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ABSOLUCIÓN DEL CAPITALISMO COMO DEMONIO DE LA MODERNIDAD

Recientemente cayó en mis manos un artículo de Esther Díaz titulado “Economía, Punición y Sujeto” . En él hace un análisis de la relación entre los modos de producción y los sistemas punitivos, que se desprende de las visiones de Nietzsche y Foucault, el cual me hizo reflexionar acerca del sistema de producción Capitalista y el sistema de castigo impuesto por nuestras sociedades, para que impere ese Capitalismo tan censurado, tan vituperado y menospreciado, ya que en el artículo se deja establecido categóricamente que, el sistema de castigo precede al modo de producción, y después, ambos interactúan retroalimentándose, lo interesante es cómo el sistema punitivo imperante determina morfológicamente el modo de producción de una sociedad.
El fundamento de esta posición se esboza de la manera siguiente:
“…Un sacerdote puede creer auténticamente que está favoreciendo al adolescente cuando le dice que es pecado masturbarse. Una periodista de moda cree realmente que “la mujer moderna” debe usar un maquillaje distinto para cada momento del día. Ambos, sin saberlo, refuerzan el dispositivo de control, en un caso, y el de consumo, en otro.
Se favorece así, el desarrollo y mantenimiento de las relaciones de fuerza vigentes. La punición –moral, en el primer ejemplo (“si no acatas, pecarás”), estética, en el segundo (“si no acatas, no estarás a la moda)- precede a los modos económicos de aprovechamiento. Lo punitivo es prioritario en el orden “lógico” de instauración del dispositivo, aunque no siempre aparece así en su desarrollo temporal posterior. Producción económica y sistemas de castigos interactúan. En nuestro ejemplo simplificador, sería: el que obedece los mandatos morales ha de ser eficiente en sus tareas económicas; la que obedece los consejos cosmetológicos seguramente consumirá más; pero son así mismo obedientes, en tanto eficientes (económicamente) o consumista.”
Esta conclusión acerca de la influencia del sistema de castigo sobre la estructuración y funcionamiento del modo de producción resulta reveladora. Porque estamos habituados a percatarnos del efecto, a saber, el consumo, de allí que, pasamos a desvincularlo del castigo y por ende del hombre y de la mujer que responden a tal castigo, censura o punición. Por lo que señalamos como culpable de ese consumo al Capitalismo, con sus corporaciones multinacionales y gigantescas, sus influencias gubernamentales, sus monopolios y el río de recursos financieros para la publicidad. Como consecuencia, nos olvidamos del hombre y la mujer quienes catalogamos de víctimas inocentes ante esfuerzos despóticos y despiadados del capital.
Ahora bien, si nos tomamos la molestia de evaluar los sistemas punitivos o de castigo que instaura la sociedad moderna sobre sus sujetos, tal vez nuestro enfoque comience a desplazar esa culpa insidiosa.
Tomemos a titulo de ejemplo el caso siguiente, si nuestra sociedad castiga implacablemente al individuo que no está adiestrado para navegar en la Internet, de inmediato sus congéneres con las cejas alzadas le interrogarán “¿En qué mundo vive usted?;¿Obviamente no es usted un profesional de primera línea?;¿Se permite usted ver televisión?”. En fin, el juzgamiento se circunscribirá a tildarlo de no estar al día con una poderosa herramienta de investigación, mercadeo y entretenimiento.
Aplicado el castigo o sistema punitivo de censura, el sujeto a fin de no sentir los latigazos que le propina la sociedad con ojos desorbitados sobre la piel de su espalda, por su impericia en el manejo de los programas informáticos para la navegación en la Internet, intentará con todas sus energías esquivar la aplicación de esta pena, este individuo reprendido dirigirá sus acciones para aminorar este tipo de juzgamiento de su entorno, con lo cual incidirá directamente en el mecanismo de producción vigente. De esta manera, este fenómeno multiplicado en el conglomerado social arrojará indefectiblemente un incremento sustancial como respuesta de los individuos, en la demanda de los siguientes bienes y servicios: Los cursos de capacitación para el manejo de los programas para navegar en la Internet; la venta de computadoras personales; el mantenimiento y reparación de computadoras; el alquiler de equipos en lugares públicos para acceder a la Internet; la venta de programas antivirus y la incorporación de bienes y servicios relacionados con la Internet a los programas públicos de gobiernos que quieren brindar iguales oportunidades de competencia a los estratos sociales de menores ingresos de la población.
En conclusión, se genera todo un entramado de relaciones comerciales y de servicios, que disparan mecanismos económicos principalmente influenciados por el sistema de castigo imperante, que cataloga de inadaptada a la persona sin adiestramiento para la navegación en la Internet.
Desde inicios del siglo XX infinidad de ideologías políticas y ciertas corrientes artísticas, alzaron su voz de protesta apoyadas en un material lacrimógeno, que condena al capitalismo y al imperio de los Estados Unidos de América, por la implantación del modelo económico consumista y alienado, ya que la publicidad crea necesidades falsas que inducen al sujeto a adquirir bienes y servicios que no necesita o que utiliza por muy breve tiempo, para ser sustituido por nuevos bienes y servicios. De esta manera el Capitalismo es dibujado como una bestia que todo lo devora, por lo que el enemigo a vencer es él; el medio de derrotarlo es la toma de conciencia en el mundo, a través de una política y un arte de protesta, basado en el sentimentalismo de la lucha de David contra Goliat, su consigna es disminuir el avance feroz del capitalismo, con su indetenible ansia de alienación de dulces ovejas, las cuales con ojos cargados de melancolía no poseen opción ante las garras de una bestia depravada que se alimenta de utilidad, beneficio, ventajas y rendimiento. Ya decía Dostoiévskiy en “El Gran Inquisidor”: “El hombre cometerá los mayores delitos con tal de poder comer su pan.”
Paradójicamente, la escopeta de magnetizadores de la política y del arte, ha apuntado erradamente al sistema de producción Capitalista, olvidando que la gestación de ese modelo económico tiene su origen en el sistema de castigo de la sociedad moderna, entonces, las baterías no deben enfilarse al modo de producción, craso error. La artillería tiene que apuntar al hombre y la mujer inmersos en la modernidad. Éstos a partir del conocimiento íntimo de ellos mismos, deben de reunir la fuerza de voluntad para desprenderse de aquellos usos, convencionalismos y exigencias que les hace la sociedad y que ellos sinceramente no apetecen; porque sus sentidos y con ellos su “yo” más subterráneo no percibe esplendorosamente el cumplimiento de tal precepto social.
Supongamos que algún individuo, en alguna forzada y breve experiencia en la Internet, siente que en su área de investigación le resulta mucho más cómoda y placentera, emprenderla en medio de los estantes, fichas, lámparas y mobiliario de una biblioteca. Además, en alguna oportunidad tuvo, a su parecer, la desagradable ocasión de realizar una comunicación con otra persona vía “chat”, este mecanismo de comunicación lo percibió alejado, frío, sin espíritu; y jamás, lo sustituiría por la dicha que siente cuando se sienta en un café con un amigo, y es espectador de los gestos en el rostro, el brillo de los ojos cuando defiende sus ideas, la arruga en la comisura de los labios cuando se emociona ante un acontecimiento que arroja en su fraternal conversación. Si estás conclusiones son las que le suministra su cuerpo sensible, ha de tener el valor de despachar la censura y el castigo social, por su insatisfacción hacia la autopista de la información.
Más allá de la alusión particular en el ejemplo puntual sobre la consubstanciación con la Internet. Cada persona posee una suerte de “scanner” o lector de percepciones, que en nada se vincula a la conciencia o al pensamiento abstracto, esta es una máquina perfecta de sensaciones corporales, la cual, emite un dictamen cuando el organismo entra en contacto con actividades, objetos y personas. La mayoría de nosotros acalla el dictamen de un instrumento perfecto e infalible.
Si, como resultado de nuestra percepción sensible debemos execrar de nuestra vida personas, objetos y actividades altamente castigados por el sistema punitivo social, tenemos que reunir la valentía y el coraje para acometer tan loable tarea en beneficio de nuestros órganos, que es decir, en beneficio de nuestra salud.
Una de las características de la sociedad moderna y nihilista, es que siembra la satisfacción en la meta que está por delante en un punto y se abandona el placer del presente que llega a su seno, lo que se olvida es que el estado de regocijo da fuerzas al deseo y contribuye a la búsqueda de los objetivos, hay que amar el camino y no hay que amar sólo la meta, de esta manera el fin es el propio móvil.
La actitud contraria, es decir, constreñirnos por agradar a la mayoría, por contar con el aplauso de la tribuna y no tolerar la carga sobre nuestros hombros de la disidencia, no es más que llevar a cabo una tarea indigna, que deteriora la higiene de nuestro sistema sensorial y lo lleva a la putrefacción, en un cuerpo que ya no siente lo que hace y hace lo que vive por mandato de un ente extraño, externo, tiránico y abominable que subyuga para vender lo que le conviene.
De esta manera la censura de algunos sistemas de gobierno y corrientes artísticas al Capitalismo, que gimiendo, compungidos y entre sollozos lo acusan, no logran percatarse que en las barriadas más pobres de las metrópolis en el mundo, los platos de televisión satelital inculcan modelos, patrones y referencias que son imitados ciegamente por falta de educación, cabe preguntarse ¿les conviene a los políticos magnetizadores, a los sanadores del alma, a los mecías del estoicismo, contar con masas cada vez mejor educadas?
De allí que estás denuncias contra el Capitalismo no dejan de ser un discurso para la manipulación de las masas para fines egoístas de una corriente o una ideología, bien sea política, religiosa o artística.
Sólo cuando el hombre y la mujer contemporáneos tengan un vigor fustigado por una educación cimentada, llegarán a darse a sí mismos aquello que corresponda con sus sentidos, todo lo del exterior que resuene con un ritmo sinfónico en el interior, sólo entonces, seremos capaces de levantarnos de la silla de ruedas impuesta por la alienación, para perseguir lo que va con la inteligencia de nuestra sensualidad, para regodearnos en nuestra Voluntad Irresistible. En ese punto le sacaremos la lengua como niños tremendos a esa sociedad, que con un rostro plagado de arrugas y una frente con el ceño fruncido, lo que hace es vigilar y castigar.
Autor: ENRIQUE GUILLÉN NIÑO
Obras:
1.- Razones Para Abandonar La Razón. Editorial Comala. Caracas. Venezuela.
2.- Portarretrato de Una Voluntad Irresistible. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid. España.
www.enriqueguillen.com
e.mail: enrique@enriqueguillen.com


Texto agregado el 26-07-2005, y leído por 167 visitantes. (0 votos)


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