| Lindas, feas,  ¿Quién lo asegura?
 Un filósofo llamado Emmanuel Kant dijo que la belleza es un placer desinteresado. Pero este singular personaje falleció hace 200 años y no tenía conocimiento alguno  sobre la cantidad desaforada de esfuerzos publicitarios e industrias que estarían dedicados al culto del cuerpo femenino y ahora, gracias a los metrosexuales también incluido  el cuerpo masculino.
 
 Cosmética, laboratorios, Clínicas dietéticas, gimnasios, cirugías, ahora las personas hacen de todo para tener los márgenes de la estética soñada, que seguramente son promesas que acompañan a un bote de píldoras o algo por el estilo.
 
 Y podemos criticar cuanto queramos estas tendencias de convertir los alimentos en puntos y contarlos o acudir puntualmente a nuestras citas en el spa, pero, aquí entre nos, ¿Quién no ha soñado en convertirse en modelo?  Si, esos  seres andróginos que los diseñadores de ropa prefieren;  caminan en pasarelas ostentando sus medias “perfectas” y lo más terrible es que  lo inundan TODO; revistas, comerciales de televisión, videojuegos, campañas publicitarias, etc etc y es por eso que el ego de las féminas es constantemente golpeado con esa espuela que sin descanso les recuerda que existe un paradigma de lo bello y que ellas no lo tienen.
 
 
 Y debido al gran número de personas que están insatisfechas con su apariencia, las corporaciones televisivas se aprovechan de esas debilidades y es por eso que una cadena gringa, al percatarse de esa necesidad no satisfecha, sale a la carga con programas como “Extreme makeover”, título bajo el que transmiten una emisión en la cual  se muestra la metamorfosis de personas poco agraciadas (según los parámetros de la belleza actual) a modelos de revista en tan sólo seis semanas, como si fueran orugas que incuban para salir convertidas en mariposas, la única y pequeña diferencia es que, claro está no es de forma natural ya que el programa cuenta con un equipo de expertos conformado por cirujanos plásticos, odontólogos, oftalmólogos, psicólogos, cosmetólogos, esteticistas, entrenadores deportivos y nutriólogos, los cuales someten a las participantes de este reality show,  a un maratón de complicadas intervenciones quirúrgicas, alcanzando  niveles altísimos de  audiencia  en todo el mundo.
 
 
 En lo que a mi respecta, ser testigo de cómo seres con baja autoestima exponen miserablemente  sus defectos con la finalidad de realizar un drástico cambio a su vida incompleta es denigrante, tanto para ellos como para todos los millones de televidentes que siguen capítulo a capítulo el proceso de cambio. Y el mensaje subliminal de este tipo de programas es: “si no eres linda, no tienes derecho a ser feliz”.
 
 
 Entonces, aquí es donde surge la pregunta del millón y es la siguiente: ¿acaso el grupo de expertos del  programa les logrará  borrar a sus pacientes, además de las estrías, en sólo seis semanas los malos recuerdos  así como el desprecio  que han recibido de sí mismos y de los demás por ser “feos” o “feas”?  La verdad, lo dudo.
 
 
 Lo peor del asunto es que, los seres humanos no desean verse bien para nadie, sólo para ellos mismos,  porque están desesperados por enamorarse de la imagen que les refleja el espejo, sin darse cuenta que el espejo les  devuelve una proyección de un ideal exigente creado por unos cuantos que lo  decidieron así.
 
 
 Para la sensación de fealdad que tienen las mujeres,   tan inútil e irracional, no tengo solución;  sólo me queda mencionar un hecho igual de incomprensible.
 
 A principios de los años 70 un loco con martillo en mano, intentó romper la estatua  La Piedad, de Miguel Ángel. Esa noticia causó gran polémica ya que muchos se preguntaron  por qué un hombre quiso destruir algo que según la opinión general conjugaba la  belleza y compasión.
 
 Este suceso es único en la historia de la humanidad; tal vez por eso se convirtió en el acto de protesta más absurdo y a la vez más genuino, una especie de grito de rebeldía hacia una cultura que, a pesar de tanto tiempo transcurrido continúa separándonos  en lindos y feos sin mostrar un ápice de compasión.
 
 
 
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