Gusto amargo en la lengua húmeda pero con papilas rugosas,
una molestia que sube desde el estómago hasta la garganta,
sueño, bostezos, tristeza, pesadez en las piernas,
ansiedad exactamente proporcional a la falta de apetito

Pero verá usted doctor: no es fácil explicarle al mundo
que debería de hacer una excepción porque es justo
ese momento del ciclo en que mi cuerpo escupe a la superficie
cantidades de glóbulos rojos que no engendrarán vida.

He de sentarme frente a las pilas de papeles,
tomarme unas cuantas pastillas rosadas y celestes
que me dibujen sonrisas artificiales en serie
mientras los químicos le dicen shhh a mi panza.

He de salir a enfrentar las calles
mientras sangro por fuera y lo disimulo,
mientras sangro por dentro por tener que
hacer caso omiso a mi sangrado exterior.

Las toallas higiénicas con mariposas de colores
y perfumes dulces o frutales no lo hacen divertido.
Me convencí de que el sangrado es natural
pero a la hora de exigir respuestas a nadie convence el argumento
de mi pesadez roja sangrante que dura unos cuatro o cinco días.

El mundo no está hecho para personas indispuestas,
debe ser que por eso es tan machista y no comprende
este romance silencioso entre el ciclo de la Luna y el de mi cuerpo.
Por más que el mundo exija, el amor siempre triunfará
y la sangre ha de seguir corriendo entre las piernas femeninas.