Quiero regalarte estos versos, tómalos tal y como los entrego, pues buscan el calor de tu pecho eterno para que tu alma sea, por un momento, lugar de encuentro de mis palabras de silencio.

Quiero tomar como caricia la misma que me ofrece el cielo en su eterna sonrisa, y volar con mis pensamientos entre la maquinaria estrellada del firmamento. Volar y buscar un lugar donde habitar, silenciando el silencio temerario del tiempo.

Quiero llorar por una canción y no justificarme por ello, llorar solo por amar al dolor, al desconsuelo y al viento de la noche de la dulce dama que merezca que mis manos, cansadas de trabajar, surquen su cuerpo desnudo en la vida y en la muerte. En el destierro de los inocentes.

Y lloraré otra vez, cuando asome por las ventanas del tiempo y vea marchar a ese cuerpo de deseo. Lloraré cuando las arrugas, que el tiempo dejará algún día en mi cuerpo, sean arrugas de recuerdo.

Y al sentir el frío de la soledad ciega y vagabunda, de esta misma soledad que me susurra en mi jergón, lloraré otra vez, esta vez por recordar… Por soñar.