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		De aquel viaje, 
me quedó prendida tu sonrisa 
como una flor que cuelga del ojal. 
 
Me quedaron los parques y el frío, 
tu olor intenso 
durmiendo en mi camisa, 
tu ropa extendida por el suelo, 
tu espalda cubierta por la mía, 
y un poco del sentido de tu humor. 
 
Me quedaron los barcos 
atravesando bahías, 
el sonido del tráfico 
deambulando mis oídos. 
 
Me quedaron tus manos 
recorriendo las mías, 
y el beso jadeante de un amanecer. 
 
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Texto agregado el 30-05-2005, y leído por 143 
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