensación de reposo y de estabilidad, sin duda porque su genio me da equilibrio y me quita fastidio, me quita lata y me quita sueño.
 
loretopaz,17.05.2007
Alberto Quilapan, hace tiempo que no venía por este foro, he leído esos bocadillos que has ido dejando, son una verdadera delicia. El capitulo 16 que subiste me atrapó desde un principio, al comienzo sólo por eso, por ser el n°16 (cosas mias), y la verdad es que no me defraudó: primero, esa alternancia de luz y sombra me trajo recuerdos de mi infancia, cuando, a veces, ya tarde, mis primos nos acompañaban hasta el paradero de buses, y jugábamos a ver crecer y achicarse nuestras sombras a medida que nos acercábamos o alejábamos de cada farol. Y Guayacán, que sólo nombra, me trasladó a ese lugar en donde pasé muchos de mis veraneos de infancia. Siempre me pasa lo mismo al leer a Juan Emar, me trae sensaciones, recuerdos olvidados, ademas de maravillarme con sus ocurrencias y planteamientos. Y finalmente, darse cuenta que esa sucesión de luz y sombra anticipa el encuentro entre las dos partes opuestas de su personalidad, el lado luminoso y el oscuro de Alvaro Yañez. La última reflexión que acabas de subir muestra que a los 21 años ya tenía esa forma tan peculiar de desarrollar sus ideas, en donde ya se perfilan su filosofía, su forma de comprender la vida. Gracias amigo cuentero, ha sido un verdadero placer, te lo aseguro.
 
mandrugo,17.05.2007
", y se creó enemigos con una facilidad espléndida".
Ja! Naturalmente una cualidad comprensible ante comentarios como: 'la terrible huella de la cocaína y de la morfina'.
 
quilapan,16.06.2007
ubEl arte de novelar/b, por Braulio Arenas./u

Este tiempo nos ha traído un imprevisto regalo: el comienzo de la publicación, en Buenos Aires, de una larguísima obra de Juan Emar.

Por mucho que este escritor chileno no haya contado nunca con un vasto número de lectores, tuvo, no obstante, una minoría a su favor, los que celebraron Ayer, Miltín y Un año , publicados hacia 1935, aumentados estos títulos con los Diez , cuentos editados por Ercilla y reproducidos por la Editorial Universitaria.

El breve paso de este escritor por la literatura hacía pensar a los más desprevenidos que el suyo había sido tan sólo un destello. A la verdad, no dejaban de tener alguna razón, pues transcurrieron los años y murió el autor, sin que nunca jamás se le viera enriquecer su bibliografía con un nuevo aporte.

Sin embargo, desde entonces -desde el mismo momento de la aparición de sus libros hasta el instante de su muerte- no había dejado de escribir un solo día. De este modo, imperceptiblemente, su manuscrito fue aumentando en páginas hasta llegar a la impresionante cantidad de cinco mil folios.

Nosotros tuvimos la oportunidad de leer esa inmensa obra -no el total de ella, pero si aproximadamente una tercera parte-, convenciéndonos, una vez más, de la genialidad de su autor.

En efecto, se podría asegurar que Umbral , de Juan Emar, es un libro original de un extremo al otro, sin precedente en ninguna literatura. Todavía más, cierta vertiente suya podría señalarse como precursora del “nouveau roman” francés, siendo, en su aspecto general, una producción inclasificable dentro de cualquier género literario, pues la narración -si es que de narración novelesca se trata- se encuentra interrumpida a cada paso por otros relatos, cuando no por reflexiones que rompen, hasta el infinito, la unidad del texto.

Todo lo que hemos expresado hasta aquí, lo sabemos, no dará una verdadera dimensión de la obra, pero, afortunadamente, ya contamos con el primer volumen para remitir al lector, indicándosenos, además, que la Editorial Carlos Lohlé, de Buenos Aires, publicará a fines de este año el segundo tomo de la larga serie, con lo que se podría decir que la obra de nuestro compatriota ya ha echado a andar por un camino seguro.

Y ahora, nos preguntamos, ¿no ha sido el propio Juan Emar el que se ha encargado de suministrarnos la técnica que ha empleado para componer la obra total?

Si entendemos bien sus explicaciones (aparte de las que nos suministró personalmente), él escribía un largo período de intención novelesca, ocupando unos 30 centímetros de papel, y en seguida lo cortaba en trozos, cinco, seis, o siete trozos (según la cantidad de puntos apartes que contuviera el relato en cuestión).

En seguida, a continuación de cada uno de estos trozos, el autor procedía a escribir un nuevo texto, nacido éste de la sugestión que le procurara el fragmento cortado. Después reunía el total en una larga tira de papel, no ya de 30 centimetros, sino de un metro o de mucho más, encajando los nuevos textos tras los que le habían dado origen.

Entonces comenzaba una nueva fase, o, más bien, un nuevo corte del relato. El total reunido (por el texto original y por los textos incorporados) volvía a convertirse en un conjunto de fragmentos, los que volvían a dar paso a nuevos textos, integrados éstos al total, pero nuevamente cortados en fragmentos.

“Y la unidad se ha conservado, pese a quien pese: puesto que el total -por kilómetros que se haya desarrollado- guarda como encabezamiento el primer encabezamiento, lleva en el centro lo que era el centro y termina con su término... Es decir que, si gráficamente el relato se ha estirado en línea recta, como una serpentina que se desenvuelve, en la realidad literaria y profunda se ha englobado haciendo sonar, por afinidad, todas las notas susceptibles para un acorde mayor.”

Agreguemos que esta técnica sería inútil, así como cualquier técnica, si el contenido de la obra no estuviera animado por una gran originalidad y una gran belleza.

Y estos dos elementos son los mejores ingredientes de Umbral , del magnífico escritor chileno.

i(*). Publicado en «El Mercurio», Santiago, 25 de noviembre de 1979./i
 
quilapan,16.06.2007
Vuelvo a poner aquí el link al cuento 'El Unicornio', del volumen de cuentos 'Diez'.

Literatura :: Crítica/El Unicornio, de Juan Emar
 
mandrugo,16.06.2007
Asombrosa manera de construir una obra literaria, sin perder el flujo de la linfa vital que subyace en sus venas invisibles y subterráneas.
Cortando tiritas de papel después de puntos y aparte, para estirar al infinito una fuga musical que va en busca de tesoros por mundos lejanos, para traerlos, como canastos de fresas silvestres y guijarros de luz, esos que veía Beethoven indicándolos con su bastón alzado al cielo, en un punto invisible a sus contemporáneos que sólo veían a un viejo loco, borracho y sordo etcétera..., para, decía, seguir tejiendo esa obra silenciosa y anónima, que ahora está comenzando a caminar por el mundo.
 
quilapan,16.06.2007
mandrugo, dejo aquí tu pregunta y el intento que he hecho de responder a tus inquietudes respecto de la escritura de esta novela:

i'¿Dónde individuarías, quilapán, en la obra de Emar esa "angustia de la influencia", que habla Bloom, y que estaría presente en todo grande autor.
Hay autores, libros, literaturas más o menos recurrentes, explícitas o veladas en Umbral?'/i -mandrugo

iRespuesta:/i No sé si entendí mal mandrugo, el término 'angustia de la influencia'; pero si se refiere a lo inevitable que resulta en un autor reflejar sus influencias literarias, podría decir que Emar acusa estas influencias más en el fondo que en la forma. En el fondo, su escritura aborda bastante el conflicto espiritual que es también tema en Dostoievski; las profundidades sórdidas del alma que explora Allan Poe, si bien trágicas, en Emar también reviste todo tipo de humor: negro, blanco y absurdo. Los fantasmas del tiempo perdido proustiano también forman parte del crisol de su escritura, aunque no puedo decir mucho pues no he leído a Proust, pero es evidente que se influenció de él. La gratitud con que escribe me recuerda a Rabelais; incluso aquí entra la poética de crear mundos paralelos a lo real y a la naturaleza, o sea, el creacionismo de Huidobro, junto con todo el bagaje vanguardista de la europa del período de las guerras mundiales. Especialmente se puede mencionar el interés que tuvo Emar por el ocultismo: en Umbral se hallan muchísimas referencias a esta literatura, y a autores como Rudolf Steiner, Stanislas de Guaita y Piotr Ouspensky, que le proporcionaron a Emar la substancia metafísica suficiente para poder crear un mundo propio e invulnerable a lo largo de su escritura. Y claro, no podía faltar el género policial, que coincidentemente es alimento para los grandes escritores: Emar reconoce que en el género policial también hay espacio para la filosofía; las historias de detectives parecieran agilizar nuestra mente y nutrir nuestra imaginación. Todo esto en cuanto al tipo de literatura de que se nutre la escritura de Umbral. Ahora, imagínate mandrugo, que tu intención es escribir una novela que parte teniendo la apariencia de una carta. Esto da pie para la alternancia de infinidad de textos que hacen ese abanico que menciona maravillas: obras de teatro, textos inconclusos, cartas, ensayos, diarios de vida, ciencia ficción, ocultismo, etc; todos estos textos coexisten en Umbral, casi siempre adscritos a ciertos personajes que son quienes leen o escriben estos textos. Muy importante recalcar que los personajes más importantes de Umbral son fieles alter egos del mismo Emar, 'partes mías no vividas' como él mismo dice: de aquí se comprende que, además de la apariencia epistolar, esta novela, en su forma, se trata de escribir la biografía del mejor amigo del biógrafo, del narrador principal de la novela. Es como si tú mandrugo, hicieras ficción escribiendo la biografía de tu mejor amigo llamado Sergio, que se parece mucho a ti, tiene intereses similares: partes haciendo su biografía para continuar haciendo por extensión las biografías de todos tus amigos, y de los amigos de tus amigos, y de toda una ciudad.
 
mandrugo,17.06.2007
Aquí está perfecta Quila.
 
OrlandoTeran,18.06.2007
Me parece excelente esto que subes sobre Emar. Considero que tu "fanatismo" por él está plenamente justificado. No puedo agregar demasiado, pues como sabes (a sugerencia tuya)sólo leí un libro de cuentos de él.
Te felicito por la propuesta de foro. Saludos a todos los participantes.
 
Rojosangre,19.06.2007
Salvo los textos que haz puesto no he leido a Emar, pero estos trozitos me han partido la cabeza. Las cagó, es un universo entero su obra, y como no concerlo. Hay que armarse de valor para adentrase en ella... yo creo que con el que tengo alcanza...
 
loretopaz,19.06.2007
Gracias por invitarme, Quilapan, me ha maravillado la técnica de Juan Emar para escribir Umbral, que loco lo encuentro, es una perseverancia que raya en la locura, aunque por eso mismo, dotada de una inmensa cordura, indispensable para poder seguir ese hilo finisimo que extiende entre principio y fin.

Que bueno que sigas con el foro.

Mandrugo: me encanta el comentario que escribiste, un hermoso texto.


 
quilapan,19.06.2007
Les agradezco a los cuenteros su paso por este foro; por el tema mismo (hablar de la obra secreta de un escritor que pasó por este mundo hace 40 años, como i'Una extraña personalidad que pasó por la vida como un inadaptado y un rebelde./i) justifico que el foro sea más bien expositivo, de un intercambio del cual surgen las impresiones y comentarios de quienes comienzan a acercarse a esta obra. Lo último que he colgado son 2 artículos de escritores de más o menos resonancia en el mundo literario: Braulio Arenas, chileno, fue integrante del grupo surrealista iLa Mandrágora/i, que recibió con entusiasmo desde un comienzo la obra de Juan Emar. Su testimonio es valioso puesto que conoció en vida a nuestro autor y frecuentó los círculos en que se defendía la impronta vanguardista en un Chile donde ha predominado lo conservador. El otro escritor es el español Enrique Vila-Matas, contemporáneo que ha sabido mirar hacia atrás en el panorama latinoamericano para desenterrar a los autores que siempre estuvieron al margen de la moda.

Después subí un comentario que escribí a modo de respuesta a una inquietud de mandrugo, quien junto con loretopaz han sido los que han ayudado a mantener la dinámica de este foro. Gracias cuenteros por su entusiasmo. Esta respuesta trata de las influencias del autor, que van apareciendo en iUmbral/i y la manera en que determinaron su influencia.

Por ahora quiero hacer un resumen de lo que he subido para quien se interese pueda acceder a los temas sin problemas:

1- Reseña personal sobre el autor y su obra.
2- Ensayo sobre la creación en la novela iUmbral/i
3- Texto que escribí como primer intento de aplicar algunas prerrogativas establecidas por Juan Emar y que renuevan y dinamizan el acto mismo de escribir.
4- Trozos de distintos pasajes de la novela en cuestión.
5- Artículos de Enrique Vila-Matas y de Braulio Arenas.
 
Madrobyo,19.06.2007
Shhhhhhh


Callese.

Le cuento en unos tres años cuando lo termine.
 
quilapan,19.06.2007
Vamos Madrobyo, usted ya leyó el Primer Pilar ¿verdad? Ojalá que tamaño esfuerzo no sea en vano. Vamos, anímese y si quiere cuente algo, qué le ha parecido tal aventura.
 
Madrobyo,19.06.2007
Ufa!

Agarrar a Emar es como un saco de boxeo, uno no sabe por donde empezar a pegarle, en el buen sentido; de lo poco que se me ocurre sobre la obra; (que como comprendera no pienso dedicar mi vida al buen Emar) es lo personal que convierte una obra como Diez o Ayer, desperdigando los fragmentos, haciendo algo “total”.

No sé.

Mi cerebro esta en este momento obsesionado con josedecadiz, que no da para mucho. Pero quien quita, pronto podamos conversar sobre él.
 
quilapan,19.06.2007
Jajaja!, pues sí, toma sus buenos rounds en el ring de la lectura el adquirir la disposición de ponerse a pegarle a esta obra, pero no confunda mi entusiasmo con el querer dedicarme a Emar cual si en ello me fuera la vida entera; la poca accesibilidad al libro es de por sí un impedimento a su difusión y este foro es justamente para animar a quienes buscan otro sentido en la 'literatosis', como dijera un cuentero por ahí.

Usted caballero acudió a un portal de literatosis chilensis bastante completo donde se encuentra la obra de Emar íntegra, para bajarla en .pdf . El sitio es www.memoriachilena.cl , ya algunos han merodeado por ahí, a mí me parece un excelente sitio en todo lo referente a las letras de mi país, así que lo consigno por si alguien dice 'yo!'.

Saludos.
 
Madrobyo,19.06.2007
Pero no crea que no he notado su influjo emariano, eh, eso en cuanto a la utilización de narrador "yo".

Sabes, es lo que más me gusta de Emar. Es disposición de mandar a la mierda las convenciones de "narrador"

en fin.

El link es:

http://www.memori...
 
quilapan,19.06.2007
Porsupuesto, el influjo lo admito y lo reconozco sin ambages, se puede notar en lo que escribo y la empresa de leer la novela íntegra creo que es para mí un gran paso para seguir buscando y nutrirme de otras corrientes.

El conocido internacionalmente Alejandro Jodorowsky ha dicho sobre Emar:

i"¡Qué iban a comprender su narrativa! Ahí estaba el loco Juan Emar creando la verdadera prosa chilena. Hay que partir de él ahora, aunque nadie lo haya leído"./i

Yo no hago más que obedecer a este caballero.
 
maravillas,20.06.2007
i"Hay que partir de él ahora, aunque nadie lo haya leído"./i
¿Y entendido?
Seguramente, Quilapan, a Emar, algunos, le hayan hasta leído algún que otro "pilar", en algún rato perdido, pero no lo han entendido. Tengamos mucha paciencia, Quilapan, que es la madre de la ciencia.
Y Mandrugo, sin duda, estará totalmente y, enteramente, de acuerdo.

 
Vogelfrei,21.06.2007
UMBRAL?

Puede ser Paco
 
OrlandoTeran,21.06.2007
b "Seguramente, Quilapan, a Emar, algunos, le hayan hasta leído algún que otro "pilar", en algún rato perdido, pero no lo han entendido." /b

¡Qué posteo útil! ¡Qué constructivo! Suena igual a las señoras aristocráticas que están en la Fundación Borges...

El foro trata de EMAR. No de elucubraciones inconducentes.
 
quilapan,21.06.2007
Son cosas que pueden pasar cuando se emprenden estos foros excéntricos sobre autores desconocidos.

Creo que todo posteo ha de ser aceptable mientras esté bien fundamentado. En el caso tuyo imaravillas/i, creo que te faltó decir el por qué crees que no han entendido a Emar, los pocos que han emprendido la lectura de una obra como la que aquí estamos discutiendo.

Personalmente creo que lo dijiste por el posteo que envió iMadrobyo/i; seguramente pensaste que su posteo fue breve e insuficiente, porque en realidad dijo una palabra y nada más. Pero aquí nadie está obligado a dejar párrafos enteros sobre un asunto, ni escribir ensayos ni textos influenciados por un autor.

Yo lo hago porque... bueno, por todas las razones veladas y explícitas que he colgado aquí; además, me sería realmente penoso que, después de leerme casi toda la novela (de 4134 páginas voy en la 3780), me diera cuenta que no he entendido lo que Emar quiso decir.

Ustedes juzguen.
 
ergozsoft,21.06.2007
No lo he leido aún. Pero antes de intentarlo...

ese libro...

¿tiene fotos de minas en bola?

ergo, tratando de decidirse.
 
Madrobyo,21.06.2007
Quila:

Creo que un día te conte que estoy trabajando una seminario sobre los cuentos de este caballero, porque me parece un narrador excepcional, que paso desapercibido por toda la "mala leche" que se da entre escritores y grupusculos literarios.

De hecho no lo conocia, hasta el año pasado, que vos me lo presentaste, y los libros que he leido, que nunca serán muchos ni suficientes, me han demostrado la capacidad inventiva y de genialidad que tenía Emar. Leí un gran fragmenteo de Umbral, y si uno ha leido antes uno de sus libros, deslumbra darse cuenta que es un intento de totalizar la literatura y la vida. Creo qeu por eso es grande Emar.

Y con lo que decis que no has entendido lo que ha querido decir, es simple, el libro es su vida, y para entenderla deberias tener que vivir esa vida.

A muchos solo nos queda la imaginación y pensar que tal o cual cosa es verdad, aunque nos este tomando el pelo, como tanto gustaba hacerlo.

yo no juzgo, que juzguen los críticos, que de eso comen.
 
quilapan,22.06.2007
bAsí comienza iDintel/i, el último tomo de Umbral:/b

Allí quedamos: fuera del tiempo.
Todavía estoy junto a ella. Porque ella me ha subyugado y me arrastrará por los siglos.
Si es que los siglos pueden pasar junto a ti: ¡Colomba!
Mi cabeza es un laberinto.
Apenas una idea logra fijarse un tanto, apenas quiere formularse, ya es arrancada y se va.
No hay aquí que pensar como se piensa allá, allá, en la parte desnuda de la Tierra. Porque su techo es demasiado portentoso. Su techo contiene estrellas y ellas, a todo momento, nos recuerdan nuestra insignificancia.
O tal vez no contiene estrella alguna.
Aquí, en el centro de la Tierra, hay una estrella. Y esa estrella eres tú: ¡Colomba!
Callo. Me inclino.
No hay aquí que pensar como en la superficie de la Tierra.
No hay aquí que moverse. Hay, aquí, que desaparecer. Porque cualquier movimiento que haga me acercará a tu superficie y es ahí, ahí, ¡ahí!, donde se hacen las cosas de las que hay que huir.
¡Huyamos, Colomba, huyamos!
Pero sin movernos.
Te repetiré:
Quieta, Colomba, quieta...
y se presenta ante mis ojos la terrible prostituta que hay mezclada con ese quietismo tuyo, ¡Colomba!
Me callo.
Oigo.
Y la prostituta se desvanece. Es chupada por la superficie de la Tierra.
Han desaparecido todas las prostitutas. Tras ellas mi mente se vierte y quedo vacío.
Tras las prostitutas toda mi mente se ha ido a la superficie de la Tierra.
Me siento sin vida; me siento muerto.
Se ha detenido el tiempo.
Ha cesado el concepto de siglos, de épocas, de edades.
Colomba está frente a mí.
¡Que sea el silencio eterno junto a nosotros!
¡Que de este silencio nazca otro mundo que viva en la muerte! ¡Que de la muerte nazca y florezca otra vida!
Colomba, tú lo puedes.
Suprime de esta vida el concepto de muerte.
Ya no puedo hundirme más. Pues para el lado que lo intente volveré a nacer.
No quiero nacer más. No quiero morir.
Estemos quietos, ¡Colomba!
Quietud en la Tierra que ya no gira. En la Tierra que está inmóvil junto al Sol, junto a los planetas, a los astros, junto a la inmovibilidad absoluta.
Por esta inmovibilidad movámonos, ¡Colomba!
¡Que desaparezca todo aquello que nos dé una relación de que nos movemos, tú y yo!
Porque no nos moveremos.
Detengo mis ideas porque ellas nacen, viven, mueren.
Aquí en el fondo de la Tierra tengo que repetirte:
¡Quieta, Colomba, quieta!
Seamos en el silencio.
¡No hables, no hables! Porque quiero entenderme contigo de verdad. Quiero que nos entendamos idirectamente./i
Ya lo ha dicho Teodosia:
‘El soliloquio hueco e insípido que siempre mantenemos con nosotros mismos…’
Ni un soliloquio habrá ahora. Ahora dejaremos que ruede el mundo sobre nosotros y nosotros, en la calma total, sabremos que el mundo rueda allá arriba.
Pero lo sabremos sin saberlo.
Entonces el mundo podrá rodar hacia la eternidad. Y nosotros veremos, atónitos, esa eternidad que nos rodea ocultándose.
¡Sí, sí! Yo quedaré atónito; tal vez, maravillado.
Pero de tu voz muda oiré el murmullo imperecedero de lo que aún no ha empezado.
Entonces correré, correré como un demente. Y, de pronto, me hallaré frente a un inmenso Monosépalo Irregular. Al verlo, sus hojas todas, sus raíces todas, gritarán:
- ¡Colomba!
Y yo bajaré, bajaré, bajaré. Y estaré, unos instantes, junto a la tumba de la codorniz.
Entonces habrá paz. Porque podré, ¡por fin!, vivir sin cuerpo. El eco ya no resonará con su estampido junto a mí; ya no seré pulverizado. Cogeré con los dedos que no tengo ese simulacro de cuerpo. Y por ese simulacro podré gritar:
-¡¡Colomba!!
 
maravillas,24.06.2007
i"Hay que partir de él ahora, aunque nadie lo haya leído"./i
Esa frase no es mía, Quilapan, es tuya.
Y como una vez más compruebo, con la visita de Orlandito, que tu Foro, (como la Mesa redonda), se llena de ruido, no de aportaciones, solamente por el hecho de mi visita. Te ruego que me disculpes. Y que tengas grandes aportaciones a este interesante Foro, así lo deseo.
 
maravillas,24.06.2007
Y te aclaro que la aportación de Madrobyo me pareció una de las mejores aportaciones a este Foro, por su sinceridad. La Literatura, como sabes, no admite sobornos, ni regalías.
 
quilapan,24.06.2007
Gracias maravillas. No tienes de qué disculparte; mi intención es que acá todas las opiniones puedan coexistir, más allá de las discrepancias. Yo argumenté por ahí que el debate era un riesgo de emprender estos foros sobre autores desconocidos.

En fin, te agradezco tu sinceridad, como la de todos los cuenteros que participan.

Y en cuanto a esa frase sobre Emar, es de Jodorowsky, un artista chileno de renombre; por eso me pareció importante lo que él dice sobre Juan Emar. Saludos.
 
quilapan,24.06.2007
A continuación transcribo el texto de presentación que la editorial chilena LOM hace de Juan Emar con motivo de la reedición de la antinovela Ayer:

JUAN EMAR (1893 - 1964) Fue el seudónimo literario de Alvaro Yáñez Bianchi, uno de los más singulares escritores chilenos de este siglo (XX), que recién empieza a ser conocido más allá de los círculos de especialistas que siempre admiraron su obra. Sus libros publicados iMiltín 1934, Ayer, Un año, Diez/i, apenas fueron advertidos en su tiempo por los críticos y lectores. No obstante, son obras maestras que ya en los años treinta anunciaban los terremotos que sacudían a la literatura latinoamericana. bAsí, se estima que fue un precursor de autores como Julio Cortázar y Juan Rulfo/b.
Vivió largamente en París, donde frecuentó a Artaud, Bretón, Tzara, Eluard.
Sus novelas son antinovelas donde se confunden tiempo-calendario y el tiempo de la conciencia y la memoria. Sin duda la novela Ayer fue el punto más alto de sus libros publicados en vida. Pablo Neruda describió a Juan Emar como a ''un hombre callado, socarrón, singular'' y uno de sus divulgadores, Braulio Arenas, señaló que el escritor era ''una órbita excéntrica como la de un cometa concientemente vagabundo''.
Recién en 1997, la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos publicó iUmbral/i, su libro mayor, obra monumental de 4134 páginas a las que el autor dedicó por entero sus últimos años, viniendo a ser ésta una confirmación de su extraordinaria singularidad y talento.

1998.
 
quilapan,24.06.2007
AYER
(texto escogido)

Los Jerónimos broncinos anunciaron el mediodía.
..... Sentimos hambre.
..... Nos dirigimos al restorán de la Basílica, el más inmediato, y nos sentamos a la mesa.
..... Mi mujer pidió:

..... Pato escabechado.
..... Cazuela de cordero.
..... Prietas con puré.
..... Lúcumas a la crema.

..... Yo pedí:

..... Arrollado de chancho.
..... Caldillo de congrio.
..... Cochayuyo con cebolla.
..... Picarones en chancaca.

..... Luego ambos coincidimos en el café.
..... -¿Pagaste? -preguntó.
..... -Pagué -respondí.
..... -¿Nos vamos, entonces?
..... -Nos vamos.
..... Y nos fuimos.
..... Las nubes que hace algunas horas se habían abierto un tanto para hacer cantar a los cinocéfalos, a mi mujer y a mí; que luego se habían cerrado para hacernos callar; que después se habían transparentado para dar una luz clara, aunque tamizada, a la feroz refriega; que por fin se habían retirado durante el almuerzo para ayudarnos a englutir nuestro menú al son de dorados rayos; ahora se habían nuevamente apesantado y oscurecido y destilaban una niebla confusa que hacía de San Agustín de Tango una urbe inhospitalaria, pegajosa y azul.
..... Marchábamos dificultosamente asustándonos con las siluetas de los faroles. ¿A donde ir? Seguíamos por momentos a algún transeúnte cualquiera hasta que un autobús o un tranvía ponía, al detenernos, demasiada niebla entre nosotros y él, y lo perdíamos. Doblábamos después alternativamente a derecha e izquierda tras algo, tras cualquier cosa. Pero nada. ¿Adónde ir?
..... Cuando, de pronto, una idea: ir al taller de nuestro amigo el pintor Rubén de Loa, calle de la Inmaculada Concepción.
..... Allá nos encaminamos.
..... El taller de Rubén de Loa se halla en el segundo patio, piso bajo, de un edificio más bien sombrío. Su gran ventanal recibe la luz colada por enredaderas de hojas constantemente movedizas. Las hojas hacen verde la luz. Los cristales esmerilados hacen acuario el verde.
..... Allí nos metimos.
..... Rubén de Loa pintaba. Por lo demás, hace 24 años que Rubén de Loa pinta sin cesar. Al vernos por encima de su tela, vino hacia nosotros. Nosotros, por cortesia, avanzamos hacia él. Y los tres ejecutamos movimientos natatorios, elevándonos suavemente del suelo y volviendo a él al ralentí.
..... Nos ofreció asiento. El se sentó ahí; mi mujer aquí; yo al frente, entre ambos. Le dije:
..... -Tu taller es demasiado verde, Rubén de Loa.
..... -Verdoso- corrigió.
..... -Acuático- subrayó mi esposa.
..... Callamos fumando los tres.
..... Entonces, por entre las volutas de humo, me puse a examinar al viejo y querido amigo.
..... Su gran cabellera negra se veía, a causa del reflejo de las enredaderas, como pasto otoñal poco regado. Conservaba intactas sus facciones de jaguar. Su cutis seguía terso. Cierto que es joven aún. Tiene 31 años, puesto que hace 24 que pinta y que pinta desde los 7. Su mirada era en un 90% para adentro. El 10% restante, al desparramarse, era algo hueco y muy bondadoso. Fumaba pipa como conviene a un pintor. No estornudaba ni tosía. Sólo cada cuarto de hora decía:
..... -Vaya, vaya, vaya.
..... A lo que yo respondía:
..... -Sí señor.
..... Y mi mujer:
..... -Así es la cosa.
..... Al cabo de una hora, Rubén de Loa púsose a mirar a la que es mi mitad. Lo imité. Veíase ella transparente como un pequeño sepulcro. Su cabellera castaña -en las calles de San Agustín de Tango- al mezclarse aquí en lo verdoso, estuvo a punto de producirme náuseas. Mas no así al viejo y querido amigo que la miraba siempre y la codiciaba.
..... Me puse entonces a mirar mis manos para ver algo vivo también de mi persona en el taller. Sufrían a su vez la influencia del ventanal, lo que me indujo a sumirme en la más honda meditación sobre la muerte.

..... Mi meditación no era cortada más que, muy de tarde en tarde, por los "Vaya, vaya, vaya" del amigo y por los "Así es la cosa" de mi mujer. Hasta que volviendo en parte a la vida, me pregunté:
..... -¿Qué cosa es así?
..... Pensé que no podía ser otra cosa más que la pecaminosa codicia de Rubén de Loa. Juzgué entonces oportuno cambiar de tema. Ataqué directamente el arte de bien pintar, diciéndole a mi amigo:
..... - Vas por mal camino, Rubén de Loa. (Al hablar así, ni un instante, ni aún dentro de mí mismo, me referí a su codicia pecaminosa. Fué una frase sincera y dirigida directamente a su arte, mejor dicho a la atmósfera en que se desenvolvía, pues, a decir verdad, nada todavía nos había mostrado de su obra y la última tela suya que había visto databa de cinco años. Hablábale, pues, de la atmósfera, quede ello en claro).
..... -Vas por mal camino, Rubén de Loa, pues vives y laboras en una atmósfera artificial. No puede llevar a buen fin lo que se haga exclusivamente bajo la influencia del color verde. Si esto, más que un taller, es el interior de una selva, ¡más aún!, es como nos imaginamos, sobre todo de niños, el interior de una selva. He pasado sorprendido toda esta larga hora con el silencio de aquí dentro, pues a cada momento esperaba oír el canto de los guacamayos, el ladrido de la comadreja overa y los silbidos del oso hormiguero. ¿Puede hacerse pintura de este modo?
..... No hay peligro- respondió Rubén de Loa-. Desde luego, esto no es verde y nada tiene que ver con la selva. Esto es de un verde grisáceo, mejor dicho de un gris verdoso y de selva no tiene más allá que el tono del eucalipto nuevo, verde apenas, apenas. Y este tono, en su ponderación, tiene tantos derechos a la vida como el bronce de los días asoledos o el violeta de las tempestades.
..... -Transijamos, amigo mío- proseguí-. Tu gris verdoso, no puedo aceptarlo. Transijamos con un verde grisáceo, advirtiéndote que la última palabra sobre el particular, me la reservo. Pero, en fin, he transigido. ¿Por qué no transiges tú también un poco?
... ..-¿De qué modo?- me preguntó con indiferencia.
..... -Cortando las hojas de la enredadera que se transparentan a través del ventanal.
..... Rubén de Loa lanzó una risa despectiva y me preguntó:
..... -¿Qué te has vuelto loco?
..... Esperó un minuto y luego, con tono confidencial, nos dijo, mirando alternativamente a mi mujer y a mí:
..... Yo soy un solitario. No tengo esposa ni hijos ni parientes ni amigos. No tengo vicios. Si fumo, es por costumbre, pero no por placer. No voy a los teatros ni a los cines. No tengo amores ni con mujeres ni con hombres ni con bestias ni con objetos. Y trabajar me es duro, trabajar me hace sufrir. Así, pues, no conozco el placer. Exagero. No conozco más que uno solo, uno solo y nada más. Y éste me lo proporcionan justamente esas hojas transparentes que tú me pides cortar. Ponte aquí. (Luego a mi mujer). Señora, póngase usted aquí. (Luego a ambos). Miremos las hojas. Verán ustedes que sus formas y sus sombras al moverse con la brisa, dejan de ser hojas para ser variadísimas clases de peces nadando silenciosamente en un vasto y verde acuario. Vean ustedes cómo pasan, se acercan, se alejan, vuelven, se pegan a los cristales, giran, desaparecen, reaparecen. Entonces, siento cómo el agua del acuario se filtra por el ventanal e, inundándolo todo, me inunda a mí. Y soy a mi vez un pez. Nado muellemente por esta atmósfera, enredándome en el humo de mi pipa. Es mi único placer. Olvidan ustedes que yo no soy un homre feliz.
..... -Rubén de Loa- le dije estrechándole cariñosamente las manos-, te presentamos nuestras excusas. En verdad, nosotros somos felices, tenemos parientes y amigos, bajo nuestras sábanas se anidan muchos goces. Mi mujer frecuenta los cines; yo, los campos deportivos. Rubénde Loa, en nuestro nombre y desde el fondo del corazón, te pedimos que jamás cortes ni una hoja d aquéllas y te deleites siempre nadando por los aire de tu taller.
..... El buen amigo nos abrazó entonces enternecido y, cogiéndonos por las manos, nos hizo ejecutar una lenta, lenta, lenta pirueta acuática que nos cortó un tanto la respiración y que nos llenó de placer al sentir cómo nuestros pies volvían a tomar contacto, poco a poco, con el entablado del taller.
 
loretopaz,26.06.2007
Este fragmento es exquisito!! Son pocos quienes osan escribir conversaciones silenciosas entrecortadas de expresiones repetitivas, como ese “Vaya, vaya” del pintor, que me recordó una similar de mi padre (“Así las cosas”, solía decir en esos momentos de silencio entre amigos), y la descripción de ese taller/acuario es simplemente genial. Lo que más me llama la atención, es que aparentemente Juan Emar solo describe lo manifiesto, y en forma escueta, sin remilgos ni adornos, pero lo hace de manera tan genial que da a su escrito tanta o más profundidad que la que pudiera tener esa meditación sobre la muerte que menciona como al pasar, sin darle la importancia que, en principio, debería tener en una obra literaria. Juan Emar (j'en ai marre!) siempre me deja maravillada, como suspendida en otro mundo.

Gracias, amigo, por ofrecernos estas lecturas.

 
el_altazor,27.06.2007
Coincido en todo con loretopaz. Me parece una sensibilidad especial la de Juan Emar; no sabría definirla. Todo parece tener un vértigo vagabundo que cae y asciende del extasis al mundo cotideano, hasta fundirse en la inexplicable melodía que es el eje conductor del texto.
Es interesante esa tensión que genera el silencio del taller. Las frases "Vaya, vaya, vaya" y "Así es la cosa", emergen de vez en cuando como pensamientos subyacentes, como signos. Pero nótese que la bronca del hombre injuriado no toma represalias directamente contra el acto del pintor, sino a la mismísma razón de toda su existencia: la pintura. Así se establece una compensación de las ofensas. La balanza que equilibra lo divino del amor de una mujer que vive junto a un hombre, y el gran peso de la soledad del artista y su único placer y sentido existencial: crear el mundo a nuestra medida aunque vivamos materialmente en otro que nos considera un simple desdichado.
Ya satisfecho -y tal vez compadecido y hasta maravillado-, el hombre es premiado por esa pirueta acuática en el hábitat natural del pintor.
Todo se neutraliza nuevamente cuando toma contacto con el entablado del taller.



 
alipuso,27.06.2007
Otro pequeño fragmento de AYER, que me parece sólo Emar pudo escribir:

"... Quien complementa, equilibra; quien equilibra, hace estable -¡muy importante esto: hacer estable!-, pues, quien hace estable, hace viable. ¿Viable qué?, preguntarán ustedes. Muy justo, voy a explicarme. Hace viable la circulación de la vida a través. No digo más: a través, a-tra-vés. Pues, pensemos un momento, agitemos nuestras mentes. La vida circula a través. Puede circular, gracias a que tiene por donde circular. Esto es elemental. Y lo tiene, gracias a que hay, en aquello por donde circula, una estabilidad, y esta estabilidad es únicamente posible, gracias a un equilibrio constante o casi constante, y para que haya un equilibrio tiene que haber por lo menos dos que equilibren. Uno solo, ¿con qué, con quién se equilibraría? Y para que el equilibrio de los dos se mantenga, tales dos tienen que crear entre ellos un complemento, digámoslo sin rodeos, tienen que complementarse. Que si no, es el caos, la desaparición total, la vuelta al día anterior del primer día de la creación. Y en tal caso, ni tú ni tu distinguida mujercita, ni yo ni mis telas ni nada. En cambio, tal como están, como son las cosas hoy, circula la vida en el gran complemento equilibrado y yo, el desdichado Rubén de Loa, puedo, a imagen del Creador, darle a la vida total, un punto más, un tubo más, diría, por donde gozar circulando. Es lo que hago con mis telas aquí en mi taller, amigos míos...".

Reportando desde el altiplano mexicano la inesperada visita de Juan Emar a mi país.
 
loretopaz,27.06.2007
Sí, Alipuso, tiene la marca de Emar, sólo él puede escribir algo así, jaja, y me encanta!

 
maravillas,30.06.2007
Algo ha de ir haciéndose escondidamente en esa paradoja. Sueña el corazón con escaparse, como todo lo encadenado, con desprenderse, aun a costa de desgarrase. Nunca podrá ser libre sin conocerse.

¿Será esa la reflexión verdadera?
 
quilapan,30.06.2007
Yo creo, maravillas, que este tipo de reflexiones lo que hacen es poner en entredicho el concepto de 'verdad', lo que tiene la apariencia de verdadero, quedando remitido a lo subjetivo como absoluto y a lo objetivo como relativo.
 
maravillas,01.07.2007
¿Concepto de "verdad? No sé a qué te refieres, Quilapan. Reflexionaba sobre los sentimientos de Emar en ese texto escogido, esa necesidad imperiosa, existencial, que el artista tiene de soledad para crear, y al mismo de tiempo esa necesidad de compartir, que aprecié en el texto por ti escogido.
 
alipuso,01.07.2007
Siento en Emar sentía que creaba y recreaba un mundo aparte incluso de Whitman en su optimismo disfrazado, o los europeos pesimistas del siglo XIX, "decadentes en trascendecina" tan lúcida, con sus fantásticos pesimismos que han dado paso, incluso, a este mazoquismo disfrazado de "libertad" que disfrutamos ahora.
Ahí está Juan Emar, apenas descubierto por mí, pero bien puesto para sugerirme verdades en el simple hecho de transformar la mente, a cada paso, en una reinvención de la casualidad fortuita o por fuerza mayor por medio de una mente que convierte un minguitorio en el paso de Cioran o Nietzsche a través de una tela de juicio no innovadora acaso en fondo, pero sí en las formas sutiles y trascendentales como lo es UN MOMENTO en la vida de cualquier persona.

Gran descubrimiento para mí, Juan Emar.
El nos propone reinventar a diario el todo ante el vuelo de una mosca o la bomba de hidrógeno. El todo dentro de uno mismo, nunca afuera, que afuera todo sigue siendo lo mismo con insignificantes variantes.

 
la-negra-chilena,03.07.2007
Me introduje en un mundo de verdes y más verdes cuando vi la obra de teatro AYER, basada en el libro de Emar, pero leerlo seguramente será todo un hallazgo.
 
desideratum,06.07.2007
¡ay que interesante Emar! Pero no tanto como Quilapan ¡ja!
 
alipuso,21.07.2007
El cuento de Emar, "El Perro Amaestrado", publicado en The Clinic en junio pasado... bueno... ¿Alguien quiere dejar su rastro de caracol en el camino?
 
quilapan,07.08.2007
SOBRE EL ARTE - 26 - V - 1914

''Mil veces al alabar una obra de arte incomprensible por el público me han hecho la siguiente objeción: ''Un artista, un pintor por ejemplo, no creo que deba pintar para un cierto grupo de elegidos, únicos capaces de comprender aquello, sino para todos. El arte debe ser para toda la humanidad y no para dos o tres''. ¡Falso! El arte no debe ser para todos, ni para agradar a un grupo más o menos grande, ni para satisfacer las ideas y gustos del público. El arte debe ser dirigido, no a personas, sino a una idea por realizar o expresar, a una concepción alta, sea o no comprendida. Debe existir el arte por el arte, por él mismo, y no por el gusto de todos. De otro modo lo hecho en una época y considerado en dicha época como artístico, no lo sería en otra, puesto que los gustos de todos cambian constantemente. En cambio la obra de arte, pase lo que pase, debe permanecer siempre en calidad de tal, ya que la concepción alta no es capaz de cambiar con le ápoca puesto que representa un estado de ánimo, un pensamiento porfundo y tiene su fin y su aspiración realizada. El arte, como las ciencias, la literatura y todo en fin, debe tener como norma, no el agrandar momentáneamente, arrancar aplausos o abismar, sino encerrar y revelar una verdad trascendental, una concepción filosófica, un concepto amplio sobre un tema amplio (humanidad, naturaleza, estados de ánimos, sentimientos, etc) y lo que puede ir cambiando para amoldarse a los gustos de una época son únicamente los medios de realizar dicha obra.'' i-de los diarios de juventud./i
 
eride,07.08.2007
mmm, ese extracto me recordó la muestra de dibujos de Emar en la Biblioteca Nacional, lo pusieron como encabezado.
Es una buena muestra.
 
quilapan,07.08.2007
Así es, yo viajé a Santiago el 24 de Julio y alcancé a visitar esa muestra. Los dibujos me parecieron formidables, dentro de la premisa escritural y artística del Pilo Yañez. Este extracto pertenece al conjunto de reflexiones ''Ideas'', que Emar escribiese en su juventud. Saludos!
 
quilapan,08.08.2007
''Estaba yo en Lo Gay, el fundo de Florencio Naltagua. Fue en el verano pasado. Siempre Naltagua invita amigos a pasar unos días con él, y la vez a que me refiero, tuvo como huésped a un joven alemán, de mi edad, llamado Ludwig Elferbeld.
Antes de seguir debo advertir que la angustia que me toma no se caracteriza por el desaliento ni la incapacidad, sino más bien por un exceso de sensibilidad, una sensibilidad que va a tal punto que el menor hecho, el más mínimo e insignificante, me llama la atención, me penetra y me hace analizarlo, masticarlo fría y razonablemente. Llego entonces con el raciocinio más bien que con el sentimiento, a la conclusión de que todo es vano, todo es estúpido, sin sentido, y si hay quienes amen algo es porque no se han colocado en el punto de mira donde yo me coloco, el punto más alto… pienso yo en dichos momentos. Pero es el caso de que si siento amor por algo, inmediatamente me asalta la necedad de lo que amo, veo el error que cometo al amar, verifico que no es posible apasionarse en la vida pues nada merece pasión. Sin querer sigo pensando cuán inútil es todo en esta Tierra. Sin embargo siento el deseo de amar, de venerar cualquier cosa para libertarme de mí mismo. Entonces lloro al ver que mi cerebro pone una barrera, abre un abismo a los ímpetus de mi corazón.
¡Tristes momentos! Mi angustia crece, llego a sentir ira contra todos los que creen y viven, llego a tratarlos de ciegos de espíritu al no ver lo que para mí es tan claro: la inutilidad de creer y vivir. No me fijo que en el fondo los odio porque los envidio, porque quisiera ser como ellos también.
Pero, ¿qué quieres, Onofre? No puedo y no puedo. El alma se me ha cerrado y soy víctima de la extrema sensibilidad del pensamiento roedor, mortal.
Pues bien, una mañana llegó a Lo Gay este amigo alemán, Ludwig Elferbeld. Era un ardoroso admirador de las artes plásticas y de la música. Vivía alimentándose con la expectativa de poder dedicarse pronto a la escultura. A las pocas palabras que cruzamos me di cuenta de que era uno de esos tipos perfectos de los alemanes: serio, grave, cadencioso y ceremonioso, obrando en todo más que por su voluntad por la voluntad de su patria y de su raza. Tenía el equilibrio completo en todas sus facultades, hacía todo como ‘‘debía’’ hacerse, pensaba como se ‘‘debía’’ pensar y sus ideas eran las que ‘‘debían’’ tenerse. Como transparencia se adivinaba, bajo la frialdad que cubría todo su ser, ese deber inculcado por sus generaciones pasadas, esa gota de idealismo, ese algo soñador, que nunca se manifestaba con ardor ni con pasión sino siempre como ‘‘debía’’ manifestarse. Era un alma sana, poseía aún un corazón no enfermo por ningún pesar, había pasado por la vida sin tocar las tormentas, había pasado protegido por el santo deber alemán que le impedía dudar o mirar otros puntos, y por la gota de idealismo que le hacía amar lo hermoso y delicado y no pensar siquiera, no sospechar que tal vez puede haber goce en lo que no es hermoso ni delicado. Amaba algo y lo demás se le borraba. Sentía gusto por algo y todo el resto desaparecía. Ya había encontrado un fin al cual llegar. Sin dudas, sin engolfarse en cuestiones demasiado complicadas, sin dejarse herir por el resto de las cosas de este mundo, sin sufrir, fría y místicamente, se entregó al fin que se había impuesto. Cuando hablábamos, apenas hacía yo alusión a algo que no fuera equilibradamente sensato, parecía no comprenderme y si yo sostenía algo que no estuviese dentro de los marcos de lo razonable, me rebatía con una lógica tan perfecta, con un raciocinio tan matemático que yo no hallaba qué responder y aparecía como perfectamente convencido.
Tal rectitud llevada a tal extremo y que me hacía creer en una ausencia completa de personalidad, me hizo pensar que Ludwig era un sonso. En verdad lo consideré desde entonces con la más profunda indiferencia. Al último me era más como una cosa que como un ser.
Pasaron algunos días. Apenas cruzábamos una que otra palabra.
Una tarde –por simple cortesía y en el fondo con una gotita de pretensión pues pensaba admirarlo- lo invité al taller que Naltagua me había improvisado. Al ver mis obras, pensaba yo, tal vez se convenza de que en el arte, más que el estudio y el amor por la investigación y la veneración por lo que se investiga, vale la originalidad, las rarezas y las locuras llevadas a la tela.
Pero un despecho profundo me invadió pronto al verificar la extrema indiferencia con que se quedó ante mis pinturas. Se deshizo en palabras elogiosas, mas en el fondo veía yo cuán distante consideraba él el arte a lo que yo había hecho. Pues junto con decirme una palabra de halago, me hablaba, con su convicción característica, de lo tanto que era menester trabajar para hacer siquiera algo. Luego recordó el ahínco infatigable de los grandes maestros, de los griegos, de Miguel Ángel, de Rafael, de Leonardo, de Rembrandt, de Rubens y de miles más. Concluyó diciéndome con su acento extranjero:

-Yo creo, don Anacleto (a pesar de ser ambos de la misma edad siempre me trató de ‘‘don’’, lo que más contribuía en mí a despreciarlo), yo creo que es inútil dedicarse a las artes si uno no tiene el firme propósito de trabajar hasta matarse y la fuerza para realizar este propósito.

Quedé aún más desanimado. Al principio pensé para mis adentros: ‘¡Qué imbécil!’, pero a pesar de todo seguía pensando en lo que me había dicho.
Al fin y al cabo, ¿quién sabe? ¿tendría él la razón?
Empecé a dudar de mí mismo, de esa sensibilidad enfermiza que yo creía ser muy de artista; empecé a dudar ante esta fuerza serena, decidida, inquebrantable y sana que surgía de todo su ser.
Comí en silencio. Pensaba en mi obra tristemente. ¿Qué había hecho yo, qué había producido? ¡Nada! Pero en fin, era joven aún, no había empezado la vida para mí. Pero mis reflexiones no quedaban ahí. ¡Nada había hecho! Y pensándolo bien, ¿qué podría hacer? ¡Para hacer algo hay que amarlo, hay que desprenderse de las miserias que nos acongojan, hay que elevarse sereno a la región más pura, hay que creer y hay que vivir!
Al pensar así, si echaba una mirada sobre mí mismo, veía sólo hastío, sólo tormentos, sólo repulsión por el arte, por lo bello y ni un ápice, ni una chispa de juicio sereno, de serenidad, ni de amor…
Vino la noche, ¡Oh, qué noche! Pocas veces había sentido con mayor intensidad la angustia de mi alma de artista. Pocas veces había sentido tan hondamente la imposibilidad de elevar mi alma enferma y roída al cielo radiante y tranquilo, al cielo en que brilla el arte verdadero.
Para comprender mejor, Onofre, lo que esa noche pasó en mí quiero dar idea, en dos palabras, del aspecto de las casas de Lo Gay:
Hay en ellas tres viejas encinas que se pierden en la noche. Su follaje es tan oscuro y tan tupido que a través de el no se divisa ni un pedazo de cielo. Al pie de los troncos y de la bóveda de las hojas hay una interminable hilera de piezas antiguas al lado de un corredor bajo y soñoliento aplastado por un techo de tejas rojizas.
Me senté en el corredor fumando y vagando con la imaginación. Los demás, entre ellos Florencio y Ludwig, hablaban y reían.
De pronto me hirió una convicción, como si el cúmulo de ideas negras que me acongojaba se formulara, se precisara:
‘No soy artista –me dije-; he errado mi vocación’.
Todos mis queridos proyectos, todas las innumerables ilusiones que me habían nacido en las horas de optimismo se derrumbaron y terminaron de un golpe.
‘No soy artista, por cierto –me decía-, pues si lo fuera, por la razón misma de serlo, esa idea de la necedad de todo, de la inutilidad de todo, no habría germinado en mí, no habría echado en mi alma raíces tan profundas. Un artista, por la naturaleza de su ser, ama con frenesí, no medita ni se atormenta con el objeto de su amor. Ama solamente; ama porque aquello es bello, porque es divino, porque es Dios entre los hombres.
Sentía la necesidad de que mi temperamento cambiara para poder producir siquiera una pequeña mancha. Sentía la necesidad de que saliera de mi cerebro ese desprecio irritante por cuanto existe y que viniera a ser remplazado por la veneración que el artista experimenta ante lo grandioso de la naturaleza.'' b-Umbral; Dintel, tomo I; páginas 2915 y 2916/b
 
mandrugo,09.08.2007
Emar fue un escritor muy generoso en palabras, como sabemos, entonces no creo que el muy loable esfuerzo y motivación del buen quila, por el dar a conocer esta injustamente olvidada obra, haya elegido el camino -cuantitativo-, correcto.
Me explico más aún, decía mi profesor de biología del Liceo, después de ilustranos el ciclo de Krebs, terminando por adormentarnos definitivamente.
Si yo sigo y comparto esta lavor divulgativa, interesante y estimulante, de la obra de Emar, creo que la ruta hay que invertirla. Es decir, pasar de lo torrencial a lo homeopático, de lo cuantitativo a lo cualitativo. Ambos aspectos no son contradictorios, desde luego.
Quila leyó la monumental obra Umbral, entonces el ir dejando en el foro algunos guijarros cósmicos, algunas reflexiones de Emar, o frases, o metáforas, líneas estilísticas etcétera, en pìldoras concentradas de kriptonita pura, creo agilizarían la lectura, principalmente apurada, del lector del web; llevándolo, poco a poco, hacia el interés por la escritura original y caleidoscópica de un autor reacio a la luz pública. Más bien frecuentador de tumbas y profundidas silenciosas.
 
mandrugo,09.08.2007
lavor? En fin
 
quilapan,19.09.2007
''Mi escondite consistía en no publicar, no,
no publicar jamás hasta que otros,que yo no conociera,
me publicaran sentados en las gradas de mi sepultura'' -Juan Emar

A raíz del silencio de la crítica de la época, ante sus tres primeras novelas más bien breves (Un Año, Ayer y Miltín, 1934, todas editadas en 1934) y su colección de cuentos Diez, (1937) Juan Emar -seudónimo de Alvaro Yánez Bianchi- dejó de publicar obras literarias; pero esto no significaba que el que fuera uno de los más excéntricos narradores de nuestra realista narrativa del siglo XX, dejara de escribir: Emar no optó por el silencio ante la incomprensión hermenéutica, sino más bien por el contrario: el 14 de septiembre de 1940, cerca de los 46 años comenzó, según consta en páginas de su Diario -inédito hasta el momento-, a escribir la que sería su obra más ambiciosa –y tal vez la más desmesurada en sus intenciones de toda la narrativa chilena de la pasada centuria- Umbral.

Por ese tiempo, anotó en el citado Diario una frase decisiva: “Soy un escritor y como tal me realizaré”. Desde entonces, entre Santiago y el fundo de Quiltripe, en la zona central, y hasta la fecha de su muerte, el 8 de abril de 1964, se dedicó a su obra de aspiraciones totalizadoras, la que quedó inconclusa y de la cual no publicó ni una página de las más de cinco mil mecanografiadas que tenían los originales en su última versión.

Umbral, compuesta de cinco “pilares” o libros: “El globo de cristal”; “El canto del chiquillo” y “San Agustín de Tango”, "Umbral" y “Dintel”, es una novela que se inicia en el “Preámbulo” al Tomo I, “Dos palabras a Guni”. Con la apariencia de una novela epistolar; esta primera carta al personaje-destinatario llamado Guni, fechada el 2 de marzo de 1941 –en una sincronía temporal aproximada al momento en que se comienza a escribir la novela- resulta ser una ‘programación’ del texto a la vez que un esquema formal y argumental del mismo, que llega hasta el llamado “Tercer Pilar”. El tono de esta carta además de apelativo –el narrador no pierde de vista que su relato está dirigido a una interlocutora que lo acompañará en su periplo escritural- es considerablemente metalingüístico, es decir va narrando el relato de cómo se construye el relato, la novela dentro la novela, en una suerte de diario epistolar de la ardua construcción de la obra: “¿Cómo empezar a contarte todo? Tengo aquí una montaña de notas, observaciones, narraciones, qué se yo. Cuando quiero echar mano a ellas, se escabullen”.

El intento del narrador por asir la totalidad inabarcable que es Umbral, lo lleva a transmigrar desde un alter ego, Onofre Borneo, a unas máscaras cada vez más difusas y alternantes como el propio Juan Emar y otros narradores. Y es a través de este juego, que la novela se expande, no sólo en relación a sus personajes sino a los procedimientos narrativos y a la inclusión de diversas formas dentro de la misma novela: autobiografía, parodia de textos dramáticos intercalados, ensayo, alucinación esotérica, ciencia ficción, literatura sobre la literatura, etcétera.

En suma, Umbral se presenta al lector del presente siglo, como la novela de más vastas aspiraciones, tanto formales como escriturales, cuya recepción crítica apenas comienza, y que si bien puede producir cierta reticencia por sus poco más de cuatro mil páginas impresas, es, sin duda, una obra memorable y única en ese reciente (y lejano) panorama narrativo de mitades del siglo XX, pero sólo editada en un primer intento que sólo incluyó el “Primer pilar: El Globo de Cristal” en 1977 por Carlos Lohlé y en 1996, en forma completa por el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la Biblioteca Nacional de Chile.
 
mandrugo,19.09.2007
Muy interesante esta aproximación.
Deseo preguntarte, quila, si tú sabes, o te han informado tus espías, si el "niño terrible" de la literatura chilena, Bolaño, se refirió a la literatura de Emar en algunos de sus escritos, libros, conferencias, entrevistas, artículos etcétera.
Me resultaría incomprensible que un antropófago de la lectura como Bolaño no conociera a Emar.
Vemos que Vilas-Mta visitó Chile y ya se enteró y admiró a Emar.
 
quilapan,19.09.2007
mandrugo, te paso a responder tu inquietud con la edición de Anagrama de los ensayos de Roberto Bolaño en mano, Entre Paréntesis. Como podrás imaginar una de las primeras cosas que yo mismo quise averiguar es si nuestro ''niño terrible'' había leído a Juan Emar o tenido noticia de su obra.

De lo que yo he leído en cuanto a las novelas de Bolaño, a Emar no lo menciona (digo esto porque muchos autores acostumbran salir al baile en sus narraciones); pero sí lo menciona dos veces en sus ensayos. Estas menciones son mas bien indirectas:

''A menudo me pregunto: ¿qué hubiera pasado si Piglia, en vez de enamorarse de Arlt, se hubiera enamorado de Gombrowicz? ¿Por qué Piglia no se enamoró de Gombrowicz y sí de Arlt? ¿Por qué Piglia no se dedicó a publicar la buena nueva gombrowicziana bo no se especializó en Juan Emar, ese escritor chileno similar al monumento al soldado desconocido?/b Misterio.'' (en 'Derivas de la pesada', sobre la literatura argentina).

''Rodrigo Pinto es el chileno mítico, aquel que lo ha leído todo o que está dispuesto a leerlo todo. Y además, y por encima de todo, es una buena persona. bRodrigo Pinto puede pasar de Wittgenstein a Juan Emar, de Stendhal a Claude Simon sin que le tiemble un pelo./b'' (sobre 'Fragmentos de un regreso al país natal')

Esas son las dos únicas veces que lo menciona, hasta donde yo estoy informado. Después le queda a uno especular si además de tenerlo presente en el panorama literario leyó alguna de sus obras que publicó en vida. Me gustaría pensar eso sí, que si Bolaño hubiera ahondado más en la obra de Juan Emar, habría tenido más palabras para su obra, ya sea de elogio o de crítica. Ya vemos que Vila Matas lo ha hecho, y Emar ha salido airoso de su examen. Saludos!
 
mandrugo,19.09.2007
Interesante, veremos si otros boloñanos como luchochago o evaristo, pueden aportar algo más al respecto.
En todo caso, creo, que esas dos citas demuestran que lo conocía y apreciaba, porque a través de Pinto, deja a Emar en extraordinaria compañía.
 
quilapan,08.01.2008
bTradición y vanguardia en Miltín 1934/b

Dino Plaza

La obra de Juan Emar convoca todo un conjunto de elementos que no se deja asir. Hacerse cargo de toda ella parece una labor inalcanzable. Frente a un proyecto que se multiplica entre sus páginas, que instala puentes entre sí, que recurre al metatexto para cifrarse o descifrarse, al intertexto como método de construcción, la tarea de encontrar un sentido de conjunto se hace compleja. Cuesta saber qué obra considerar como la fundamental. Más aún cuando vemos que los libros del autor se autocomplementan y parecen al final remitir a un solo gran proyecto. La duda queda entonces en el aire: ¿estamos frente a un único libro? Podemos contentarnos con lo que hemos ido conociendo de la obra emariana, y un desconcierto a veces total.

Un hecho que inmediatamente llama la atención es el tono juguetón, liviano en apariencia, con que el narrador se desplaza de un lado a otro por el derrotero que dibuja el mecanismo de la escritura. El lector se ve asaltado por una descripción escrupulosamente detallada de quien será presentado como Martín Quilpué. De él se nos informa lo siguiente:

Martín Quilpué vestía como sigue: sombrero calañés gris claro con cinta negra; traje vestón azul marino con rayas blanquecinas; camisa blanca rayada de azul; cuello de pajarita; corbata violeta con pintas ocre; zapatos negros rebajados de cuero de potro; calcetines grises algo más obscuros que el sombrero. Doy todos estos datos por lo que pueda acontecer durante las páginas de este libro. Olvidaba: el hombre Martín Quilpué lleva bigotillos, mas no barba. No usa anteojos ni bastón. Fuma cigarrillos Baracoa que enciende con fósforos Volcán. Ignoro cómo será su pañuelo, pues no se sonó en mi presencia. Huele a agua de Colonia de la Farmacia Universo, calle Chacabuco 1142, teléfono 70173 (1997: 7).

Desconcierta encontrarse con esto en la primera página. ¿Qué relato de la época pudo haber iniciado así la historia? ¿De qué tipo de descripción se trata? A nadie le cabrá la menor duda que en los años en que el libro salió a la luz pública la sorpresa debió ser absoluta. Y si consideramos que la literatura chilena, así como la latinoamericana, estimula, y desarrollan la representación de una realidad inmediata y contingente, donde lo que prima es el reflejo de lo social (Canseco-Jerez 1984), el desajuste en el plano de la recepción se hizo evidente. Los recursos desplegados en Miltín 1934 salen de su centro, provocando con ello un proceso de extrañamiento. Ante el naturalismo aún en boga, la descripción detallada, el uso de recursos que quieren fotografiar la realidad, se plantea un narrador que señala hasta el tipo de fósforos con que el personaje enciende sus cigarrillos. Sin embargo, de inmediato nos advierte que no sabe qué tipo de pañuelos usa, pues el sujeto en cuestión no se ha sonado en su presencia. ¿Puede realmente alguien creer que este hecho sea importante para la finalidad del relato? ¿Pudo un libro de la época haber seleccionado este detalle como ilustración del personaje en cuestión? Evidentemente no. Hay aquí un gesto desviado, la configuración de la ironía, entendida ésta como una figura que consiste en decir lo contrario, no de lo que se piensa, sino de lo que se dice (Foxley 1977; Marchese y Forradellas 1989). El recurso de la ironía se constituye así en un medio para emplazar al centro, la tradición literaria, que es descentrada.

Luego, al avanzar las páginas, se comprueba que el texto prosigue con juegos del estilo. El narrador deja de lado a Martín Quilpué e introduce el nombre de dos amigos suyos de quienes dirá más o menos lo siguiente:

El doctor Hualañé es una excelente persona. Lo recomiendo a todos los que sufran en su estado general (no sé cuál será el término médico de esto), en fin, decaimiento, somnolencia, inapetencia, gases al despertar. Y es de una honorabilidad poco vista en nuestros días. Pero no he empezado a escribir para hacer su propaganda. Llegué a él por el asunto de las paredes y nada más. Mas ya que he dado un consejo para los que estén mal de salud, voy a recomendar al citado Estanislao Buin a todos los que tengan que hacer operaciones bancarias, bursátiles y financieras en general. Oficina: 10. Piso del Banco del Pacífico. Cualquier día hábil a cualquier hora íd. (9).

En la medida en que transcurre la narración, va produciéndose toda una serie de transgresiones respecto del campo literario. Prosiguen los gestos textuales que imponen nuevas exigencias a la recepción. Todo es desarticulado desde la matriz que ha dado normalidad a la escritura tradicional. La descripción es intervenida con digresiones de diverso tipo. Se efectúan operaciones que explotan el espacio donde el narrador tematiza la escritura (Solotorevsky 1993):

He venido a comer caballerescamente y ya, con lo que acabo de escribir, no recuerdo ni lo que iba a decir ni qué fue lo que me ocasionó la frase anterior. Iba a poner, la “desagradable” frase anterior (14).

Yo escribo en cuadernos ordinarios llamados “Composición 40 hojas”, que valen 0.40 al cambio de 11/2 peniques, más o menos. El papel es áspero, poroso, no resiste la tinta, etc. (16).

¿Se me permite un paréntesis? Pero antes, un paréntesis del paréntesis. Helo aquí: siempre que he escrito una frase como la anterior “¿se me permite un paréntesis?”, me he preguntado a quién demonios se refiere ese “se”. El día que logre saberlo, creo que podré morir en paz (19).

Esto acarrea como consecuencia el pliegue del discurso sobre sí. Lo que podía ser relato se transforma en metarrelato. Es decir, la obra que leemos registra precisamente las operaciones efectuadas por quien la escribió, incluidas sus dudas, vacilaciones, deseos, posibilidades, recuerdos. La ficcionalización se articula en torno a su propio proceso de producción. El sujeto escritor va constituyéndose por efecto de un juego de espejos, perfilándose a sí mismo en cuanto construcción. Por eso, en vez de contarnos una historia, más bien hace el registro de un cuento que nunca escribirá y que va a ser el vehículo por el que se interne en los recovecos de un proceso interior. El discurso adquiere así un estatus distinto. Sirve como espacio para la conformación de un sujeto que, a su vez, se inscribe y escribe dentro del propio discurso. De allí el uso permanente también a introducir frases de invitación, como las siguientes: “y ahora podemos proseguir”, “sigamos”, “vamos a la historia”, etc.

Como resultado de esto, los modelos dominantes son claramente alterados. Se manifiesta ausencia de relato lineal, el suceso narrativo –como progresión– se pierde. Además, el uso de digresiones, desplazamientos hacia diversos puntos de lo que se cuenta, la exposición de ideas, el registro de un narrador que nos dice que quiere escribir un cuento, pero luego señala su imposibilidad, confirman el hecho de que nos hallamos ante una obra transgresora.

Y no es para menos. Si vemos el contenido de algunas intervenciones, encontramos claras referencias a una realidad inmediata. El sujeto escritor, en cuanto registra los derroteros del proceso de producción de su texto, incluye aseveraciones como la siguiente:

Todo lo del señor Alone me aburre. Es como una planicie interminable, sin árboles, sin arroyos, sin seres, sin ondulaciones, sin cielo (37).

El libro del señor Alone es como el cuadro de Valenzuela Llanos. Liso e indeterminado. Sin un foco central que sujete y mantenga en su sitio los contornos (39).

Sabemos perfectamente el peso que tiene atreverse con un patriarca como Alone. Figura central del “gusto literario” de la época, difícilmente podría encontrarse a alguien dispuesto a señalar juicios del estilo. Hacerlo, incluso en el plano de la ficción, implica una incitación al conflicto. Miltín 1934 abunda en señalamientos de ese tipo. Nombra personas, medios de prensa, artistas, todo, para formular una serie de críticas a vicios institucionalizados en el ámbito de la cultura. En este sentido, se construye en cuanto ideario de desafío a los poderes y el saber oficializados (Foucault 1998). Inscrito todo en el plano de la ficción se convoca al centro, a la cultura oficial, desde el contenido; y desde la forma textual, es decir, el modelo de construcción de la obra, a la literatura establecida y validada por ese centro de saber cuestionado. La posición del narrador continúa este camino y va endureciendo sus ideas:

Tengo un 99% de certeza que el señor Z habría escrito como el señor Alone, es decir, enumerando uno a uno a los autores, pincelándoles pequeñitas cualidades y pequeños defectos y su opinión franca, categórica (...), no la diría. Porque tal es el 99% de las veces la manera cómo escribe el 99% de los críticos (40).

Con lo anterior, al fijarse en el problema de los juicios formulados por la crítica, se atreve con un planteamiento que implique necesariamente una posición:

Cada señor crítico escribirá única y exclusivamente, entiéndaseme bien, única y exclusivamente, sobre aquellas obras que le hayan entusiasmado, locamente entusiasmado, o bien le hayan horripilado hasta las náuseas. Y silencio sobre todo lo demás (44).

Luego, otro gesto de intervención en el plano de la cultura. Esta vez el ámbito de la literatura viene a remarcar la intencionalidad que evidencia esta obra. Continuando con el argumento anterior, hace alusión a Vicente Huidobro y la opinión de un crítico sobre su poesía:

El señor aquel abominó de la poesía de Huidobro. Protestó. Aquello no era poesía. ¡No lo era y no lo era! (...).

Aplicando mi sistema, dicho autor nos habría tenido que decir qué es, en su opinión, poesía, nos habría edificado al respecto (...) Por lo menos, si no explicar, habría por lo menos citado unas cuantas líneas de verdadera poesía. Se me figura –sin base alguna, simple conjetura mía, simple tinca– que habríamos tenido una cita más o menos concebida así:

Qué linda en la rama
La fruta se ve
Si lanzo una piedra
Tendrá que caer
¿Por qué no? Sigamos con mi sistema y a la pregunta que se me haga de por qué tal estrofa es admirable y me entusiasma, contestaré:

Qué linda en la rama
La fruta se ve...
¿No están allí encerrados todos nuestros gratos e infantiles campos? ¿No está allí, concentrada, la naturaleza entera, simbolizada por verdes ramas y dorados frutos? ¡Y cuánta sencillez!
Si lanzo una piedra...
¡El movimiento! ¡La agilidad! ¡Vida, salud, juventud!

Tendrá que caer.
Tendrá... ¡Qué puntería! Es la seguridad del hombre verdadero –¡ni una vacilación!–, es el triunfo de la humanidad sobre la rebelde naturaleza.
... que caer. Gravitación... Newton... Einstein.

Resúmase todo lo anterior y ya tienen ustedes, señores críticos, las razones por las cuales aquella estrofa me arrebata:

La poesía debe cantar la naturaleza en sus más puras expresiones (ramas, frutas), para hacernos activos, ágiles y sanos (lanzo piedra), llenarnos de confianza (tendrá para penetrar los secretos de la naturaleza (Newton, Einstein), único modo de vencerlos (48-49).

El gesto aquí se torna revelador. Por una parte, continuando nuestro razonamiento, vemos cómo se emplaza el modelo estético dominante. Ya no es sólo la literatura precedente, sino su propio contexto. Los críticos son mostrados como los responsables de un cierto gusto que se impone como verdad única e indisoluble. Pero luego se recurre a la parodia (Marchese y Forradellas 1989) para describir cuál es ese modelo. La poesía de moda es escarnecida, ridiculizada en sus alcances, así como en los criterios de valor sobre la misma. Y, por cierto, junto con todo esto, aparece una crítica evidente a aquello que el programa vanguardista ha criticado en el arte tradicional, esto es, el afán de copiar la realidad, transformar el objeto artístico en un parásito del mundo que se impone como modelo. La figura de Vicente Huidobro surge con fuerza a través de las últimas líneas en la cita anterior. “La poesía debe cantar la naturaleza en su más pura expresión”, se señala con clara intención irónica, realzando el guiño textual que delata lo contrario. Aquí, el proceso de la intertextualidad (Martínez Fernández 2001) aparece operando como trasfondo enunciador del momento y posición desde donde se escribe. Sus referencias son claras. La obra de arte debe ser capaz de articular un mundo propio, transformarse en motor de una realidad única y autónoma. En esta misma dirección, interesa ver cómo, a través de los mecanismos descritos anteriormente, Miltín 1934 se construye en un diálogo no sólo con el centro, la cultura tradicional y sus modelos institucionalizados, sino también con un contexto que opera fuera de la obra misma, pero que es emplazado en ella para desarmarlo, cuestionarlo y desestabilizarlo. La obra adquiere, de este modo, una connotación distinta. Se muestra a sí misma en una dimensión particular. Centro y contexto son sólo parte de un proceso más complejo. No se trata de emplazar a los poderes oficializados de la cultura y criticarlos exclusivamente. Los recursos que se despliegan sirven para construir un nuevo escenario. Correr los límites que impone todo saber, implica en este caso la aceptación de un nuevo desafío: reconstruir el ámbito que ha sido desmontado. Pero para llevar a cabo esta tarea se hace imprescindible que ese ámbito adquiera proporciones inéditas; habrá entonces que centralizar y contextualizar las nuevas preocupaciones estéticas, darles validez en el espacio de la obra misma. Es decir, no es que estemos proponiendo una especie de reflexión sociológica sobre Miltín 1934. Más bien, importa destacar el hecho de que todos los elementos desplegados (los recursos estilísticos, la ironía, la parodia, la intertextualidad) se inscriben en una operación que consiste en atraer un centro y un contexto; luego, con esos elementos ya identificados, la obra se construye a sí misma por medio de tensiones con eso que es descentrado (Derrida 1989; Vattimo 1985) y descontextualizado (Martínez Fernández 2001). Desde allí aflora el intento de producir un cambio. La obra se ofrece entonces como modelo de contextualización y centralización, mecanismos que han liberado los esquemas de rigidez impuestos por la tradición anterior. A través de estas potencialidades será posible que el trabajo emariano vaya paulatinamente adquiriendo validez, que el ámbito de la cultura establecida e institucionalizada le dé un lugar en el escenario de los grandes autores. Tal vez, de este modo, se cumpla finalmente lo que el narrador de Miltín 1934 sugiere como posibilidad de augurio a los críticos que emplaza:

Tanta cosa enorme para que un siglo más tarde, el año 2034, digan los señores que estén habitando nuestras casas: ‘Ese tipo de allá de 1934 era estupendo’ (42).



Notas

1 Este trabajo fue presentado, con algunas modificaciones, en el Primer Congreso Internacional sobre la obra de Juan Emar, realizado en la Universidad de Poitiers, Francia, 2003. La novela utilizada y citada corresponde a la edición de Dolmen, Santiago, 1997.
 
mandrugo,09.01.2008
Un excelente aporte, don quila; el autor, Dino Plaza, mantiene ese equilibro, entre su análisis de la obra de Emar y la voz del autor, en una simetría que me resultó muy motivadora e iluminante.
La caja de fósforos Volcán me regaló un ramalazo de emociones impresionante, porque las conocí.

"Qué linda en la rama
La fruta se ve
Si lanzo una piedra
Tendrá que caer"

Aquí ya fue demasiado, porque sentí mi propia temblorosa voz de niño, recitando esa poesía, en la pequeña escuela pública de mi pueblo de provincia, durante "el acto escolar" de los lunes.
Debo decir que tus aportes emarianos, amigo quila, para mí han sido muy valiosos, y ya creo considerarme un emariano, incluso sin haberlo leído, o muy poco, pero esas descripciones lentas, particularizadas, donde no hay prisas, sino un amplio espacio para sumergirse horas en una lectura sin confines, me encuentra ahñi como lector.
Naturalmente, Emar criticaba su tiempo, pero mostró una alternativa, un nuevo escenario cultural, que no busca, a mi modo de ver, cancelar lo existente, sino empujarlo, con el propio ejemplo de escritor y pensador, hacia planos y visiones inéditos, desde la propia realidad literaria y artística en que le tocó vivir, enriquecida, desde luego, por la cultura europea de su tiempo, y de los clásicos del pasado.
Edificio a construir con los propios ladrillos culturales y con una amplia y profunda mirada original.
 
alipuso,13.01.2008
No he leído "Miltín 1934", pero sí "Ayer", y después de leer, de disfrutar, más que el ensayo, esta radiografía caleidoscópica de Dino Plaza, compruebo lo que afirma en el primer párrafo: "los libros de Emar se autocomplementan y parecen al final remitir a un solo gran proyecto".

Si en "Miltin 1934" el autor nombra personas, medios de prensa, artistas, etc., para formular una serie de críticas a vicios institucionalizados en el ámbito de la cultura, en "Ayer" se sirve del chileno común y hasta de algunos animales de zoológico para enjuiciar los prejuicios estandarizados de la misma sociedad por medio de una lucidísima exposición de ideas escondidas en una historia que tampoco termina nunca de escribir, historia que le sirve de simple marco, acompañamiento al solo de violín que representa el proceso interior del que habla Dino Plaza, igualmente juguetón y liviano en apariencia; desapercibido para el lector superficial, acostumbrado a encontrar en la literatura latinoamericana "la representación de una realidad inmediata y contingente, donde lo que prima es el reflejo de lo social"; mientras que para Emar lo social también es primordial, pero en lo profundo-individual, en el arte de saber interpretar y disfrutar del mismo arte, "construyendo para descifrarse él mismo", sin importar realmente un sentido de conjunto en la forma, sino en el fondo convertido también en rompecabezas de ideas aisladas, de dardos afilados sobre una hoja de papel.

Lo más interesante es que sus propuestas siguen teniendo actualidad. Esto significa que su obra se ha convertido en intemporal. Ha pasado la prueba del tiempo a pesar de que en su propio tiempo puso de cabeza la técnica literaria no sólo en latinoamérica sino en buena parte del mundo; y me pregunto si ha habido quien se atreva a intentar imitarlo al menos como absorción inconsciente de estilo.

Nunca mejor dicho eso de que "los famosos no merecen pasar a la posteridad"; mientras escritores como Juan Emar, generación tras generación, siguen y seguirán contando con adeptos genuinos que gustan de la verdadera literatura, más allá del corral de ovejas.
 
luchochago,18.01.2008
Hermoso aporte,con todo lo dicho , que más se puede decir??


Gracias
 
quilapan,05.03.2008
http://www.poesia...
 
quilapan,21.05.2008
El link anterior es un artículo sobre la antinovela Umbral.

Lo que subo ahora es el link a una biografía personal que hice sobre Emar, para el sitio literario La Osta Roja.

http://lacomunida... es.html

 
quilapan,28.10.2008
'El arte es lo único que sobrevive. Todo lo demás muere. ¿Qué nos queda de los antiguos chinos, de los egipcios y de los griegos? Su filosofía, sus artes y sus letras. Lo demás... ¡murió!'

Jean Emar: Notas de Arte, 1923.
 
neige,30.10.2008
Ja! que buena frase!!!
 
quilapan,01.11.2008
bJuan Emar, olvido y rescate/b

Es un hecho que la producción literaria de Juan Emar (Alvaro Yáñez Bianchi, 1893-1964) ha sido ampliamente desconocida por mucho tiempo, siendo ignorada por la crítica e historiografía literarias e incluso por los círculos intelectuales y académicos hasta comienzos de la década de los '70, cuando la célebre reedición de Diez, prologada por el mismo Neruda, permitió rescatarla de 35 años de silencio.


Emar fue un activo promotor de las vanguardias artísticas durante la década de los años '20. Desde sus «Notas de arte» (1923-1925) del diario La Nación desempeñó un rol decisivo en la difusión de las corrientes estéticas en boga en París, apoyando al incipiente grupo Montparnasse 3 . En 1935 se dio a conocer como escritor al publicar tres libros de narrativa fantástica ( Miltín 1934, Un año y Ayer ). En estos textos destaca la propiedad dialogística de los relatos ­en los que recicla y enfrenta a personajes literarios e históricos­, la disolución de los límites entre los géneros, la emergencia de lo inverosímil y un permanente desciframiento del lado oculto de lo cotidiano. La crítica acogió con indiferencia su obra y sólo algunos poetas amigos celebraron con admiración la originalidad de la propuesta. Hacia 1937, Emar publicó su colección de relatos Diez sin provocar reacciones. A partir de entonces su figuración pública decayó y se fue entregando por completo a la escritura de su meganovela Umbral, hasta su muerte en 1964. En la actualidad, el circuito literario chileno asiste a una auténtica operación de rescate cultural sobre la producción emariana. El resurgimiento de su obra en los últimos años es un hecho patente: sucesivas reediciones y una copiosa bibliografía en torno a su literatura son clara muestra de ello.


¿Qué condiciones hacen posible el redescubrimiento de un autor o un cambio tan significativo en su apreciación? Por de pronto, es preciso detenerse en dos hitos que propiciaron el progresivo ensanchamiento del círculo de difusión de la narrativa de Emar: el primero fue la reedición del volumen de cuentos Diez (Universitaria, 1971); y el segundo, la publicación del primer tomo de Umbral, en manos del editor argentino Carlos Lohlé, en 1977. En lo que refiere a Diez, Donoso ya había fracasado en su intento por convencer a los editores para una eventual reedición del material, el cual era tildado de 'oscuro'. Finalmente, el proyecto prosperó gracias a las insistencias de Neruda, quien rescató del olvido a Emar 4 . En cuanto a la aparición del primer volumen de Umbral , esta obra permitió apreciar el talento creativo del escritor en un proyecto de mayor complejidad constructiva. Aunque ya existía un consenso crítico en torno al valor literario de Diez y las demás producciones del año '35, los escasos ejemplares que llegaron al país bastaron para confirmar la categoría de un autor imprescindible. Poco a poco, Emar se fue transformando en un escritor de culto en ciertos círculos académicos; las ediciones reseñadas y su impacto en centros de influencia decisivos (las críticas de Ignacio Valente y algunas cátedras en prestigiosas universidades) allanaron el camino para la publicación íntegra de Umbral (Dibam, 1996), gesto con el cual se marca el inicio del período de divulgación masiva de su obra.

Es conveniente situarse en el Chile de 1935 para descifrar la trayectoria de un olvido. Cuando Miltín 1934, Un año y Ayer aparecieron, aún predominaba en nuestra literatura la novela criollista, enraizada en lo nacional y apegada a la descripción realista, la captación de lo autóctono y el fin documentalista. Al mediar los años '30, el lector chileno acostumbraba verse representado en temas y paisajes, tal como lo pauteaba el mundonovismo de Mariano Latorre (años '20). A pesar de los intentos de la Generación Imaginista del '27 ­con Salvador Reyes a la cabeza­ por dar cabida a lo mítico y al relato interior de conciencia, tal contrapunto no comprometió la búsqueda de una identidad nacional, aspecto capital en el ideario criollista. En consecuencia, la literatura se leía aún en función del apego al terruño y a la capacidad que ésta tenía para dar cuenta de lo propio: el paisaje o el estudio de carácter se sostenían sobre una epistemología de base positiva común. La crítica, en tanto, se enfrentaba a textos de fácil filiación, en los que sin dificultad se trazaban líneas de continuidad y parentesco literario: basta consignar como los dos principales críticos de la época -Omer Emeth y Alone- se alinearon con el criollismo y el imaginismo, sancionando las obras de acuerdo a los parámetros impuestos por estas escuelas. Las condiciones existentes no permitían una acogida favorable para textos cuya libertad imaginativa y patrones de asociación escaparan a la concepción mimético-documentalista; los 'excesos líricos' podían tener cabida como efusión sentimental o desvarío psicológico, pero sin comprometer los marcos comprensivos de la realidad: el papel del absurdo, el inconsciente y el azar no correspondían a lo admisible dentro de la representación literaria en la narrativa chilena de aquella época. Este desfase situaba a Emar como un adelantado para su tiempo, y por ello 'la historia le pasaba la cuenta'. Así, no es difícil comprender que la pretendida oscuridad de sus relatos eran resultado de la abrupta aparición de una nueva propuesta, (ex)céntrica, cuyos principios constructivos superaban el aparato crítico encargado de sancionarla socialmente.

--------------------------------------------------

FEMANDEZ P., José Luis. JUAN EMAR y FRANCISCO COLOANE: ANOMALIAS HISTOGRAFICAS,(RE) VISIONES Y APRONTES PARA NUEVAS LECTURAS. Lit. lingüíst. [online]. 2001, no.13 [citado 01 Noviembre 2008], p.63-73. Disponible en la World Wide Web: . ISSN 0716-5811.
 
quilapan,16.03.2010
'Pilo Yáñez fue el hombre más extraño de todos los allí reunidos y presentes. No hablaba una palabra por días enteros. Se levantaba para el desayuno y se sentaba a la cabecera de la mesa. Al almuerzo y a la cena continuaba en su mutismo. Se levantaba de vez en cuando con el matamoscas en una mano para ir a aplastar un insecto contra el muro. Su mayor concesión era sonreír o lanzar una carcajada ante un chiste de Anguita o una trouvaille de Vicente Huidobro, su gran amigo parisino. Cuando venía el músico Acario Cotapos e imitaba el ruido de los trenes y la manera de hablar de los yanquis, de los andaluces o de los argentinos, entonces salía de su silencio para compartir juegos y decires. Escribía mucho en su cuarto de trabajo, sin mostrar a nadie sus creaciones, hasta que éstas aparecieron en dos libros inesperados y sorprendentes: 'Diez' y 'Miltín'. A su muerte, dejó una obra monumental, creación rara, extraordinaria, única en la literatura castellana. Murió pobre, arruinado, como todos los grandes señores de su tiempo. Además de completamente solo.'

b-Miguel Serrano, Memorias de El y Yo/b
 
manndrugo,25.03.2010
Le estoy hincando el diente al Primer Pilar, pero como lo leo desde memoriachilena, me tomará algunas lunas el terminarlo. Soy un lector sin prisas, por lo tanto ningún problema.
Por otra parte Emar es uno que, como escritor, tampoco tuvo prisas, sí mucha constancia.
 
quilapan,26.03.2010
Qué bueno que un lector como tú manndrugo, con tu bagage (o bagaje?) se plante a desenterrar la opera prima del Pilo Yáñez. Así, con las lecturas que llevas a cuestas podrás hacerte una sólida impresión, a favor o en contra según sea tu parecer, de lo que hay en El Globo de Cristal, el nombre del primer tomo. Su título ya deja entrever que se trata, tal vez, de forjar una visión personal y ecléctica del mundo, del paso por la vida, etcétera, todo lo cuál está preñado de significaciones fantásticas en el sentido de lo irreal o lo surreal.

¿En el archivo de memoria chilena está incluido el Preámbulo a la obra? Ojalá que lo esté pues es muy importante para tener una idea de la estructura que ella tiene en su totalidad. Suerte con tu lectura, creo que sería interesante contar con tus opiniones aquí en este foro; claro que sin prisas, démosle tiempo al Pilo.
 
manndrugo,26.03.2010
Sí, está incluido, pero son cosas que leo a lectura terminada. Es una costumbre, como tampoco leo esas largas explicaciones al pie de la página. Nada mejor que quedarse, de golpe y porrazo, con el autor. El resto viene después y es muy agradable leerlo, pero ya con una visión más o menos general de qué se trata el asunto.
De inmediato uno se da cuenta que es una pluma soberbia la de Emar, y leerlo una aventura de amplio respiro, sin duda.
Quizás si Nicanor Parra es un admirador de Emar, digo, porque se lo podría presentar a su amigo Harold Bloom, ja!
Memoriachilena está haciendo una labor encomiable por nuestra literatura y por nuestras raíces.
 
quilapan,26.03.2010
Lo entiendo manndrugo, pero resulta que el Preámbulo lo escribió el propio Pilo Yáñez (ése era el primer seudónimo de Emar), y allí en grandes rasgos esboza de qué irá cada volúmen, lo que no deja de ser importante considerando la extensión de un trabajo que le tomó cerca de 30 años. En todo caso tienes razón también en eso de que es válido querer leer lo medular de la obra.

Cuando uno se enfrenta a obras de tan largo aliento le da la impresión de que son pura seriedad, pero aquí habrá espacio de sobra para la ironía y para un humor que nace de la más disparatada imaginación.

No creo que Don Nicanor sea admirador de obras como ésta. Emar es un autor que vive en el Olimpo, le gusta lo trascendente, es un gran tonto solemne; recuerdo una declaración de Parra en que afirmaba que 'su modesta contribución a la literatura iba en pos de sacar a la poesía de ese hoyo negro que es el surrealismo'. Pero bueno, no todo parece ser tan rígido.

Y sí, ese sitio de memoriachilena es notable, no sólo en literatura sino en musica y en pintura, por lo menos.
 
manndrugo,26.03.2010
Ah, gracias quila, entonces ajusto el tiro. Claro, pasé de largo pensando que todo era de don Pedro Lastra, un gran escritor que dejaré para el final.
Otra cosa es si se trata de Pilo Emar, desde luego. Merci.
 
quilapan,26.03.2010
Sí, Pedro Lastra hizo la nota preliminar. Allí cuenta entre otras cosas que la publicación de la obra íntegra de Juan Emar le debe mucho a la intervención de Pablo Neruda. Tanto así que probablemente, si no fuera por Neruda, seguiríamos sin haber descubierto al Pilo.

Te dejo el anzuelo enganchado sobre esa nota preliminar, como el nerudiano entusiasta que eres. saludos!
 
manndrugo,27.03.2010
Efectivamente era interesante el preámbulo. Se tiran las grandes líneas de esa oscuridad que hay delante al umbral.
Esa imagen es muy buena, donde en esa oscuridad puede estar la explicación de lo que está a nuestras espaldas, detrás del umbral: nuestro camino recorrido.
Claro, un hombre que está parado bajo el umbral no conoce esa oscuridad. Su pasado puede darle imágenes, intuiciones, resplandores, pero el viaje Emar lo hace con la pluma. Esto me tiene entusiasmado.
Lorenzo Angol, un hombre en vías de evolución. Esto es extraordinario.
Para enfrentar el viaje hacia el ignoto, no basta una entidad, no basta el vivir y el experimentar, tampoco el contemplar y el elaborar, se necesita un tercer pilar que sostenga la estructura: una mujer.
Las cosas prometen, sin duda.
 
manndrugo,27.03.2010
Siempre he pensado que los libros son los que imponen, al fin de cuentas, el ser leídos, y tienen su propio tiempo de llegada. Algunos se demoran demasiado y se nos quedarán en el tintero de los infinitos libros no leídos, lamentablemente.
Para mí el tiempo de Emar llegó, al menos para este primer tomón de mil páginas.
Agradezco el entusiasmo con que te has dedicado, en esta página, a la divulgación de la obra de este escritor, aún de pocos.
Es de esperar que en Chile, lejenas generaciones lo descubra. Digo lejanas, porque con los tiempos políticos, del consumo y el éxito económico, que han comenzado a soplar en Chile, no pueden que estar lejanos esos tiempos para Emar.
Pero el tiempo de la literatura tiene un ritmo cósmico, el de las leyes naturales, ese que devuelve a la tierra, cada primavera, el fulgor de la vida que se renueva.
 
quilapan,03.04.2010
A ver amigo manndrugo, espero que la lectura del comienzo del primer pilar aliente el tuyo entusiasmo; ojalá puedas imprimir a medida que vayas leyendo, y que te abastezcas de harta tinta para lo que viene.

En mi memoria han quedado muy vivos el recuerdo de eso que es El Segundo de Baldomero Lonquimay, una concepción alucinante de la trascendencia del hombre no gracias del tiempo; también del encuentro de los Señores de Re y Do, una escena de costumbres y sicología de muy buen sabor e ironía; y sí, la búsqueda interior de Lorenzo Angol, sin dudas un alter ego fundamental entre la gran galería de personajes; Angol y su debate espiritual sobre si recluirse tempranamente del mundo e iniciarse en los misterios divinos y mundanos; su lucha contra el opio, que él considera un maestro espiritual ni más ni menos; y tantas otras cosas que podríamos comentar; salud, bambino!
 
manndrugo,03.04.2010
Pienso que terminar la obra de Emar, on line, me tomará como mínimo un lustro, porque como no puedo subrayar, o poner un punto de grafito al margen, escribo mucho en un cuaderno.
Además leo en el computer sólo en la mañana, después sólo escribo cabezas de pescado, ja!
 
quilapan,03.04.2010
Por lo que posteaste en la mesa redonda manndrugo, dices que estás leyendo la fase en que nuestro autor se llamaba Jean Emar y escribía columnas de crítica de arte? De hecho hay un libraco blanco por ahí llamado Notas de Arte, que reúne todos los artículos que el Pilo Yáñez dedicó a autores de diversas disciplinas, todos vanguardistas, tanto chilenos como europeos, y que incluía hasta arquitectura. Si mal no recuerdo, nuestro autor trabajó en esto desde 1923 hasta 1926, notas que publicaba en La Nación, y que son probablemente uno de los intentos más serios y sistemáticos de introducir las nuevas corrientes artísticas en Chile. Ahí está el episodio de cuando el Pilo integraba el grupo Montparnasse, pintores vanguardistas que hicieron la primera Exposición de pintura de esa escuela en Chile, lo que suscitó diversas reacciones y habla de ese cánon tan estrecho al que tú aludiste, que regía en gran medida el ambiente local en cuanto al arte.

Confírmame si son esos artículos los que has comenzado a leer, o hasta dónde has avanzado en el primer pilar, porque en él también hay un episodio que habla de esto.
 
manndrugo,04.04.2010
El orden que pretendo seguir es: Escritos de arte; las novelas breves: Ayer; Un año; Miltín y el libro de cuentos Diez.
Sólo después iniciaré con Umbral; sé que hay una recopilación de cartas póstumas que sería muy interesante leer, además de todo lo que se ha escrito y se va escribiendo de este autor, desde luego, incluidas las tesis de grado.
En 1917 habría escrito Torcuaso, que al parecer es un inédito.
Por mi parte soy contrario a comparar , por ejemplo, Guerra y Paz con Demonios de Dostoievski, o el Ulises con la Recherche, porque cada mundo es un mundo en sí mismo, y los universos, como lo intuyó Giordano Bruno y demostró la matemática de Cantor, son infinitos.
 
manndrugo,09.04.2010
Juan Emar, olvido y rescate, por José Luis-Femández P. UCSH

"Es conveniente situarse en el Chile de 1935 para descifrar la trayectoria de un olvido. Cuando Miltín 1934, Un año y Ayer aparecieron, aún predominaba en nuestra literatura la novela criollista, enraizada en lo nacional y apegada a la descripción realista, la captación de lo autóctono y el fin documentalista. Al mediar los años '30, el lector chileno acostumbraba verse representado en temas y paisajes, tal como lo pauteaba el mundonovismo de Mariano Latorre (años '20). A pesar de los intentos de la Generación Imaginista del '27 ­con Salvador Reyes a la cabeza­ por dar cabida a lo mítico y al relato interior de conciencia, tal contrapunto no comprometió la búsqueda de una identidad nacional, aspecto capital en el ideario criollista. En consecuencia, la literatura se leía aún en función del apego al terruño y a la capacidad que ésta tenía para dar cuenta de lo propio: el paisaje o el estudio de carácter se sostenían sobre una epistemología de base positiva común. La crítica, en tanto, se enfrentaba a textos de fácil filiación, en los que sin dificultad se trazaban líneas de continuidad y parentesco literario: basta consignar como los dos principales críticos de la época -Omer Emeth y Alone- se alinearon con el criollismo y el imaginismo, sancionando las obras de acuerdo a los parámetros impuestos por estas escuelas. Las condiciones existentes no permitían una acogida favorable para textos cuya libertad imaginativa y patrones de asociación escaparan a la concepción mimético-documentalista; los 'excesos líricos' podían tener cabida como efusión sentimental o desvarío psicológico, pero sin comprometer los marcos comprensivos de la realidad: el papel del absurdo, el inconsciente y el azar no correspondían a lo admisible dentro de la representación literaria en la narrativa chilena de aquella época. Este desfase situaba a Emar como un adelantado para su tiempo, y por ello 'la historia le pasaba la cuenta'. Así, no es difícil comprender que la pretendida oscuridad de sus relatos eran resultado de la abrupta aparición de una nueva propuesta, (ex)céntrica, cuyos principios constructivos superaban el aparato crítico encargado de sancionarla socialmente".
 
quilapan,28.04.2010
Así, Guni, según creo, ocurren las cosas en el mundo de los fantasmas.

Fantasmas, fantasmas… ¿Pero hay alguna realidad en esto o es mera forma de hablar? Antes de explicarle cómo nuestros personajes desenvolvieron el problema de la dualidad, entendámonos sobre este punto fantasmal. Óigame bien y, durante toda mi carta, tenga presente lo que ahora le voy a decir:

iMundo de los Fantasmas:/i Es un mundo que en todas partes está, que interpenetra al nuestro. Nadie necesita desplazarse ni dar un paso para entrar en él. Es cuanto puedo decirle respecto a su ubicación. Su acceso es cualquier intento por vivir de otro modo. Penétrese bien de estas palabras y deles cuanto alcance pueda. Su esencia está basada en que NO HAY SOLEDAD, en que no la hay en ninguna parte. Por lo tanto, al intentar usted vivir de otro modo y alejarse para ello de lo que hasta entonces era compañía suya, otro ambiente y otras ‘cosas’ surgen ineludiblemente para reemplazar a los compañeros anteriores. En este sentido podría casi asegurarle que la cantidad de compañía que tenemos es siempre exactamente igual, que sólo sus formas y esencias cambian, y la impresión que a menudo tenemos de que ahora estamos solos o más solos que antes, es puramente ilusoria. Esta ilusión viene exclusivamente de una actitud nuestra, actitud de temor o de falta de decisión: no nos decidimos a aceptar de lleno a los nuevos compañeros y quedamos, por consecuencia, en un terreno ambiguo. Si así hemos de quedar, es preferible no aventurarse a traspasar el umbral del acceso que mencioné pues tal ambigüedad es la clave de gran número de casos de locura. Comprenderá usted que estas locuras no provienen, de más decirlo, de trastornos mentales internos que se expresen ‘hacia fuera’ con actos carentes de sentido, sino que provienen del hecho de hallarse un ser en un sitio que no comprende y cuyo código le es confuso por verlo fraccionado. Por lo tanto, al dirigirse con tanteos y errar, aparece no sólo para nosotros como un loco sino también para aquéllos de un poco más allá.

bPrimer Pilar, tomo I, página 117. Ediciones Carlos Lohle, Argentina, 1977/b
 



Para escribir comentarios debes ingresar al sitio: Ingresar


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]