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La zona de la bahía de Cádiz que discurre bajo el puente Carranza, hasta el espigón natural de los antiguos Astilleros Españoles, es como un plácido lago sólo agitado moderadamente cuando sopla en levante, por el que discurren día a día embarcaciones que practican deportes de vela, pesca, motonáutica y todo tipo de actividades relacionadas con el mar.

El día en que comienza nuestro cuento, el sol estaba eufórico y calentaba con ganas.

- ¡Los muerto la caló..!

La barquita con un motor fuera-borda estaba fondeada casi al centro de la bahía. Rufo, un veterano pescador llevaba allí varias horas y el sol comenzaba a hacer de las suyas. Cuando llegó, era muy temprano y la temperatura soportable, pero ahora, pasado el mediodía ni el amplio sombrero de paja mojado de cuando en cuando, evitaba la fuerza del sol. Cogió la botella de tinto que, amarrada a una cuerda se mantenía en el agua para conservar el fresco lo mas posible y se echó un largo trago. Las dos cañas del pais las tenía lanzadas por babor.

- Ná, que no pican ni pa sus castas. Después dicen que el pescao está caro. ¡Carajo, que llevo aquí toa la mañana y no he hecho más que darle de comer a estas mojarras...! Con lo que me ha costao la carná...

Rufo volvió a ponerle carnada a los anzuelos y lanzó los aparejos. Luego se largó otro trago de tinto y se tumbó sobre la popa a la espera de que picaran. De cuando en cuando alargaba la mano, cobraba la cuerda y sacaba la botella que poco a poco se iba quedando sin líquido.

El ruido de un motor le hizo incorporarse mirando en dirección de donde venía. Mojó el sombrero en el agua y se lo puso de nuevo. Una barquita se acercaba hacia él. Reconoció a su amigo Pedro. Lo que faltaba para ahuyentarle la posible pesca –pensó.

- ¡Hola, Rufo..! ¿Cómo va la mañana...?

- La mañana está pa que le den porculo. Y ahora pa colmo tú. Vente por este lao, no me vayas a joder los aparejos.

Y Rufo le hizo señas para que se abarloase por el lado contrario de donde tenía los aparejos. Una vez las dos barcas juntas, paró el motor.

- Te he visto a lo lejos y he venío pa escucharte un fandanguito. –dijo Pedro.

- Pa fandanguitos estoy yo... -contestó Rufo con cara de cabreo.

- ¿Y no me va a conviá ni ná..? –Pedro se reía y miraba la cuerda de la que colgaba la botella dentro del agua.

- Ya no quea casi ná –contestó Rufo sacándola- Bebe, que en cuanto se acabe me voy pa tierra.

- Venga, Rufo, si me cantas un fandanguito te dejo aquí esta botella – y mientras se bebía el resto que quedaba el la que tenía Rufo, Pedro sacaba otra llena del interior de un cubo con hielo. Tinto fresquito.

- Por eso te canto, no un fandanguito, sino hasta una seguiriya. -Y Rufo cantó.

La mano se le pudriera
al que mata a un inocente
la mano se le pudriera
su corazón ya no siente
mas duro que la maera.
¡Qué asco le tengo a esa gente..!

Mientras cantaba Rufo, no habia quitado ojo de la botella brillante del hielo adherido al cristal. Se le hacía la boca agua. Siguió por fandangos.

Por qué me quiere humillá
si mi condena he cumplío
por qué me quiere humillá.
No te burles de mi pena
que sólo el tiempo dirá
si malo o bueno yo he sío.

Pedro dio a su amigo la botella nueva y se marchó. Rufo, tras pegarle un trago la amarró donde estaba la otra y la metió en el agua de la bahía. El, continuó cantando por lo bajini. Aunque no había pescado nada, estaba contento. Se había entonado con su amigo Pedro. Poco a poco, la botella iba bajando su contenido.

De pronto, Rufo observó cómo una mojarra asomaba la cabeza por la superficie lisa de las aguas de la bahía en ese mediodía caluroso y sereno.

-¡Eh, Rufo...! ¿No te cansas de darnos coba..?

-¡Joé..! La mojarra está hablando... ¿Es a mí..?

- ¿A quién va a ser, Rufo..? Mas vale que saques los anzuelos y te los lleves, que nosotras no picamos ni una. Ya hemos aprendido bastante, y si no te lo crees, pregúntale a mis hermanas.

Rufo miró a un lado y otro y vió cómo mas de una docena de mojarras asomaban la cabeza y gritaban a coro:

- ¡¡No picamos, Rufo, no picamos..!!

- ¡Los muertos las mijarras...! ¿Qué queréis entonces..?

- Que le digas a tus amigos los pescadores que con el trasmayo se están llevando a nuestras hijas pequeñitas y no vamos a tener quien nos cuide. Poco a poco estamos quedando nada mas que las viejas, y eso porque somos listas, que si no...

- Mira Rufo –gritó otra mojarra pizpireta y saltarina- el otro día, dos hombres malos con unas tablas, daban golpes en la superficie del agua y nosotras nos teníamos que esconder entre las piedras porque nos volvíamos locas. Muchas intentaban escapar del espantoso ruido hacia la superficie y las cogían. Pobrecitas...

- ¿Y porqué me contáis eso a mí...? Yo pesco con caña del pais y no me como un rosco.

Las risas de las mojarras se oían desde lejos.

- Rufo, tú eres bueno, a ti te queremos...

- Joé, pues si me queréis, dejarse coger algunas de las grandes. Los niños tienen que comer...

- Mira Rufo, nosotras vamos a traer a otros peces grandes, los que nos comen a nosotras, para que tú los pesques, pero tienes que cambiar los anzuelos para que nuestras hermanas pequeñas, las mojarritas no puedan picar. Tu nos respetas y nosotras te ayudamos...¿vale?

- Esperarse que eche un trago, maldita sea.... Pero ¿quién coño se va a creer esto cuando yo lo cuente...? Me mandarán a tomar por el mismo culo y me dirán chalao. Eso si no me parten la boca por embustero...

- Rufo –seguía la mojarra- ¿qué nos contestas?

- ¿Qué voy a contestar... ¡Toma..toma... la carná, ahí lleváis...

Y Rufo arrojaba la carnada a puñados al agua, ante el alborozo de las mojarritas que saltaban acudiendo cada vez en mayor número. Todas palmoteaban sobre el agua y saltaban sobre la comida. Por encima, las gaviotas sobrevolaban lanzándose en picado a la captura de su alimento. Rufo observaba la escena mientras arrojaba la botella al agua vacía del todo.

En aquel momento, sonó el potente rugido de un motor y las mojarritas corrieron asustadas. Un remolcador abría un surco en la bahía formando un amplio bigote blanco sobre su proa. Asomados a la borda, dos marineros miraban la barca fondeada.

- Es Rufo y se ha quedado dormido. –Dijo uno de los marineros.
- ¿Dormido..? Mira las dos botellas que hay flotando en el agua... una junto a la barca y la otra un poco mas lejos...

Cuando el remolcador que paró los motores llegó a la altura de la barca, uno de los marineros gritó con fuerza..

- ¡¡He Rufo...!! ¡¡ Despierta, cojones, con la borrachera....!!.

Enduendao. 31-7-2005. Resumen del cuento de su libro de relatos cortos: “Con Cádiz como fondo”. Año 2001.

Texto agregado el 31-07-2005, y leído por 552 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-08-2005 Me has hecho imaginar muchas cosas y desear algun dia conocer Cadiz. mis 5* theonlyerath
31-07-2005 Yo,que tengo ese lago del que hablas casi frente a mi balcón,Yo ,que conozco a los Rufos y Pedros,amantes del tinto y de las mojarritas fritas;contemplo este texto admirada por la claridad en la narración,asomas los colores de la bahía y te vistes de ecología,tan necesaria en estos tiempos destructores.Manejas las palabrotas gaditanas ¡Tan expresivas! y nos llevas a compartir con Rufo vino y bondad.Felicidades,desde la barandillas del puente.***** Gadeira
 
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