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MI AMADO MUNDO ODIADO


Dependo de mis pasos para llegar hasta donde quiera. Mis objetivos son simples, tan sólo quiero que me escuchen, alguien a quien amar, un solo pensamiento alegre diario, una bocanada de aire fresco imperturbable paseándose por el hostil aroma del mundo.
Anoche mientras dormía tuve un fuerte escalofrío que penetró por todo mi cuerpo, fue entonces cuando apareció la mujer de ojos tristes y rasgados fumándose un cigarrillo mentolado de atípica longitud; eso sí, el humo siempre hacia arriba, casi marcando el pensamiento más positivo que pueda llegar a tener. Creo que la deseo, y hablo con ella en mi limitado universo léxico. Necesito más palabras para expresar el exceso sentimental que invade mi corazón, aunque en realidad se trate del cerebro, y concretamente, de las endorfinas.
Soy un tipo impulsivo que, en la mayoría de ocasiones, siempre lo estropea todo; y se arrepiente de ello, pero ya es tarde, muy tarde. Sin tener sueño logro tenerlo, y es cuando viajo hacia sus garras para dejar de sentir mi enfermedad; y floto en otro estado, y nada me duele; sin notar mareos, vómitos, diarreas.
Los enfermos terminales vivimos pensando en los porqués de semejante castigo divino, yo poseo la cualidad de preguntármelo cada día desde hace siete años.
He tomado más antibióticos que un hámster de laboratorio y sigo en estado transitorio sin que nada pase, ni siquiera este dolor que me acompaña día y noche; y lo siento tan cercano que cuando los tranquilizantes me impiden sentirlo me deprimo largas horas sumergido en sollozos pueriles –con mocos verdes en ambos orificios nasales- llenos de una amargura constante.
Ayer vinieron unos payasos al hospital y las risas de los demás niños eran incontagiables ante tanto odio que llevo en mi interior. Era el único poseedor de ojos tristes y vidriosos de todo el recinto y es que todos los demás, al margen de sus incurables diagnósticos, habían aprendido a vivir el corto trayecto que les quedaba hacia su precipitada muerte.
Los corazones enfermos siguen latiendo y contando la vida, aunque la oscuridad domine por completo nuestras viles existencias. El diablo nunca se mostró a los humanos, pero creo que en cada una de las enfermedades está presente, inmóvil, con un fuelle de cuero en una mano y las brasas en la otra; no respira, pero se mueve por las entrañas de los enfermos como Tiger Woods en un campo de golf marbellí.
El doctor revisó ayer tarde mi historial clínico, puso cara de erudito cansado de más de lo mismo. Podía ver en él unas descomunales ansias por tratar una enfermedad nueva con la que poder escribir un buen best-seller. La medicina, durante toda su historia, ha prometido curar dentro de cien años a los que ahora nos morimos ante sus narices. Está claro que el gobierno prefiere gastar más dinero en armamento militar y en subvencionar a los equipos de fútbol que en fondos para el desarrollo de la investigación científica y técnica. Por lo tanto, así estamos los ciudadanos dañados por una patología indestructible, incurable, y difícil de diagnosticar. Cuando no mejoras con ninguno de los tratamientos existentes te arrinconan en una cama entubado hasta las cejas y denominándote crónico. Te castigan a observarte día tras día como si fueses una planta sin abonar. Utilizan una brutal cantidad de fármacos que arrasan con lo poco que funcionaban bien en tu cuerpo, a esto lo llaman efectos secundarios; y yo lo llamo ceguera científica de ineptitud gubernamental.
Tengo diecisiete años y empecé a devorar libros con la única intención de viajar a otros mundos para olvidarme del mío; un mundo que desconozco desde que estoy postrado en un incómodo camastro con olor a hospital y repugnante comida, con la que se ensañan las enfermeras lesbianas a cucharadas hostiles. Esta noche soñaré con ella para que venga pronto a buscarme, ya no tengo ganas de estar aquí. Quizá necesite descansar para siempre a su lado, me ha prometido luz durante todo el día. Suena una canción, todo ha acabado, ahora podré descansar sin preocuparme por ocultar mi dolor tras una hipócrita sonrisa.


Texto agregado el 23-05-2005, y leído por 125 visitantes. (0 votos)


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