Observo fascinado cada uno de los fotogramas que me puede ofrecer un aparato tosco y cuadrado.
Es un televisor y me muestra imágenes de horrores espeluznantes, sin márgenes de error o de retoques desfavorables. Me muestra las desesperanzas de hombres que se llaman a sí mismos de esta manera, hombres, pese a que para mí no sean más que guiñoles tras los cuales se esconde algo más grande que el propio hombre. Piden justicia por crímenes cometidos por fanáticos, mas no se plantean que ellos también están dentro de una gran crimen injusto para con el resto de sus congéneres. No quieren darse cuenta que la Justicia que piden es la que le carece al mundo y no se dan cuenta que no piden nada, aunque esto no impide que se sientan plenamente satisfechos.
No hablan de la Muerte como algo inevitables si no que justifican una muerte con la única excusa de decir que no hay una muerte más feliz que la que ha tenido la persona en cuestión sino que además dicha muerte es fácilmente atribuible a la carencia de Justicia en este Mundo.
Y es que aquí no es no haya una buena o una mala justicia sino que simplemente de la justicia que quedaba en los tiempos pasados, que nunca volverán, no queda nada. Aunque esto ya no importa porque ahora queremos vivir en el día a día con todo lo que ello conlleva.