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Por mucho tiempo perduró en mí el temor que me producía la respiración dificultosa de mi padre cuando dormía. Se oía como el lamento de un animal malherido o como (creía yo) el alma en pena de mi abuela, que había muerto en esa misma habitación.
El hecho que este sentimiento se manifestara en las sabanas mojadas, mortificaba de sobremanera a mi hermano Pedro, con quien compartía la cama de plaza y media.
Por otra parte mi madre trato de corregir esta molesta incontinencia infantil de diferentes maneras; sentándome sobre un ladrillo tibio o con infusiones de Bolto antes de acostarme; pero todo era en vano. A la obligada pregunta de ella: ¿Por qué? Yo permanecía callado y sólo atinaba a encogerme de hombros (¿cómo decirle que la única solución era que su esposo duerma con un bozal?)
Por lo demás siempre consideré a mi padre como un gran tipo; el mejor del mundo. Sus ojos encerraban una melancolía imperceptible para todos, menos para mí, que sabía leer en ellos un dolor que ni el mismo se percataba de su existencia.
Entre los recuerdos que tengo sobre mi padre el que guardo con singular afectividad matizada con un tinte de melancolía son los paseos dominicales. Íbamos la mayoría de las veces (por falta de esos papelitos con rostros impresos) al parque zonal del distrito. Me atrevería a decir que en aquellas tardes y sólo en aquellas tardes mi padre era realmente feliz
En medio de los innumerables juegos dominicales, el que más disfrutábamos mi hermano y yo era él de las escondidas. La emoción indefinible que nos producía al sentir la búsqueda de mi padre, la creatividad que poníamos de manifiesto al escondernos en los lugares más insospechados y la complicidad de mi madre para despistar al viejo hacía de este juego un desafío que nosotros, con total entusiasmo, aceptábamos.
Por otra parte mi padre no gozaba de gran imaginación para esconderse; siempre se escondía en el mismo sitio: una enorme estatua de algún personaje, que no sabía identificar. A veces para evitar su frustración, por no encontrar mejores refugios, hacíamos el amago de buscarlo en otros lugares.
En una oportunidad Pedrito se escondió tan bien que tardamos dos días para poder ampayarlo, e inclusive tuvimos que invitar al juego a unos señores uniformados (mi madre decía que eran policías) para poder hallarlo.
Esa fue la última vez que jugamos a las escondidas. Pero pese a ello pedrito siguió escondiéndose (supongo yo, que mi padre no le avisó del final del juego) y cada vez resultaba más dificultoso encontrarlo.
La meticulosa armonía que reinaba en casa fue quebrada por el simple hecho de que mi hermano se escondía en los momentos menos oportuno: a la salida de la escuela, cuando íbamos de visita a algún familiar o simplemente cuando se aburría de las dos habitaciones que formaban la casa.
En unas de las tantas ausencias de mi hermano mi padre se cansó de siempre buscar y de no poder esconderse. Ganas de escapar de la maldita responsabilidad de siempre llevarla y un conteo que le resultaba a la vez triste y tedioso. Así que una tarde nublada de mayo fue a comprar sal para la comida: aquel día almorzamos tarde y con la comida insípida (con el sabor o el sinsabor que aún guardo en el paladar)
Mi madre, a pesar de disimular su llanto en las noches silentes del insomnio endémico que empezó a padecer la familia y aquella mirada de tristeza sempiterna que mi padre le contagió en su ausencia, nunca hizo el intento de buscarlo.
“Se ha escondido detrás de la estatua grandota” pero nadie me escuchaba, nadie me hacia caso. Quizá mi madre tenía razón y el viejo se escondió con el propósito de que no lo buscáramos.
Hoy en las interminables noches insomnio; juraría escuchar la respiración de mi padre, triste, cansina, con aquel ruido indescriptible, el cual yo asociaba con mis temores más insondables. Lo escucho, pero ahora ya no siento miedo; ahora lo escucho con nostalgia y siento que algunas lágrimas se deslizan por mis mejillas y llegan a mojar la sabana.

Texto agregado el 22-04-2005, y leído por 164 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
10-06-2005 ***** cancerberodog
03-06-2005 Me cautivó tu relato. Recuerdos alegres de tu niñez y otros amargos, huídas de tu hermano y la desaparición de tu padre, transformados en un juego de escondite. Mis 5* marimar
15-05-2005 Muy bien narrado y creado, me ha encantado la inosencia del personaje principal, y las ideas que crea. Saludos y mis *. el_sonriente
26-04-2005 correcciones: nostálgico/pregunto xwoman
26-04-2005 Me encanta este texto, brillante, nostágico como los ojos del padre... y me pregusto, sos argentino, las referencias "esconderse", el mes de mayo...paso a tu biografía, vos decime....mis * xwoman
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