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Las olas golpeaban incesantemente, el cielo, oscuro e incierto, rogaba ser regado sin mojar a los demás. Solo con mi brújula, que guía mi destino, destino que posiblemente se defienda contra mi ser, ataca respiros que siento en mi cabeza. Tengo una gran tabla, viajo por aguas saladas, navego sin parar en busca del cielo perfecto, en busca de las nubes soñadas. Día y noche, vientos y lluvias, solitariamente admiro mi mundo, el mundo que me creo, que sigue creando y que creara seres que no ven mas que su alrededor. Un mundo paradójicamente solitario, lleno de futuro sin desperdiciar, que se sienta por las noches, recuerda sus pasajes y enjuicia a quien no este. Ese, como ya lo he dicho, es mi mundo, tan menospreciado por muchos y admirado por mí.
Cada centímetro que veo, pienso en nuevas cosas, imagino un nuevo arte, una nueva vida, una nueva palabra para mi vocablo, un nuevo idioma, para poder expresarme como ninguno, para que nadie pueda entenderme, sin significado para el otro pero con gran importancia para mí. Mis horas no pasan, el tiempo si, mis ojos admiran silenciosos paisajes que me rodean causando tormentos en mi cabeza, que no duelen ni inquietan, que brillan sobre los demás disfrazándose de caricias que giran y giran sin parar, sin rodar.
Vuelvo siempre a lo mismo, buscando cosas que no recuerdo, escarbo, desintegro, destapo, adivino, vuelvo a buscar, vuelvo a no encontrar, como siempre, como he hecho en mis años de soledad, cándido como la ternura, inquieto como el mar.
Siento que la noche se acaba, él no viene por mi ni yo por él, no cabalgo ni troto, lentamente sigo mi rumbo sin animo para angustiar ya que su perdida es solo visual. Quisiera verlo pero no desespero, su cuerpo, invisible, tan solo quiere ser percibido, sentido. Claro, podría ser que vuelva y que no lo reconociera, que se esconda, que huya sin saber hacia la mirada de quien sepa contemplarlo, pernocte y se adhiera como sanguijuela.
No solo el cielo traduce mis deseos, las aguas son el motor de estos, cumbre de satisfacciones celestiales.
Maquillando voy, dañándome sin razón, reiterando mi futuro, ideando claras venganzas, tan claras como sabias, que sin sentido brillan sobre mi oscuridad relucen de lo mas obvio de la vida, el mal.
El sol ha salido nuevamente, un nuevo día empieza. Si se hace silencio se puede escuchar a los delfines cantar, que junto con las aves arman un gran concierto al amanecer, puede servir de despertador o de pacificador, aunque no los notes. Nuevas nubes empiezan a batallar buscan su mejor ubicación, algunas quieren estar cerca del sol como ave de rapiña y otras solo alejarse para sentir su ausencia. Grises, celeste, negras son los colores de las nubes en este momento sin embargo predomina el negro, color no muy alentador. Igual la fauna sigue su rumbo, como yo, sin distraerme por los obstáculos que los otros me ponen, sin caer en el odio de los demás, sin averiguar quien complota mi viaje, mi único viaje que despertare.
Escucho voces, me hablan, pero no me contestan. Bajo, me recuesto, trato de dormir, de descansar pero se me es inútil, escucho esa voz que ya se ha tornado insufrible. Tapono mis oídos, aunque nada lo calla. Igual trato de seguir viaje, más insoportable que nunca, pero un viaje que nunca olvidare, quizás por que viva y muera aquí, quizás por lo majestuoso que resulte o por los sueños que me hará tener. Caigo en su zumbido, vuelve mi alma loca, son estas voces las perfectas asesinas suicidas, que querrán impedir mi meta, la cual no tengo idea de cómo llegar a ella, pero la presencia de estos obstáculos hacen que sepa que llegare.
Hoy me dedique a escribir pequeñas cartas con mensajes precisos y alentadores aunque sin destinatario prefijado. Intentare soltarlas al mar, dentro de algún cofre o botella, y así hacer trabajar al azar, para que ponga en manos de cualquier sujeto mis escritos, que tan solo son el fruto de una tarde aburrida y lluviosa.
Mañanas abrigadas, tardes silenciosas y calientes. Milagros que sueñan ser vistos, sueños que son vistos como milagros, caricias que flotan a mí alrededor, pero no me tocan, cientos y cientos de pensamientos no concretados ni intentados pero persisto, vuelve a caer siempre en lo mismo, gusto sentir la sensación de vértigo, de sospecha, jugando en la vida, te hace sentir las verdaderas emociones, la únicas verdades.
Aguardo, ahora quieto, intento blanquear mi coloreada mente, meditar muy por debajo, engañar mis ideas, sobrepasarlas como a un niño, quizás lo sean y fácil se hará, pero no me fiare, seguiré constantemente sin rendirme.
Ahora centro destino, marco mi llegada, mi fin.
Me puedo sentar a descansar, mirar palomas, mirar regar. Falta solo una hora para el desenlace, ¿ qué será de mí en ese momento? ¿Cómo será mi sonrisa?, ¿Tendré sonrisa?, Espero, ansioso pero no desesperado, la línea del pasaje, ansío cruzarla sin decapitarme y poder nadar, leer, ver, sustraer todo el jugo de aquella naciente humanidad, mi nueva ciudad. La llamare Anacoreta, tendrá mis ojos, mis gustos, seré quien la gobierne, quien seleccione a sus huéspedes, quien dictara las ordenes del lugar. Si eso seré, un dictador de mi novata ciudad, haré que todos se arrodillen a mis pies, que griten por mí, que lloren por mí. Haré de este deseado lugar, un flamante reino, con políticas nuevas, sin religiones, solo con un dios para adorar, yo. Habrá silencio para adorar mis pensamientos, tendrán el tiempo que apetezcan, no correremos hacia ningún lugar, no nos sentaremos en piernas ajenas, no oiremos llantos de vecinos. Tendré un enorme palacio, yo cuidare de el, nadie podrá tocarlo, solo mis manos. Quien se digne a entrar a mi mundo deberá resignar su paz, su yo, dejara a fuera perjuicios, nacionalidades, y afectos, ya que amara lo que amo yo, despotricará a quien le ordene y será un Anacoretense más.
Ya solo falta veinte minutos, puedo oler el aire que anhelaba para mí, ver como las nubes se acomodan, siguen mi ruta y como el sol descansa. Todo esta casi listo para la inauguración, veo a los astros asimilándose y a la naturaleza, incierta, sin saber que hacer, ya que creo haberla vencido. He ganado mi primera batalla, he conquistado mi tierra. El tiempo, las mañas y el saber hicieron que confunda a esa madre que nadie puede vencer y así gobernar sin aliados ni enemigos.
Quizás venga, quizás se aleje mas, quizás quiera disfrutar de mi fortuna o ver mi pobreza, no lo sé, no estaré pensando en él al llegar, tendré millones de cosas que hacer, mi psiquis no dará abasto. Seré un rey, no podré atender mendigos inexistentes.
Piso primero con mi pie izquierdo, luego el derecho, la tierra frágil, digna de ser sembrada, me estaba esperando. Al llegar mi alma se saturo de placer, de poder, un alma digna de un dios.
He vencido a la naturaleza, he engañado a ustedes, he creado un nuevo reino, con palacios y riquezas, he sido rey, emperador y dios de mi querida anacoreta y lo seguiré siendo, ahora solo me falta esperar, sentarme y permanecer eternamente aquí.

Fin



Texto agregado el 31-08-2003, y leído por 287 visitantes. (0 votos)


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