En la tierra noble, del sureste hermano  
un pueblo de cobre se afanaba en vano.  
Muertos en la ría, miran con enojo,   
las olas del río  que lo inunda  todo. 
 
Van penitas negras, sobre el río Blanco 
detenidas risas, en el enorme charco.   
 
Y sobre la arena, mil tronquitos quietos,   
llevan puestos al sol trajecitos nardos. 
 
Y encima, quieto, en el triste lodo, un pequeño ido, un pequeño... muerto.  
 
Dientecitos blancos, en negritos cuerpos,  
la risa ausente, la muerte chiquita; y espanto. 
 
Cruza triste la luna y agoniza triste.  
El rocío en llanto viste un llanto verde. 
  
Y largo en la fuente, cual lirio morado  
vestido  de muerte, Jimaní. 
 
Entre los muertos vivos, lloros del abuelo, de novias y madres, vuelan con el viento, desde Haití.  
 
Corre la pena honda bajando laderas en Jimaní.  
 
LLoran doscientas ausencias, en el viejo mercado, de las venduteras, en Jimaní. 
 
 
Y entre las botellas, color esperanza, flotan seis cadáveres, 
                en Jimaní  
 
Por qué de repente, cielo, te acuerdas, vidrioso  
de la tanta lluvia que, por siglos, no ví ? 
Y dime, tambor de nube,  ¿ porqué hoy tocas tantos, atabales de lluvia, en Jimaní ?  
 
Y entre desnudas penas deambulando el hambre, junto a la tristeza, que ya viene en sombras, 
              desde Haiti. 
 
 
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