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¿y ahora que soy? Claro... segundo plato de tu mesa llena de manjares, como si estuviera esperando que te sirvieras y te llenaras de mí antes que me enfriase. Pero ya tu tiempo pasó, tu primer plato te lo acabaste y ahora no tienes nada. Lo lamento, tal vez sí soy fría, y es que con estas neblinas nada se puede pedir. Me hago la fuerte, pero al fin me demuestras quien eres... te falta protocolo, pero es que tu corta edad no te permite discernir entre lo concreto y abstracto, entre lo sublime y lo real. Es que abrir los ojos en el momento indicado no era tan complicado, no costaba tanto tomarme y arrancarme de esa realidad triste donde me sumergías. Tus roces, tus palabras, tu mirada, tu boca, todo me apetecía y en realidad quedé un poco sedienta de ese sabor efímero. Lograba evadir los recuerdos y simplemente almacenarlos en el lugar mas recóndito de mi memoria. Y cuando todo parecía asimilado, vienes y te plantas en mi vida, como la sombra que siempre permaneció tras el árbol. Quiero alejarte, cerrarte todas las puertas y tirar la llave, mandarte a otra mesa, para que tu gula al fin sea saciada... y claro... es fácil volver a pedir lo que se te escapó de las manos, habiendo tenido el tiempo suficiente para esconderte conmigo tras el horizonte. Fuiste tanto, el cielo incluso te quedaba pequeño, los talones de la vida no alcanzaban a rozarte, mis noches eran tuyas, mis manos solo a tí te sentían , me conformaba con un susurro incongruente cerca de mi oído, y quedaba llena de lo que no me dabas. Hoy te pido mas y estoy en mi derecho. Quiero una mesa bien decorada, canciones, mantel blanco, cucharas de plata y tu boca de servilleta.
No me vengas a decir tú lo que ahora soy, porque al final tu y yo no teníamos nada, me cambiaste por los sabores exóticos y la cocción elevada, por esos vapores sulfurosos y el tóxico de lo rápido. Chatarra, pura comida chatarra, llénate las manos de aceite, sigue si quieres, pero cuando quieras alzar la copa brindando por la felicidad ínfima que llegue tu vida, ni me cuentes como se te resbala, ni como se hace pedazos tu ilusión. Siento mucho arrancar de golpe todo lo que preparaste, tirar de la punta del mantel y ensuciar tus expectativas de galantería barata. Verte haciendo esto me repugna, siento náuseas de tanta mentira, le das lástima al dolor, y risa a la soledad. Es que en tu futuro no se ve otra cosa que piezas de algo que no has podido armar, el vino maldito aclarando tu mente y soltando esas palabras que, en ese entonces, cuando tú sabías quien era, ocultabas tu hambre de mí a la perfección, como si tu piel no gritara aún, que te hago falta...

Texto agregado el 20-04-2005, y leído por 154 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-01-2008 Eso es el protocolo: ocultar el hambre de... el cielo de estrellas pa´ti diafante
25-04-2005 Metáfora lograda espartako
 
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