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Su piel era suave, con un intenso aroma de bebé, delicada y tersa como el terciopelo, se hallaba un poco asustado, aún sin verlo podía adivinar la expresión aterrorizada en su rostro, con los ojos abiertos hasta el punto de parecer que se salían de su órbita.

La oscuridad era la única testigo de aquella entrega loca y desproporcional, pasando de un arrullo de cuna, a un sucio y tétrico sótano donde se reúnen los amantes clandestinos para entregarse caricias prohibidas ante la sociedad.

Es más fácil que mis manos dibujen su rostro a yo descifrarlos con palabras, era tan difícil verlo a la cara delante de los demás, esa creo era su fascinación hacer lo prohibido, lo inaceptable.

Noche tras noche escapaba de su cuna y con toques casi imperceptibles para el resto de los habitantes de la casa, daba la clave para nuestro encuentro nocturno, algo que anhelábamos tanto.

Aquella situación había empezado como un juego, curiosidad de adolescente que necesitaba ser satisfecha, pero poco a poco se había tornado costumbre y todas las noches los amantes se reunían entre sacos de cemento, botellas olvidadas, y un viejo colchón como cómplice de aquel amor.

Su entrega era total, su agitada respiración era el único sonido que perturbaba aquella claridad, gemía como gato en celo, ronroneando suave a mi oído cuando llegaba al orgasmo, su ingenuidad juvenil, lo volvió él más joven y mejor de mis amantes.

Tenía versatilidad, siempre se encontraba dispuesto a conocer y aprender nuevas posiciones de tan trillado acto, logró controlar a la perfección sus emociones, sensible a la mujer, jamás temí a quedarme a medio clímax, él sabía lo que tenía que hacer para que ambos llegáramos a un buen final.

No existían las leyes, sólo éramos él y yo. No había tampoco condiciones sociales, ni edad, en la oscuridad sólo había formas, sus labios cada noche tenían un sabor distinto, sin embargo el aroma de su piel siempre fue el mismo, colonia de bebé mezclada con el perfume nuevo de papá.

Su pijama era de algodón y notaba a la perfección como tenía que deshacer el moño de la camisa que noche tras noche yo le hacia, para darle después un beso tierno en la mejilla derecha. Con inocencia el cerraba sus ojos, mientras que con malicia deslizaba su mano izquierda en mi falda hasta llegar a mis muslos.

Amé su capacidad para convertir un lugar tan horrible en un palacio, los sueños que formábamos por la noche y que se esfumaban al día siguiente cuando su madre con ternura le daba el lonche que iba a llevar a la escuela mientras esperaba al autobús escolar.

Lo amaba aún más cuando se mezclaba entre esos pequeños niños que al igual que él jugaban a ser adultos, y seguro charlaban de sus aventuras y de la manera en que lograron quebrantar la voluntad de alguna adolescente y robarle un beso, él callaría, existía un arte que yo jamás lo enseñe a cultivar, sin embargo él era el mejor cultivista de ello: La discreción.

Recuerdo su cuerpo cuando me besaba temblaba de emoción, se convirtió sin él quererlo en un tigre, un joven que lograba someter a las mujeres con un solo gesto de su sonrisa tan seductora e inolvidable, lograba que sus labios rojos fueran tan irresistibles como una limonada en el Amazonas

No tenía que hacer mucho para lograr convencerme a asistir una vez más a las citas nocturnas en el sótano de su casa, cuando me enfadaba por los ligeros coqueteos que él y la vecinita de 17 años mantenía, él sólo debía tocarme el rostro de una forma tierna y mientras deslizaba la pequeña mano que tantas caricias nuevas inventaba para mí en las noches, casi rendida le besaba tiernamente con la punta de mis labios sus dedos.

No era muy común verlo dirigirse a mí cuando se encontraba acompañado de sus infantiles amigos, con quienes jugaba Nintendo y mantenían platicas de escuela, él solo alzaba la vista y me observaba de una manera ardiente y apasionada, mostrándome la impaciencia que lo inundaba y lo mucho que deseaba que fuera la media noche y que todas las luces estuvieran ya apagadas.

Sin que él lo imaginara llegó a convertirse en un farsante espectacular, con un solo gesto podía doblegar la voluntad de su padre, un viejo marino con el que ni el mar pudo luchar, ni quebrantar su voluntad, sin embargo este pequeño sólo sonreía de manera tímida y con una tierna voz infantil le decía papá y el señor caía rendido a sus pies.

Cuando vio que su pequeño hijo se estaba haciendo hombre y que él insistía en verlo pequeño decidió obsequiarle un perfume nuevo, para que no tuviera que verse en la necesidad de robarle unas gotas de su vieja agua de colonia con un delicioso olor a lavanda.

La nueva fragancia de Versage fue la afortunada de despojarlo por completo de su infancia, corrió enseguida al jardín en donde me encontraba leyendo un libro, y con seductora sonrisa me guiño el ojo mostrándome con triunfo el frasco de su nuevo juguete, ya que él lo veía como un medio más para divertirse y lograr sus propósitos.

Una noche en la que sus padres y yo lo dejamos sólo, demostró lo mucho que había crecido y la forma tan necia en la que nos empeñábamos en continuar viéndolo como un pequeño, yo continuaba tomándolo como mi alumno, cuando en realidad ahora era yo la alumna y él el maestro.

Llegamos media hora antes de la fijada, un pequeño desperfecto en el auto nos obligo a retornar en un taxi, en muy mal momento decidimos entrar por la cocina y la escena contemplada nos dejó atónitos.

Mi pequeño amante se encontraba con la flamante vecinita en una situación muy intima y comprometedora, justo en la barra de la cocina. Trate de disimular mi ofuscación y dolor, eso me ayudo a darme cuenta que lo amaba, lo amaba como una loca y comprendí muchas cosas.

Por la escena siguiente le fue imposible ir a nuestro lugar de amor durante la noche, o sí fue no lo vi, pues me dolió tanto aquello que por primera vez desde nuestra primera cita, no asistí.

En el silencio de la noche comprendí lo distintos que somos, él apenas esta creciendo y busca la aventura, siempre inventa algo nuevo para mí, ya sea su perfume, su ropa, sus caricias, sin embargo yo ya perdí esa jovialidad que ahora a él le invade, cuando recorra el camino tan largo que yo he caminado, cuando vuele tan alto como yo he volado, es entonces cuando me va ha comprender.

El resto del tiempo, exactamente una semana que me quede en su casa evite por completo volver a ser conquistada por su sonrisa, que al igual que los cabellos de Medusa dejaban a mis sentidos indefensos y petrificados. Trataba por todos los medios de evitar una conversación, que para mí ya era inútil, él tenía quince años menos que yo y por tal razón a mí me tocaba darle madures a nuestra relación y estaba dispuesta a ello.

No me despedí de él, salí como los ladrones después de su atraco, no pudo localizarme, y mientras recorría los tres kilómetros que me separarían de él, recordaba todos los momentos bonitos que pasamos, sí no hubiera tenido un poco de fortaleza, que no sé de donde saque, hubiera regresado inmediatamente a su casa, sin decirle palabra alguna lo besaría suplicándole que nunca me abandonara.

Sin embargo esta vez mi decisión estaba tomada, imaginaba su tierna sonrisa de inconformidad, cuando notara mi lugar vacío en la mesa, cuando preguntará por mí y sus padres le dijeran, que ya no trabajaría más ahí; tal vez lamentaría mi ausencia, de alguna forma o de otra siempre se siente nostalgia por los tiempos de la secundaría, el ya había terminado esa etapa y yo tenía que alejarme de mí adorado alumno.

Aún ausente de él todas las noches esperaba escuchar su quedito tocar de la puerta como señal, clave que nunca más iba a escuchar, anhelaba volver a oír su ronronear de gato, y el olor de polvo que inundaba nuestro refugio de amor.

De vez en cuando llamó a su casa aunque sea para escuchar su voz en el auricular, o charlo con su madre quien me pone al tanto de las nuevas maldades de mí pequeño amigo, debo aceptar que las pocas ocasiones que escucho que le hace alguna pregunta a su madre, mientras platicamos el corazón todavía me palpita fuerte y debo reprimir mis deseos de buscarlo en la fuente de sodas que se encuentra frente a su escuela.

La otra noche lo vi abrazado a una jovencita, sería de su misma edad, tengo la sensación que buscó mi mirada, pues se veía algo inquieto, como si supiera que su vieja maestra lo observaba, algún día, nuestros destinos volverán a juntarse para charlar de lo mucho que aprendimos el uno del otro.



Texto agregado el 05-06-2005, y leído por 143 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-06-2005 ¡FELICIDADES! Un delicioso cuento, contado con fluidez, que atrapa enseguida la atención, además de tierno, es linda la forma como lo describes galux galux
05-06-2005 ¿Que te puedo decir? Me has dejado sin palabras... es hermoso, realmente jamás pensé leer algo de esta manera como lo has hecho tú. Realmente quisiera yo poder describir el tema del amor de la misma manera que lo has hecho... Felicidades, y espero me dejes un comentario, aunque sea en alguno de mis más burdos poemas. Iselsi_Axel
 
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