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(Dedicado a mi amiga y compatriota, la cuentera blanquita; tirandole de pasadita la punta para que vuelva a nuestro lado.)


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Acababa de terminar su jornada y el hambre se lo comía. Un concierto de tripas se oía en su estómago. Desesperado entró al local de comida y avanzó rauda y decididamente hasta la mesa vacía del fondo. Acomodado en el asiento de inmediato llamó al garzón. Acto seguido acercó el cenicero y encendió un cigarrillo para engañar mientras tanto a la voraz lombriz con un poco de humo de tabaco rubio.

Sobre la mesa la mostaza, el ají pebre, el kepchupt; un azucarero, y un servilletero de aluminio. De fondo un mantel verde petróleo cubriendo todo de extremo a extremo, y sobre él uno blanco de lino de menores dimensiones dibujando un rombo en el centro. En la superficie yacían aun los vestigios de la comilona que lo había precedido; migas por doquier, azúcar desperdigada por toda la mesa, bebida desparramada, y muchas hormigas.

Minutos después su ansiedad hizo crisis al observar cómo los escolares sentados en la mesa del frente se llevaban a la boca unos sandwichs que, a juzgar por su tamaño y apariencia, parecían verdaderas tortugas ecuatorianas. Todo para él era lento; la espera transcurría en cámara lenta. Cansado de tanto aguardar el pedido comenzó a entretenerse mirando a la gente que circulaba afuera en la calle, mientras el olor de la carne machacaba sus sentidos.

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Aburrido de tanto esperar, de pronto acercó su cabeza al borde de la mesa. Algo muy extraño estaba ocurriendo con las hormigas. Hace rato que las venía contemplando con interés. Al principio llamó mucho su atención el que las sorprendiera subir al unísono y en perfecta fila india por ambos extremos, sorteando con esfuerzo los escombros de comida dejados por los clientes anteriores; aparentemente ambas columnas avanzaban decididas al centro de la mesa.

Sin embargo en aquel momento la cuestión ya se había transformado en un episodio fantástico, casi en una alucinación. Frente a sus narices las hormigas se agrupaban con extraordinaria disciplina, en enormes trazos que sin lugar a dudas daban forma a letras. Sí, así era; increíblemente en el centro de la mesa se alcanzaba a leer con claridad la siguiente frase: ‘MORIRÁS INFELIZ, DESEARAS NO HABER NACIDO’.

No lo podía creer; automáticamente pensó en la posibilidad de que el hambre lo estuviese trastornando; sin embargo y para ratificarle lo real de la situación, en la mesa las hormigas no tardaron en volver a reagruparse en otra frase: ‘ESTE MUNDO ARDERÁ EN EL FUEGO ETERNO’; y en otra más: ‘EL FIN SE ACERCA, NADA QUEDARÁ EN PIE’; y así sucesivamente.

Apenas podía tragar saliva por el tremendo asombro. Las profecías apocalípticas se sucedieron una tras otra sobre la mesa que ocupaba.

Lastimosamente y cuando los diminutos bicharracos estaban a punto de entregar los detalles del día y el año en que el planeta sucumbiría a la oscuridad de las tinieblas; el mantel o paño que el garzón utilizaba para limpiar las mesas, de pronto irrumpió intempestivamente en la escena haciendo desaparecer todo. Nada quedaría tras la sacudida del mantel. Con estupor vió a las hormigas volar por lo aires. La escoba y la pala se encargaron del resto.

Impávido miró al garzón quién no tardó en devolverle la mirada para decirle con fingida cordialidad: ‘¡aquí tiene su sandwich señor, perdón por la demora!, ¿el señor me dijo coca cola cierto?'...



Texto agregado el 15-09-2003, y leído por 1206 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
09-01-2006 Subido ingenio e impecable ejecución. lbm
23-09-2003 Muy bueno, te atrapa desde el principio,tienes mucha imaginacion, lo describes todo a la perfeccion. un abrazo y mis estrellas. LaPatineta
22-09-2003 Una historia genial. Abisma, asombra la factura de lo tuyo. Has narrado el hecho preciso, sin sobreabundancia de detalles, la sugerencia queda en la mente de quien recibe tus letras. Un mensaje magnífico, además. Mis estrellas, que veo las tienes en abundancia. faTaMoRgAnA
22-09-2003 Periódicamente me asalta la necesidad- y peleamos- de escribir un cuento de marcianos. La premisa entonces es siempre la misma: los invasores, no muy brillantes en sus estrategias, terminan siendo rechazados víctimas del infortunio... en este divertidísimo y premonitorio cuento sucede algo similar con las hormigas oráculo: son despachadas antes de culminar su misión en el “templo”-por cierto, qué antro infecto este en el que las hormigas “pastan” a sus anchas por mesas y manteles y que ganas de comer tiene que tener uno para permanecer sentado ante tal espectáculo insalubre- de la “comida basura”. Por lo demás, ¿hace falta que añada parabienes a los ya apuntados? Felicidades. casual
18-09-2003 Vaya con las hormiguitas... ya decía yo que tenían algo de especial, tanta disciplina e inteligencia no podía traer nada bueno... Por cierto, el local pasó la inspección de sanidad??? Muy buen texto Cao, felicidades. firmamento
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