Seamos dolorosamente francos, ¿qué más da que quien vea esto se indigne? Tú te quedaste mirando también, tú iniciaste el contacto en que me quedé, ¿te arrepientes ahora? lo mismo da. Me atrajo la mirada tu cuerpo abundante torneado de tela negra, y no lo puedo negar.

Sentí calor como lo hago ahora de sólo pensarlo, se me antojó hacerte mía y tocarte toda. Desnudarte con mis manos lentamente mientras me fueras nombrando, para no detenerme hasta llegar al momento fugaz.

De nada sirven las poses, ni las pantallas ni el disimulo, te quiero escuchar gritar. Quiero que arañes mi espalda y lo olvides prontamente, no tengo intenciones de con fantasmas luchar.

Deseo recorrer tus piernas hasta hacerte estremecer, saborearte lentamente hasta que quieras que me detenga a punto de desfallecer, completamente saciada de mí, de las ganas que tienes de estar desnuda entre mis brazos.

¿Qué más da que él lo sepa ahora, que tu familia se entere que rienda suelta al deseo quieres dar? Gozo de la impunidad de estar en tu mente y hacerte mientras vayas leyendo esto, lentamente alucinar, entre primerizas masturbaciones que no dejen lugar a dudas de que te hago tanta falta.

Se me antoja como te pasa conmigo, ¿para que disimular? Lo notaste en mi mirada, desnuda ante mis ojos en ese instante al despertar, esperas llegue para morderte completa hasta el punto de hacerte gritar, ya no importan las distancias si me permites entrar.

Llámame, atrévete a decirme que me requieres prontamente a tu lado vacío si está junto a ti, y estas extrañando mis besos y mis regaños, cuando de nuevo dispuesta estés a algo nuevo experimentar.

Espero sentado, fija la mirada en el techo ondulado y movedizo, mientras las órbitas de mis ojos se van vaciando de los hijos que no tendremos mas nunca, tu sombra me basta para besarte la nuca, haciéndote estremecer cuando sientas que estoy en pie de lucha y despierto tocando tu busto tras tu encuentro delicioso, furtivo.