| Y navegar, y navegar, y navegar. 
 Resfriada en el andén,
 con un cuadro húmedo
 en el que se vende poesía,
 bajo el brazo izquierdo que sostiene
 la mano amarilla.
 
 Saludan sus dedos rojos,
 y sus orejas recuerdan
 el sonido del agua en la almohada,
 aquella noche de abrazos de lluvia
 y helechos oscuros.
 
 Se lleva muchas palabras,
 su boca muda ya no las pronuncia,
 sus diez picos las talaron
 en papeles lisos, rayados,
 nunca a cuadros.
 
 Primera vez que una lágrima
 improvisa el camino en eso
 que llaman despedida;
 será porque no hay nadie
 anaranjado a quien saludar.
 
 Rápido piensa nombres,
 sin mirar la orilla de la ciudad,
 dice chau a Lucy, Norberto, Casandra,
 Carla, Osvaldo, Hilda y Lucía;
 ahora es hola a los fantasmas.
 
 
 Un resfrío,
 dedos de colores,
 apenas un puñado de palabras propias,
 una lágrima extraña arrastrándose en su rostro,
 siete fantasmas amigos.
 Tiene todo lo necesario para partir.
 
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