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Inicio / Cuenteros Locales / gui / La sórdida historia del capo y la prostituta (Tercera parte)

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Resumen: Boney odia al capo y este protege aún más a Connie

La fiesta contó con la presencia de varios grupos mafiosos. En efecto, a ella accedieron en masa los conglomerados de la frontera, los centristas y los capitales. Andy Moscone el principal aliado de Mirone, rodeado de sus guardaespaldas, atisbaba todo con sus ojos de ratón suspicaz mientras en su diestra atenazaba un vaso de buen whisky. Cuando ingresó Connie, se hizo un silencio expectante. La chica lucía bellísima enfundada en aquel elegante vestido. Ella saludó amablemente y todos la alabaron y piropearon. Mirone se aproximó a Connie y le solicitó el siguiente baile. Todos hicieron rueda para que el capo y la chica danzaran con mucha gracia.
-Esto me parece un sueño, mi señor- le susurró Connie a su protector, quien sólo diseñó una especie de sonrisa tras sus duras facciones.

A medianoche, cuando todos estaban muy animados y hasta la Moscatina había encontrado un compañero de baile, tres vehículos se estacionaron delante del iluminado edificio y descendieron varios tipos. Los muchachos que vigilaban la entrada pensaron que eran nuevos invitados que se habían quedado rezagados. Uno de los visitantes se aproximó a la mansión y extrayendo una tarjeta de entre sus ropas se la colocó delante de los ojos a uno de los guardias. En el momento en que este achinaba sus ojos para deletrear el escrito, un furibundo puñetazo en sus narices lo derribó dejándolo inconsciente. El otro corrió la misma suerte y ya sin obstáculos, los tipos,que eran diez, sacaron a relucir sus mortíferas metralletas y pateando la puerta, la abrieron de par en par. Antes que nadie alcanzara a reaccionar, una furiosa andanada de proyectiles roció la habitación, produciéndose una mezcolanza de gritos, de cristalería hecha añicos y gente derrumbándose en el piso, ya sea porque habían sido alcanzados por las balas o simplemente porque buscaban desesperadamente refugiarse entre las mesas. Mirone fue sacado de inmediato de la sangrienta escena junto a Connie que chillaba aterrorizada. Los protectores de los jefes sacaron a relucir sus revólveres y parapetados tras los muebles respondieron con brillante puntería tan encarnizado ataque. A los pocos minutos, los atacantes se replegaron y buscaron la salida, huyendo desaforados en sus automóviles.

El saldo de muertos y heridos no fue tan cruento como pudiera parecer. Sólo se produjeron dos bajas, ambas de los grupos visitantes y el resto resultó con heridas relativamente leves. La Moscatina tuvo que oficiar de enfermera junto a las otras pocas mujeres, siendo dirigidas por el Ronco Whitt, un ex arsenalero que había entrado al negocio del contrabando hacía unos pocos años. Después que todo se hubo calmado, Mirone sacó sus propias conclusiones. Los asesinos debían pertenecer a la Cofradía Negra, un grupo que rivalizaba en poder con el suyo y que luchaba por lograr la primacía.
-¿Dónde está Boney?- preguntó el capo y todos se encogieron de hombros. El tipo había participado activamente de la fiesta pero de pronto desapareció misteriosamente. Peerson revisó completamente la mansión pero Boney se había hecho humo. Cuando supo esto, Mirone frunció el ceño. Una terrible sospecha comenzó a intranquilizarlo.

Al día siguiente, Boney dormitaba en su lecho cuando unos violentos golpes en su puerta lo sacaron de su somnolencia. Era Peerson que, al ingresar, lo empujó con furia sobre un estante para preguntarle por su paradero en la noche reciente.
-¡Ah! Sucede que me pasé de copas y me vine a tender un momento.
-¡Mentiras! Te vine a ver y no te encontrabas acá ¿En donde estabas? ¿Acaso no supiste lo que sucedió?
-Te juro que no se nada ¿Qué diablos pasó?
-¡Pedazo de bruto! ¡Casi asesinan a nuestro jefe y tú, que se supone que debías estar atento a cualquiera escaramuza, te borras de la situación.
-Perdona, había mucha bebida y tú sabes que no soy muy resistente.
-Hummm- murmuró Peerson, sobándose la barbilla- mañana tienes otra misión. Espero que no te nos pierdas de nuevo.
Boney sonrió y levantó su mano derecha en señal de aceptación.

-Quiero que me digas una cosa Moscatina y deseo que seas muy específica. ¿Me comprendes?
-Dime muchacho. Haré lo que sea por complacerte menos cocinar, por supuesto.
Mirone estaba sentado en su enorme escritorio y escrutaba con ojos inquisidores el rostro arrugado de la mujer. Las dudas se turnaban en su cabeza y si bien estaba dispuesto a despejar muy luego una de ellas, la otra se alejaba del plano estrictamente “laboral” para entrar en un terreno mucho más delicado. Y era precisamente ésta la que le provocaba mayor preocupación, por lo que la ayuda de la vieja era fundamental.
-Cuéntame mujer. Cuando le llevaste el vestido a Connie ¿la viste desnudarse?
-Bueno, si, claro, pero…¿A que viene esta pregunta viejo sátiro?
-¡No! ¡No! No es lo que piensas mujer del demonio. Sólo te lo pregunto porque..
-¡No me hagas reír, hombre por Dios! ¿Acaso no recuerdas cual es su profesión? Puedes preguntarle esto mismo que me preguntas a mí, a tus empleados.
-Y no lo hago por una sencilla razón. Ellos no repararían en lo que a mi me interesa.
El rostro de la anciana se descompuso en una mueca de intensa curiosidad…

(Continúa)







Texto agregado el 21-07-2005, y leído por 285 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
25-07-2005 ayyy me muero de curiosidad! sigo. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
25-07-2005 ayyy me muero de curiosidad! sigo. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
22-07-2005 Me encanta el personaje de la Celestina, digo Moscatina :) Pero me da una rabia tremenda oir a Connie decirle "mi señor" a Mirone por muy agradecida que esté. Grrr..no puedo con mi condición. entrelineas
21-07-2005 guaaaaaaa... espero anemona
 
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