TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / vatel / Monólogo de la mamá de Rafelito

[C:107794]

Mucho tiempo después, la crítica hablaría del rotundo éxito de la obra; se hablaría de las largas colas que se hicieron, de cómo se tuvo que extender las funciones a casi un año, como se hace en los grandes escenarios mundiales, pero, por ahora, me dispongo a asistir a tu monólogo, escrito especialmente para ti por uno de los mejores escritores de este país.

Tengo reservado mi asiento en la última fila de las destinadas a la crítica especializada y familiares de actores.

Detrás de mí puedo divisar un hombre de mediana edad, calvicie pronunciada, vientre abultado, rugosidad facial que tiene insistentemente posada su mirada en mi nuca, intentando descubrirme el rostro. A su lado está evidentemente su mujer de pelo cano bien arreglado y buena presencia a pesar de la edad. Ella también me mira por insistencia del esposo. Ante la impertinencia me vuelvo y tropiezo con unos ojos que recuerdo haber visto en tiempos de mi infancia.

Es él. Sin dudas, es él. Más viejo, por supuesto. Han pasado más de veinte años, pero es el mismo amigo del papá de Andy, mi mejor amigo. El hombre por quién mi madre me echara aquella tremenda refriega por hablar a solas con un extraño, de quien más tarde conocería ciertos antecedentes. Y ahora, al volver a verlo, recordando lo que me había dicho de su familia, me preguntaba si seguiría yo pareciéndome a uno de sus hijos.

Estuvimos a punto de dirigirnos la palabra, pero de pronto las luces de apagaron, se subió el telón. Era una escenografía desnuda en la que aparecía mi madre a contar la historia de su personaje que bien podía ser la suya, y por extensión, la mía.

A ustedes que me escuchan y ven, en un test virtual decía ella en parte del monólogo, en uno de esos juegos electrónicos de computadora me preguntaban si era capaz de pasar una noche con un desconocido (y hacer el amor con él, por supuesto.)Claro que sí respondí porque esa experiencia ya la había vivido, aunque hoy, siendo una flor a medio marchitar sustentada en maquillajes y aeróbicos y con el conservadurismo que traen los años, si tuviera una hija, menos mal que no la tengo, le aconsejara no se expusiera a esa experiencia por el SIDA y todas esa enfermedades extrañas que hay por ahí. Mi madre se mueve de un lado al otro del escenario con la sabiduría de una actriz experimentada... y lo bien que hacer en escena. Camina hacia una mesa que sirve de barra y tiene encima una botella supuestamente de cerveza sudada de frío. Yo estaba en aquel bar ¿haciendo qué? Eso no viene al caso. Si quieren, imagínenselo. Y de pronto entra él. Me aborda visiblemente nervioso. Supongo que en la actualidad esa persona sea calvo y barrigón, pero cuando vino a mi buscando ayuda era un joven pálido a pesar de este mundo tropical en que vivimos, delgado, bueno no lo idealicemos tanto, flaco, con abundante pelo negro que le caía en la frente, con unos ojos del mismo color y expresivos, torso no tan ancho y vientre sin una gota de grasa, al estilo de los personajes románticos del siglo XIX: para mí un Julien Sorel. Al abordarme me fingí ofendida temiendo ser tomada por una prostituta como tantas mujeres de entonces obligadas a ejercer la triste profesión, que desgraciadamente hoy no es tan triste (risas y afirmaciones por parte del público). En su mirada vi que no me tomaba como tal, pero insistía en abordarme. En su actitud había más que nerviosismo, temor. No necesito nada de usted, le dije, déjeme tranquila que mi novio está por llegar. Él, ¡el pobre! creía que verdaderamente me estaba ofendiendo, pero no tenía más opción que insistir. Y de pronto, llegaron ellos, uniformados, con sus armas mortíferas que ya habían ajusticiado no sé cuánta juventud y entonces me percaté que estábamos en una situación límite y tendría que hacer acopio de todas mis habilidades. La actriz asume la personalidad de su co-protagonista y dice me besas o me verás asesinado a tus pies. Yo era muy joven, no hace falta decir la edad que tenia no vaya a ser que a uno de ustedes le dé por sacar una calculadora para saber mi edad actual (risas), la que represento caballeros, la que represento. Además de joven era romántica, pero lo suficientemente madura para captar la situación en que nos encontrábamos. Y lo besé, no un beso de mentiritas, sino ardiente, con toda la pasión que me fue posible. Muchas veces he pensado que se me fue la mano y me aprovechaba de las circunstancias. A él mismo le costó trabajo reciprocar mi apasionamiento, pero lo obligué a devolverme el beso con la misma vehemencia. Teníamos que ser convincentes ante aquellas fieras que se decían humanos. No me cabe la menor duda: mi madre tremenda artista, sabe moverse muy bien por la cuerda floja, ir de la comedia a la tragedia y viceversa. Ellos se acercaron a nosotros interrumpiendo el beso. Oye tú, ¿desde cuándo está éste aquí contigo? preguntó un tal cabo López que conocía por malísimas referencias. Entonces yo, que siempre me ha gustado actuar –de eso tienen que darse cuenta y que no cejé en el empeño hasta montarme en un escenario, aunque sea chiquito, como el de Teatro Estudio- dije adoptando una posición de actriz consumada ay cabo ¿no le ve la cara de pájaro inocente que tiene? ¿Cree usted que éste, tan famélico puede resistir un interrogatorio suyo? Cabo, éste no se mete en cosas de revolución. ¡Si lo tengo controlado yo! Y si se atreve, yo misma se lo mando para allá. No tengo que decirles que el cabo se quedó confundido y a la vez convencido de que el muchacho no estaba metido en nada y no era para menos, la modestia no es mi fuerte, aquella actuación en la vida real me quedó... ¿cómo dicen lo jóvenes ahora? Mortal. Eso es, me quedó mortal. Y entonces, una vez que se fueron convencidos los esbirros quise morirme: había arriesgado mucho, cualquiera de los presentes en el bar podía haber sido un batistiano y haberme desmentido, pero gracias a Dios, no fue así. El muchacho no salía de su asombro y luego más aliviado, viendo que estaba lista a ayudarlo, tuvo la osadía de pedirme que lo acompañara una o dos cuadras. Y dispuesta a llevar hasta las últimas consecuencias lo que podría catalogarse como una aventura, pero que era un acto heroico aunque no lo crean, lo acompañé. No habíamos caminado ni una cuadra y media cuando una voz que no era la de López, sino la de un capitán, gritó atájalo que ese es Tomás. Yo lo digo: uno tiene en la vida un día de suerte y ése fue nuestro día. No sé si fue el abrigo de una noche sin luna o lo que haya sido, pero escapamos, de otra forma, no estaría haciéndoles el cuento. Desde entonces empecé a creer en los milagros. Con el rabo del ojo miré hacia atrás y vi al amigo del papá de Andy con los ojos obviamente humedecidos cual si le estuvieran pasando de nuevo su pasado ante sus ojos. Aunque siempre he tenido los pies sobre la tierra, el que yo fuera protagonista de aquel suceso junto aquel muchacho del que sólo sabía se llamaba Tomás y que era un revolucionario que luchaba contra Batista, me transportaba a un mundo, fuera de lo común. Fuimos a parar a un hotel de mala muerte cuyo carpetero fingió creernos una parejita evadida de los lazos maternos. Nos dio una habitación discreta con acceso a tejados vecinos. Nunca me había encontrado en situación semejante, es decir, sola, en un cuarto de hotel con un desconocido y a punto de pasar la noche con él. Una vez solos nos sentamos en la cama sin saber qué hacer, más mudos que todos el silencio del mundo. Como toda muchacha, tenía mis fantasías sobre el príncipe azul y a la verdad no me lo había imaginado como éste, tímido, revolucionario. Si algo atraía en él eran sus ojos. Eres muy valiente, me dijo rompiendo el silencio, tengo tremendo cargo de conciencia, no tengo derecho a meterte en este lío. No importa, le contesté. ¿Puedo hacerte una pregunta? me preguntó. Sí, contesté. ¿Qué hacía una muchacha como en ese bar? Sentí como si quisieran arrancarme un secreto, como si quisieran adueñarse de mi privacidad. No hablemos de eso. ¿quieres? Supongo lo dije con tal aplomo que no dijo más. Yo nunca he sido tímida, la verdad, y el muchacho me gustaba. Sólo tenía que respetar mi secreto: olvidarse de lo que hacía en el bar. ¡Si él lo hubiese sabido! ¡Si ustedes que están ahí viéndome, escuchándome lo supieran ...! Decidí ser todo lo atrevida que jamás fuera. Ni con Rafael. ¿Qué quién es Rafael? Pues mi marido, el padre de mi hijo. Pero eso es otra historia y que la cuente él si quiere: la mía es ésta. Devuélveme el beso del bar, como si no lo hubiera yo obligado a hacerlo, dije con voz imperativa. No sé si deba, respondió. Debes, contesté yo. No temas, estamos en una situación límite, seguí diciendo, piensa que ahora estamos seguros, pero que dentro de dos minutos pueden invadir esta habitación y todo estará perdido, ¿de qué habrá servido vivir la vida? E hice gala de mis dotes de futura actriz. Lo convencí, sin antes querer rebatirme, y me besó. Pecamos de osados sin pensar que pudieron habernos matado sin la menor posibilidad de defensa, desnudos en cuerpo y alma hasta que el muchacho de la carpeta nos interrumpió sin darnos tiempo a asustarnos para decirnos que el camino estaba libre para seguir luchando. Quise ser trágica hasta las últimas consecuencias. Nos vestimos. Salimos del hotel y en su primer descuido, me perdí y hasta el día de hoy no he vuelto a ver a Tomás.

Los aplausos son rotundos. No porque sea mi madre, pero la actuación le ha quedado impecable, como diría Moliere, en su justa medida. La gente empieza a levantarse de sus asientos. Y yo hago lo mismo como la intención de esperar a mima afuera, pero antes me vuelvo hacia el hombre y nos miramos profundamente a los ojos antes de dirigirle la palabra.
-Si tuvieras bigote, me respondió con cierto temblor en la voz y en los labios a la pregunta que le hiciera.
-¿Todavía me sigo pareciendo a uno de sus hijos?



La Habana, 18 de enero 2001



Texto agregado el 20-05-2005, y leído por 196 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-07-2013 Es una muy buena historia, con toques de humor y una narrativa que va in crescendo hasta llegar al momento culminante... guidos
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]