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La vi desde lejos llorar. Estaba allí, delante de la iglesia y debía odiarme, esta allí, llorando por mi ausencia, porque no llegue a la cita, porque no pensaba llegar.

Desde lejos, la vi mas bella que antes, junto al sacerdote que intentaba consolara, tan solitaria, esperándome, pero ya lo dije, ese día no llegue, me escape antes de que pudiera verme.

Desde ese día no me atreví a acercarme a su casa, ni a su trabajo, no me atreví a llamarla al teléfono auque aun la amo, aún mi corazón late con fuerza ante la imagen de esa mujer, me encierro en mi cuarto con frecuencia para ver sus fotografías y pensar en lo entupido que fui al no llegar y al dejarla marcharse del lugar sin dejarle saber que no me iba por falta de amor a ella, sino por miedo a lo que se venia después de ese momento, recordaba las noches en que ella me hablo de sus otras relaciones , de la forma en que fue herida cuando mas feliz creía que seria con alguien y como yo, yo, era su ultima esperanza para ser feliz. Lo recordé, porque precisamente eso era lo que me aterraba, ser el responsable de su alegría, de su vida y fallar no llegar a hacerla feliz, no ser suficiente en su vida, el temor a ser imperfecto ante la mujer mas perfecta que había encontrado me carcomía las entrañas, temía ser dejado por ella, cuando se diera cuenta de mis múltiples defectos y preferí abandonarla antes que sufrir la ausencia de su amor.

Encerrado en medio de mis recuerdos , tan solo dos dias después de lo ocurrido, mi mente vio la luz, todo lo que tenia era nervios, ante un futuro desconocido que podía ser perfecto si veía el lado positivo, ella me amaba y yo a ella , ¿Por qué había dudado justo entonces y aceptado seguir mis instintos de correr? Se que nunca tuve suerte con las otras mujeres, pero ella podía ser mi recompensa y yo la estaba dejando ir. Decidí buscarla, pedirle perdón, arrodillarme y llorar si era necesario, rodeando con mis brazos sus piernas para impedirle dejarme hasta que aceptara mis disculpas y me permitiera dar un jiro a esta situación .

La busque y tuve que arrodillarme y llorar, aferrarme y pedirle que no me dejara, pero la muerte no da segundas posibilidades y era la muerte la que nos separaba ahora, mi abandono en el día que debió ser el mejor de su vida había sido algo que su tantas veces herido corazón fue incapaz de soportar, supe por sus amigos que ellos no la volvieron a ver después de que se retiraran de la iglesia de nuestro fallido casamiento, fueron sus vecinos quienes la encontraron horas después , intoxicada, envenenada y aferrada a mi retrato , la llevaron a la clínica donde me encontraba besando sus pies y desde entonces había estado inconciente mientras los médicos hacían lo imposible por salvarle la vida hasta hace cinco minutos, cuando llevaba dos horas arrodillado junta ella esperando verla reaccionar, suplicando que el tiempo se devolviera y no haberla dejado nunca.

Como dije antes, aun la amo y no consigo olvidarla, aun después de su muerte me encierro en mi cuarto para ver sus fotografías y llorar, para pensar en su imagen blanca, en sus ojos tristes como estaba el día que pudo haber sido mía y aferrando a lo único que me queda : las fotografías, mi soledad y el recuerdo de Eleanor.

Texto agregado el 31-05-2005, y leído por 134 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
31-05-2005 Me ha gustado. Es intimista, con un toque de dulce amargura. Bien hecho! Nicodemus
 
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