Sigo vagando por senderos
no transitados.
Sigo rechazando
la ley.

Sigo llorando y peleando
y recordando así
la gente que he perdido
y la que he dejado aquí.

Pero ahora, sin embargo,
me detengo un rato a pensar
acerca de lo que será
en un tiempo

y donde estaré
cuando sea un viejo
y nada me permita recordar
que ahora por fin
si que soy feliz.
Y ardo en deseos

de decírselo a Alejandro y a Ricardo
a Saul y a Mario: "os quiero"
y no me puedo reprimir.

Sigo con mis horas bajas y cuando
me paro a pensar,
ahora y de cuando en cuando,
me entra la melancolía,
pero, sin embargo,
ya no existe un día
en mi reloj que no consuele mi llanto.

Y no hay una calle allá afuera
-donde todo espera
a ser descubierto
por un contento chico triste al final-
que quiera de nuevo
verme arrastrarme
entre la maleza.

Después de todo
no estaba tan sólo
y sólo me faltaba preguntar:

¿Terminarán
mis días de angustia?
¿Se irán donde el viento
no los alcance
y los haga regresar?
¿Olvidará mi memoria
toda esa escoria
acerca
del tipo gris que no sabía andar

cuando se encontraba
entre mil personas mirándole?
Pero ahora
son solamente caras
sin valor ni nombre.
Y ahora por fin puedo descansar.


Volverán, volverán
las oscuras golondrinas
Volverán, volverán
en el día de San Juan.

Y se oirán, y se oirán
las campanas de la iglesia.
Y se oirán, y se oirán,
y luego me iré a acostar.

Y dirán Sí, dirán
que yo ya no me levanto.
Y dirán, si dirán...
Y se tendrán que callar

cuando levante de nuevo
mi cuerpo entero
con las piernas más flexibles que ayer.
Las golondrinas vendrán
y me agasajarán
a la puerta de la iglesia.

Y serán aquellas que saben mi nombre
-las que olvidé no sé dónde-
y han sabido regresar
al oír tañer las campanas.

Y me curarán de una vez
la herida de mi espalda
-tan pesada carga-
que pretendía ser mortal.

Mas viví y ahora de buena gana
me voy a la cama
para volverme a acostar
en paz.
Para volverme
mañana a levantar.