Nadie cantaba más bello que él, era su voz melodiosa
teclado mágico de maravillosos trinos y diáfanas
melodías, portaba la brisa perfumada la corriente de
su canto para llevarlo a los confines del bosque y
revestirlo de su encanto sonoro. Los arpegios
cristalinos surcaban sobre el coro en un vuelo
de matices divinos conjugándose en dulce y cromática
armonía.
El ruiseñor cantaba a los oídos azules del alba, a
las hojas dormidas de los árboles del mediodía y al
horizonte encendido de los atardeceres. Al lucero
destellante de la alborada y a las aves migratorias
de alas desplegadas.
También era el más hermoso, gallardo y aventurero
de todos los ruiseñores del bosque, brillaba su plumaje
rojizo con destellos de cobre y oro cuando le rozaba
el sol con su aliento de luz.
Mas anidaba adolescentes sueños de amor en su pequeño
y musical corazón, ilusiones primaverales que le
hablaban de un idilio descendido de los caminos
invisibles del cielo y preguntábase cómo sería
aquel ser que debía amar. Cómo serian sus alas,
sus ojos, su canto...su vuelo por las rutas azules
del cielo.
Así el bello ruiseñor anhelaba el día en que podría
encontrarla y ensayaba el canto para ofrecerlo como
joya sonora a su futura amada.
Y sucedió una tarde, poco antes del ocaso, que alzando
la vista al cielo, el ruiseñor vio a su esperada
e idolatrada amada surcando el cielo sobre el horizonte.
Es ella, dijose para sí. Es ella, por fin ha llegado.
Los amigos ruiseñores que le rodeaban, alzaron
igualmente la vista y observando la figura lejana
en el cielo, entregaron diversas opiniones:
- Tiene una figura extraña, dijo uno.
- Sí es muy bella, dijo otro.
- Está muy alto en el cielo.
- Parece gaseosa, fue otra opinión.
- Es muy blanca, no es de nuestra raza.
Sin embargo, el ruiseñor no escuchaba tales opiniones
pues para él sólo había una razón de todo aquello:
Su esperado amor, ya había aparecido en el cielo.
Entonces, lleno de orgullo y valentía anuncio en
voz alta:
Bien amigos, ella es mi amada, la prometida de mis
sueños, debo volar hasta ella y traerla aquí.
Los amigos adolescentes del ruiseñor entregaron
nuevas opiniones al respecto.
- Está muy lejana, es una gran distancia a volar.
- Es tarde y el sol no tardara en ocultarse.
- No debes volar mas allá de los confines del bosque
no sabemos que tipo de paisaje hay en la lejanía.
- Es peligroso alejarse mucho del nido.
Mas sin escuchar tales opiniones, el ruiseñor alzó
alas al cielo y en un instante, alcanzó la altura
necesaria para dirigirse en aquel atardecer, al
encuentro de su amada...sus juveniles alas lo llevaron
por sobre los árboles que desaparecían raudos bajo su
vuelo y en el cielo, sólo se podía apreciar su paso
vertiginoso como una flecha que tuviera corazón.
Era en realidad, el esperado encuentro de un anunciado
amor, la unión de dos almas gemelas en inmensidad del
cielo azul. No pasó mucho tiempo cuando el ruiseñor pudo
apreciar que bajo su vuelo, los arboles desaparecían y
daban paso a pequeños arbustos cambiando el paisaje del
suelo, que ahora lucía como un tímido desierto cubierto
de motas verdes.
El no conocía aquellos paisajes que se van llenando de
soledad, pues nunca había volado tan lejos del hogar...
pero eso muy poco le importó...al frente estaba su bella
pajarita de majestuosas formas la cual, ya no parecía
sumida en un sueño, había abierto ligeramente los ojos..
y estos lucían de un bellísimo color azul, el color del
cielo.
Aquellos ojos bellos le hablaron al galán en su idioma
de luz, habían en ellos promesas de una nueva vida plena
de pálidos amaneceres, encendidos ocasos y de miles de
rutas por el cielo para surcar unidos para siempre.
Su corazón latió mas fuerte que nunca y sus alas
reforzaron la velocidad, el viento se opuso a su vuelo
pero en realidad, nada creado en el mundo podría
detenerlo...mientras, el sol caía más y más anunciando
un pronto y bello ocaso. Finalmente los arbustos
desaparecieron en la tierra y ésta despojada de
vegetación, presentó al sorprendido ruiseñor, la
inmensidad del desierto...un mar de arena sin olas,
sin mareas, el hogar mismo donde habita la desolación.
El sintió estremecimiento y quiso olvidar aquella
extraña visión, volvió los ojos hacia su amada y pudo
observar como sus delicadas alas, ahora despedían
pequeños fulgores dorados como si estuviesen adornadas
con filigranas resplandecientes de oro, entonces se
preguntó si tanta belleza podía existir en el cielo.
También pudo apreciar como el sol caía con mayor rapidez
detrás de la figura de su amada pajarita mientras que
su propia rapidez, a través del aire, disminuía presa
del cansancio de sus juveniles alas...pero ella aún
estaba muy lejos, más cerca que antes, pero aún
distante de su encuentro.
Sus alas desfallecían más y más haciéndole perder
altura, pero él no se rendiría y seguía por la sencilla
y directa ruta hacia el deseado encuentro...lentamente
su amada antes blanca como la nieve, tomó un tono
rojizo suave, el mismo color que toma el cielo en los
atardeceres.
El se sintió desconcertado y quiso volar más rápido,
deseaba recuperar altura, pero sus alas cansadas lo
vencieron y debió descender para posarse en las frías
arenas del desierto.
No sentía temor, el amor no tiene temor de desafiar los
más terribles e imposibles obstáculos...sólo descansaría
y volvería a alzar el vuelo hacia la amada prometida.
Desde tierra observó como su bella pajarita extendía
sus alas algo deformes y casi completamente rojizas,
sus ojos ya no eran azules, más bien poseían un tono
frío y gris. Alzó nuevamente el vuelo con las fuerzas
que le habían otorgado su breve reposo, ya desde el
aire pudo ver mejor la extraña apariencia de su
prometido y soñado amor...el sol ya desaparecía entre
los montes lejanos del desierto y el cielo de aquella
región, se volvió más encendida con los bellos colores
del ocaso. Con la ausencia del sol, aparecieron las
ráfagas de viento helado, su volar ya era débil y su
rumbo, casi indefinido...la naturaleza ya no le era
favorable y sus alas fueron en un momento, incapaces de
mantenerlo en el aire; cayó a tierra en aquel mar de
arena comprendiendo que, tal vez, ya no podría volver a
elevarse por el aire...pero sí elevó sus ojos al cielo
que oscurecía irremediablemente para observar a la bella
pajarita: su amor prometido, aquel idilio que sus sueños
le habían anunciado.
La vio extraña, de matices grises y hasta le pareció
que su plumaje era gaseoso, su cuerpo, su belleza, su
majestuoso volar...no eran iguales. Pronto el cielo
dejó de arder en sus tonos rojizos y grises para dar
paso a la penumbra, el frío descendió desde lo alto
para posar sus pies en las grises arenas del desierto,
el ruiseñor cantor sintió el intenso frío y recordó los
refugios del hogar, los árboles, las altas ramas...
ya estaba muy lejos de aquello y sus alas no podían
refugiarlo con tibio calor, sus ojos seguían puestos en
el cielo y apenas podía divisar la que fuera su inmenso
amor...ella se desvanecía y en su pecho transparente,
una estrella comenzó a brillar.
Ya no miró más hacia arriba, buscó el débil e inútil
refugio de sus alas que no podían liberarlo del frío
del desierto y de aquel viento cruel. Pensó que el
amanecer le permitiría regresar a casa, el nuevo sol y
el calor lo salvarían...y la aurora llegó con sus
pálidos mantos de luz para inundar nuevamente esa faz
de la tierra...entre sus pasos y en pleno desierto,
encontró un bello ruiseñor con las alas extendidas cuyo
romántico corazón, donde se habían forjado los más
bellos sueños de amor, se había detenido para siempre.
Cuando el cielo fue más claro, sus ojos abiertos y sin
expresión reflejaron la azul inmensidad donde habitan
las majestuosas y blancas nubes, las cuales a veces,
forman infinitas figuras...incluso aquellas que
semejan bellas pajaritas suspendidas en el cielo.
|