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Les dije que sólo quería dormir, que sólo quería alejarme de este odioso mundo soñado. Porque sólo cuando duermo me despierto y vivo mi vida tranquilo y normal. Cuando duermo y me despierto los fantasmas que me asechan en mis sueños se alejan. Ahora mismo estoy soñando. Los fantasmas me rodean, me encierran, me acosan, me paralizan, me sofocan. No puedo ver, no puedo moverme. No puedo volar, me cortan las alas. Lucho, lucho y lucho, pero por más que lo intente no logro nada. Y de repente, cuando siento que no voy a soportar más esta pesadilla, que mi única forma de sobrevivir es despertando, aparezco en la nada.
Blanco, suave.
Es lo único que mis sentidos perciben. Aun estoy paralizado, pero al menos en paz. Hasta que me doy cuenta que esa paz es una ilusión. Ellos me quieren hacer creer eso, para que no note que siempre están ahí. Aun que no los vea. Aun que no los sienta.
Yo los siento.
Sus ojos clavados en mí. Viendo mis pensamientos, escuchando mis movimientos, oliendo mis sonidos, tocando mi voz. Están por ahí, juzgando si realmente no debí tomarme el puré de tomate antes de la merienda si yo sabía muy bien que era para el postre. Lo hecho, hecho está y ellos no van a perdonármelo. Se van a quedar asechándome hasta que me duerma y despierte. Añoro mi vida de cuando estoy despierto, no recuerdo mucho de esa vida cuando duermo, se me pierden muchos detalles. Recuerdo que soy libre; estoy sólo, con la gente que amo, haciendo las cosas que amo, en el lugar que amo. Yo controlo mi cuerpo sin presiones; sé quien soy. En cambio ahora dejé mi blancura para caminar por una larga autopista vacía. Es un puente infinito sobre un océano también infinito. Las despiadadas aguas son de un azul intenso y furioso. Yo caminaba por el centro de las cuatro manos del puente, el viento era implacable, por eso mi ropa y mi pelo no se sacudían. El nivel del agua estaba apenas por debajo de la autopista y unas colosales olas rompían contra los costados salpicándome apenas la cara. Mi caminata siguió velozmente, mi mirada fija adelante, donde como si inesperadamente el mar tuviera un apetito insaciable, abrió sus mandíbulas de agua y se tragó el puente. Las olas de un tamaño sólo comparable con el mundo mismo saltaron desde los costados y enterraron todo lo que se encontraba frente a mí.
La inmensidad interminable y la soledad me agobiaron. Era el único ser.
Y cómo si milagrosamente escucharan mis suplicas, los fantasmas vinieron. Mi brazo ardió y mi esposa me preguntó si era otra vez ese sueño.
No obstante, no era siempre el mismo sueño (o pesadilla) sino la misma constante. Los fantasmas. Siempre estaban ahí. Por suerte, ya son las siete y tengo que levantarme para ir a trabajar. Mi mujer ya está preparando los chicos para ir al colegio. Parece mentira. Mady ya pasó a tercero y Pecu a primero, esta contentísimo porque va a aprender a leer. A Mady le encantó el librito que le regalé el otro día. Le incentivó mucho la lectura, que andaba medio floja.
En la cocina, me preparé rápido el desayuno como todos los días, lo tomé y me fui a la oficina.
_Buenos días_ me saludó la chica de recepción, que nunca me puedo acordar el nombre. Yo, contesté muy atentamente como siempre.
Me pasé toda la mañana luchando con el diseño del logo y demás cosas para la nueva serie del canal. Se trata de una serie bélica, unos soldados luchan por salvar sus vidas en medio de una cruenta guerra, con un enemigo inventado en nuestro país donde la guerra no juega un papel protagónico históricamente. Algo un poco ilógico, aun así creen que tendrá éxito o al menos varios puntos de rating.
A la una me esperaba la hora del almuerzo junto con mis inseparables compañeros, el sándwich de jamón y queso y la gaseosa. Dos horas después, si supervisora me llamó a su oficina. Supuse que querría hablar del proyecto que le había entregado. Ella me miró seria, me dijo que el trabajo era de muy buena calidad, sin embargo no había entendido el concepto de lo que los creadores deseaban; querían acorralarme sin ninguna razón. Quitarme todo, sin permitirme hacer nada para impedirlo. Algunas veces, cuando bajaban la guardia, yo lograba llegar hasta la ventana, y miraba hacia el exterior y era hermoso. Los fantasmas inmediatamente notaban mi error, y me castigaban. Me inmovilizaban otra vez, no sé como llegué otra vez a este sueño. No me acuerdo de cómo me dormí. ¡Quiero estar Despierto! ¡Odio esta vida!. Odio tener que... subir... esta escalera... blanca. Debe ser de noche, todo esta oscuro. Casi no puedo ver nada, excepto esa puerta cerrada inalcanzable y esta condenada escalera. O seré yo el condenado, condenado a caminar sin principio, sin camino, sin vida. Las sombras siguen ahí. Y me han provocado hambre. Por suerte, en un peldaño encontré algunas verduras: unas semillas de heladera, una plantita de vela y una ensalada de electricidad y agujeros para tornillos.
Todo estaba delicioso.
Pero seguía insatisfecho. Mi cuerpo crujía y aun estaba vacio.
Después de la comida, seguí mi camino. Mi destino. Aun que estaba cansado, seguí. El canto débil del mar me llamaba, me invitaba, me acunaba, atrayéndome cada vez más a la puerta. Ahora ya me deslizaba por los peldaños como por inercia. Y el ruido del océano cada vez más fuerte y más armonioso. Ellos continuaban mirándome, observándome. Tal vez su persecución se deba a que quieren saber quien soy, no me conocen. Yo tampoco. Tengo miedo, terror, de ellos; pero cuando lo averigüen, les voy a preguntar cuando es el acto del colegio. Estoy en un momento un poco critico del proyecto, y los chicos saben que me esfuerzo todo lo que puedo, pero a veces no depende de mi sino de las responsabilidades. Y también de lo mucho que me enloquezcan las pesadillas. A veces no sé como puedo vivir con ellas. Por suerte, siempre despierto y allí están mi esposa, mis hijos y mi vida, que si bien no es perfecta, trato de llevarla lo mejor que puedo y tengo muchas satisfacciones por ella. Ahora estoy camino a casa, no sé si voy a llegar antes que mi mujer pero si es así me va a tocar cocinar a mi.
Iba hacer una ensalada de tomate, pero me acordé que a Pecu le dan alergia las semillas, así que me puse a lavar una plantita de lechuga.
Antes de apagar el velador, le pregunté como le había ido en el trabajo. Me contó que todo muy bien... excepto por el problema de... y luego cerré los ojos. Todo mi cuerpo sudaba sin control y un fuerte dolor en mi hombro hizo que me despertará violentamente. Mi cabeza dio un salto pero no pude incorporarme, mis brazos y piernas estaban atadas. Sólo recuerdo haber visto, en mis últimos momentos de conciencia, a ellos (a quienes tan bien conocía) preguntándose con qué sueñan los locos.

Texto agregado el 25-12-2002, y leído por 324 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-12-2002 Deliciosa paranoia. Seudonimo
25-12-2002 Soy la autora de este cuento, dejen sus comentarios! caroldax
 
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