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Por la mente de aquella mujer pasaba una multitud de ideas, mas no era capaz de fijar una; se deslizaba en su entendimiento una verdadera catarata de confusión. Quería convencerse de que nada había ocurrido, tal vez sólo se tratara de un mal sueño, pero todo a su alrededor le llevaba la contra.
Agraciada por la madre naturaleza que había moldeado en ella un cuerpo perfecto, con un rostro de pintura del Siglo de Oro de los grandes maestros.
Desde que era muy pequeña se descubrió diferente a sus compañeras. Sus grandes ojos color turquesa eran los más hermosos; la forma de sus labios recordaba aquellas muñecas orgullo de los jugueteros de antaño. Sí, era una muñeca en todo el sentido de la palabra.
Ahora, verse en tal situación le parecía una idea inconcebible, con mayor razón le resultaba imposible creer que lo estuviera viviendo.
Con el transcurrir de los años ganó en belleza y en atractivos. Aquel cuerpo rectilíneo de cuando era niña había adquirido formas sinuosas en la adolescencia. Ya entrada a la edad adulta seguía luciendo un cuerpo espigado, moldeado hasta la exageración a base de dietas, de aerobicos y de costosos tratamientos de belleza. Rubia cabellera se deslizaba por su espalda hasta tocar sus glúteos. Pero sentía necesidad de llorar, no obstante, sus ojos estaban secos. Estaban hechos para reflejar siempre belleza, nunca sufrimiento. Lo hubiera dado todo por derramar una lágrima, por poseer la lágrima que nunca derramó.
Había jugado con los hombres que se dejaron cautivar, hombres que llegaron atraídos como por el canto de la sirena. Dirigidos como corderitos del amor a la lujuria, y luego... el abandono.
No pocos enloquecieron luego de tenerla.
Ahora que los recordaba quería encontrar en su interior algún sentimiento de ternura por ellos, pero nada... no había nada. Su corazón era de piedra.
¿Cómo había llegado hasta esa situación? No lo comprendía. ¿Acaso una maldición? No lo sabía, pero allí estaba, condenada a una vida de conformidad mientras reflejaba belleza y juventud eternas. Y no podía ser feliz por más que tuviera una gran residencia, un costoso auto deportivo, un avión personal, un enorme guardarropa con creaciones exclusivas o un apuesto novio llamado Ken.




Desde Cancún, en la costa mexicana del Caribe


Texto agregado el 10-05-2005, y leído por 723 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
10-11-2007 doloroso relato que es real sin duda...si como lo he dicho otras veces: tanto en el hecho como en el sìmbolo...mis estrellas escritor! Aliacanitidia
25-03-2007 El reflejo de lo que en la actualidad se ha convertido la "vida" de muchas personas, que tratan de encontrar la felicidad en las banalidades, las cosas superfluas y los objetos materiales... làstima por ellos. Un trabajo magnìfico este texto, lo lleva a uno a reflexionar ***** HadaPerversa
05-03-2007 Lamentablemente cada vez hay más Barbys en el mundo. Me gustó mucho tu escrito, Julio. Es una magnífica narración. Me encantó y te dejo todas mis estrellas... y un besazo gigante!! ennag
07-07-2006 Que buen uento,y que desgracia poder mostrar tantos hermosos atributos, y poseer un corazón de piedra. Creo que esto deja una enseñanza, a pesar que no todos son iguales, y tampoco se les mira el interior a las personas.Si tantos se volvieron locos por ella, lo hicieron sin sentirse retribuidos en el amor.Creo que eso es terrible.Prefiero un alma bella.jeje ***** Besos Victoria. 6236013
25-04-2006 que final de cuento, bueno, me recuerda una canción que cantaba Arnaldo un cantante, Bella, era muy bella, pero vacía, pero sin vida que parecía estar abrasando a una piedra***** curiche
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