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Las sombras sicodélicas bailando en las cortinas de mi cuarto me anunciaron que era un día amarillo. Color significativo si los hay, al menos para mi. El amarillo siempre se me presentó difícil, nunca pude sentirlo mío como al verde o el azul, ni siquiera al menos familiar como al rojo. Cuestión que el amarillo siempre me desafiaba, me incitaba a desconfiarle.
Me enrosqué entre las sábanas tratando de inhalar en un solo movimiento todo el calor de esas ajetreadas horas de sueño. Cuando tiré a un costado la frazada, sonreí ante mi glamoroso desparpajo y descubrí que estaba de buen humor. Mejor así porque me esperaba un viernes muy viernes, muy de cierre de semana. Autómata como siempre, enchufé la estufa, me miré la cara en el espejo, tomé dentífrico y cepillo, y me metí bajo la ducha.
Media hora después, con un café negro expandiéndose en mis poros, ya estaba en la parada del colectivo repasando mis fantasmas oníricos y agendando mentalmente, por ejemplo, que esa tarde debía señar con $70 el viaje a Chile. “No te olvides de llamar a Lucas para arreglar dónde nos encontramos, Gonzalo”, recuerdo que me dije. El cumpleaños de Lucas fue el martes pasado, pero con la mierdosa vorágine que vivimos, y eso que al otro día era feriado, ninguno de los podía arreglar una reunión.
La oficina estaba impregnada por uno de esos sahumerios que Marta adora y que terminan drogándonos a todos hasta que el efecto se pasa y entonces caemos de sopetón en que nos la pasamos haciendo nada. La cuestión es que llegaron las once de la mañana y el clima distaba mucho de ser acelerado. Decidí tomármelo con calma y hasta quedé en ir a almorzar con Patricia a un bar nuevo que abrió a tres cuadras del negocio. Patricia es mi novia, estudia Sicología, está en quinto año, rindiendo las últimas materias bajo un estado de neurosis –seguramente en este momento ella me reprocharía que usé mal esa palabra- que la hace vivir sólo para su carrera.
Me devoré dos hamburguesas en pan árabe, que además tenía esas semillitas que parecen bichos de luz sin demasiado gusto, pero que a los chicos les encantan. Cuando Patricia se fue, aproveché y hojeé un poco el diario. Justo había salido una nota sobre Jack Jhonson, un músico de la putísima madre. Te lo recomiendo. Y después leí una contratapa de José Pablo Feiman (“el Feiman que hace los libros, no el que los quema”, acotaría Bruno) que me dejó pensando un buen rato. Hacía un recorrido por algunas vanguardias que surgieron después de la Primera Guerra Mundial. El tipo comenzaba completamente desencantado, con una total desconfianza hacia el ser humano, pero al mismo tiempo mostraba interés en provocarlo, en chicanearlo para que reaccionara…
“¡Mierda! Las tres y media de la tarde”, pensé. Guardé el diario en el bolso, me puse la bufanda y fui caminando hasta el estudio de Cabanchés. Por fin le pude cobrar el diseño que le habíamos hecho para el local de Corrientes. Aproveché y fui hasta lo de Tati, compañera de Patricia, a llevarle la plata del viaje, que es a un Congreso sobre
Comunicación y Cultura. O al menos esa es la excusa…
Ya eran casi las cinco y tenía que revisar algunos detalles de una página web que estábamos armando con Franco, mi socio, para un portal de noticias del NEA. Fui nuevamente hasta la oficina. Subí el volumen de la radio y empecé a darle forma al asunto. Fueron más de dos horas de teclado y mouse. Apenas si me fumé un par de cigarrillos. A eso de las ocho menos cuarto llegó Franco, miró cómo había quedado todo y me dijo que Gaván lo había llamado para pedirle que le alcanzáramos el CD a su casa, esa noche.
Y bueno, tomé el colectivo y me bajé a cuatro cuadras del lugar. El hambre se había disfrazado de gorrión y me aullaba en el oído, así que entré a un kiosco y me compré una bolsa de papas fritas. Iba inmerso en el paquete cuando unos correteos y las luces de un par de sirenas apenas si llegaron a despabilarme. Estaba justo en la esquina de lo de Gaván cuando recibí un único y certero disparo. Morí en el acto. Y no, no era lo que esperaba.

Texto agregado el 18-06-2005, y leído por 131 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-07-2005 Bien el trayecto. Con el final tengo mis reparos... venicio
 
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