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"Extrañamente, ahora que no estás aquí, quisiera sentir la blanda constancia que deja tu presencia continua en mí. Quisiera en este instante sentir que tu silencio recibe mis calladas palabras."

Podrá parecer tan cotidiano mirar las micros pasar atestadas de pasivos e inertes seres.
Pero cuando te das cuenta que el alboroto que ha causado su incesante avanzar en la trayectoria de miles de átomos jugando al equilibrio, pasa a ser más que una cuestión trivial. Cuántos desvelos de madres por sus bebés se alteraron, cuántos velos enamorados quedaron sin subir. El tejido que se formaba a partir del camino trazado por esas partículas a cambiado de punto, o más bien un punto se corrió, y toda la trama a sucumbido a las ganas de deshacerlo todo, de mirar hacia delante con los ojos de la espalda.
Y aquí vamos. Lo admito. Me subí a una micro y es difícil engañarme. Sentí que esto lo hacía por el otro, que en realidad lo hacía por mí. Mal que mal la idea de que el lenguaje es constructor de mundo me tentaba a ensayarla, a desgranar el racimo de este gris paisaje para diluir sus colores en quizás otros más alegres.
Ahora que la máscara está cubierta por el antifaz de la realidad, podría decir tantas cosas, pero no por eso creas que estoy hablando de verdades sinceras. Son más bien empolvadas por este tiempo viejo, sus gallardas almohadas donde a veces cae la conciencia se han desinflado poco a poco, para convertirse en hojarascas que no cobijan más que desvelos desatinados, zumbidos en el sueño de tormentosas noches. Te maldigo por no dejarme ir por mi camino, a veces, por haber puesto – hablo de mí, no te preocupes- en mis manos nuevamente la tentación de cruzar la calle, siendo que aquella decisión le atañe a los pies. Y es que empiezo con tanta fuerza este algo que no sé que es, que me atemoriza el hecho de pensar que la otrora perdida energía intente renovarse en tus ajadas cortinas, en el sol que de vez en cuando le llega a esa maniatada tela.
Entonces toma en cuenta que aquél comienzo promisorio no era tuyo, claro, era para mí, y todo lo demás que, escrito en este papel se hace lágrima eterna, también es para mí, dedicado a mi insensata presunción de un futuro más incierto de lo que realmente es. Pues le voy pisando los talones al tiempo sin querer, insisto en llevar la venda atada a mis ojos, sabiendo que es transparente, y que el camino ya está asegurado.
Pues entonces, el precio fijado por tu insolencia ignorada - por ti -, es el ser espejo inconsciente de mi desahogo literario. Nada más debes reflejar en el pabellón ocular éstas ultra(prefijo un tanto exagerado, a falta de otro que lo reemplace) pensadas y dichas palabras. Yo sé que debe ser una posición un tanto incomoda, pero trata por un instante salir del espejo, y ser el reflejado. La imagen se distorsiona, ves como ni tus propios ojos pueden con tanta realidad.
Me duele saberme débil, incapaz de escribir a quien quiero escribir, cediendo tan fácilmente a la complicada colmena que eres tú para mí, tratando de alcanzar como una boba la miel que produjiste para otra. Por favor que la próxima no sea tan brillante, ni olorosa, para que no sea atracción de intrusos mal educados que osan a escribir un parlamento en alegato a la escasez de miel. Parecemos políticos dentro de un hexágono congelado. Hablo de la humanidad, de la cual tú –supongo- eres parte. Buscamos el calor en el rincón más cálido, echando a andar inútiles artificios protocolares, mientras es tan fácil cruzar hacia el otro lado. Mi problema a veces es que me resulta muy sencillo cruzar al rincón vecino, y éste siempre está ocupado. Entonces me nutro del calor que sobra, ese que tiene demasiado espacio, y que suele albergar a tantos otros como yo.
No quiero hacerte responsable de nada, sólo pagas el precio de mi egoísta decisión de haberte escogido interlocutor y algo más. No sabes cuanto me duele que no sea otra la persona que sostenga ahora este papel, con otras frases, bañadas en chocolate y mora, no en amargo jugo de deudas no saldadas con mi propia conciencia. No me queda más que pedirte que no oigas, que no escuches, que seas nada más el nada que has sido dentro de tí para mí, porque dentro de mí la cosa siempre va a ser confusa, distorsionada, y a veces demasiado despejada, tanto que estos destellos de sinceridad desapropiada puedan llegar a tus manos como lo han hecho hasta ahora. Nada más no escuches.

Texto agregado el 10-05-2005, y leído por 95 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
04-11-2006 me gustó mucho lo qe escribiste, aunqe al principio fue algo confuso el relato... pero te entendí y la verdad es qe a veces he pensado parecido miae
 
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