| Perdóneme el atrevimiento de sentarme a su lado, así, tan junto, pero es que me quiero subir
 a esa nube de miradas extraviadas, difusas, siderales
 en la que usted está subida.
 Claro, si usted me lo permite.
 Perdóneme el usted, pero usted empezó,
 y ahora usted sabe que no soy “usted” porque no quiero serlo
 y tampoco creo que usted quiera que lo sea.
 Perdóneme la falta de prosa (aunque también de rima),
 pero ya le dije y le vuelvo a decir:
 es más fácil, más bonito,
 talvez más liviano para que le llegue más al fondo…
 
 Y si me perdona hasta ahora,
 entonces sígalo haciendo.
 
 La delgada silueta que la representa
 se divide inevitablemente en dos, usted lo sabe:
 el usted de antes,
 ese usted flotante y distante
 de muchos interrogantes atardecidos,
 cuando usted desaparece,
 y amanecidos,
 si usted regresa de su dimensión desconocida y anhelada;
 y el usted de ahora,
 un usted redibujado por su tiempo de lucha
 y las garras que tuvo que hacer de uñas para crecer tanto.
 Esta silueta de usted que se dibuja para mí
 es suceso y preludio de un tiempo compartido
 de intercambio de palabras, dibujos y silencios infaltables.
 Mujer inevitablemente niña,
 perdone mis preguntas
 y crea mis respuestas,
 que yo creeré las suyas sin temores,
 sin reproches.
 También perdone el usted,
 pero no se preocupe, es la última vez,
 aunque sólo si usted quiere…
 
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