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Inicio / Cuenteros Locales / ponchodemx / Se me durmió la musa, gorda.

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Éxito. Lo máximo. Hay quienes alcanzan el éxito cuando llegan a los tantos millones. O cuando dejan la subsecretaría equis porque alcanzaron hueso en el congreso. Otros, cuando ganan tal o cual premio. Algunos más, cuando se cogen a la niña número treinta y cinco y siguen con el pito intacto (valga la expresión).
Los hay para quienes el éxito es salir en primera plana, con la mirada nublada por el alcohol y las manchas de la sangre del compadre todavía frescas en la cochambrosa camiseta. O poder cruzar los cuatro retenes de la policía gringa sin que les descubran los kilos de polvo que llevan.
Claro, hay gente con éxitos más modestos: acabar de pagar las cuotas del carro, estrenar casa, empezar el año con jale.
Para Pepe García el éxito llegó en forma de una defensa en blanco.


—¡Ya llegué, gorda!
—Que bueno. ¿Y cómo te fue?
—¡Muy bien! ¿Qué crees? ¡YA!
—¿Ya, flaco?
—¡Sí: ya!
—¿Ya qué, flaco?
—Si serás pendeja, gorda. ¡Pos ya me dieron el camión!
—¡¿Ya?!
—Chingado, que sí. ¡Mira! Ven a ver.
—¿Qué cosa, flaco?
—¿Cómo "qué cosa", pendeja? ¡Pos el camión!
—¿A poco te trajiste el camión a la casa?
—No sea pendeja, gorda. ¿Cómo me voy a traer el camión a la casa?
—Pos me estas diciendo que vaya a verlo.
—Che´gorda. No me choreé ¿eh? ¿O quiere que me la surta? Ya déjese de mamadas y venga a verlo.
El llavero estaba sobre el taburetito de blocks y tablitas de la entrada.
—¡Oooooyyyyy! Sta parece la puritita verdad. ¿En serio es del camión?
—Por ésta que sí. El mismito inge me dijo que desde mañana tengo que andar en la ruta pa acostumbrarme y pa ver a donde se ponen los cuicos y todo y que pa el lunes ya voy a subir pasaje.
—No, pos que bien, flaco. ¿Y tons vas a traer más lana, verdad?
—Pos diosito y la virgencita quieran, gorda. Pero déjese de matelirialidades y hágase pacá.
—¡Ay, flaco! Déjeme la teta, que ahistán los güercos.
—Me vale madre. Aflójese...

Más noche.
—¿?... ¿Qué pasa, flaquito, por que no se duerme? ¿No cogió rico?
—Chingadamadre, gorda, no me deisconcierte, que estoy pensando.
—Ora, flaco. ¿A estas horas? ¿Y en qué?
—Pos en que chingaos va a ser, gorda: en el camión.
—¿Qué se lo roben?
—No sea pendeja, gorda. En la defensa.
—¿Qué tiene la defensa?
—Nada.
—Y para qué se preocupa, flaco, si no tiene nada.
—Pos por eso, pendeja: ¿qué le pongo?
—¿Qué le pone de qué, flaco? ¿Foquitos?
—No sea pendeja, gorda: eso está renaco. Yo digo que qué le voy a escribir.
—¡Ah! ¿Pos por qué no le escribe mi nombre, flaco?
—¡¿Su nombre, gorda?! ¡¿Quiere que le escriba "Otilea" a mi camión?! ¡Tá pero que sí bien pendeja, gorda! Se va ver bien ojete.
—Pos yo nomás decía, flaco...
—No, pstá bien, gorda. Mejor ya déjese de mamadas y ya duermasé.

En la mañana.
—Oiga, flaco.
—¿Qué quiere, gorda?
—¿Y sí pensó en algo pa ponerle al camión?
—Pos se me ocurrieron dos o tres cosas, gorda.
—A ver.
—Bueno. Esta es la que la menos: "Los rayados sela comen".
—¿Pos no quel ingeniero es rayado?
—Pos sí. Poreso es la que menos.
—A ver las otras.
—"Puto el que leya esto".
—Pero...¿y si lo leyes tú, flaco?
—¿?... Pinche gorda aguafiestas.
—Pos yo nomás digo, flaco.
—Pos ya no diga nada o me la siembro.
—Ta bueno. ¿Entonces ya no me va decir las otras?
—No. Usté nomás sestá riendo de mi. Además ya me tengo que ir.

Luego del trabajo. En la nochecita.
—¡Ya llegué, gorda!
—Que bueno. ¿Y cómo te fué?
—Pos bien.
—Pos que bien.
—Pos sí.
—¿Y ya le encontrastes que escribirle a tu camión?
—Pos no, pero el inge me dijo que había que ponerle alta poisía.
—¿Alta qué?
—Alta poisía, gorda.
—Y eso, ¿qués?
—Si serás pendeja, gorda. Es así como tener algo escribido muy bonito... ¿De qué te ríes, pendeja?
—No, pos es que ya me vas a salir poyeta, flaco.
—Órale. No me busques, porque te floreo todo el hocico.
—Pos yo nomás decía, flaco.
—Pos no diga nada, pinche gorda incluta.

A media noche.
—¿Gorda?... Pst!... Gorda, ¿stás dormida?... ¡Despiértate, pendeja!
—¿Q´chingados quieres, flaco?
—Oye, gorda. A ver que te parece esto.
—¿Qué cosa, flaco?
—Esto. Pal camión.
—¿Qué cosa, flaco?
—Mira: "Los colibriyes mela pelan."
—No entiendo, flaco.
—Pos claro que no, gorda. Es pura alta poisía. Yastese y duérmase.
—Ta bueno, flaco.

En la mañana.
—Oye, gorda. ¿Cómo era?
—¿Cómo era qué, flaco?
—Mi poisía.
—¿Qué?
—Mi poisía. La que te dije anoche. Pal camión.
—¿Pos cómo quieres que sepa?
—¿Pos no te dije?
—Pos sí, pero pos taba dormida, flaco.
—Chingao, gorda, ¿pos no te desperté pa decirte?
—Pos no se, flaco. Yo estaba toda dormida. Ya no me acuerdo de nada.
—Chingao, gorda. Ora voy a tener que pensar en otra cosa. Y me cai que la puta alta poisía es retecabrona serla.

Luego de mediodía.
—¡Ese! ¡Compadre!
—Quiubo, compadre. ¿Cómo le jué en la ruta?
—Pos bien, compadre.
—Pos que bien, compadre. ¿Y qué le dijo el supervisior?
—No, pos que todo muy bien, compadre. Nomás que no le diera tan juerte por donde están las escuelas, quesque los cuicos se encabronan.
—¡Ah! Sí. ¡Águale, compadre! Se ponen bien perros, los cabrones.
—Sí, compadre. Oiga, compadre, le quería preguntar.
—Usté dirá, compadre.
—¿A cómo se le ocurrió la poisía de su camión?
—¿La de la defensa de hasta trás?
—Esa mera, compadre.
—Ah, pos la vi en el miadero de la cantina del Polonio.
—¿Sí? ¿Qué no la escribió usté, compadre?
—¡¿Yo?! ¡Que chingaos voy andar escribiyendo poisía, compadre! ¿Qué me cré? ¿Joto?
—No, compadrito, que va. Pero esque no se me ocurre nada pa la defensa. Y pos ya el lunes empiezo a subir pasaje. Y pos no se.
—No, postá cabrón, compadrito. Stá cabrón.

En la noche.
—¡Gorda!
—Que bueno. ¿Y cómo te jué?
—¿Qué bueno qué, pinche gorda? Si no te dije nada.
—Uuuuu, ya vienes tomado, flaco. Que güeb...
—No vengo nada tomado, pendeja. No se me ocurre nada para la puta defensa y necesito que me ayudes.
—Pero pos yo ni se leyer, flaco.
—Ah, que pendeja, me cai, gorda. A ver, ¿ontá el chamaco?
—Yastá dormido, flaco. No le vayas a pegar.
—Ni quien le juera pegar, chingao. Pero a ver si él sabe algo.
—¿Algo de que, flaco?
—Pos de poisía, gorda. ¿De qué va ser? ¿Pos no va a la escuela todos los días? Ándale, háblele.
—Ta bueno, flaco. Nomás no me le pegue.
...
—¿Qué pasó, apá?
—Nada, mijo. Nomás viendo si usté sabe mucha poisía, ¿no?
—¿Qué?
—No se haga pendejo, mijo. ¿O a qué va a la escuela?
—Es que no entiendo, apá.
—Así, mijo: poisía. De esa que escriben los poyetas. Así muy finito. Que los pajaritos cantan a las nubes y no-se-que mamadas.
—¿Poesía?
—¡Eso mero!
—¿Y para qué la quiere, apá?
—¿A usté qué chingaos limporta? ¡Güerco cabrón! ¿Sabe o no sabe?
—Pos no, apá. Paqué le digo que sí, si no.
—Chingao...
—Pero en el libro de español sí vienen de esas poesías, apá.
—¿Sí?
—Sí.
—Pos traígalo, ¿quespera?
—Péreme... Quistá. ¿Ora?
—Pos búsqueme algo pa ponerle al camión.
—¿Algo como qué, apá?
—¿Pos no le digo, pendejo? Algo aca, muy poyético. Muy fino.
—Ah, ta weno. Deje le busco algo.

Lunes. Cinco y media de la madrugada. Todos en el patio se juntaron para ver salir al Pepe García por primera vez a la ruta.
—¿Cómo la ve, compadrito?
—No, pos le quedó mamalón, compadre. Mamalón.
—¿Erdá que sí? Mi güerco me ayudó, el cabrón.
—De poca madre, compadre, me cai.

Eso es el éxito: una frase en la defensa del camión. Una que todos admiren y envidien.

Texto agregado el 20-05-2005, y leído por 168 visitantes. (0 votos)


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