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I

El último vuelo de American Airlines procedente de Paris arribó sin contratiempos. Eran las cuatro de la mañana, el aeropuerto estaba semivacío y por ende, muy pocos agentes de migración estaban de turno. Uno de ellos, alto y rubio, de unos 40 años de edad y mirada severa, con algunas arrugas en la piel gruesa y porosa, atendió a vanda.
Ella se encontraba somnolienta, cansada y muy, muy nerviosa por ser ésta su primera visita a los Estados Unidos. El agente también estaba somnoliento y cansado, pero no nervioso, porque su trabajo consistía en usar los temores de los que llegaban a los Estados Unidos, especialmente aquellos que llegaban por primera vez, como una fuente de poder.

- Passport and visa, please.

Vanda no respondió, porque no entendió ninguna de las cuatro palabras del agente. Para ella en ese momento, aún esta simple frase en inglés nativo
era complicada de entender, a pesar de las clases intensivas de los últimos meses, y a pesar de los consejos cariñosos de su madre. El miedo le chorreó por la espalda,
la paralizó y por varios segundos no fué capaz ni de moverse. Se quedó mirándolo fijamente.

- Miss, passport and visa please. Your papers --dijo el agente en un tono mas firme.

"Papers". Eso si lo entendió, y se despertó. Temblando sacó los documentos de la cangurera, se le deslizaron de entre los dedos y cayeron el suelo junto con
el resto de las cosas que ahí habian, todo con un terrible estrépito de llaves, monedas rumanas, una foto de su hermano, pases de abordar y algunas envolturas de dulces de orozuz.
El agente entornó los ojos, se asomó por encima del escritorio a ver el desastre y le pidió hacerse a un lado y gritó al siguiente de la fila que se acercara.
Era un francés joven, probablemente turista, que quiso por un instante ayudar a Vanda con una mano mientras daba sus documentos al oficial con la otra, pero el acto no le fué permitido
por el rígido agente. El muchacho tuvo que pararse incómodamente para no estorbar a la chica, que se afanaba en recoger cosas del suelo. Después de un par de minutos,
había pasado el francés, y Vanda tenía las mejillas muy rojas, el cabello más despeinado, los documentos en la mano y una magnífica expresión de
susto en los ojos.

El agente le tomó los documentos con cierto desgano (un sobreactuado hastío, casi robótico), pasó el pasaporte por un lector óptico, miró la visa y la
forma migratoria con la autorización del INS y de la universidad. Visa de estudiante, todo en orden. Después la miro a ella y le preguntó cuánto tiempo durarían sus estudios.

- Sorry. Mai inglesh es not gut.
- Oh, yeah, I noticed that already, but I'm afraid can't help you. How long you'll be in the United States?
- Jou lonj? Oh, yes. Faib irs- tuvo un momento de duda y quiso acercar la mano al pasaporte para verificar, pero el pasaporte estaba aún entre los dedos del agente. El lo retiró hacia
su pecho con habilidad. Luego la miró, ella estaba llorando. Suspiró, le selló el pasaporte y la dejó pasar.

- Have a nice day. Welcome to the United States. Don't forget your documents.

Después de sonarse la nariz, de recorrer varios pasillos, siempre siguiendo a una señora que venía en el mismo avión que ella, llegó a la zona no restringida
del aeropuerto. Estaba libre. Una ráfaga de aire frío le pegó en la cara y le hizo cerrar los ojos. Ecaterina la esperaba junto a la zona de recolección de equipaje. Se abrazaron. Ecaterina dió en silencio gracias a Dios por traer con bien a su amiga, pues no le era desconocido su antológico estilo desastroso. La miró, estudió de reojo sus jeans apretados que tan mal mezclaban con su cabello despeinado y su cara pecosa, limpia de maquillaje.

Unos muchachos latinos se encontraban comentando maliciosamente los traseros de las dos europeas entre risas, con muy poco disimulo. Las dos se sonrojaron y caminaron rápidamente
hacia el estacionamiento. En el camino hacia la puerta automática, dos de las muy pesadas maletas de Vanda cayeron al suelo y tuvieron que agacharse a recogerlas. Mas risas groseras de
los muchachos. Nadie las ayudó.

Vanda durmió completamente agotada en el auto, que Ecaterina manejó despreocupada hasta la pequeña ciudad en donde estaba la universidad. Llegaron a casa a cerca de las 6
y Vanda habló poco, apenas comentó un par de cosas sobre la distribución de la sala y tras de sacar -no sin esfuerzos- las maletas del auto, siguió dócilmente a Ecaterina hasta el que sería su cuarto. Habian acordado, meses antes por correo electronico el que Vanda ocupara esa habitación, que hasta hacia unos dias habia sido usada por otra estudiante de India. La cama aun olía un poco a sándalo y Vanda solo atinó a echar sus cosas en una esquina y a tumbarse en el colchón sin sábanas. Ecaterina
fué por una frazada a su recamara y cuando regresó, Vanda roncaba, completamente perdida. La tapó con la frazada y la dejo dormir.

A la manhana siguiente Ecaterina y Nadia, la otra companhera de piso - tambien rumana, aunque mucho más joven y de carácter muy alegre- platicaban en la mesa,
con sendas tazas de cafe y galletas. Hablaban indistintamente de hombres, de dinero y de toallas femeninas en un rápido argot de Bucarest. Vanda bajó por la escalera y las saludó. Ellas la invitaron a sentarse y a tomar café y galletas, y platicaron ampliamente del viaje y de las muchas cosas que habia que hacer al llegar a los Estados Unidos. Vanda escuchó con atencion y se sintió mejor.


II

Era una ciudad pequeña, pero llena de vida. 35000 estudiantes pululaban como hormigas en un campo de 40 millas cuadradas. El promedio de edades entre los estudiantes era de 20 años, Vanda tenia 28 y no dejaba de sorprenderse por los atuendos de aquella gente. Muchos muchachos llevaban literalmente chancletas de baño, pantalones cortos, gorras de beisbolista al revés y camisas de manga corta a cuadros desabrochadas sobre camisetas de motivos tropicales o deportivos. Las chicas eran mucho más llamativas, vestían en su mayorí­a shorts apretados, minifaldas o jeans, y blusas ligeras o "tops" de atrevidos tirantes. Casi todas eran rubias. Vió a un grupo de hindúes pasar, con su piel azulada y hablando en perfecto inglés. Mas allá unos estudiantes chinos hablaban en mandarín. Habia bicicletas y letreros en inglés en todas direcciones. Hacía mucho calor, más del que ella hubiese tenido nunca antes, y se sintio ridícula con su camisa bordada de manga larga y sus jeans (los mismos del aeropuerto) cenidos y oscuros, con zapatos cerrados. Sin embargo era obvio que le era indiferente a todos, aunque un par de chicas, al pasar le sonrieron por costumbre.

Tomó su mapa del campus y se orientó con muchos trabajos hasta el departamento de ingeniería. Allí otra odisea para encontrar al que sería su asesor Allan Ruthsmord, quien resultó ser un americano entrado en los cincuentas y que de entrada no le simpatizó mucho. Vanda dejó en el suelo una pesada mochila y se sentó frente a él en la silla que le ofreció.

- Bienvenida, Vanda. ¿Tuviste buen viaje?
- Si, gracias
- Necesitas avisar a la secretaria del departamento de tu llegada, para que te de llave de la oficina y la del laboratorio. Tambien necesitas ver lo de tus clases. ¿tienes ya donde vivir?
Regresa mañana para hablar de tu proyecto.

Habia entendido todo. Sí, respondio, ahora hago todo eso, y Am steinj with frends. Thanjiu beri mosh. Se sintió mucho más tranquila, al final de cuentas las clases
si habían servido de algo. Hubiese querido que su madre la viera, seguro se alegraría.


III

Sofía, otra rumana que había llegado meses atrás con muchas ganas de hacer amigos y con un inglés y hasta un español envidiables, la había ayudado
mucho. Ellas se habian conocido en Bucarest en una clase de matemáticas del liceo. Sofia era mucho más seria antes, recordó Vanda. Alguna pena de amor y poco que comer,
la vida europea común para los universitarios. Esta vez se veía mucho mas contenta, los Estados Unidos eran notoriamente buenos para ella. Vanda y Sofía entraron en pocas semanas en una rutina
de hermanas mayor y menor.

- Vanda, ¿como te fué en el examen?
- Muy mal, no pude estudiar casi nada.
- Pero si te la pasaste estudiando todas la noches de la semana pasada en la oficina, ¡no fuiste a dormir a tu casa ayer!
- Me pase todo el tiempo en el chat con Petru y con Fane. Despues no me podía concentrar. Y además estuve haciendo algo de mi proyecto.
- ¿tu proyecto? Sí, si, ¿Cómo va eso?
- Allan esta muy enojado de que no he terminado los cálculos que me pidió. Además no se programar en C++
- ¿Porqué no le pides ayuda?
- Porque yo le mentí y dije que si sabia hacer todo lo que me pidió.
- Vanda, te vas a meter en problemas, si repruebas perderás la beca y tendrás que irte.
- No, ellos no me pueden sacar de aquí.
- Claro que pueden, Vanda.
- Necesito un novio, estoy muy sola.
- No, eso es cambiarme el tema. Necesitas estudiar y pedir a alguien que te ayude con tu proyecto.
- No, lo que necesito es un novio. Se sonó la nariz y terminó la conversación. Sofía la dejó en la puerta de su casa y se fue a la suya meditando sobre la idea del novio.

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IV


Sofia se casó un año despues con un ingeniero de carácter tranquilo que trabajaba en la universidad. Aquella decisión, buena de principio,
le había costado varias desilusiones con otros hombres, especialmente porque los universitarios solteros de la edad de Sofia tienden a ser gente solitaria y con tremendas
dificultades para socializar, especialmente con el sexo opuesto. Robert, su ahora marido no era realmente una excepción a tal regla, pero era el que, de todos los
que la habian pretendido, el único que habia reunido el valor de dejar atrás las dudas y el de proponer una relación seria.
Parecia una decisión buena y Sofía estaba muy contenta.

Vanda envidiaba a Sofía, pero no en un mal sentido. Simplemente lloraba amargamente algunas noches preguntando a una imagen cristiana-ortodoxa de la virgen porqué
no le permitía encontrar a ella el amor. La volvía loca la universidad, la odiaba, lo único que la mantenía en este pais era el miedo de volver
a casa sin lograr un triunfo. Y en la mente de Vanda daba lo mismo triunfar logrando el doctorado que logrando un matrimonio con un norteamericano, o mejor dicho, la segunda
opción sería posiblemente mucho mejor acogida por su familia en Rumanía, quienes de unos años para atrás se habían resignado a
que Vanda fuera un caso perdido, una solterona en potencia. Además, Europa del Este era un mundo pobre, frío y triste, que ella había abandonado en pos
de un futuro más llevadero. Pensar en todo ello le creó una especie de obsesión, un deseo vehemente de encontrar
un hombre para casarse también. En poco tiempo este era el pensamiento más común en su mente, una idea dominante, que la acompañaba
cuando caminaba, cuando iba al baño, cuando comía y hasta muy entrada la noche.

El asunto creció aún más cuando a su mismo departamento llegó, en el segundo semestre, una rumana más, cuya belleza dejaba sin resuello a los estudiantes. Madalina tenía
medidas de supermodelo, ojos aceitunados y cabello rubio. Su mirada era capaz de derretir plomo y era bastante obvio que salvo su habilidad relativa para las matemáticas,
no tenía el menor interés en el posgrado: su objetivo era encontrar un marido con mucho dinero, el ser estudiante era solo una plataforma. A las dos semanas
de llegar, Madalina ya había salido con dos prospectos, uno de ellos profesor de otro departamento, que la llamaba cada dos horas a su celular para celarla. El otro,
jugador del equipo de tenis de la universidad, la filmó secretamente en video cuando hicieron el amor y ella nunca se enteró de que a los pocos días el
video fué publicado en una página de internet. Al cabo de un mes, Madalina era una verdadera leyenda en los clubes y fiestas y sus citas se contaban por docenas. Vanda
se ponía roja de envidia cuando de vez en cuando platicaba con ella en los pasillos y se enteraba de su suerte. Su atractiva paisana no la trataba mal, incluso la invitó a comer a su casa un par de veces, y la puso al tanto de las técnicas que usaba para buscar hombres, incluyendo su ropa interior. Vanda a cambio le contaba todos los detalles sobre la relación de Sofía y Madalina los anotaba mentalmente, pues de ello dependía su futuro junto a un millonario estadounidense.

Vanda lo decidió una mañana: Tenía que buscar pareja inmediatamente, pero no era fácil, pues los estudiantes de su programa no le eran atractivos, y ella les era aún menos atractiva a ellos, pues en cierto modo era exactamente el opuesto de Madalina: nunca se maquillaba, se vestía mal y sobre todo, siempre parecía un desastre, siempre parecía que estaba en problemas. Los muchachos literalmente huían de ella. La apodaron cruelmente "The cheerleader" por su apariencia antagónica a la de las rubiecitas
que apoyaban al equipo de futbol americano local. Ella nunca se enteró del apodo, pero no hacía falta, era obvio que ella era blanco de las burlas de los sarcásticos estudiantes. Pero que le importaba además, si la mayoría eran en promedio mas jóvenes que ella, y con ideas completamente opuestas a las suyas. Esto
era todo un predicamento: la búsqueda de pareja se tornaba a ratos un problema casi imposible de solucionar.

Una tarde llovía muy fuerte y Vanda esperaba a que amainase para volver a casa. Usualmente iba a descansar después de clases y regresaba de noche a sufrir con su proyecto de investigación. Su mente estaba distraída en ello, pues su asesor la había regañado fuertemente aquella mañana, diciéndole que no la consideraba capaz de hacer cálculos elementales en el tercer año
de doctorado. Ella había enfurecido, pero no pudo decir nada porque efectivamente, los resultados eran incorrectos, debido a que los fuertes desvelos no le permitían pensar con claridad. Pero ella creía firmemente que trabajar de noche la hacia lucir empecinada, y eso debería de valer al
menos como impresión.

En eso alguien le tocó el hombro y la hizo saltar. Era uno de los estudiantes del grupo al que calificaba las pruebas de algebra --la beca de asistente que mantenia sus estudios--, un muchacho desgarbado, pelirrojo. Sonreía, y le preguntaba algo sobre el clima.

- Excuse me?
- Yeah, I am just saying that this weather sucks, and I am offering you a ride.
- A ride? In your car?
- Yeah. Let's go.

Ella lo siguió, los dos corrían hasta el estacionamiento para evitar mojarse. El la llevó a su casa y durante el camino le hizo preguntas comunes, como cuántos hermanos tenía, si le gustaba más
Estados Unidos o Rumania y si le gustaban las películas, le dijo que el habia ido al cine el dia anterior y la cinta habia estado muy divertida. Vanda tomó todas estas preguntas por el lado malo, y todas le sonaban en su mente turbada, a proposiciones sexuales. Contestaba casi con monosílabos.

Bajó del auto nerviosamente, se despidió con un tenue "bye" y el muchacho la despidió alcanzando apenas a mover la mano, y extrañado por la actitud poco amistosa de la muchacha. Ya no llovía pero él espero al volante, por cortesía, a que Vanda entrara a su departamento. Esto la puso neviosa porque en su pensamiento él estaba esperando a que ella volteara para invitarlo a pasar a su casa a fornicar, asi que caminó más rápido y evitó en todo momento voltear hacia el auto, incluso cuando abrió la puerta e incluso cuando la cerró tras de sí.

- fucking crazy bitch - susurró el muchacho para si- cuando arrancaba el auto.

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V

Vanda se descubrió un día hablando despreocupadamente con su compañero de oficina, un estudiante también extranjero, de origen libanés llamado Amhed. Habian comenzado hablando de las clases de maestria, pero en algun momento se desviaron hacia la familia, los amigos, los gustos por la música (ambos resultaron tener un gusto
en común por el pop francés) y en un momento dado, Amhed, con las mejillas algo rojas la invitó a almorzar. Vanda se turbó pero se contuvo en su timidez y aceptó. Salieron del edificio de ingeniería y tras del almuerzo sintieron que algo entre ellos se había conectado, y ya no quisieron regresar a la oficina, por lo que acabaron pasando la tarde juntos, sin pensar siquiera en las clases o las tareas de los supervisores. Fueron al supemercado a comprar artículos que ninguno
necesitaba, rentaron una película y fueron a casa de Amhed a verla. Comieron dulces, bebieron un poco de vino y cuando se dieron cuenta ya estaban besándose sobre el sofá.


Vanda en un corto rato ya estaba fuera de sí. Salvo un par de intentos fugaces en el liceo en Bucarest, no habia besado a nadie seriamente, al menos no como lo hacía ahora. Nunca creyó que besar fuera a la vez tan fácil y a la vez tan adictivo. Y el cuerpo de Amhed, calido y musculoso, apretado contra el suyo la hacia temblar como una hoja. Amhed estaba nervioso, pero se sentia confiado ante la facilidad con que Vanda se le entregaba. Dio rienda suelta a sus manos, que
pronto exploraron el cuerpo de Vanda sobre y bajo sus ropas. Ella no protestó en ningún momento. El la tomó de la mano, la levantó del sofá y la llevó a su cuarto con el pretexto de que su compañero de departamento podía llegar en cualquier momento. Ella se dejó llevar sonriendo y no dijo una sola palabra.

Amhed busco en un cajón y encontró unos condones que habia tomado de un stand de la enfermería de la universidad días antes (nunca pensó en usarlos tan pronto); eran horribles, de colores rojo, amarillo y verde, pero servirían para el proposito. Vanda se recostó en la cama sonriendo y sin decir nada se desabrochó
la blusa y espero a que Amhed se acercara, ya sin zapatos y sin sudadera, solo los jeans y la camisa desfajada. Los besos continuaron, la ropa cayó de la cama al suelo, y así, sin mayor preámbulo y aunque con algunas torpezas, Amhed desvirgó a Vanda, quien luchó por reprimir un grito ante su primer coito, y su primera de muchas tardes en aquella cama.

Amhed disfrutaba muchísimo su relación con Vanda. En publico, la chica era sumisa, timida y silenciosa como a el le parecía, de acuerdo a su educación familiar, que deberían ser las mujeres, pero en el sexo ella perdía sus inhibiciones y lo llevaba a rincones inesperados. Los condones de la enfermeria le habian durado dos días, y la siguiente caja de veinte, seis días mas. Y así. Vanda no quería dejar de hacer el amor y era solo tras de mucho pedírselo, que se vestían para hacer
alguna tarea, salir a comer, a clases o a comprar cosas.

Vanda estaba en el pleno de una ninfomanía que era el resultado de muchos años de espera, de una moral falsa acumulada durante toda la adolescencia, y de una dolorosa castración mental derivada de un fuerte complejo de inferioridad. Y ahora Amhed era para ella la puerta orgánica que se desgarraba para dejarla salir al fin de la oscura burbuja que la rodeaba y él la llevaba a un mundo que ahora era luminoso, esperanzador y muy, muy amplio.

Para Amhed, la chica era la culminación de muchos años de fantasias, masturbaciones y pornografía, y todo ello era ahora una detallada realidad que lo tenía todo el dia flotando en una
espesa nube y de muy buen humor, claro, si no se tomaba en cuenta el constante dolor en los testículos y la flaqueza en las piernas o el desgano para hacer el menor esfuerzo intelectual. Como un auto que por años no es nunca corrido a mas de 30 km/h y de pronto se lleva a una pista de carreras, el cuerpo de Amhed resentía la falta de condición.

Y asi, la prisa y el atravancamiento de la relación, a pesar de su belleza y elocuencia, resultaron al final ser una bomba de tiempo que tardo exactamente cinco semanas en estallar. Una tarde Sofía recibio una llamada de una Vanda lloriqueante, desesperada, y fue a su casa a ver que pasaba.

- Es Amhed... ya no me ama.
- Pero, ¿porqué?...¿acaso él te lo dijo?
- N-no. Yo lo sé, el ya ha dejado de quererme, los hombres te dejan de querer tarde o temprano, y ahora el me odia.
- ¿De donde dices eso, tonta?, hace dos días que salimos con él y sus amigos a comer, el parecia muy enamorado de tí?, ¿cómo te va a dejar de querer en dos dias?
- Ya no hacemos el amor, ya no me hace el amor.
- ¿Cómo?
- Ayer lo hicimos dos veces y el ya no quiso seguir, se volteó, se durmio y ya no me hizo caso.
- Estaría cansado, Vanda
- ¿Cansado? ¿Que acaso yo me canso de hacer el amor? Yo puedo hacerlo cinco veces, o más si el no se quedara dormido.
- ¡Vanda! Ningun hombre puede fornicar a ese ritmo, tu estas loca, el pobre tipo ha de estar agotado, ¿cómo puedes pedirle que te haga el amor cinco veces al dia?
- El es mi novio, yo me entregué a él y ahora el tiene que cumplir con lo que yo deseo.
- No, Vanda, él no puede hacer eso, lo puedes matar, bueno, no tanto pero es claro lo que está pasando, él está cansado y por eso te rechaza, ¿que no te das cuenta de ello?
- Quiero un hombre que no deje de hacer el amor. Lei en una revista que hay unas pastillas que pueden hacer que un hombre haga el amor muchas veces. Te llame porque quiero que me compres esas pastillas con tu tarjeta de crédito, mira aqui esta la revis...
- !Vanda! !Para ya! Estas completamente loca, como te voy a comprar pastillas de una revista para que Amhed siga haciendo el amor cinco veces al dia?
- Pues entonces vete, no quiero hablar contigo.
- Vanda, tu estas loca. No se puede tratar con alguien como tú.

Amhed necesitaba terminar tareas y trabajos que habia dejado atrasados por semanas. Se acercaban los exámenes finales y por ningun motivo podía tener malas calificaciones, de ello dependia el poder quedarse en los Estados Unidos a trabajar cuendo finalizaran sus estudios, como lo tenía planeado. No sin dudas se encerró en su oficina para que Vanda
creyera que no estaba, y pasó la noche trabajando, por lo que al siguiente día, cerca de las diez de la mañana, cuando decidió que no podía mas, y que necesitaba ir a casa a descansar a pesar de no haber terminado aun varios pendientes, no estaba de muy buen humor. Por supuesto, Vanda lo estaba esperando sentada al pie de la puerta de la oficina, y posiblemente llevaba ahí varias horas. Se notaba llorosa.

- ¿Que haces ahi? Levántate
- No, quiero hablar contigo, ¿porqué no me abrías la puerta, si estabas ahí adentro?.
- Estaba trabajando, necesito terminar mis proyectos, estoy muy atrasado.
- Si ya no me quieres dímelo
- Vanda, vámonos de aqui.
- Si, pero vamos a tu casa, te necesito
- No Vanda, hoy no, tengo mucho sueño, estoy muy cansado.
- Ese no es mi problema, soy tu novia y te necesito
- ¿Que acaso tu no haces las tareas? Que no tienes tambien un proyecto que terminar?
- ¿Para qué?. Si me caso contigo no necesito terminar nada.

Amhed sintio que le pasaban un cubito de hielo por el cuello, y el estómago le dio una punzada que casi lo dobla.

- Yo... yo no me voy a casar contigo, para eso falta muchísimo tiempo, yo no tengo trabajo, dinero... - se dió cuenta de que lo que estaba diciendo solo justificaba lo que Vanda le pedia- ¡Tú estas loca! Vete de aqui, yo no te quiero ver asi.

La escena que Vanda hizo entonces en el pasillo seria recordada mucho tiempo en el instituto: se tiro a llorar escandalosamente en el suelo, gritando como si le estuvieran arrancando el brazo. De la oficina contigua salio asustada una estudiante coreana llamada Kim y de la oficina de enfrente dos becarios de posdoctorado,
con el rostro serio, preguntando “what's going on?”. Kim creyo que Amhed la habia golpeado y se agachó a abrazar a Vanda, pero ella sin aviso le propinó un fuerte codazo en el estómago, y la delgada estudiante rodó por el suelo sin aire, con el rostro congestionado. Amhed dió un paso atrás, miró al posdoc que estaba cerca de él y le dijo “yo no hice nada, ella esta loca, yo no la he tocado”. Se dió media vuelta y se fué a su casa a dormir.

VI.

El semestre terminó y la universidad descansó por una semana, el receso intersemestral en el que la ciudad prácticamente se vaciaba, convirtiéndose en un lugar pacífico donde las aves se oían cantar
por las mañanas. Vanda adoraba estos recesos, pues podía caminar a sus anchas por el campus sin ser observada, sin ser como ella pensaba, el blanco de miradas reprobatorias o poco amistosas. Esta vez incluso retomó la costumbre de andar en bicicleta y adaptó un horario mas diurno, dejando las noches para leer en casa. Incluso accedió a ir con Sofía al cine y de compras un par de veces. Se sentía contenta, y ni siquiera los escalofrío que le daban al recordar su escena con Amhed la hacían sentirse mal. A final de cuentas el problema se solucionó cuando hablaron y decidieron llevar la fiesta en paz, a cambio de no volver a estar juntos.

De hecho, Vanda había encontrado un desahogo a sus problemas sexuales: aconsejada por la ociosidad compró por internet un vibrador de plástico al que llamó Robert, en honor al famoso Redford de Hollywood. Eso y algunos videos pornográficos de misma tienda virtual fueron un consuelo que le cambió el humor y la hizo enfocarse al menos un poco en su proyecto. En Vanda algo había cambiado desde su llegada, y ella misma lo notaba, aún cuando no tenía con quien compartirlo.

La tranquilidad, sin embargo, no duraría mucho. Una tarde de lluvia Vanda se quedó a trabajar en su cubículo un poco más tarde y al salir solamente encontró a una persona en la puerta.

Se llamaba Mitch, y era un americano algo entrado en los treintas, con barba rubia y que vestía un poco más formal que los estudiantes más jóvenes, aunque era notorio que sus camisas no conocían el contacto de la plancha, y sus pantalones siempre estaban manchados de café, tinta o ceniza de cigarro. Era sabido en el departamento que Mitch no era precisamente una persona muy seria. Usaba el cabello largo (estereotipo estadounidense de "uso drogas y odio al gobierno"). Había estado dos meses en cárcel por manejar borracho en una carretera interestatal, y conocía ampliamente los programas de veintiocho días en donde había tratado de dejar los antidepresivos y el alcohol. Vanda sin embargo, consideraba que aquel individuo era sumamente atractivo, y nunca se olvidaba de sonreirle cuando se topaban en los pasillos.

- Hola Vanda, ¿trabajando tarde?
- Si. En realidad estaba esperando a que dejara de llover para poderme ir en bicicleta a mi casa.
- ¿quieres que te lleve?

La escena, por supuesto, le era conocida, y por un momento estuvo a punto de echarse a correr con algún pretexto. Pero apretó los puños y aceptó.

Mitch la convenció de ir a tomar una cerveza, pues era viernes y habí poca gente en los bares, o al menos poca gente joven, le explicó. Todos los treintones como él, le dijo, aprovechaban el fin de semana de receso antes del regreso de los miles de estudiantes de bachillerato, para disfrutar de los bares y clubes de la ciudad en un ambiente más bucólico.

Fueron al bar irlandés, donde Mitch le invitó a Vanda una cerveza Guinness con un submarino de licor de café, la famosa "bomba irlandesa", que debía tomarse de un solo trago antes de que se cortase y supiera a rayos. Si se tomaba correctamente era un deleite al paladar, casi como una malteada de chocolate. Vanda no había probado alcohol en varios meses, y sintió un agradable mareo, un cosquilleo en los brazos y una risa incontrolable a los pocos minutos. Mitch sonriente le compró otra copa, esta vez un martini cosmo que la llevóa volar, y en cuestión de media hora, tras de hablarle de cosas poco trascendentes, le robó un par de apasionados besos.

- N-no quiero bes-besarte. Casi no t-te con-noz-co - dijo Vanda borracha y risueña
- Claro que me conoces. Y además eres una mujer muy bella. Me gustas.
- ¿Q-quieres dormir con-mm-igo? Yo n-no quiero estar s-sola - más risas.

Mitch no era como Amhed. Se notaba que tenía bastante experiencia con mujeres, la tocaba de una manera que la hacía temblar fuertemente, y, ademas, tenía el pene ancho y apenas un poco más largo que el de el hindú, pero lo suficiente para no hacerla extrañar a "Robert". Vanda experimentó esa noche una pasión adulta, y también una fuerte resaca producto de los tragos en el bar. Mitch le dió a fumar un poco de mariguana para disipar los efectos del alcohol y aquella sensación mezclada junto al aroma a sudor dulzón del americano la hicieron pensar que era la mujer más feliz del mundo. Durmieron por una hora y luego vieron la televisión abrazados sobre la cama.

Si embargo Mitch la sacó del ensueño con una frase:

- No quiero una novia. Quiero que quede claro que sólo somos amigos.
- No es muy amable de tu parte hablarme así, ¿no crees?
- Solamente estaba aclarando la situación, pero es por tu propio bien,
yo no soy un buen tipo. He estado en la carcel y en rehabilitación. "I am
not going to do you any good, do you understand?"

Vanda luchó por no llorar, convenciéndose de que de cualquier modo esto había sido una cita casual, y que era tarde para lamentarse. Decidió dejarlo hablar.

Mitch le contó algunas historias de su vida, que hablaban de un pasado ruidoso en lugares que Vanda solo había visto en las películas, pero no se asustó, pues aquel tipo le recordaba a los hombres de Rumanía, tristes y avejentados a los treinta años. Por un momento inclusive lo admiró, y sintió lástima por él. También sintió un poco de asco por haberle dado placer oral a un hombre que había dormido en muchos moteles baratos y en la barraca de una cárcel. Decidió no pensar en esas cosas y solo le dijo:

- Por hoy olvida tu pasado y sigamos viendo la tele, no echemos a perder el momento.

El la abrazó y la dejó quedarse a dormir. A la mañana siguiente pensó que Vanda no era realmente muy atractiva, pero que tenía un buen trasero. Le preguntó si quería desayunar algo.

-Si. Pero llevame primero a casa, tengo que cambiarme de ropa.

Asi, aquellos dos personajes pasaron juntos un vertiginoso fin de semana, tras del cual no dejaron frecuentarse. Vanda creyó firmemente que habí por fin encontrado lo que buscaba y se lo contó a Sofía, a su familia por teléfono y a sus compañeras de departamento, quienes no ocultaron la envidia que sentían. Nadia pidió todos los detalles entre risas y amistosas exclamaciones adolescentes. Ecaterina dijo que Vanda solo se metía en problemas y no aprobaba lo que había hecho (en realidad no podía dejar de imaginarse a ella misma en los brazos de un americano barbudo). Les dijo a las dos que el SIDA era un problema, etc. pero Nadia la calló al preguntarle cómo lo habían hecho y por cuantos minutos cada vez. Ecaterina se sonrojó pero puso mucha atención a la plática.

VII.

Mitch y Vanda eran buenos amantes, pero no buenos amigos. El solía burlarse cruelmente de las fachas de ella, o se echaba pedos cuando estaban en la mesa, cosa que a ella le molestaba mucho y que a él, en cambio le daba mucha risa. Por su parte, Vanda no se rasuraba las axilas y exageraba a propósito su torpeza para que él hiciera algunas cosas, desde abrirle la puerta o ayudarle con alguna tarea. No reñian mucho, pero tampoco lo evitaban, y la mayoría de los problemas eran evitados dejando de hablar y haciendo el amor. Mitch tampoco podía hacer el amor cinco veces al día , pero era capaz de dejarla exhausta la primera vez, y a este paso, la relación se alargó por casi cuatro meses.

Una tarde Vanda sintió una molestia en el bajo vientre, algo que no era exactamente una comezón, ni un dolor, solamente una sensación rara. Además llevaba siete dias de retraso en su periodo. Aprovechando el seguro médico que nunca usó mas que para un par de resfriados, visitó la enfermerí de la universidad y pidió hablar con el ginecólogo.

- Aqui no hay ginecólogos, solamente personal entrenado en diagnosis leves. Ahí te dirán si necesitas un especialista - dijo una enfermera de color, en un acento tan espeso, que hizo que Vanda entendiera que no la querían atender a menos que fuese una emergencia digna de un especialista. Similar, pero no exacto.

- No, lady - repitió la enfermera, algo molesta - Primero la ve su médico de planta y luego se decide lo del ginecólogo.

Vanda se desesperó, pero cabe aclarar que la medicina estadounidense puede hacer desesperar a cualquier individuo, no importando que tan paciente sea. Al final acabó aceptando hablar con quien fuera, con tal de no tener que descifrar mas el acento de la enfermera.

- Hi Vanda. What can I do for you? - dijo la doctora Elizabeth Ringles, que tenía 27 años de edad y que estaba haciendo su segunda residencia. En dos años solamente había tenido dos casos de salud femenina fuera de las prácticas.

- I have somehing inside that bothers. I think I am pregnant

Elizabeth sonriente dijo "wow!", e hizo varias preguntas con mucha amabilidad, hablando en el usual tono cantado, extradiplomático con el que había sido entrenada, pero tras un rato de discusión con Vanda el tono era ya de molestia.

- Young lady, if you don't answer my questions I cannot do a diagnose. And please try to calm down.

Por casi un cuarto hora Vanda había tratado de explicarle a Ringles que algo, una especie de objeto extraño le molestaba a la altura del utero, y que lo que deseaba era que alguien la montara en una silla de ginecología, le abriera las piernas y le auscultara. Por su parte la doctora se rehusaba a examinarla hasta no saber cuándo había tenido Vanda relaciones por última vez, si era casada y si tomaba anticonceptivos orales. Vanda consideraba estas preguntas fuera de lugar y demasiado privadas. Finalmente Ringles llamó a su supervisor, que a sus 62 años de edad supo manejar la situación con más experiencia. Acostó de nuevo a Vanda en la camilla y le pidió que desabrochara el botón superior de los jeans, luego con guantes de látex palpó a la muchacha por debajo del ombligo mientras le explicaba con voz amable, casi de abuelo, las razones de las preguntas de la doctora. Luego dióa a Vanda una cita para un ultrasonido y a Elizabeth un guiño tranquilizador. Le trató de explicar que dada la ultima fecha de su periodo y por los sintomas que presentaba, además del hecho de que tomaba anticonceptivos orales, no necesariamente debía estar embarazada, por lo que Vanda dejo escapar un par de lágrimas y, aún sin creerle, aceptó el pase.

Al día siguiente Vanda se presentó al ultrasonido, el cual reveló a los médicos la razón de las molestias:

-Vanda, vamos a explicarte lo que te pasa - dijo Bill Carter, quien para felicidad de Vanda si era un ginecólogo especialista.- Acompañame al pizarrón.

En una salita, el galeno procedió a explicarle a Vanda que su útero había formado una carnosidad y una delgada capa de tejido, que creaba una pequeña subcámara uterina, dividiendo al útero en dos. En aquel rincón de su cuerpo se había alojado un óvulo no fecundado y no podía salir, creando una serie de efectos similares a los de un embarazo. He ahí la razón de su falta de periodo menstrual y de las molestias. No, no había fecundación y con una medicina y algunas partillas anticonceptivas extra, en unos cuantos días la carnosidad desaparecería, dando paso a la regla.

- I don't want to abort my baby.
- Vanda, please try to understand. There is no baby, only an egg and some tissue.
- I want a baby.
- Have a nice day, Vanda - dijo Carter levantándose de su asiento.

Esa noche Vanda dejó de tomar los anticonceptivos, y durante los siguientes quince días, se las ingenió para no usar condones con Mitch, o bien romperlos con los dientes. Nunca se lo consultó.

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VIII.

Vanda tuvo serios problemas para convencer a Mitch de que su embarazo había sido circunstancial, pero al final él le dijo que no la abandonaría y que el hijo tendría su apoyo económico hasta la mayoría de edad. En lo que si fué muy claro con ella, (cosa que le costó soportar terribles escenas de dramatismo) fué en que no quería casarse.

Sofía y las demás estudiantes rumanas no dejaban de hablar del tema, y expresaban desde sorna hasta una genuina preocupación por su desgarbada compatriota. Durante los siguientes meses Sofía fué quien la llevo incontables veces al ginecólogo, le cuidó un poco la alimentación y le organizó un baby shower al que asistieron, sorprendentemente, bastantes estudiantes con regalos para la joven madre. Vanda estaba tan contenta la noche de la fiesta que empezó a tomar vino blanco hasta que, borracha, fue sorprendida y regañada por una escandalizada turba de amigas que le hablaban en varios acentos.

El vientre de Vanda crecióa a tal tamaño que a final del sexto mes ya le era difícil incluso caminar. Fue entonces cuando su madre consiguió una visa de turista llegó a cuidar a su hija. La madre de Vanda era una mujer regordeta y muy seria, que nunca había salido de Europa del Este y cuestionaba todo lo que veía en Estados Unidos, lo cual, aunque común, llegaba a ser bastante desagradable, especialmente en lugares públicos. La madre de Vanda se negaba a salir a la calle sin pañoleta en la cabeza o abrigo (no importando el clima caluroso) y solía sacar de su pecho el suficiente inglés para reclamarle a Mitch, cuando las visitaba, el que aún dudara en casarse con Vanda. Mitch dejó de visitar a Vanda para el final del noveno mes y cuando llegó el momento del Parto se sentó en una esquina opuesta de la sala de espera del hospital, saliendo a fumar cada vez que la madre de Vanda parecia acercarse a su asiento.

El parto de Vanda había comenzado con fuertes contracciones y una bolsa que se vaciaba rápidamente a las cuatro y treinta de la tarde de un lluvioso día. A las cinco y cuarenta Vanda fué ingresada al hospital en compañia de su madre, Mitch y Sofía por la sala de emergencias, gritando tan fuerte que hizo que varias enfermeras salieran de sus escritorios y preguntaran su situación. Sofía era la única que podía traducir al inglés la intensa retahila en rumano que Vanda daba a cada representante del personal médico que se acercaba a su cama. Dos mujeres que compartían con ella cuarto en el ala de prepartos pidieron ser movidas a otro, pues los gritos de Vanda las pusieron demasiado nerviosas. El ginecólogo de planta llegó a hacer una revisión de rutina a las siete veinte.

- Que tal , soy el doctor Jim Bergbush, señora. ¿Cómo se siente? Estamos ya preparando la sala de partos para usted, todo va a salir bien.

Vanda le respondió entre gritando y llorando, con una larga frase en rumano. Sofía, que estaba al lado sirviendo de traductora, abrió los ojos muy grandes y le dijo en el mismo idioma:

- Yo no le voy a decir eso al doctor, por favor deja de decir estupideces y dile como te sientes. ¡Deja de hablar en rumano!
- Díselo o me voy de aqui, ¡¡díselo, estúpida!!

El doctor de alguna manera entendió que había algo que Sofía no deseaba traducir. Preguntó qué estaba pasando.

- Vanda piensa por tener dos vaginas el parto no puede ser natural, y quiere que la operen. Se rehusa a seguir en este cuarto hasta que llegue el doctor que le diagnosticó tal problema. Pero...por favor no le haga ca...
- ¿Dos Vaginas? - el médico sonrió y casi inmediatamente torció la mueca al ver la expresión de las mujeres -. ¿De qué está usted hablando?, además el récord médico de la paciente no menciona nada...
- Look, you idiot!, I have TWO vaginas!! And two uterus! Nobody knows and my child is dying! Operate me! Operate me!!
- Vanda, you are wrong, please calm down, you are not doing good to the baby, he can feel if you are angry... - trató de decir Bergbush.
- I want ANOTHER doctooooor!!! I don't want this doctor!! You are not a professional! Mitch!! Mitch, ¡llévame con otro doctor!

Durante quince minutos Sofía y Bergbush intentaron inútilmente de convencer a Vanda de su error, pero no fué posible. Lo que era peor, Vanda se negaba a firmar por su propia mano un documento legal en el que se protege al hospital contra ciertas demandas. La regla indicaba que un paciente que estuviese consciente debía de firmar el documento por sí mismo para ser atendido.

Bergbush acabó negándose a llevar a cabo el parto y llamó a Mary Downes, una gineco-obstetra substituta, pero a ella le fué peor al tratar de decirle a Vanda que todo era producto de su imaginación. Para las diez y treinta de la noche las contracciones de Vanda se daban cada tres minutos, no había sido pasada al quirófano, sudaba a ríos, gritaba como si le estuvieran sacando las vísceras con un tenedor, y no dejaba de repetir la historia de las dos vaginas. Tres ginecólogos se negaban ya a atenderla, no había manera de convencerla de que la pequeña cámara subuterina de un año atrás no significaba una doble vagina. Sofía no hallaba la manera de convencer a los doctores de atender a su amiga, y encima de todo esto, Mitch y la madre de Vanda también habían ya sido gritoneados por la parturienta y obligados a permanecer en la sala de espera.

- No podemos hacerlo por la fuerza -dijo Bergbush afuera del cuarto-, las leyes lo prohiben, si ella se niega a firmar el documento de protección mutua y así nadie la va a atender.
- Por favor, yo sé que mi amiga es poco común, solo le estoy pidiendo que la atienda por caridad.
- Imposible. Dígale que acabe de una vez con su historia ridicula y que firme el documento, no puede ser atendida sin el trámite. Además, ¿porqué si ella habla inglés nos tiene que hablar en rumano?

La madre de Vanda rezaba en voz muy alta en la sala de espera, con un rosario en la mano y entornando los ojos, ignorando las miradas reprobatorias de los que estaban sentados cerca. Mitch sólo pensaba en lo maravilloso que sería poderse ir a su casa o mejor aún, a un bar a tomarse una cerveza sin pensar en este problema. Sofía era la única persona que había tenido la paciencia y la entereza para enfrentar a Vanda aquella noche, y a los demás sólo les quedaba esperar.

A las diez y cuarenta y cinco el doctor dióa a Vanda un calmante - el segundo de la noche- y un ultimátum. O firmaba o se verían en la terrible necesidad de llamar a otro hospital. Sofía pidió la dejaran sola con la paciente por un minuto. La miró a los ojos y le dijo:

- Te doy un minuto para decirme si vas a firmar el papel. Si no lo haces me voy a mi casa con Robert y te dejo a que arregles este problema con Mitch y con tu madre.
- dame el papel - dijo ella llorando. Firmó y sintió una contracción que la dejó sin aire.

A las once con quince, Vanda dió a luz a una niña que lloraba mucho. Mitch estaba muy feliz cuando la conoció, pero no quiso quedarse con su novia en el hospital, y se fué al bar a emborracharse. La madre de Vanda lo maldijo en voz baja cuando se alejaba mientras cargaba a su primera nieta y le hablaba en rumano. Sofía fue la que dio las gracias a los médicos, pues cuando estos entraron a felicitar a Vanda ella solo los miraba fijamente, sin decir una palabra.


IX.


- ¿ Que vas a hacer qué? - dijo Sofía, blanca como el papel.
- Llevarme a la niña a Rumania a que viva con mi madre, y yo me regresaré a tener otro hijo con Mitch. El
ya me ha dicho que está bien lo que decida.
- Vanda, lo que estas diciendo es una locura, Rumania esta muy lejos, ¿cómo vas a dejar a tu hija allá estando tu aquí? ¿que no tienes corazón?
- Mitch no me da suficiente dinero, solo me da para la niña, nada para mí, y yo no he podido convencerlo de que se case conmigo. Mi asesor tampoco me esta dando dinero suficiente, asi que la solución es que yo tenga otro hijo con Mitch.
- No entiendo nada.
- Si tengo otro hijo ya serán dos hijos americanos y Mitch me volveráa a querer. De hecho tiene que ser un varón, por que yo creo que Mitch no quiere a mi hija porque es hembra. El me dijo una vez durante el embarazo que quería que fuera un varoncito, y yo no pude dárselo.
- Yo ya no quiero oir más de tus tonterías y tus locuras, que tengas mucha suerte.
- No te vayas, yo quiero la madrina de Alexandreina.
- Quieres que yo sea la madrina - resopló Sofía.
- Mitch ya me ha dado dinero para organizar la fiesta y el bautizo.
- pero no para dejar a su hija en casa

Alexandreina no paró de llorar durante toda la ceremonia. Era la primera vez en tres meses que veía a alguien que no fuera su Vanda, su madre, o Mitch. Vanda había cocinado todo un día y dió a sus invitados un agradable banquete. Mitch sonreía a todos, pero no le hablaba a Vanda ni a su madre, durante las
últimas dos semanas no había parado de pelear con ellas.

Una mañana fría, Vanda arropóa a su hija, se subió con ella al auto, en donde estaban
Mitch y Sofía. Las maletas ya estaban en la cajuela. Durante las dos horas de camino al aeropuerto nadie dijo
más de unas cuantas palabras. Sofía se preguntaba porqué Mitch parecía de hecho
contento, casi jovial, a pesar de ir callado. Vanda iba muy seria y a ratos lloraba en silencio.

En el umbral de la puerta a la sala de abordar Vanda era un desastre, entre la cobija, la niña que no paraba de llorar, los documentos de vuelo y la maleta de mano repleta con botellas de leche y otras mil baratijas. Mitch dió un beso a la niña y tras de dudarlo dio otro muy breve a Vanda en los labios. Sofía las abrazóa a las dos y se quedó al lado de Mitch mientras las veían alejarse.

Mitch tomó a Sofía por el brazo y caminaron hasta el estacionamiento, siempre en silencio

Texto agregado el 09-05-2005, y leído por 131 visitantes. (0 votos)


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