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Colgué el teléfono sin entender realmente que pasaba, resultaba innecesario, pero estaba claro que tenía prisa, mucha prisa, así que subí y empaqué rápidamente, una camiseta blanca, jeans... los traía puestos, un par de calzoncitos* (color rosa por supuesto), unas chanclas multiusos, cigarrillos, no, no tenía y seguro allá habría suficientes. Abrí la puerta y únicamente podía pensar en el tiempo que tenía encima; de pronto en la calle estaba listo todo lo del otro lugar, mi pueblo favorito, que prácticamente está a trece horas de distancia de el cajón de mis calzones, era un sueño, indudablemente; esa era la única explicación lógica ante la ausencia de ese dolor de coxis tan característico en mi después de viajar en carretera.

Ya no tenía prisa, pero estaba enojada –pinche Jorge!- era lo único que pensaba, -carajo, pero donde está...-, tuve que caminar demasiado cargando esa mochila tan pesada (que pesada porque?, no lo sé, ya dije que era un sueño), bajé por Umarán y di vuelta en Zacateros, seguí la ruta hasta llegar al parque Juárez, y frente a mi , la casa de Diezmo Viejo, pero esa no era la que yo estaba buscando, estaba demasiado distraída, entonces regresé subiendo por todas las calles que había bajado y así debí pasar mas de 30minutos, finalmente, estaban frente a mi esas dos ventanas, ese era el sitio; debía decidir, la verde o la amarilla?, definitivamente la verde, -sé bien que Jorge prefiere el verde!- el aire cortante tan de pueblo me estaba erizando la piel, sin perder más tiempo toqué en la verde y la cortina se abrió.

Era una cortina normal, y detrás de ella una sonrisa normal, tremendo cínico, abrió tanto los ojos que sentí que me caía, esperé un poco y abrió la puerta, de madera, le quedaban indicios de que fue blanca, estaba algo podrida en la base gracias a los ríos que corren por esas calles tan empinadas en tiempo de lluvias, calles que por cierto, siempre había considerado hermosas, pero especialmente en ese momento me parecían rutas burlonas que me depositaron en esa ventana, sin más, me acomodé la mochila para entrar y darle un abrazo. –Simone! Que bien, pensé que no ibas a llegar hoy, como te fue? Dame la mochila, ay, no tienes frío?- pero su gran sonrisa no me quitaba el coraje, creo que el problema no era él, pero mi lío era simplemente no saber.

- ¿Cómo que si no tengo frío cabrón?, porque no fuiste por mi? tuve que subir caminando y me perdí, di vueltas como una hora...
-¿Ir por ti a donde? nunca me dijiste, y ya cálmate, me hubieras llamado!-

Entré y vi el pasillo, una puerta a la derecha, la siguiente estaba cerrada, el piso era de mosaicos anaranjados, de esos que mi vecino tiene en la fachada de su pintoresca casa; el olor era normal, a casa de pueblo, un poco a salitre, techos altos y en algunas paredes, (a excepción de la azul) todavía se veían las grecas del decorado rústico que hacía años las engalanaban. Tenía sed, así que abrí la puerta de el mueble del fondo buscando un vaso, -el tenía uno, me pareció sencillo encontrar otro-pero no, ahí no había nada, escuché sus carcajadas: -ahí no hay nada, los vasos están atrás, y además no hay nada para beber, de hecho voy a salir a comprar, me acompañas o quieres que te traiga algo?-

-Pues jugo, pero te espero aquí porque ya no quiero caminar, oye... donde voy a dormir?-


En ese momento tan solo pensaba en descansar y no había ni una silla, él regresó a el pasillo y me dijo que “en esa colchoneta”, porque no tenía nada más. En la habitación principal, (la siguiente a la de el mueble sin vasos), había instalado una colchoneta que mas bien parecía cortina en el suelo, era amarilla con flores en café y blanco, verdaderamente espantosa, y como almohada adaptó un cojín azul eléctrico, supongo que los compró en una de las tiendas de usado de el pueblo; al centro de la cortina, perdón, de la colchoneta, descansaba un control de TV (Panasonic). Confieso que me sentí un tanto estúpida porque no recordaba haber visto un televisor durante mi recorrido por la casa, pero preferí no preguntar, y retomé el tour por su peculiar hogar, salí al pasillo principal y al fondo encontré un patio enorme, con piso de adoquín y paredes de ladrillo rojo, macetones con hortensias y margaritas, también tenía una nopalera; realmente era bonito, contrastaba demasiado con el resto de la casa, adentro todo era pequeño y viejo, en fin, que mas da, lógicamente ahí no estaba la tv, entré al baño y nada, la cocina, la habitación de nuevo, me sentía tan tensa, entonces me dijo: -te hace falta algo más?- vaya, todavía estaba ahí, -pues... no, porque el jabón que venden en estas tiendas es como para lavar platos, entonces nada, gracias!-

Pero mi mente no descansaba: -para que tiene el control ahí?- Quedé inmóvil en el centro de la habitación y observé detenidamente cada pared, salí de ahí, recorrí las otras habitaciones, jamás vi una toma de corriente, entonces noté que no había focos ni antecedentes de ellos en la casa, y aunque afuera estaba oscuro, adentro no faltaba luz, -ya me voy- me dijo al mismo tiempo que se rascaba la cabeza como asombrado por mi actitud, -no tardes- y sentí un vacío tremendo.

Estaba soñando? Que sucedía? Mis piernas temblaban, entonces me tendí en la colchoneta y descubrí que era definitivamente gloriosa, tan suave, mucho más que el colchón Selther de mi cama; y el cojín azul, que puedo decir? Era tan blando como la mejor almohada de plumas, recuperé la calma y sencillamente tomé el control Panasonic entre mis manos, lo elevé frente a mis ojos y, en ese momento, entendí todo.



(para recordar México y lo que he extrañado su magia, producto de un sueño, el anhelo de volver)
*calzoncitos: braguitas

Texto agregado el 01-09-2003, y leído por 416 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
10-09-2003 Buen relato, el final de primera. Un saludo. FALCON
01-09-2003 Muy buenas descripciónes, le daría más argumento al texto, un saludo AnaCecilia
01-09-2003 Oye, me pareces que narras muy bien. Me gustó la descripción del interior de la casa. O eres buena observadora o tienes una imaginación lúcida para los detalles, para fotografiarlos. Saludos janio
 
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