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Advertencia de los Editores

Estimado lector, los diálogos que aparecen en este texto son transcripciones de las grabaciones que los ex-cadetes acordaron efectuar de sus reuniones. Los temas son esencialmente náuticos o relacionados con ello, por lo que no recomendamos su lectura al lector común.


Los motes del año 1949

Disciplina
La disciplina…es el sacrificio
de las comodidades, inclinaciones,
seguridad, aún de la vida por otros,
por algo más grande que el individuo mismo.
(Mariscal de Campo Sir William Slim)


Un grupo de ex cadetes navales, que habían estado en la Escuela Naval, entre los años 1949 y 1953, se reunían en el Club Naval de Valparaíso todos los jueves al mediodía, con el objeto de recordar sus vivencias en la Escuela y a lo largo de sus vidas. Al poco tiempo las reuniones se habían convertido en reuniones almuerzo.

—Saben, anoche, preparándome para hoy, releí un artículo de El Mercurio de Valparaíso de cuando ingresamos a la Escuela, que mi mamita tenía guardado y me lo regaló antes de su muerte. Ingresamos a la Escuela un lunes 21 de febrero de 1949 —dijo V* y continuó—, le saqué fotocopia para cada uno de ustedes.

—Que coincidencia, yo también lo leí anoche y también lo guardó mi mamá hasta que me lo traspasó, no recuerdo cuando —manifestó P*.

—Éramos ciento cuatro, de los cuales setenta y cuatro entramos al primer año ejecutivo, días después se nos integró V*L* procedente de la Escuela Naval de Ecuador —afirmó V* y continuó—, a segundo año ejecutivo, nueve y a los cursos de la marina mercante, veintiuno.

—¡Claro! —exclamó F*—, nunca he olvidado la sorpresa que tuve cuando después de haber sido recibidos por nuestro oficial de división y el Director, efectuamos la Promesa y un desfile ante el Director y nuestros padres y apoderados, luego nos despedimos y cuando quedamos solos en el patio uno, los monstruos nos agarraron a gritos, nos formaron y nos cantaron la cartilla: desde ese momento cada uno sería identificado con un número, a ellos deberíamos tratarlos de “mi brigadier” y nadie podía hablar ni moverse mientras estuviésemos formados.

—Yo aún recuerdo la impresión que tuve, cuando nos formaron por cursos y el brigadier de servicio estaba leyendo el número que nos habían asignado; no entendí bien el mío, entonces con voz fuerte y clara, creyendo que lo estaba haciendo súper bien, pregunté: ¿Cuál es mi número, mi brigadier? No había terminado de hacer la pregunta cuando recibí un feroz puñetazo en el medio del pecho de parte de XX*. No fue tanto el dolor por el golpe, sino la sorpresa. Además, en ese mismo instante comprendí claramente que estos monstruos no estaban jugando y que eran unos seres muy especiales, que podían hacer lo que quisieran con nosotros. Afortunadamente la mayoría, por no decir todos, fueron estrictos, pero justos, los recuerdo con afecto y agradecimiento —declaró C* riéndose.

—Mira, a mí de todos los castigos que nos propinaban, el único que no me gustaba y temía era el yataganazo, porque una vez me rompieron la cabeza, pero los pechos, los cuescos, las flexiones, el trote y los plantones, con y sin carabina, no me impresionaban mucho; ¿cómo será ahora? ¿continuarán aplicando los mismos castigos? —dijo R* sonriéndose y se contestó a si mismo—: seguramente todo sigue igual, ojalá que así sea.

—Lo único que yo puedo decir, es que nunca supe que alguno de nosotros sufriera un trauma psíquico por los castigos recibidos, ni le vino un complejo de inferioridad, de angustia o de lo que sea —afirmó V*.

—Bueno, ese es uno de los motivos por los cuales la armada continúa ingresando a los cadetes a tan corta edad, 12 a 15 años, a esa edad el muchacho aún es moldeable y puede asimilar sin problemas la disciplina y las estrictas normas de la Escuela. Si entraran más grandes, sería difícil cambiarles la manera de pensar y más en los tiempos actuales —explicó D*.

—No sé si recuerdan, pero cuando éramos monstruos en 1953, nos entregaron un libro llamado “El mando naval” que es una traducción del libro de liderazgo que emplea la armada americana. Ese libro aún lo conservo y lo leí y releí durante toda mi carrera. Lo tengo firmado en la página once, donde nos enseñaron y enseñamos que había que firmar los libros, costumbre que con el correr de los años, lamentablemente, fui perdiendo —dijo V*.

—La costumbre o tradición de firmar los libros en la página once, el número que tuvo de cadete Arturo Prat, me consta que se mantiene, porque a mi hijo y a mi nieto, les enseñaron esa costumbre —afirmó con orgullo D*.

—A mi me preocupaba la próxima recogida de los cadetes antiguos, me habían contado en el colegio que...


JORVAL (33)
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Texto agregado el 28-06-2005, y leído por 543 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
25-12-2007 hijo de puta... anciano de mierda...activa mi cuenta Ciberbaco
23-07-2005 ¿Es buena tanta disciplina? Y, sobre todo, saber que "harán lo que quieran con uno"...? Tengo mis dudas. Saludos. duckfeet
07-07-2005 Buenos recuerdos y muy bien escritos. Reviviendo uno de los mejores periodo de la vida de un marino. fredonedi
06-07-2005 Hemosos recuerdos del ayer en el hoy, los mismos cadetes de 1949, hoy camaradas y amigos que se encuentran periódicamente para almorzar juntos. Excelente tu narración, muy amena, como todos espero su continuación.Te felicito, una linda trayectoria de vida, mis cinco estrellas. Ignacia
06-07-2005 Pero capitan mi capitan! esto es casi un documental, muy pero muy bueno! ***** Gilda peinpot
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