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Es de noche, un calor inaguantable, el lugar en que estoy es un hetelucho de mala muerte en una ciudad atestada de vehículos, gente, bocinas por doquier.

Quiero dormir pero no puedo, por más que trate este calor pegajoso se transmite a travez de la sábana. Tengo un mosquitero que cubre todo la cama, una mesita de mala muerte sostiene una veladora. Frente a mi esta la cómoda y al costado la ventana que da a la calle.
Son las 4 de la mañana en este pueblo perdido en el corazón de Asia. Fumo un cigarro mientras mi mente divaga entre mis pensamientos. El ventilador que esta en el cielorraso de la habitación no da a abasto.
En medio de la oscuridad siento los quejidos de unos franceses que estan haciendo el amor, pared de por medio. La cacofonía de afuera y el ruido del ventilador que a duras penas trata de dar un poco de aire, enturbian mis pensamientos.

Se hace de mañana. Me levanto y voy a desayunar. Los franceses comen en un rincón, no me cambié la camisa ni el pantalón. Asi de ajados, salgo y me voy a la dársena sur del pueblo. Le pregunto a un aldeano en un ingles entre mal hablado y las señas que me veo para hacerme entender, que necesito alquilar un bote. Luego de luchar con el idioma nativo más de media hora y me hago de un bote y salgo a la mar.

El cielo posee algunas nubes, pero el agua turquesa del mar, me permite ver los peces debajo de la embarcación cuando esta surca las aguas. Llevo conmigo mi maletín y mis anteojos. No debería andar por donde estoy la zona es prohibida para los turistas, pero tuve que ser disuasivo para que me dejara lo mas cerca a la isla. Arregle que pasara por mi en una semana.

El lugar que desembarco es el más alejado del pueblo que dormí anoche. Es el ultimo lugar que los turistas desean estar. Lo que van ahí es porque buscan la aventura, el vínculo último entre el hombre y la naturaleza.
La isla que busco esta frente a mi, a un kilómetro escaso, pero es agua atestada de tiburones. Bajo una palmera releo el mapa que alguna vez, no me acuerdo recibí. Tampoco recuerdo como se dio. Según dicen, la isla es el santuario de animales exóticos y de vegetación tan virgen que lo convirtieron en un coto cerrado, protegido por el país que me acoge. Lugar prohibido para todo tipo de turistas. Es zona de estudio, el ser humano no puede ir, so pena de ser muerto por la milicia.
Pero tengo un cometido, si me va bien puedo volver a mi país de origen y cobraría mis honorarios. Pero para ello debo llegar a la isla.

Me hago a la mar nadando. Llevo mi ropa en una bolsa de plástico, atada a mi. Mis pocas pertenencias que llevé conmigo las enterré frente a un palmenar, que horas antes unos daneses se habían estado drogando. De hecho yo también estoy un tanto drogado. Me dirijo entre dos peñones que se vislumbran entre las nubes que cubren sus puntas. Veo el resplandor de una playa prístina, tal cual esta dibujado en el mapa. Parece cerca,pero al mismo tiempo tan lejos.
Por fin llego a la playa y me tiro boca abajo en la arena prohibida. No se la hora que es, pero es avanzada la mañana sino mediodía, pues me llevó mas de la cuenta arribar a la isla prohibida.

Trato de tomar fuerzas, debo internarme en la maleza. me arrastro como puedo y me meto en la selva que es tan espesa que la vegetación nome permite ver mis manos, pero debo hacerlo rápido y de tal manera que no vean mi rastro. Entre golpes de la maleza y palos que me dan en la cara, arribo a un claro. Oh...

Hay una cascada que cae con fuerza. veo aparecer por el cielo un pájaro gigantesco; al principio creí que mis ojos me engañaban, que se trataba de una de las nubes que en aquel momento oscurecían la atmósfera, suponiendo que el viento la había separado del resto.
Su rumbo era en dirección noroeste-sudeste, y su vuelo rápido y rectilíneo. Como pasó a poca distancia de mi cabeza, pude apreciar la extraña estructura de su cuerpo. Su inmensas alas estaban recubiertas por un plumaje grisáceo; la monstruosa cabeza parecía la de una langosta, y sus grandes ojos abiertos brillaban como tizones; parecía estar recubierta por algo parecido al grueso y rígido pelaje de un jabalí, mientras que en su cuerpo, alargado como el de una serpiente, sólo pude apreciar escamas brillantes, que originaban un sonido metálico cuando el extraño animal giraba el cuerpo durante el vuelo. Es un pterodactilo.

¿Donde estoy?. Es la isla prohibida, que nunca jamás el ser humano debía arribar. Es el edén del diablo.

Texto agregado el 27-05-2005, y leído por 138 visitantes. (1 voto)


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