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Recuerdo

Era una de mis tantas noches en vela, el insomnio invadía mi mente y todos mis músculos. Cansado ya de leer, de escribir, de tomar agua para cinco minutos después ir a rellenar el vaso, y diez para luego eliminarla de mi cuerpo, apagué mi luz y me sumí en el silencio de la oscuridad. Las cosas que pensaba, es decir, mis excéntricas ocurrencias, mis retazos de proyectos y silogismos, los iba anotando en el tedioso y desagradable proceso de prender la luz, inclinarme levemente, tomar el lápiz y hacer unos leves bosquejos para así no olvidarlos a la mañana siguiente. Esto se repetía día a día, noche tras noche, disolviendo así mi cansancio en angustia. Todo esto me era soportable de alguna manera.
Una noche, recuerdo, mi tediosa rutina nocturna se vio alterada. Recuerdo que esa noche fue una explosión de ideas, sentimientos, pensamientos, proyectos, sueños, derrotas, problema tras problema e inspiración que, en el momento, parecían maravillas.
El problema, recuerdo, era que dichas ideas, sentimientos, pensamientos, proyectos, sueños, derrotas, problema tras problema e inspiración venían a mi mente en intervalos algo distantes. Es decir, cada vez que el destello de uno de éstos pequeños demonios invadía mi mente, no podía dejar de prender la luz, inclinarme levemente, tomar el lápiz y hacer unos leves bosquejos con la esperanza de no olvidarlos al día siguiente. (todo esto mezclado con la rutina del agua, rellenar el vaso e ir a eliminar los líquidos)
En un comienzo, recuerdo que la euforia invadía mi cuerpo en el momento en que me levantaba, prendía la luz, me inclinaba levemente, tomaba el lápiz y escribía unos leves bosquejos para así no olvidarlos al otro día. Recuerdo que las primeras cinco o seis veces que repetí dicho proceso la sangre corría con fuego en mis venas, la adrenalina parecía un líquido azul que yo podía ver en mis gruesas arterias fluir. Todo esto porque, en el fondo de mi, en ese lugar donde nadie podría ver, pensaba haber descubierto algo que cambiaría mi vida.
Recuerdo que, más o menos a contar de la sexta vez, el proceso comenzó a tornarse insoportable. Terminados los bosquejos apagaba la luz, con la esperanza de poder conciliar el sueño, pero, con el pasar de los minutos, sufría un nuevo destello en mi mente y, aun cuando tratara, nunca pude dejar de repetir mi rutina. Mi esperanza era el mañana, el momento en que aquellos bosquejos se transformaran en piezas importantes en mi vida, mi ser y mi futuro.
Mi velador se llenó rápidamente de papelillos de recordatorio pegados en toda su superficie. Con el fluir de la noche, comencé a llenar mi escritorio, para luego seguir con las murallas y hasta el piso. Recuerdo que una de las miles de veces que prendí la luz para repetir el proceso me espanté. Miré alrededor y mi cuarto estaba tapizado por aquellos malditos papelillos amarillos pegados en cada rincón, quitando mi espacio, mi aire.
Recuerdo que rápidamente apagué la luz y comencé a pensar y revolcarme entre mis sábanas nuevamente. No podía entender el por qué eran tan necesarios aquellos endemoniados papelillos amarillos pegados por toda mi pieza. Me preguntaba para qué existía la memoria y dudé de su fidelidad. Recuerdo que la injurié. Recuerdo que la maldije, una y mil veces, millones de veces, cientos de millones. Maldije su fragilidad, la llamé arpía, traicionera, judas, demonio y serpiente.
Después de mucho impregnar, una pregunta saltó al aire y obscureció mi obscuridad.

¿Cuántas cosas he olvidado? ¿Cuántas cosas he pensado, vivido o hecho ayer que ya no puedo recordar, que ya no existen ni existirán nunca más en el tiempo?

Quizás ayer, en el día, de regreso a casa, recordé dónde había dejado las llaves del sótano. Pero en éste momento no puedo encontrarlas.
Quizás ayer o antes de ayer, mientras fumaba, concebí una idea magnífica que podría mejorar mi trabajo y mis ingresos, pero en éste momento todo sigue igual.
Acaso ayer, antes de ayer o hace un mes insulté y herí a mi mejor amigo, y es por eso que ya hace tiempo no me llama. Pero no recuerdo qué pude haberle dicho, si es que alguna vez dije algo.
Quizás ayer mi madre me llamó rogándome compañía en sus momentos acerbos y angustiantes. Y yo no fui, porque no me acordé. ¡Te juro que no me acordé!
Acaso ayer me llegó una encíclica en la cual el Papa me coronaba emperador de las tierras del sur, ¡pero no recuerdo dónde diablos la dejé!

Quizás hace unos minutos encontré el sentido de la vida, la clave de la felicidad eterna y el apogeo del espíritu, ¡pero ya no puedo recordarlo, ya no existe!

Para esos entonces yo estaba de pie, no recuerdo hace cuanto tiempo. Había destrozado el vaso y su agua corrió toda la tinta que encontró en su camino. Sin dejar de tratar de recordar, de elucidar aquellos intrigantes y mortales misterios, desesperado, tomé un resto de vidrio y comencé a anotar todo lo que pensaba, todas mis ocurrencias, en la palma de mi mano izquierda. Luego proseguí con mi brazo, mis muslos, mi pecho hasta terminar surcando y tajando mi propio rostro. La sangre manaba, hacía pequeños caminos por todo mi cuerpo, pero aún no podía recordar. Mientras más estrechaba mi mente por respuestas; más destruía mi cuerpo. Recuerdo que comencé a temblar violentamente, golpeaba mi cabeza con las murallas hasta ver la sangre ofuscarme la vista. Fue en ese momento en que, desesperadamente, sentí que algo se había apoderado de mi cuerpo, ya no era yo quien me movía. Recuerdo que mi última visión clara fue la ventana. Fue en ese momento en que liberé mi alma con un costo de 7 pisos. Recuerdo que lo último que escuché fue el estallido de los vidrios a mis espaldas, cada vez más lejanos, hasta apagarse.


Recuerdo que olvidé también mi verdadero nombre. El infinito me llamó Recuerdo, y es a ese llamado al cual respondo. Curiosamente, todo esto no lo he podido olvidar jamás. Desde entonces mi espíritu sigue rondeando en éste mundo, que ya no me pertenece, cumpliendo así la flagelante tarea de acudir cada noche a las mentes que buscan respuestas, a los hombres que no pueden dormir.




Gato H.

Texto agregado el 22-04-2005, y leído por 111 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-04-2005 No estoy capacitada para decir si esta bien o mal escrito. A mi me gusta...o no me gusta. Y lo tuyo me re-gusto. Tu RECUERDO, repetido tantas veces en tu relato, hilvana de maravilla lo objetivo de tus acciones con las metaforas de tus sensaciones, rematando en un final esperado, pero manejado de forma tal, que no solo lo lees.....lo disfrutas!!! vicenti_ka
 
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