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La locomotora a duras penas podía con su carga. Diez vagones, entre ellos dos de carga. Costaba ascender por la empinada cuesta entre la montaña, por uno de sus lados los árboles parecían asirlo cual una mano de un niño, por el otro lado un gran precipicio parecía querer succionarlo para si.

Marisol, una empleada del terrateniente de la Comarca, Don Fermín, volvía de su trabajo luego de una larga jornada a su ranchito sito en San Pedro de Tijuca, allá por la alta montaña del otro lado del valle.

Juan, su niño la acompañaba. Este era el mayor de tres que quedaron en el ranchito antes mencionado.

Don Fermín, el terrateniente gustaba que sus empleados viviesen y trabajasen en su territorio. Cada tanto daba unas vacaciones a su personal en función de un calendario estipulado.

Esta vez tocó al rapaz, un niño de doce años de textura blanca como sus progenitores y cabello oscuro, pasar la temporada junto a su madre en el mencionado lugar.
Como era costumbre, cosa que se han dado en otras ocasiones, se turnaban sus hijos cada vez que Marisol tenía sus merecidas vacaciones.

En una curva del camino, a consecuencia de un alud, un gran árbol obstruía la vía en un recodo del ramal que, por un lado lo llevaba a San Pedro de Tijuca, y por otro, a la costa.

Doña Juana, una anciana, viajaba desde la capital al mismo destino que los mencionados precedentemente. El frío de la alta montaña se hacía notar, cual si fuese un manto helado que se asentaba sobre el tren y sus pasajeros.

Esta señora acostumbrada a los trabajos campestres que solo Dios sabe porque motivos tuvo que ir a la capital, iba pensando en su nieta, cuando esta detención improvista se suscitó.
Esta parada causo un tiempo de demora más de lo imprevisto. Es así, que la madre se quedo por instante pensando...

El niño, que hasta ese momento iba jugando, esta interrupción fue lo que más le llamo su atención.

Miraba fijo el trabajo que hacían los maquinistas junto a un grupo de montañeses que por la zona habitaban. Trataban de destrabar la vía para proseguir el viaje.

Por otro lado, la anciana mujer, miraba el trabajo que se realizaba unos cuantos metros más adelante, pero su mente corría otra cosa…

Texto agregado el 22-06-2005, y leído por 92 visitantes. (0 votos)


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